Jonás 4 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
1

La lección del ricino

Jonás sintió un disgusto enorme. Irritado,
2 rezó al Señor en estos términos:
–¡Ah, Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a Tarsis; porque sé que eres un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso, que te arrepientes de las amenazas.
3 Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.
4 Respondió el Señor:
–¿Te parece bien irritarte de esa manera?
5 Jonás había salido de la ciudad y se había instalado al oriente de la misma; allí se había hecho una choza, y estaba sentado a la sombra esperando el destino de la ciudad.
6 Entonces el Señor Dios hizo crecer una planta de ricino hasta sobrepasar a Jonás, para que le diese sombra en la cabeza y lo librase de una insolación. Jonás estaba encantado con aquel ricino.
7 Entonces Dios envió un gusano al amanecer el día siguiente, el cual dañó el ricino, que se secó.
8 Y cuando el sol apretaba, envió Dios un viento sofocante del este; el sol abrasaba la cabeza de Jonás y lo hacía desfallecer. Jonás se deseó la muerte y dijo:
– Más vale morir que vivir.
9 Respondió Dios a Jonás:
–¿Te parece bien enojarte a causa de esa planta de ricino?
Contestó:
–¡Claro que me parece bien enojarme hasta desear morir!
10 El Señor le replicó:
– Tú sientes compasión de una planta de ricino que no te ha costado cultivar, que una noche brota y otra perece,
11 ¿y yo no voy a apiadarme de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además muchísimo ganado?

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Introducción a Jonás

JONÁS

Jonás, el antiprofeta. Como quinto de los «profetas menores» encontramos a Jonás, el hombre que se empeña en hacer exactamente lo contrario de lo que debería hacer un profeta. Entre una serie de poetas que escriben normalmente en verso, encontramos a este genial narrador que, salvo el vocabulario algo tardío, maneja la prosa como cualquiera de los mejores narradores clásicos hebreos.
Entre tantas profecías contra naciones determinadas o contra las naciones en general, encontramos a este Jonás que lleva consigo un mensaje de misericordia para el pueblo que es símbolo de crueldad, imperialismo, y agresión contra su propio pueblo, Israel.
Y entre una serie de profetas firmemente arraigados en la situación política y social, desfila este Jonás sin arraigo en tierra ni en mar, cuya anécdota con el gran pez, sirvió para que los cristianos encontrasen en ella una prefiguración del acontecimiento pascual de Jesús ( Mat_12:39-41 ; Mat_16:4 ; Mar_8:12 ; Luc_11:29 .32). Así como Dios salvó al profeta del peligro mortal para salvar por medio de él a un pueblo gentil. Así también, Dios salvó a Cristo, no apartando el cáliz de la pasión, sino resucitándolo de la muerte, para salvar con su muerte y resurrección a todos los pueblos de la tierra.

Mensaje religioso. La parábola de Jonás nos ofrece una gran enseñanza, por medio de una ironía sostenida, que en un punto llega al sarcasmo, y concluye con una pregunta desafiante. Jonás es el antiprofeta que no quiere ir a donde el Señor le envía ni decir lo que le manda. Así resulta ser el malo, mientras que los buenos son primero los marinos paganos, después los ninivitas agresores. Jonás tiene que vérselas con los enemigos mitológicos: el mar y el cetáceo, y aprender que el Señor los controla y los somete a su servicio. Un minúsculo gusano y un modesto ricino dan una lección sapiencial al profeta recalcitrante.
La profecía, en la intención de Jonás es predicción categórica de castigo; en la intención de Dios, es amenaza condicionada; porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva ( Eze_18:23 .32), y los paganos han escuchado la palabra extranjera ( Eze_3:5-7 ), y se han convertido.
La ironía de todo el relato está en que precisamente Jonás, el «antiprofeta», resulta ser un «gran profeta» porque sabe e intuye, muy a su pesar, que todo el nacionalismo exclusivista del pueblo judío, que todos los castigos que ciernen sobre la cabeza de los enemigos de Israel, no son más que fabricaciones humanas, y que, en el fondo, el amor y la misericordia de Dios abarcan a todos los pueblos de la tierra.
El definitivo mensaje de Jonás, cuyo nombre suena en oídos hebreos a «Paloma hijo de Veraz» -el primer Colombo o Colón de la historia-, se puede resumir en una frase: si Nínive alcanza el perdón, ¿quién quedará excluido?

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jonás 4,1-11La lección del ricino. Jonás no da su brazo a torcer. Él es de los defensores del Señor, de los que piensan y pelean para que nada ni nadie que no sea «digno» se le acerque, ni siquiera lo invoque. Si tuvo que venir a Nínive, fue porque no le quedó más remedio; pero en semejante territorio y entre semejante tipo de gente, ni pensar siquiera en pronunciar el sacrosanto Nombre del Altísimo. Nótese que su mensaje parece más una frase de pasacalle. Lo trágico de todo ello es que aún hoy encontramos Iglesias, corrientes teológicas y grupos cristianos cuyo proyecto vital es esta misma manera de pensar, mezquina y reduccionista. Contradicen y desautorizan a Jesús de Nazaret, que sólo exige hacerse pequeños y pobres para acceder a Dios, a un Dios que ciertamente no necesita defensores, guardianes o guardaespaldas que impidan el roce con Él. Estas actitudes dan crédito de que todavía subsisten aquellos viñadores de la hora primera que se indignaron con su señor porque quiso darles igual paga que a los viñadores de la hora última (Mat_20:1-15).