Levítico 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

Consagración de Aarón y sus hijos

El Señor habló a Moisés:
2 – Toma a Aarón y a sus hijos, los vestidos, el aceite de la unción, el novillo del sacrificio expiatorio, los dos carneros y la canasta de panes ázimos,
3 y convoca a toda la asamblea a la entrada de la tienda del encuentro.
4 Moisés cumplió el mandato del Señor, y la asamblea se congregó a la entrada de la tienda del encuentro.
5 Moisés dijo a la asamblea:
– Esto es lo que manda hacer el Señor.
6 Después hizo acercarse a Aarón y a sus hijos y los hizo bañarse.
7 Le vistió la túnica y le ciñó la faja, le puso el manto y encima le colocó el efod, sujetándolo con el cinturón.
8 Le impuso el pectoral con los urim y tumim.
9 Le puso un turbante en la cabeza, y en el lado frontal del mismo le impuso la flor de oro, la diadema santa, como el Señor se lo había mandado.
10 Moisés, tomando después el aceite de la unción, ungió la morada y cuanto en ella había. Y los consagró.
11 Salpicó con el aceite siete veces sobre el altar y ungió el altar con todos sus utensilios, la fuente y su base, para consagrarlos.
12 Luego derramó aceite sobre la cabeza de Aarón, y lo ungió para consagrarlo.
13 Después Moisés hizo acercarse a los hijos de Aarón, les vistió la túnica, les ciñó la faja y les puso sobre la cabeza los turbantes, como el Señor se lo había ordenado.
14 Hizo traer el novillo del sacrificio expiatorio. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima.
15 Moisés la degolló, y tomando sangre untó con el dedo los salientes del altar por todos los lados: así purificó el altar. Derramó la sangre al pie del altar, y así lo consagró para obtener allí el perdón de los pecados.
16 Tomó toda la grasa que envuelve las vísceras, el lóbulo del hígado, los dos riñones con su grasa y lo dejó quemarse sobre el altar.
17 El resto del novillo, la piel, carne e intestinos, lo quemó fuera del campamento, como el Señor se lo había ordenado.
18 Hizo traer el carnero del holocausto. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima.
19 Moisés lo degolló y roció con la sangre el altar por todos los lados.
20 Cortó en pedazos el carnero y dejó quemarse la cabeza, los trozos y la grasa.
21 Lavó vísceras y patas y dejó quemarse todo el carnero sobre el altar, como el Señor se lo había ordenado.
Fue un holocausto: ofrenda de aroma que aplaca al Señor.
22 Hizo traer el segundo carnero, el de la consagración. Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza de la víctima.
23 Moisés la degolló, y tomando sangre, untó con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y los pulgares de su mano y pie derechos.
24 Hizo acercarse a los hijos de Aarón y untó con sangre los lóbulos de sus orejas derechas y los pulgares de sus manos y pies derechos, y roció con la sangre el altar por todos sus lados.
25 Tomó la grasa y la cola, toda la grasa que envuelve las vísceras, el lóbulo del hígado, los dos riñones con su grasa y la pierna derecha.
26 Del canasto de los panes ázimos, puesto en presencia del Señor, tomó una torta ázima, una torta de pan amasada con aceite y una galleta, y las colocó sobre la grasa y la pierna derecha.
27 Puso todo ello en manos de Aarón y sus hijos, y éste lo agitó ritualmente en presencia del Señor.
28 Luego Moisés lo recibió de sus manos y lo dejó quemarse sobre el altar del holocausto.
Fue un sacrificio de consagración: ofrenda de aroma que aplaca al Señor.
29 Después tomó el pecho y lo agitó ritualmente en presencia del Señor. Era la ración del carnero de consagración que le pertenecía a Moisés, como se lo había ordenado el Señor.
30 Moisés tomó el aceite de la unción y sangre del altar y salpicó sobre Aarón y sus vestidos, sobre los hijos de Aarón y sus vestidos, y así los consagró.
31 Moisés dijo a Aarón y a sus hijos:
– Hagan cocer la carne a la entrada de la tienda del encuentro y allí la comerán con el pan que hay en el canasto del sacrificio de consagración; así se me ordenó: Lo comerán Aarón y sus hijos.
32 Las sobras de carne y pan las quemarán.
33 Durante siete días no saldrán por la puerta de la tienda del encuentro, hasta que concluya el tiempo de su consagración. Porque su consagración ha de durar siete días.
34 El Señor ha mandado que se haga todo tal como se ha hecho hoy para obtener el perdón de los pecados.
35 Permanecerán siete días y siete noches a la entrada de la tienda del encuentro y respetarán las prohibiciones del Señor. Así no morirán. Así se me ha ordenado.
36 Y Aarón y sus hijos cumplieron todo lo que el Señor había mandado por medio de Moisés.

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Introducción a Levítico

LEVITICO

De todos los libros del Antiguo Testamento, el Levítico es el más extraño, el más erizado e impenetrable. Tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene, insignificantes prescripciones rituales acobardan o aburren al lector de mejor voluntad. Hay creyentes que comienzan con los mejores deseos a leer la Biblia, y al llegar al Levítico desisten.
Es verdad que este libro puede interesar al etnólogo, porque encuentra en él, cuidadosamente formulados y relativamente organizados, múltiples usos parecidos a los de otros pueblos, menos explícitos y articulados. Sólo que no buscamos satisfacer la curiosidad etnológica. El Levítico es un libro sagrado, recogido entero por la Iglesia y ofrecido a los cristianos para su alimento espiritual como Palabra de Dios.
El Levítico, libro cristiano, ¿no sería mejor decir que es un libro abolido por Cristo? Todos los sacrificios reducidos a uno, y éste renovado en la sencillez de un convite fraterno; todas las distinciones de animales puros e impuros arrolladas por el dinamismo de Cristo, que todo lo asume y santifica. Desde la plenitud y sencillez liberadora de Cristo, el Levítico se nos antoja como un catálogo de prescripciones jurídicas abolidas, como país de prisión que recordamos sin nostalgia. Este sentido dialéctico del libro es interesante, desde luego, y llegará hasta ser necesario para denunciar la presencia reptante del pasado entre nosotros, para sanarmos de la tentación de recaída.
Entonces, ¿aquellas leyes eran malas? ¿Cómo las atribuye la Escritura a Dios? Tenemos que seguir buscando un acceso vivo a estas páginas, y no es poco que desafíen nuestro conformismo y curiosidad. El Levítico nos obliga a buscar, y esto es algo.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico. En el s. V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No tenían rey ni tampoco, quizás, profetas, pues la época de las grandes personalidades proféticas había ya pasado. Pero eran libres para practicar su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos. Muchos judíos vivían y crecían en la diáspora.
En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades. Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido posteriormente con el nombre de Levítico -perteneciente al mundo sacerdotal o clerical- con todas las normas referentes al culto, aunque contiene algunas de ámbito civil o laico.
Con cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido -casi dos años- desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm 10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del Pentateuco.

Mensaje religioso. Procuremos trasladarnos al contexto vital del libro, no por curiosidad distante, sino buscando el testimonio humano. Pues bien, en estas páginas se expresa un sentido religioso profundo: el ser humano se enfrenta con Dios en el filo de la vida y la muerte, en la conciencia de pecado e indignidad, en el ansia de liberación y reconciliación. Busca a Dios en el banquete compartido; se preocupa del prójimo tanteando diagnósticos, adivinando y previniendo contagios, ordenando las relaciones sexuales para la defensa de la familia.
El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido, resulta un libro de consulta más que de lectura. Pero, si superando la maraña de pequeñas prescripciones, llegamos a auscultar un latido de vida religiosa, habremos descubierto una realidad humana válida y permanente.
Traslademos el libro al contexto cristiano, y desplegará su energía dialéctica. Ante todo nos hará ver cómo lo complejo se resuelve en la simplicidad de Cristo. Pero al mismo tiempo debemos recordar que la simplicidad de Cristo es concentración, y que esa concentración exige un despliegue para ser comprendida en su pluralidad de aspectos y riqueza de contenido. Cristo concentra en su persona y obra lo sustancial y permanente de las viejas ceremonias; éstas, a su vez, despliegan y explicitan diversos aspectos de la obra de Cristo. Así lo entendió el autor de la carta a los Hebreos, sin perderse en demasiados particulares, pero dándonos un ejemplo de reflexión cristiana.
Contemplando el Levítico como un arco entre las prácticas religiosas de otros pueblos y la obra de Cristo, veremos en él la pedagogía de Dios. Pedagogía paterna y comprensiva y paciente: comprende lo bueno que hay en tantas expresiones humanas del paganismo, lo aprueba y lo recoge, lo traslada a un nuevo contexto para depurarlo y desarrollarlo. Con esos elementos encauza la religiosidad de su pueblo, satisface la necesidad de expresión y práctica religiosa. Pero al mismo tiempo envía la palabra profética para criticar el formalismo, la rutina, el ritualismo, que son peligros inherentes a toda práctica religiosa.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Levítico 8,1-36Consagración de Aarón y sus hijos. Este capítulo describe dos ceremonias distintas, aunque relacionadas entre sí: 1. La consagración del altar, del tabernáculo y de Aarón como sumo sacerdote (6-12). 2. La consagración u ordenación sacerdotal de Aarón y de sus hijos mediante una serie de ritos sacrificiales y de purificación que se extienden a lo largo de siete días (13-36).
Tan sagrados resultan ser los servidores del culto como los objetos y el lugar mismo, de ahí los ritos de oblaciones y unciones. Vemos la vestimenta y los ornamentos especiales del sumo sacerdote, ya descritos en Éxo_29:1-37, que coinciden con los que fue investido el sumo sacerdote después del exilio. Todo está ambientado en el Sinaí para dar a cada detalle del culto un carácter de disposición divina, disposiciones que son transmitidas por medio de Moisés, gran mediador entre Dios e Israel.