Sofonías  3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1

Juicio de Jerusalén

¡Ay de la ciudad rebelde,
manchada y opresora!
2 No obedeció ni escarmentó,
no confiaba en el Señor
ni acudía a su Dios;
3 sus príncipes eran en ella
leones rugiendo;
sus jueces, lobos a la tarde,
sin comer desde la mañana;
4 sus profetas, unos fanfarrones,
hombres desleales;
sus sacerdotes profanaban
las cosas santas,
violentaban la ley.
5 En ella está el Señor justo,
que no comete injusticia;
cada mañana dicta sentencia,
al alba sin falta;
pero el criminal no reconoce su culpa.
6 Aniquilé naciones,
derribé sus torres fortificadas,
llené de escombros sus calles
para que nadie transitara,
arrasé sus ciudades
para que nadie las habitase,
7 pensando:
Quizá escarmiente y me tema,
y no será destruido su hogar
cuando yo le haga rendir cuentas;
pero ellos madrugaban
para cometer
toda clase de maldades.
8 Por eso, esperen – oráculo del Señor–
a que yo me levante a acusar,
porque yo suelo
reunir a los pueblos,
juntar a los reyes,
para derramar sobre ellos mi furor,
el incendio de mi ira;
en el fuego de mi celo
se consumirá la tierra entera.
9

Restauración

Entonces purificaré los
labios de los pueblos
para que invoquen todos
el Nombre del Señor
y le sirvan de común acuerdo;
10 desde más allá de los ríos de Etiopía,
de la dispersión,
los que me rezan
me traerán ofrendas.
11 Aquel día
no tendrás que avergonzarte
de las acciones
con que me ofendiste,
porque extirparé
tus soberbios discursos
y no volverás a insolentarte
en mi monte santo.
12 Dejaré en ti un pueblo
pobre y humilde,
13 un resto de Israel
que se acogerá al Señor,
que no cometerá crímenes
ni dirá mentiras
ni tendrá en la boca
una lengua embustera.
Pastarán y se tenderán
sin que nadie los espante.
14 ¡Grita, ciudad de Sión;
lanza vítores, Israel;
festéjalo exultante, Jerusalén capital!
15 Que el Señor ha expulsado
a los tiranos,
ha echado a tus enemigos;
el Señor dentro de ti
es el rey de Israel
y ya no temerás nada malo.
16 Aquel día dirán a Jerusalén:
No temas, Sión, no te acobardes;
17 el Señor, tu Dios,
es dentro de ti
un soldado victorioso
que goza y se alegra contigo,
renovando su amor,
se llena de júbilo por ti,
18 como en día de fiesta.
Apartaré de ti la desgracia
y la vergüenza que pesa sobre ti;
19 entonces yo mismo
trataré con tus opresores,
salvaré a los inválidos,
reuniré a los dispersos,
les daré fama y renombre en la tierra
donde ahora los desprecian.
20 Entonces los traeré,
y cuando los haya reunido,
les daré fama y renombre
en todos los pueblos del mundo,
cambiando su suerte
ante sus propios ojos
– lo ha dicho el Señor– .

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Introducción a Sofonías 

SOFONÍAS

El profeta y su época. Sofonías es un profeta del reinado de Josías, y Josías es una paradoja en el plan histórico de Dios. Después de los tristes años de decadencia religiosa bajo el reinado de Manasés (698-643 a.C.), Josías es el gran restaurador y continuador de las reformas religiosas de su bisabuelo Ezequías. Luchó eficazmente contra nigromantes y adivinos, proscribió el culto en santuarios locales para centralizarlo exclusivamente en Jerusalén, desarraigó los restos de la idolatría, luchó contra el influjo asirio, promovió con su ejemplo una nueva observancia religiosa, logró ensanchar el reino hacia el norte en territorio del destruido reino de Israel.
Semejante rey tenía todas las garantías para asegurar la prosperidad suya y de su reino. Pero, ¿qué sucedió? Que el rey, intentando detener las tropas del faraón que corrían en auxilio de Asiria, fue muerto en combate en Meguido; el pueblo, escandalizado por aquel aparente abandono de Dios, volvió a los pecados religiosos, al sincretismo pagano. Estaba a poca distancia de la catástrofe.
Sofonías colaboró con Josías (640-609 a.C.), denunciando las costumbres extranjeras, y predijo la destrucción de Nínive. Como profeta vive a la sombra de su gran contemporáneo Jeremías.

Mensaje religioso. El tema central de la predicación de Sofonías es el «día del Señor», un día de cólera que traerá la gran catástrofe sobre Jerusalén a causa de los pecados del pueblo. Es la respuesta de Dios a aquellos habitantes de la Ciudad Santa que piensan que «Dios no actúa ni bien ni mal» (1,12), es decir, que contempla pasivo e indiferente la rampante corrupción moral (1,1-18; 2,4-15).
Es esta maldad la que le lleva a Sofonías a penetrar, como ningún otro profeta, en el sentido y raíz última del pecado que se anida en el corazón de las personas; no los actos, sino sus motivaciones: la arrogancia (2,10), la falta de confianza en Dios (3,1), la fanfarronería y la deslealtad de sus profetas, el desprecio de la ley por los sacerdotes (3,2), la mentira (3,13). El pecado, en definitiva, es la ruptura de una alianza que había colocado al pueblo en una relación no jurídica, sino íntima y personal con Dios. Por eso, el «día de la cólera», será un día de borrón y cuenta nueva.
Pero la última palabra, como en los otros escritos proféticos, será un oráculo de restauración. Primero vendrá la gran purificación (3,9-13). De ella surgirá un «resto» de pobres y humildes, no constituido por la simple circuncisión física, sino por la conversión y la humilde fidelidad. Por eso también los paganos son llamados a incorporarse al servicio del Señor. El centro de reunión de los dispersos no es ya el monte de Sión en su materialidad, sino el «Nombre del Señor», refugio del pueblo humilde.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Sofonías  3,1-8Juicio de Jerusalén. La intención del oráculo contra las naciones de 2,4-15 era hacer entender a Judá que a ella también podría pasarle lo mismo; sin embargo, no se dio por enterada, no escarmentó (1), entregada como estaba a toda clase de delitos y pecados, desde los príncipes y dirigentes hasta sus profetas y sacerdotes (3). Como no escarmentaron con el castigo infligido a las demás naciones (6s), ahora el Señor acusará y castigará a su pueblo como al resto (8). La mención en el versículo 3 de los príncipes ha hecho pensar en el período en el cual gobernó en Jerusalén una junta real, dado que Josías era apenas un niño cuando heredó el trono; por ello, se supone que Sofonías ejerció su ministerio profético en tiempo de Josías, aunque no propiamente de su reinado.


Sofonías  3,9-20Restauración. De la amenaza de destrucción universal se pasa súbitamente a la promesa de salvación. El castigo, por tanto, no es de destrucción total, sino un remesón purificador. Los versículos 9s anuncian la purificación universal que luego se concreta en la salvación centrada en Jerusalén, lugar adonde vendrán todos los adoradores del Señor a presentar sus ofrendas. Lo harán sin ninguna vergüenza por los delitos pasados, porque el Señor habrá arrancado de cada uno su soberbia (11). La otra imagen que comenzará a mostrar Jerusalén está fundada sobre un pequeño resto fiel con el que el Señor comenzará a cumplir sus promesas (12s). Este resto, también llamado pueblo pobre y humilde, es la antítesis del pueblo que describió en 3,3s. Éste sí hará posible la inauguración de una nueva época marcada por la justicia, la paz, la tranquilidad y la alegría de sus habitantes. En medio de ellos estará el Señor como buen pastor buscando y reuniendo de nuevo al redil (19).