Levítico 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1

Sacrificios de expiación

El Señor habló a Moisés:
2 – Di a los israelitas: Cuando alguien, por inadvertencia, traspase alguna de las prohibiciones del Señor, haciendo algo prohibido:
3 »Si es el sacerdote ungido el que cometió la transgresión, comprometiendo así al pueblo, ofrecerá al Señor por la trasgresión cometida un novillo sin defecto en sacrificio expiatorio.
4 Lo llevará a la entrada de la tienda del encuentro, a la presencia del Señor. Pondrá la mano sobre la cabeza de la víctima y la degollará en presencia del Señor.
5 El sacerdote ungido tomará sangre del novillo y la llevará a la tienda del encuentro.
6 Mojando un dedo en la sangre y en presencia del Señor, salpicará con ella siete veces en dirección a la cortina del santuario.
7 Luego, en presencia del Señor, el sacerdote untará con la sangre los salientes del altar del sahumerio, situado en la tienda del encuentro, y derramará toda la sangre del novillo al pie del altar de los holocaustos, situado a la entrada de la tienda del encuentro.
8 Quitará al novillo de expiación toda la grasa: la grasa que envuelve las vísceras y sus gorduras:
9 los dos riñones con sus grasas, la grasa junto a los lomos y el lóbulo del hígado junto a los riñones;
10 todo esto lo apartará, como se hace con el toro del sacrificio de comunión. El sacerdote la dejará quemarse sobre el altar de los holocaustos.
11 El resto del novillo, la piel, la carne con cabeza y patas, vísceras y excrementos,
12 lo sacará fuera del campamento a un lugar puro, donde se echan las cenizas, y lo quemará sobre la leña. En el lugar donde se echan las cenizas debe ser quemado.
13 »Si es toda la comunidad israelita la que por inadvertencia traspasó alguna prohibición del Señor, haciéndose culpable, y el asunto queda oculto a la comunidad,
14 ésta, al darse cuenta de la transgresión cometida, ofrecerá en sacrificio expiatorio un novillo, que llevará hasta la tienda del encuentro.
15 Las autoridades pondrán las manos sobre la cabeza de la víctima y la degollarán en presencia del Señor.
16 Luego el sacerdote ungido llevará sangre del novillo a la tienda del encuentro.
17 Mojando un dedo en la sangre y en presencia del Señor, salpicará con ella siete veces en dirección a la cortina del santuario.
18 Untará con la sangre los salientes del altar del sahumerio, situado ante el Señor en la tienda del encuentro, y derramará toda la sangre al pie del altar de los holocaustos, situado a la entrada de la tienda del encuentro.
19 Le quitará toda la grasa y la dejará quemarse sobre el altar.
20 Hará con este novillo como se hace con el del sacrificio expiatorio. De esta manera el sacerdote realizará la expiación a favor de la comunidad y la comunidad quedará perdonada.
21 Sacará el novillo fuera del campamento y lo quemará como el primero. Es el sacrificio expiatorio de la asamblea.
22 »Si es un jefe el que por inadvertencia traspasó alguna prohibición del Señor, su Dios, haciéndose culpable,
23 al darse cuenta de la trasgresión cometida, ofrecerá en ofrenda un macho sin defecto.
24 Pondrá la mano sobre la cabeza de la víctima, y en presencia del Señor la degollará en el matadero de los holocaustos. Es un sacrificio expiatorio.
25 El sacerdote, mojando un dedo en la sangre de la víctima, untará los salientes del altar de los holocaustos y derramará la sangre al pie del mismo altar.
26 Toda la grasa la dejará quemarse sobre el altar como se hace con los sacrificios de comunión. De esta manera el sacerdote realizará la expiación a favor del culpable y el culpable quedará perdonado.
27 »Si es un propietario el que por inadvertencia traspasó alguna prohibición del Señor, haciéndose culpable,
28 al darse cuenta de la trasgresión cometida, ofrecerá una cabra sin defecto en sacrificio expiatorio.
29 Pondrá la mano sobre la cabeza de la víctima y la degollará en el matadero de los holocaustos.
30 El sacerdote, mojando un dedo en la sangre, untará los salientes del altar de los holocaustos y derramará la sangre al pie del mismo altar.
31 Le quitará toda la grasa, como en los sacrificios de comunión, y la dejará quemarse sobre el altar como aroma que aplaca al Señor. De esta manera, el sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona, y esa persona quedará perdonada.
32 »Si ofrece un cordero en sacrificio expiatorio, será hembra y sin defecto.
33 Pondrá la mano sobre la cabeza de la víctima y la degollará en sacrificio expiatorio en el matadero de los holocaustos.
34 El sacerdote, mojando un dedo en la sangre de la víctima, untará los salientes del altar de los holocaustos y derramará toda la sangre al pie del mismo altar.
35 Le quitará toda la grasa, como al cordero de los sacrificios de comunión, y la dejará quemarse sobre el altar en ofrenda al Señor. De esta manera el sacerdote realizará la expiación a favor de esa persona, y esa persona quedará perdonada.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 4,1-35Sacrificios de expiación. La cuarta clase de sacrificios estipulada en Levítico tiene como finalidad restablecer las relaciones rotas con Dios por el pecado. No se trata de pecados cometidos intencionalmente -de lo que se hablará después-, sino de faltas inadvertidas que atentan contra la pureza ritual y cultual.
La preocupación básica era que la presencia de Dios era incompatible con la impureza, la cual podía ser contraída aun de manera inadvertida. Aquí no se subraya tanto el aspecto ritual del sacrificio, aunque se estipula de hecho la aspersión y la quema de algunas partes del animal para resaltar más la calidad de las personas, que se catalogan en: sumos sacerdotes (3-12), toda la comunidad israelita (13-21), un jefe (22-26) y alguien del pueblo, el cual podía optar entre ofrecer una cabra o una oveja (27-35).
La intención es siempre la misma: la purificación mediante la expiación. Conviene resaltar que, de acuerdo a la categoría de la persona, su falta puede llegar a contaminar a todo el pueblo y de este modo poner en peligro a toda la nación, como es el caso del sumo sacerdote (3).