Levítico 19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 37 versitos |
1

Preceptos diversos

El Señor habló a Moisés:
2 – Di a toda la comunidad de los israelitas:
»Sean santos, porque yo, el Señor, su Dios, soy santo.
3 »Respeten a sus padres y guar-den mis sábados. Yo soy el Señor, su Dios.
4 »No acudan a los ídolos ni se hagan dioses de fundición. Yo soy el Señor, su Dios.
5 »Cuando ofrezcan al Señor sacrificios de comunión, háganlo de forma que sean aceptados.
6 Se comerá la víctima el día mismo de su inmolación o al día siguiente. Lo que sobre, se quemará al tercer día.
7 Lo que se come el tercer día es de desecho e inválido.
8 El trasgresor cargará con su culpa por haber profanado lo santo del Señor, y será excluido de su pueblo.
9 »Cuando llegue el tiempo de la cosecha no recojas hasta el último grano de tu campo, ni vuelvas a buscar las espigas que han quedado.
10 Tampoco sacarás hasta el último racimo de tu viña ni recogerás las uvas caídas. Se lo dejarás al pobre y al emigrante. Yo soy el Señor, su Dios.
11 »No robarán, ni defraudarán, ni engañarán a ninguno de su pueblo.
12 »No jurarán en falso por mi Nombre, profanando el Nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
13 »No explotarás a tu prójimo ni lo despojarás. No retendrás contigo hasta el día siguiente el salario del obrero.
14 »No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Respeta a tu Dios. Yo soy el Señor.
15 »No cometerás ninguna injusticia en los juicios. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
16 »No andarás con cuentos de aquí para allá ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
17 »No guardarás odio a tu hermano. Reprenderás abiertamente al prójimo y no cargarás con pecado por su causa.
18 »No serás vengativo ni guardarás rencor a tu propia gente. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
19 »Guarden mis leyes.
»No cruzarás tu ganado con animales de especie diversa, ni sembrarás semillas de especie diversa, ni llevarás vestidos confeccionados con materiales diversos.
20 »El que se acueste con una esclava prometida a otro, pero que no ha sido rescatada ni puesta en libertad tendrá que pagar indemnización; pero no serán castigados con la pena de muerte, porque ella no es libre.
21 El hombre ofrecerá al Señor a la entrada de la tienda del encuentro un carnero como víctima penitencial.
22 El sacerdote, con el carnero del sacrificio penitencial, realizará la expiación por él, por el pecado que cometió, en presencia del Señor. Y se le perdonará el pecado que cometió.
23 »Cuando entren en la tierra y planten árboles frutales, se abstendrán por tres años de cortar sus frutos: los dejarán incircuncisos. Sus frutos no se comerán.
24 Al cuarto año se los consagrarán festivamente al Señor.
25 Y al quinto podrán comer de ellos; así incrementarán para su provecho el rendimiento del árbol. Yo soy el Señor, su Dios.
26 »No comerán carne con sangre. No practicarán la adivinación ni la magia.
27 No se cortarán el borde de la cabellera en forma de círculo ni se recortarán la barba.
28 No se harán incisiones por un difunto ni tampoco tatuajes. Yo soy el Señor.
29 »No profanes a tu hija prostituyéndola. No sea que también la tierra se prostituya y se llene de depravación.
30 »Guarden mis sábados y respeten mi santuario. Yo soy el Señor.
31 »No acudan a los espíritus de los muertos ni consulten adivinos. Quedarán impuros. Yo soy el Señor, su Dios.
32 »Ponte de pie y honra al anciano. Respeta a tu Dios. Yo soy el Señor.
33 »Cuando un emigrante se establezca entre ustedes en su país, no lo opriman.
34 Será para ustedes como uno de sus compatriotas: lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron emigrantes en Egipto. Yo soy el Señor, su Dios.
35 »No darán sentencias injustas en los juicios ni cometerán injusticias en pesos y medidas.
36 Tengan balanza, pesas y medidas exactas. Yo soy el Señor, su Dios, que los sacó de Egipto.
37 »Cumplan todas mis leyes y mandatos poniéndolos por obra. Yo soy el Señor.

Patrocinio

 
 

Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Levítico 19,1-37Preceptos diversos. Nos encontramos con una larga lista de preceptos que a simple vista carecen de unidad, pues hay una mezcla de preocupaciones morales, éticas y religiosas, incluso agrarias, que hoy podríamos llamar ecológicas. Pese a la variedad de todos estos preceptos, la unidad entre ellos está dada por una sola preocupación: «Sean santos porque yo, el Señor, su Dios, soy santo» (2). En torno a ella, cada aspecto de la vida humana, sea religioso, social, moral o ético, se orienta a santificar el Nombre de Dios, con lo cual se adquiere también la santidad personal.
Lo novedoso de este capítulo es que entre las preocupaciones de índole religiosa (1-8) y las de índole más general, como el cuidado por mantener la armonía en aspectos agropecuarios (19.23-25) y de presentación personal (27s), se encuentra un conjunto de normas que tienen que ver con las relaciones justas respecto al prójimo (9-18) que alcanzan su máxima expresión en el versículo 18: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», texto citado por el mismo Jesús como el culmen y centro de la Ley y los Profetas, junto con el amor a Dios (Mat_22:39).
Otra novedad es el llamado a ser justo con el extranjero, con el emigrante, y a amarlo también como a uno mismo (33s), porque «fueron emigrantes en Egipto» (34b). En muchos otros pasajes, incluso del mismo Levítico, el prójimo parece referirse sólo a los miembros del mismo pueblo, pero no aquí. Amar a Dios, santificar su Nombre y hacer su voluntad no pueden desligarse del amor al prójimo, al paisano y al extranjero, y del amor y respeto por la creación.