Oseas  10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1

En la tierra: vid frondosa
Is 5,1-7; Ez 15; Sal 80

Israel era vid frondosa,
daba fruto:
cuanto más fruto, más altares;
cuanto mejor iba el país,
mejores piedras conmemorativas.
2 Tienen el corazón dividido,
y han de pagarlo;
él destrozará sus altares,
arrasará
sus piedras conmemorativas.
3 Sí, ya pueden decir:
No tenemos rey,
no respetamos al Señor;
el rey, ¿qué puede hacernos?
4 Hablan y hablan, juran en falso,
firman alianzas;
florecen los pleitos como la cizaña
en los surcos del campo.
5 Los vecinos de Samaría tiemblan
por el novillo de Bet-Avén,
el pueblo y los sacerdotes
hacen duelo a su dios,
se revuelcan porque su gloria
ha marchado al destierro:
6 se la llevan a Asiria
como tributo a su dios.
La vergüenza se adueña de Efraín,
Israel se avergüenza de su plan.
7 Samaría y su rey desaparecen
como astillas que se lleva el agua.
8 Son destruidos los lugares altos
idolátricos,
el pecado de Israel.
Cardos y abrojos
crecen en sus altares,
gritan a los montes: ¡Cúbrannos!,
y a los cerros:
¡Caigan sobre nosotros!
9 Del tiempo de Gabá
arranca el pecado de Israel;
allí me hicieron frente;
¿no los sorprenderá
en Gabá la guerra
contra los hijos de la injusticia?
10 He venido para aprisionarlos,
los pueblos se reunirán contra ellos,
aprisionándolos por su doble culpa.
11 Efraín es una novilla domesticada
que trilla con gusto;
pero yo echaré el yugo
a su hermoso pescuezo,
engancharé a Efraín para que are,
a Jacob para que labre la tierra.
12 Siembren según justicia,
cosechen con lealtad,
labren el campo nuevo,
que están a tiempo de buscar al Señor,
hasta que venga
y les dé la lluvia conveniente.
13 Araron maldad,
cosecharon crímenes,
comieron el fruto de la mentira.
Por confiar en tu poder,
en la multitud de tus soldados,
14 clamor de guerra
se alzará contra tu pueblo;
tus fortalezas serán arrasadas,
como arrasó Salmón a Bet-Arbel;
cuando la batalla,
estrellaron a la madre con los hijos.
15 Así harán con ustedes, Betel,
por su maldad consumada.
Al amanecer desaparecerá
el rey de Israel.

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Introducción a Oseas 

OSEAS

Época. Según el título del libro, el profeta Oseas, hijo de Beerí ejerció su actividad en el reino del Norte, durante el reinado de Jeroboán II (782-753 a.C.). Jehú, jefe militar de una guarnición, se levantó a vengar violentamente los crímenes pasados y selló la venganza haciendo asesinar a Jezabel en el campo de Yezrael -con matanzas criminales vengó crímenes pasados-. Fundó una vigorosa dinastía que contó cinco reyes y duró cien años (841-753 a.C.); el penúltimo rey de esta dinastía fue Jeroboán II. Durante su reinado restableció las fronteras nacionales, desde el Paso de Jamat hasta el Mar Muerto, sometiendo de nuevo el reino transjordánico de Moab.
Con la paz vino la prosperidad, y con ella graves diferencias sociales, lujo, confianza en los bienes de la tierra, corrupción de costumbres. Pero también cultivo de las artes: con dependencia extranjera en las artes plásticas, con soberana maestría en la literatura. En este siglo comienza una edad de oro literaria -al menos una época clásica- que culminará con Isaías, y que cuenta con poetas tan importantes como Amós y Oseas, y magníficos narradores como los autores de tantas páginas incorporadas en el libro de los Reyes.
A la muerte de Jeroboán II comienza la rápida decadencia del reino del Norte. En treinta años se suceden cuatro dinastías por asesinato y usurpación. El reino dejó de existir en el 722 a.C. El título del libro, con su cronología parcial, da a entender que la actividad de Oseas continuó tras la muerte de Jeroboán II; de hecho en sus páginas se reflejan los cambios violentos de dinastías. No sabemos si el profeta llegó a contemplar la destrucción de su patria.

Temas de su profecía.
Oseas es sobre todo un profeta acusador. El pecado capital que denuncia es la infidelidad al Señor, presentada como fornicación, prostitución y adulterio. Esa infidelidad se muestra ante todo en el culto de los ídolos, con sus altares y sacrificios, las consultas a los adivinos, los cultos de fertilidad y la prostitución sagrada. Otra forma de infidelidad son las alianzas políticas, especialmente con Asiria y Egipto cuyo poderío militar y político ocupa el puesto de Dios. Sus consecuencias son la dependencia económica, tributos onerosos, y al final la represión y la deportación (7,8-12; 8,9s).
En sus profecías se puede resaltar la denuncia a la confianza del pueblo en sus fortificaciones militares y en sus riquezas (8,14; 11, 13s; 12,9); su ambición, con sus secuelas de usurpaciones, la inestabilidad política, y la debilidad del rey (7,3-7; 10,15; 13,10s). Finalmente, aunque con menos desarrollo que en otros profetas, denuncia las injusticias sociales (4,1s; 6,6.8s; 7,1; 10,12s).

Mensaje religioso. Domina en la predicación de Oseas la articulación pecado-castigo, muchas veces con la correspondencia inspirada en la ley del Talión: porque rechazan son rechazados, por olvidarse serán olvidados, una infidelidad engendra otra, los cultos de fertilidad producen esterilidad, la paloma atolondrada cae en la red, la novilla atrae el yugo, el arco falso provoca la espada certera. A veces se enuncia genéricamente (5,5; 7,2), y en forma de aforismo suena así: «Siembran vientos, cosechan tempestades».
Sin embargo, esta «ley del Talión» no es la última palabra del Señor; su amor es su última palabra, y porque sigue amando habrá salvación. Es más, el perdón está concedido antes de que el pueblo se convierta. Esta inagotable paciencia y fidelidad de Dios a su pueblo viene expresada en la imagen más importante del libro: el símbolo conyugal con que Oseas representa las relaciones de Dios con su pueblo.
Quizás el amor inquebrantable a su esposa infiel, le hizo al profeta penetrar en el misterio del amor de Dios a su pueblo. Dios es como un esposo, celoso pero paciente, siempre tendiendo la mano y esperando que su pueblo le corresponda con la fidelidad de una obediencia amorosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Oseas  10,1-15En la tierra: vid frondosa. De los cuidados con que Dios plantó la vid se esperaba una cosecha buena y abundante, pero sucedió que esa misma abundancia fue el motivo de la perdición de Israel. Quizá sintió que no necesitaba más de su Dios y por eso se entregaron a la idolatría, dejando a un lado el culto al verdadero Dios, el cual debía estar basado en el temor de Dios y en la justicia. Con ello, Israel se convirtió en una vid seca, sin fruto. Cuando caiga en la cuenta de sus desvíos se avergonzará y hasta se deseará la muerte, pero ni eso encontrará. Irremediablemente, Israel tendrá que pagar por su culpa.