Habacuc  2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1

Espera y oráculo
Is 21,1-10

Me pondré de centinela,
haré la guardia observando atento
a ver qué me dice,
qué responde a mi reclamo.
2 El Señor me respondió:
– Escribe la visión,
grábala en tablillas,
de modo que se lea de corrido:
3 la visión tiene un plazo fijado,
camina hacia la meta,
no fallará; aunque tarde, espérala,
que llegará sin retraso.
4 El ánimo soberbio fracasará;
pero el justo, por su fidelidad, vivirá.
5 Aunque lo intente el traidor,
el hombre orgulloso, nada conseguirá;
aunque ensanche su boca
como el abismo
y sea insaciable como la muerte;
aunque arrase con todos los pueblos
y se adueñe de todas las naciones.
6

Copla de los cinco ayes

Todos ellos entonarán contra él
coplas y versos con aguda ironía.
¡Ay del que acumula
lo que no le pertenece,
¿por cuánto tiempo?,
y amontona objetos empeñados!
7 De pronto se alzarán tus acreedores,
despertarán
y, sacudiéndote bien, te desvalijarán;
8 porque saqueaste a tantas naciones,
los demás pueblos te saquearán;
por tus asesinatos y violencias
en países, ciudades y poblaciones.
9 ¡Ay del que mete en casa
ganancias injustas
y anida muy alto
para librarse de la desgracia!
10 Destruyendo a tantas naciones
has acarreado la deshonra de tu casa
y has malogrado tu vida.
11 Hasta las piedras de las paredes reclamarán
y las vigas de madera responderán.
12 ¡Ay del que construye
con sangre la ciudad
y funda la capital sobre el crimen!
13 El Señor de los ejércitos ha decidido
que trabajen los pueblos
para el fuego
y las naciones se cansen inútilmente,
14 cuando toda la tierra se llene
del conocimiento
de la gloria del Señor,
como las aguas colman el mar.
15 ¡Ay del que emborracha a su prójimo,
lo embriaga con una copa drogada,
para mirarlo desnudo!
16 Bebe tú también
y enseña el prepucio,
llénate de ofensas y no de honores,
que la copa de la mano del Señor
se volverá contra ti
y tu gloria se convertirá en vergüenza.
17 El Líbano violentado te aplastará,
la matanza de animales te aterrará:
por tus asesinatos y violencias
en países, ciudades y poblaciones.
18 ¡Ay del que dice a un trozo de madera:
Despierta,
y a una piedra: levántate!
¿Te va a comunicar algún mensaje?
Míralo recubierto de oro y plata,
y no tiene alma.
19 ¿De qué le sirve al ídolo
que lo talle el artesano
si es una imagen,
un maestro de mentiras?
¿De qué le sirve al artesano
confiar en su obra
o fabricar ídolos mudos?
20 En cambio, el Señor
está en su santo templo:
¡silencio en su presencia
todo el mundo!

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Introducción a Habacuc 

HABACUC

El profeta y su época. Habacuc, profeta sin patria y sin apellido, vive y escribe en la misma época que Nahún. Su horizonte histórico está definido por dos grandes poderes: Asiria decadente y Babilonia renaciente. Asiria es el pescador de pueblos y su dios es su red; sucumbirá ante el nuevo imperio babilónico, águila guerrera cuyo dios es su fuerza. Los babilonios, de momento, hacen justicia, pero pueden seguir también el camino de la arrogancia y de la opresión. Entre los dos vive Israel, que puede convertirse en juguete de los imperios. Habacuc representa a su pueblo expectante. Son tiempos de opresión y violencias. Estamos en el decenio 622-612 a.C.

Mensaje religioso
. Ningún profeta como Habacuc se ha asomado a la escena de las grandes potencias, preguntándose por la justicia de la historia, y se ha remontado desde ahí a contemplar y comprender la soberanía de Dios. No ha sido una comprensión fácil. A la atrevida pregunta del profeta «¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!, sin que me salves?» (1,2), Dios parece no escuchar, y antes de responder se hace esperar. Dios mira como si no viese, o como si lo que ve no hiriera su vista.
Los interrogantes del profeta «¿hasta cuando?, ¿por qué?», se suceden a lo largo del libro, como haciéndose el portavoz de los lamentos de su pueblo, como el centinela que escudriña la historia tratando de descubrir un sentido y una esperanza que levante los ánimos de los decaídos y desesperados. Es una expectación que se transforma en oración y súplica.
Cuando le llega la respuesta profética, Habacuc recibe la orden: «escribe la visión, grábala en tablillas, de modo que se lea de corrido» (2,2). Pero la respuesta de Dios abre una nueva etapa de expectación. ¿Cuáles son los plazos en la cronología divina?
El profeta lanza, pues, al pueblo hacia un nuevo horizonte, más allá de las expectativas coyunturales del momento histórico. Es todavía tiempo de perseverancia, confianza y esperanza en el Señor, dueño de la historia. Dios vendrá, pero a su tiempo (2,3). Mientras tanto «el justo, por su fidelidad vivirá» (2,4).
Éste es el mensaje del profeta centinela de la historia, que retomará Pablo ( Rom_1:17 ; Gál_3:11 ) y lo verá ya realizado en la esperanza de todos aquellos que creen que Jesús, con su muerte y resurrección ha llevado a cumplimiento definitivo el designio salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Habacuc  2,1-5Espera y oráculo. A la inquietante pregunta anterior sigue el tiempo de espera de la respuesta. Dios, en efecto, responde (2-4). El Señor señala la suerte que espera a los injustos y opresores, no sólo a los actuales y a los que vendrán, sino también a los del pasado. En el pasado, todos los grandes terminaron cayendo humillados en manos de otros más poderosos; el caso concreto lo están viviendo los contemporáneos de Habacuc: mientras Asiria la invencible está expirando, sobre sus ruinas se está alzando otro poder aún más fuerte, el de los caldeos. Pero sobre ellos vendrá otro más fuerte que los azotará. El profeta ve esta secuencia de muerte de un poder y surgimiento de otro como designio del mismo Dios; Él va determinando el momento en el cual debe caer uno -ser castigado- para que aparezca otro -instrumento castigador- que azote al anterior.
En medio de todo, al profeta le duele la suerte de los que él llama justos e inocentes: ¿por qué son siempre ellos los que se llevan la peor parte? La respuesta por parte de Dios es sencilla y, aunque no es inmediata, no fallará: «el soberbio, el ambicioso fracasará, mas el justo por su fidelidad, vivirá». ¡Menudo problema para el profeta explicar a sus contemporáneos, y nosotros hoy a los nuestros, esta respuesta que de todos modos sigue mostrando visos de injusticia, máxime para una época que todavía no ha abierto sus horizontes a la escatología ni a la fe en la vida eterna! Todo lo que puede constatar el profeta es que algún día, aunque lejano, el justo vivirá si se mantiene fiel -mantenemos la expresión «fidelidad» del texto hebreo; el texto griego utiliza «fe», versión que utilizará Pablo en Rom_1:17 y Gál 3,11-. Y mientras este momento llega, ¿qué? Lo único que los oprimidos pueden hacer es entonar coplas, sátiras y epigramas contra los prepotentes opresores.
Sin perder esto de vista, es obvio que hoy no podemos reducir la resistencia y la lucha contra la injusticia a tales gestos. Veintitantos siglos después de Habacuc, las expectativas de los injustamente oprimidos siguen vigentes; ellos esperan un orden distinto de cosas, una vida de paz, de armonía y de justicia, pero en este mundo, no en el más allá, hacia donde continuamente nuestra errada predicación pretende remitir su suerte.


Habacuc  2,6Copla de los cinco ayes. Con intención de exorcizar el miedo y la tentación de caer en la pasividad, pero sobre todo con la intención de meter en la conciencia del pueblo lo pasajero del poderío y la prepotencia, el profeta sugiere estas coplas en forma de lamento, las cuales son en realidad un modo de enjuiciar al opresor y dictarle su condena. Cada lamento/condena subraya alguna de las actitudes más frecuentes entre los conquistadores, y de acuerdo con el mal que hacen se describe el castigo, que en realidad es una exacta aplicación de la ley del Talión.
Nuestro mundo actual conoce y sufre los efectos de las acciones malvadas de quienes se creen dueños y señores del mundo. De ahí que la palabra del profeta cobre para hoy una gran vigencia, en tanto que recuerda que los oprimidos no pueden resignarse a sufrir un orden de cosas según la voluntad de los opresores y en tanto que cada una de esas acciones debería convertirse en motivo de mofa y burla como una manera legítima de resistencia.
Habacuc  2,7-8Primer «ay» contra la codicia que lleva al acaparamiento. El profeta denuncia esta vía de enriquecimiento violento que deja a los demás empobrecidos como si se tratara de una deuda de los acaparadores con los expoliados. La invitación es a asumir la identidad de acreedores y cobrar esa deuda que, en justicia, ellos deben pagar. A nosotros se nos emplantilló en la conciencia la idea de que somos deudores de una impagable «deuda externa». ¿Cuándo comenzaremos a asumir la idea de Habacuc de que somos nosotros los que debemos empezar a cobrar la deuda que tienen los poderosos con nuestros pueblos saqueados y empobrecidos?
Habacuc  2,9-11Segundo «ay» en conexión con el primero, ya que se refiere a la acumulación de riquezas; sólo que aquí entra en juego la figura de la casa, entendida en un doble sentido: el real, como lugar al que van a parar los bienes ajenos, y el metafórico, común en la Biblia, de descendencia o dinastía.
En nuestros «círculos bíblicos», se podría hacer el ejercicio de nombrar las dinastías o imperios económicos que absorben la riqueza de nuestros pueblos; constataremos que la lista es demasiado pequeña, si la comparamos con el número de familias o de habitantes de nuestros pueblos. En línea con el profeta, tendremos que denunciar esto a la luz de las siguientes preguntas: ¿Qué grado de justicia o injusticia están generando esos emporios? ¿Cómo está repartida la riqueza de nuestras naciones? El profeta no invita a acciones violentas, pero sí vaticina un fin nada pacífico para estas casas que se han llenado con la riqueza de otros, porque dentro de ellas mismas está el instrumento de azote que acabará con ellas.
Habacuc  2,12-14Tercer «ay», esta vez contra la violencia sobre la cual se han construido tantas ciudades. También la ciudad posee aquí un sentido real y otro metafórico, en cuanto indica o sintetiza la imagen de todo el imperio. Ni la ciudad ni el imperio podrán gozar eternamente de felicidad y bienestar, porque sus fundamentos fueron echados sobre la sangre de los inocentes y los empobrecidos. En tales condiciones no hay posibilidad de que la vida sea transmitida con eficacia o durabilidad.
Habacuc  2,15-17El cuarto «ay» condena el extremo abusivo al que lleva creerse dueño y señor de bienes y personas. Es muy probable que el profeta aluda a prácticas deshonrosas realizadas por los soldados vencedores sobre los vencidos. Con esta misma moneda será retribuido el que ha obrado así, beberán de su misma copa. Nótese que aquí no se estimula la venganza o la justicia por la propia mano; se subraya que es Dios y no otro quien dará esa copa a los depravados.
Habacuc  2,18-20Quinto «ay», esta vez contra las prácticas idolátricas. No está mal que esta serie de «ayes», que ha girado en torno al eje de la injusticia social y ética, cierre con una condena a la idolatría. Si se conociera a Dios, su proyecto, su propuesta de humanización, nunca se llegaría a los excesos que describen los cuatro primeros «ayes». Cuando el proyecto de liberación y de humanización propuesto por Dios es reemplazado por el proyecto del hombre/pueblo ambicioso, sólo puede generar injusticia y muerte, pues su meta es, de hecho, competir con Dios. Eso es lo que el profeta ilustra con la divinidad de madera o de piedra: por hermosos que parezcan no pueden generar ni transmitir vida: todo lo contrario.