Levítico 11 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 47 versitos |
1

Ley sobre los animales
Animales puros e impuros

El Señor habló a Moisés y a Aarón:
2 – Digan a los israelitas:
»De los animales terrestres pueden comer
3 todos los rumiantes de pezuña partida;
4 se exceptúan sólo los siguientes: el camello, que es rumiante, pero no tiene la pezuña partida: ténganlo por impuro;
5 el tejón, que es rumiante, pero no tiene la pezuña partida: ténganlo por impuro;
6 la liebre, que es rumiante, pero no tiene la pezuña partida: ténganla por impura;
7 el puerco, que tiene la pezuña partida, pero no es rumiante: ténganlo por impuro.
8 No coman su carne ni toquen su cadáver: son impuros.
9 »De los animales acuáticos, de mar o de río, pueden comer los que tienen escamas y aletas.
10 Y todo reptil o animal acuático, de mar o de río, que no tenga escamas y aletas, ténganlo por inmundo.
11 Son inmundos: no coman su carne y tengan por inmundo su cadáver.
12 Todo animal acuático que no tiene escamas y aletas ténganlo por inmundo.
13 »De las aves tengan por inmundas las siguientes, que no son comestibles, porque son inmundas: el águila, el quebrantahuesos y el buitre negro;
14 el milano y el buitre en todas sus variedades;
15 el cuervo en todas sus variedades;
16 el avestruz, el chotacabras y la gaviota; el halcón en todas sus variedades;
17 el búho, el mergo y el mochuelo;
18 la corneja, el pelícano y el calamón;
19 la cigüeña y la garza en todas sus variedades; la abubilla y el murciélago.
20 »Todo insecto que camine con cuatro patas ténganlo por inmundo.
21 De estos insectos de cuatro patas pueden comer únicamente los que tienen las patas traseras más largas que las delanteras, para saltar con ellas sobre el suelo.
22 Pueden comer los siguientes: la langosta en todas sus variedades, el cortapicos en todas sus variedades, el grillo en todas sus variedades, el saltamontes en todas sus variedades.
23 Los demás insectos de cuatro patas ténganlos por inmundos.
24

Animales que contaminan
Dt 14,4-20

El que toque estos animales quedará impuro,
25 y el que transporte su cadáver, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde.
26 »Todo animal que no sea rumiante ni de pezuña partida ténganlo por impuro: el que lo toque, quedará impuro hasta la tarde.
27 »De los animales cuadrúpedos tengan por impuros los que se apoyan en sus plantas para caminar; el que toque su cadáver, quedará impuro hasta la tarde;
28 el que transporte su cadáver, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde. Ténganlos por impuros.
29 »De los reptiles tengan por impuros los siguientes: la comadreja, el ratón, el lagarto en todas sus variedades,
30 el geco, la salamandra, el camaleón, el erizo y el topo.
31 Estos son los reptiles que tendrán por impuros. El que los toque después de muertos quedará impuro hasta la tarde.
32 Todo objeto sea de madera, de paño o de cuero, una bolsa – o todo utensilio– sobre el que caiga un animal de éstos después de muerto quedará impuro: lo meterán en agua, y quedará impuro hasta la tarde. Después volverá a ser puro.
33 Toda vasija de barro donde caiga un animal de éstos la romperán. Y lo que haya dentro quedará impuro:
34 la comida preparada con agua quedará impura y la bebida – cualquiera que sea el tipo de recipiente– quedará impura.
35 Todo objeto sobre el que caiga el cadáver de esos animales quedará impuro: el hornillo y el fogón serán destruidos, porque quedan impuros y por impuros los tendrán.
36 Sólo se exceptúan las fuentes, los pozos y los estanques, que siguen puros. Pero el que toque un cadáver de estos animales quedará impuro.
37 Si uno de estos cadáveres cae sobre grano de sembrar, éste queda puro;
38 pero si el grano ha sido humedecido y cae sobre él uno de estos cadáveres, ténganlo por impuro.
39 »Cuando muere un animal comestible, el que toque su cadáver quedará impuro hasta la tarde,
40 el que coma su carne, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde; el que transporte su cadáver, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde.
41 »Todo reptil es inmundo y no se come.
42 Ningún reptil es comestible, ni los que se arrastran sobre el vientre ni los que avanzan a cuatro patas ni los ciempiés: son inmundos.
43 No se vuelvan también ustedes inmundos con esos reptiles ni se contaminen con ellos, ni se dejen manchar por ellos.
44 Yo soy el Señor, su Dios, ustedes deben purificarse y ser santos, porque yo soy santo. No se vuelvan impuros con esos reptiles, que se arrastran por el suelo.
45 Yo soy el Señor que los saqué de Egipto para ser su Dios: Sean santos, porque yo soy santo.
46 Ésta es la ley sobre los animales terrestres, las aves, los animales que se mueven en el agua y sobre todos los reptiles;
47 la ley que enseña a separar lo impuro de lo puro, los animales comestibles de los no comestibles.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 11,1-47Ley sobre los animales. Este capítulo puede dividirse en dos partes relacionadas entre sí: 1. Animales puros e impuros (3-23), y 2. Animales que contaminan (24-45). El título general del capítulo y el objeto de estas leyes lo podemos tomar tal cual de los versículos 46s: «Ésta es la ley sobre...». Una vez establecido el sistema sacrificial y consagrados los profesionales del culto, viene el «manual» de alimentos puros e impuros que el sacerdote debe manejar a la perfección, según lo establecido en Lev_10:10 como una de sus funciones.
Los animales se dividen en «puros» e «impuros» y se clasifican en cuatro categorías, cuyo posible criterio de clasificación parte de los miembros del movimiento, sus patas y -en parte- su régimen alimenticio: 1. Animales terrestres (2-8), 2. Acuáticos (9-12), 3. Volátiles (13-23) y 4. Reptiles (29-31.41-44). Se subraya la advertencia de que los animales impuros no sólo no se pueden comer, sino que sus cadáveres causan contaminación ritual, de ahí que de tanto en tanto se den las indicaciones para la necesaria purificación (25.27.32.35.40).
Hasta el momento no se ha ofrecido ninguna explicación convincente para estas medidas que regulan el régimen alimenticio de los israelitas, elevado aquí a carácter de norma divina. Es probable que antes de la redacción de este documento el pueblo ya rechazara en su dieta todos o parte de estos animales, en la mayoría de los casos quizá por repugnancia, de modo irracional. En algunos casos, como el cerdo, que puede transmitir enfermedades mortales al ser humano, puede haber en el fondo preocupaciones sobre la higiene o la salud, pero esta explicación no es válida en todos los casos. En definitiva, el carácter de legislación sagrada viene por el hecho de tratarse de órdenes dadas por Moisés y transmitidas a Aarón y sus descendientes de generación en generación, hasta el día de hoy.
Un rezago de estas preocupaciones por lo puro y lo impuro que probablemente creó problemas de conciencia a los primeros cristianos, en su mayoría provenientes del judaísmo, lo encontramos en forma de teología narrativa en Hch 10, donde se asume definitivamente que no hay animales ni alimentos impuros. En la nueva era imaginada por Jesús, ésta ya no es la preocupación principal, porque Dios ha declarado puro/bueno todo lo creado.