Miqueas 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1

Primera denuncia
Is 5; Am 5

¡Ay, de los que planean maldades
y traman iniquidades en sus camas!
Al amanecer las ejecutan,
porque tienen poder.
2 Codician campos y los roban,
casas y las ocupan,
oprimen al jefe de familia
y a su casa,
al propietario y a su herencia.
3 Por eso así dice el Señor:
Miren, yo planeo una desgracia
contra esa gente,
de la que no podrán
apartar el cuello,
ni podrán caminar erguidos,
porque es un tiempo de desgracias.
4 Aquel día entonarán contra ustedes
una sátira,
cantarán una lamentación:
¡Ay, que me roba
y vende la propiedad familiar!
Nos apresa y reparte nuestras tierras,
¡Estamos perdidos!
5 Así no tendrás a nadie
que distribuya la tierra
en la asamblea del Señor
6

Los profetas
Jr 23; Ez 34

No deliren – deliran ellos–
no deliren diciendo:
No llegará la humillación.
7 –¿Está maldita la casa de Jacob?
¿Se ha acabado
la paciencia del Señor
o van a ser tales sus acciones?
¿No son buenas mis palabras
para el que procede rectamente?
8 Antiguamente mi pueblo se levantaba
contra el enemigo,
ahora arrancan túnica y manto
a quien transita confiado,
al regresar de la guerra.
9 Echan del hogar querido
a las mujeres de mi pueblo
y a sus niños les quitan
para siempre mi honor.
10 ¡Levántense y caminen!
que este no es sitio de reposo
porque está contaminado,
está hipotecado y exigen la hipoteca.
11 Si viniera un profeta diciendo engaños:
Te invito a vino y licor,
sería un profeta digno de este pueblo.
12

El rebaño reunido: falsos profetas

Yo te reuniré todo entero, Jacob;
congregaré tus supervivientes, Israel;
los juntaré como ovejas en un corral,
como rebaño en la pradera,
y se oirá el barullo de la multitud.
13 Delante avanza el que abre camino,
los demás lo siguen,
atraviesan la puerta y salen:
delante marcha su rey,
el Señor a la cabeza.

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Introducción a Miqueas

MIQUEAS

Miqueas y su época. Miqueas, que en hebreo significa «¿Quién como Dios?», nació en Moréset Gat, una aldea de Judá, donde las montañas centrales comienzan a descender hacia el mar, pueblo fronterizo a unos 45 kilómetros de Jerusalén.
La época de Miqueas en el tablero internacional contempla la subida y afirmación de Asiria, a la que Israel, como reino vasallo, comienza a pagar tributo hacia el año 743 a.C. Después vendrá la sublevación de Oseas (713-722 a.C.), último rey del norte, y la destrucción del reino. Nuestro profeta conoció la agonía de Samaría y la deportación en masa de habitantes a Nínive. Probablemente también conoció la invasión de Judá por Senaquerib (701 a.C.), que resuena en 1,8-16. Colaboraría seguramente, junto a Isaías, en la reforma esperanzadora que trajo el rey Ezequías (727-692 a.C.).
Los peligros de aquella época turbulenta no venían solamente del exterior. Dentro, la corrupción era rampante, sobre todo por la ambición de los gobernantes apoyados por los falsos profetas, la rapacidad de la clase sacerdotal, la avaricia de mercaderes y comerciantes. Los cultos idolátricos de los vecinos cananeos se habían infiltrado también en el pueblo.
Esta situación es la que recoge nuestro profeta en su obra, y también los otros escritores anónimos que intercalaron sus profecías en el libro bajo el nombre de Miqueas. Actualmente hay comentaristas que atribuyen el libro a dos o más autores, de épocas diversas.

Mensaje religioso.
Este profeta, venido de la aldea, encontró en la corte a otro profeta extraordinario, llamado Isaías, y al parecer recibió su influjo literario. Miqueas, no obstante, descuella por su estilo incisivo, a veces brutal, sus frases lapidarias y también por el modo como apura una imagen, en vez de solo apuntarla.
Aunque su actividad profética se mueve en la línea de Isaías, Oseas y Amós, Miqueas descuella por la valentía de una denuncia sin paliativos, que le valió el título de «profeta de mal agüero». Nadie mejor que un campesino pobre, sin conexiones con el templo o con la corte, para sentirse libre en desenmascarar y poner en evidencia los vicios de una ciudad como Jerusalén que vivía ajena al peligro que se asechaba contra ella, en una ilusoria sensación de seguridad.
Afirma que el culto y los sacrificios del templo, si no se traducen en justicia social, están vacíos de sentido. Arremete contra los políticos y sus sobornos; contra los falsos profetas que predican a sueldo y adivinan por dinero; contra la rapacidad de los administradores de justicia; contra la avaricia y la acumulación injusta de riqueza de los mercaderes, a base de robar con balanzas trucadas y bolsas de pesas falsas.
Miqueas emplaza a toda una ciudad pecadora y corrompida ante el juicio y el inminente castigo de Dios. Sin embargo, y también en la línea de los grandes profetas de su tiempo, ve en lontananza la esperanza de la restauración del pueblo, gracias al poder y la misericordia de Dios. El Señor será el rey de un nuevo pueblo, «no mantendrá siempre la ira, porque ama la misericordia; volverá a compadecerse, destruirá nuestras culpas, arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados» (7,18s).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Miqueas 2,1-5Primera denuncia. Primera denuncia dirigida a la sociedad en general y a los mediadores. Encontramos también una invectiva contra los falsos profetas. En el pleito que entabló desde el comienzo contra Samaría y Jerusalén quedó establecido que ambas ciudades son el pecado de ambos reinos. Ahora concreta un poco más en qué consiste el pecado de cada una: el mal que realizan sobre el pobre de un modo sistemático y planificado, roban al más débil y acaparan los bienes básicos de los demás aprovechándose de sus necesidades. En suma: desde sus posiciones ventajosas oprimen sin ninguna compasión al pueblo (1s), por eso el Señor planea un castigo que consistirá en la expropiación y ruina de los acaparadores (3s). Es la manera como el profeta concibe el castigo, dirigido en todo caso a crear conciencia sobre el justo reparto de los bienes. Quienes han quebrantado la armonía de una sociedad igualitaria serán excluidos, al punto de no poder participar en el nuevo reparto que de la tierra hará el Señor (5).


Miqueas 2,6-11Los profetas. Lo que para unos es buena noticia, para otros es mala. Los que se sienten interpelados y descubiertos por las palabras de Miqueas tratan de silenciarlo (cfr. también Ose_9:8; Amó_2:12; 7,12-s). El profeta, consciente de ello, ridiculiza a quienes hablan palabras lisonjeras para ganarse el favor de los poderosos y se mofa de quienes dan crédito a esos farsantes.
Este mal estará siempre en todos los lugares y ambientes donde se intenta confrontar la realidad que se vive con la Palabra de Dios. Ya es hora de que el evangelizador y, mejor aún, los equipos de evangelización, mantengan la actitud permanente de revisar su discurso, su palabra y sobre todo su estilo de vida. Si las palabras y actitudes propias de los evangelizadores pasan por encima de los opresores dejándolos impávidos, habría que cuestionar muy seriamente la calidad de ese anuncio y la calidad de los anunciadores.
Miqueas 2,12-13El rebaño reunido: falsos profetas. Probablemente, estos versículos fueron agregados aquí en una época posterior a Miqueas para no dejar tan escueto el tema del juicio y condena que se viene tratando desde el capítulo 1. La época probable de este mensaje de consuelo y de esperanza es el exilio, cuando el sentimiento de castigo se estaba palpando y sufriendo en sentido real. La promesa, dirigida a un pequeño resto, ayuda a mitigar el dolor de la invasión, la destrucción y el destierro. Los que han resistido y han escapado a la muerte estarán en grado de hacer renacer un nuevo pueblo. Podríamos decir que el tema del «resto» es transversal en toda la literatura profética.