Miqueas 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1

MIQUEAS

Palabra del Señor que recibió Miqueas, el de Moréset, durante los reinados de Yotán, Acaz y Ezequías de Judá. Visión sobre Samaría y Jerusalén.
2

Teofanía de juicio
Nah 1; Hab 3; Sal 76

Escuchen, pueblos todos;
pongan atención,
tierra y los que la pueblan:
que el Señor sea testigo
contra ustedes,
el Señor en su santo templo.
3 Miren al Señor
que sale de su morada
y desciende y camina
sobre las alturas de la tierra.
4 Bajo él se derriten los montes
y los valles se resquebrajan,
como cera junto al fuego,
como agua que se derrama
por una cuesta.
5 Todo por el delito de Jacob,
por los pecados de Israel.
¿Cuál es el delito de Jacob?,
¿no es Samaría?
¿Cuál es el santuario
pagano de Judá?,
¿no es Jerusalén?
6 Pues reduciré Samaría
a un campo de ruinas,
una tierra para plantar viñedos,
arrastraré al valle sus piedras
y desnudaré sus cimientos.
7 Todos sus ídolos serán triturados
y sus ofrendas quemadas,
arrasaré todas sus imágenes;
las reunió
como precio de prostitución,
otra vez serán precio de prostitución.
8

Lamento del profeta

Por eso gimo y me lamento,
camino descalzo y desnudo,
hago duelo como aúllan los chacales
y gimo como los avestruces.
9 Insanable es la herida
que ha sufrido Judá,
llegó hasta la capital de mi pueblo,
hasta Jerusalén.
10

Duelo de las poblaciones
Is 10,28-34; Sof 2,4-9

No lo cuenten en Gat,
no lloren en El Llanto,
en Bet-Apar revuélquense en el lodo,
11 la población de Sapir
se aparta desnuda y avergonzada,
la población de Sanan no sale,
hay duelo en Bet-Esel,
porque les quitan su apoyo,
12 muy enferma
está la población de Marot,
porque el Señor arroja la desgracia
sobre Jerusalén, la capital;
13 enganchen al carro los caballos,
población de Laquis
– allí comenzó el pecado de Sión,
allí se encontraban
los delitos de Israel– ;
14 despídanse de Moraste Gat,
Bet-Aczib ha defraudado
a los reyes de Israel,
15 te enviaré un heredero,
población de Maresa;
la tropa de Israel se refugia en Adulán.
16 Rápate, aféitate,
por tus hijos adorados,
hazte una calva ancha
como la de un águila,
porque te los han desterrado.

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Introducción a Miqueas

MIQUEAS

Miqueas y su época. Miqueas, que en hebreo significa «¿Quién como Dios?», nació en Moréset Gat, una aldea de Judá, donde las montañas centrales comienzan a descender hacia el mar, pueblo fronterizo a unos 45 kilómetros de Jerusalén.
La época de Miqueas en el tablero internacional contempla la subida y afirmación de Asiria, a la que Israel, como reino vasallo, comienza a pagar tributo hacia el año 743 a.C. Después vendrá la sublevación de Oseas (713-722 a.C.), último rey del norte, y la destrucción del reino. Nuestro profeta conoció la agonía de Samaría y la deportación en masa de habitantes a Nínive. Probablemente también conoció la invasión de Judá por Senaquerib (701 a.C.), que resuena en 1,8-16. Colaboraría seguramente, junto a Isaías, en la reforma esperanzadora que trajo el rey Ezequías (727-692 a.C.).
Los peligros de aquella época turbulenta no venían solamente del exterior. Dentro, la corrupción era rampante, sobre todo por la ambición de los gobernantes apoyados por los falsos profetas, la rapacidad de la clase sacerdotal, la avaricia de mercaderes y comerciantes. Los cultos idolátricos de los vecinos cananeos se habían infiltrado también en el pueblo.
Esta situación es la que recoge nuestro profeta en su obra, y también los otros escritores anónimos que intercalaron sus profecías en el libro bajo el nombre de Miqueas. Actualmente hay comentaristas que atribuyen el libro a dos o más autores, de épocas diversas.

Mensaje religioso.
Este profeta, venido de la aldea, encontró en la corte a otro profeta extraordinario, llamado Isaías, y al parecer recibió su influjo literario. Miqueas, no obstante, descuella por su estilo incisivo, a veces brutal, sus frases lapidarias y también por el modo como apura una imagen, en vez de solo apuntarla.
Aunque su actividad profética se mueve en la línea de Isaías, Oseas y Amós, Miqueas descuella por la valentía de una denuncia sin paliativos, que le valió el título de «profeta de mal agüero». Nadie mejor que un campesino pobre, sin conexiones con el templo o con la corte, para sentirse libre en desenmascarar y poner en evidencia los vicios de una ciudad como Jerusalén que vivía ajena al peligro que se asechaba contra ella, en una ilusoria sensación de seguridad.
Afirma que el culto y los sacrificios del templo, si no se traducen en justicia social, están vacíos de sentido. Arremete contra los políticos y sus sobornos; contra los falsos profetas que predican a sueldo y adivinan por dinero; contra la rapacidad de los administradores de justicia; contra la avaricia y la acumulación injusta de riqueza de los mercaderes, a base de robar con balanzas trucadas y bolsas de pesas falsas.
Miqueas emplaza a toda una ciudad pecadora y corrompida ante el juicio y el inminente castigo de Dios. Sin embargo, y también en la línea de los grandes profetas de su tiempo, ve en lontananza la esperanza de la restauración del pueblo, gracias al poder y la misericordia de Dios. El Señor será el rey de un nuevo pueblo, «no mantendrá siempre la ira, porque ama la misericordia; volverá a compadecerse, destruirá nuestras culpas, arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados» (7,18s).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Miqueas 1,1Título del libro. A diferencia de otros profetas que se identifican además con el nombre de su padre (Isa_1:1; Jer_1:1; Eze_1:3, etc.), Miqueas destaca sólo su lugar de procedencia, Moréset, y el período histórico en el cual ejerció su ministerio.


Miqueas 1,2-16Teofanía de juicio - Lamento del profeta - Duelo de las poblaciones. No se conoce exactamente el motivo por el cual Miqueas se desplaza de Moreset, su pueblo, a la capital, Jerusalén. El hecho es que desde allí comienza a expresar sus sentimientos más íntimos respecto a la realidad que viven ambos reinos: Israel, que está en vísperas de desaparecer, y Judá, que no será inmune a los problemas de la invasión asiria. Él sabe que las cosas no están bien, conoce el avance sin retroceso del poderoso y sanguinario ejército asirio, y se figura en todo esto una especie de llamada al juicio por parte de Dios.
Dios mismo comparece a tomar cuentas; su presencia es descrita con elementos propios de una teofanía (3s). Israel y Judá tienen cada uno un pecado, que es como el summum de todos los demás pecados: el pecado de Israel es Samaría, y el pecado de Judá es Jerusalén (5). La imagen de la destrucción de Samaría evoca la forma como quedó la ciudad después del paso de los ejércitos asirios, que el profeta pone en tiempo futuro y como obra exclusiva del Señor. La reacción del profeta es el lamento personal (8s), y la invitación a una serie de ciudades y localidades de alto contenido simbólico para que también manifiesten su lamento. Se puede decir que en la mente del profeta ronda la preocupación por el desastre de Judá como continuación de la del reino del norte.