Malaquías 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1 Miren, yo envío mi mensajero a preparar el camino delante de mí. De pronto entrará en el santuario el Señor que buscan; el mensajero de la alianza que tanto desean, mírenlo entrar – dice el Señor Todopoderoso– .
2 ¿Quién resistirá cuando él llegue? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca? Será fuego de fundidor, blanqueador de lavandero:
3 se sentará como fundidor a refinar la plata, refinará y purificará como plata y oro a los levitas, y ellos ofrecerán al Señor ofrendas legítimas.
4 Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y Jerusalén, como en tiempos pasados, como en años remotos.
5 Los llamaré a juicio, seré testigo exacto contra hechiceros, adúlteros y aquellos que juran en falso, contra los que defraudan al obrero en su sueldo, oprimen a viudas y huérfanos y atropellan al emigrante sin tenerme respeto – dice el Señor Todopoderoso– .
6

Diezmos y cosechas

Yo, el Señor, no he cambiado y ustedes, hijos de Jacob, no han acabado.
7 Desde los tiempos de sus antepasados se apartan de mis preceptos y no los observan. Vuelvan a mí y volveré a ustedes – dice el Señor Todopoderoso– . Ustedes dicen: ¿por qué tenemos que volver?
8 –¿Puede un hombre defraudar a Dios como ustedes intentan defraudarme? Ustedes dicen: ¿En qué te defraudamos? – En los diezmos y tributos:
9 han incurrido en maldición, porque toda la nación me defrauda.
10 Traigan íntegros los diezmos al tesoro del templo para que haya sustento en mi templo. Hagan la prueba conmigo – dice el Señor Todopoderoso– y verán cómo les abro las compuertas del cielo y derrocho sobre ustedes bendiciones en abundancia.
11 Alejaré la langosta para que no les destruya la cosecha del campo ni les despoje los viñedos de los campos – dice el Señor Todopoderoso– .
12 Todos los pueblos los felicitarán, porque serán mi país favorito – dice el Señor Todopoderoso– .
13

La justicia de Dios

Dice el Señor: sus discursos son insolentes contra mí. Y ustedes todavía preguntan: ¿en qué te ofenden nuestras palabras?
14 – Porque dicen: No vale la pena servir a Dios, ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos y andar enlutados ante el Señor Todopoderoso?
15 Tenemos que felicitar a los arrogantes: los malvados prosperan, desafían a Dios y quedan sin castigo.
16 Así comentaban entre sí los fieles del Señor, el Señor atendió y lo oyó. Ante él se escribía un libro de memorias: Fieles del Señor que estiman su nombre.
17 Dice el Señor Todopoderoso: el día que yo actúe, ellos serán mi propiedad; los perdonaré como un padre al hijo que le sirve;
18 entonces verán la diferencia entre buenos y malos, entre los que sirven a Dios y los que no le sirven.

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Introducción a Malaquías

MALAQUÍAS

El profeta y su época. Malaquías aparece en la Biblia como el último de los profetas, pero lo que nosotros tomamos por nombre propio es sólo un simple título, que significa «Mensajero del Señor». Aparece en 3,1 y de ahí pasó a 1,1 para encabezar algunas profecías anónimas. El autor es desconocido. Por algunos indicios del texto conjeturamos que es del s. V a.C., antes de la reforma de Esdras y Nehemías, entre el 480 y el 450 a.C. El templo está reconstruido y el culto funciona (1,10.12s), sacerdotes y levitas están organizados (2,3-9).
Desanimado el pueblo al ver que las antiguas promesas siguen sin cumplirse, cae en la apatía religiosa y en la desconfianza. Duda del amor del Señor y de su interés por el pueblo, lo cual repercute en el culto y en la ética. Es la impresión que nos deja el breve libro; pero no sabemos si sus rasgos diseñan el cuadro completo.

Mensaje religioso.
En un estilo directo y amenazador se enfrenta con los sacerdotes y levitas que degradan el culto al Señor en el templo, con ofrendas miserables que delatan la falta de disposición interior y la falsa relación que mantenían con Dios. Al igual que Ageo y el Cronista, nuestro profeta ve en la purificación del culto del templo la fuerza espiritual que devolvería la identidad a un pueblo pobre y sometido, y adelantaría la futura restauración mesiánica.
Es en ese futuro mesiánico donde Malaquías, o una adición posterior, contempla un sacrificio puro ofrecido a Dios más allá de Jerusalén y de de su templo: «en todo lugar me ofrecen sacrificios y ofrendas puras, porque mi fama es grande en las naciones» (1,11). Los antiguos cristianos y el Concilio de Trento lo entendieron como una profecía del sacrificio eucarístico de Cristo.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Malaquías 3,1-5Juicio de purificación. En medio de la demostración de todos los pecados de Israel, el profeta abre un paréntesis para referirse a la llegada del «día del Señor», quien se presentará para juzgar. En su juicio tendrá en cuenta a todos los que de algún modo tergiversaron la religión, contaminándola con prácticas mágicas, hechicería y perjurio (3,5a); pero también a los que tergiversaron la justicia (3,5b). La justicia adquiere aquí identidad propia: obreros, viudas y huérfanos. Cuando todos hayan sido juzgados y purificados (3,2s), se podrá hablar de perfección en el culto y en las ofrendas.


Malaquías 3,6-12Diezmos y cosechas. Otro elemento que seguramente estaba causando problema en relación con el templo y su sostenimiento era la cuestión de los diezmos. El profeta, hijo de su tiempo, insta a la fidelidad también en este aspecto y achaca su descuido a la pobreza material que ahora vive la mayor parte del pueblo. Sólo cuando cada uno cumpla sagradamente con esta obligación, el Señor derramará bendiciones en abundancia. No podemos trasladar sin más esta doctrina a nuestra época, pues caeríamos en abusos injustificados. Hay que recordar que el profeta habla en una época en la que se tenía por seguro que el Señor tenía que retribuir materialmente las ofrendas, diezmos y primicias que se presentaban al templo, estableciendo así una especie de trueque o intercambio. Era la manera de pensar, y de manejar el concepto de la retribución. Con el paso del tiempo, este concepto tuvo que ir evolucionado hacia una manera muy diferente de entender las relaciones con Dios, y esos modos son los que nosotros tenemos que conocer e incentivar en nuestros pueblos. No hay justificación ninguna para promover en nuestro tiempo el «comercio» religioso o los trueques de fe con base en doctrinas que no se pueden descontextualizar por más que estén escritas en la Biblia.
Malaquías 3,13-21La justicia de Dios. El profeta intenta responder a una preocupación que ya se venía constatando de tiempo atrás: ¿por qué al malvado le va bien, mientras que al justo le va mal? O, ¿por qué el malhechor prospera, mientras que el justo padece estrechez? El profeta abre un poco el horizonte de esta espinosa cuestión y proyecta en el futuro el sentido final de todo: en el día definitivo se hará sentir la justicia divina. La suerte de los malvados y de los justos no podrá ser igual. Ese día se sabrá por qué era necesario caminar según los preceptos y normas del Señor.
Obvio que hoy no podemos descuidar el aspecto presente de esta diferencia. El creyente y la comunidad deben estar empeñados en hacer posible y atractivo el camino de la justicia como vía única y segura de sintonía con el plan divino. La injusticia debe ser continuamente denunciada, desenmascarada, en orden a que desde ya el que ama y respeta la justicia de Dios experimente el gozo de la fidelidad, y en orden a que el grito de los pobres sea escuchado.
Malaquías 3,22-24Vuelta de Elías. Tal vez por la división propia de la Biblia hebrea en Ley, Profetas y Escritos, se evoca aquí la figura de Moisés como símbolo de la Ley, y a Elías como símbolo de los Profetas; dos cosas que no pueden estar ausentes de la vida del pueblo. La Ley, entendida como proyecto de vida en camino de construirse en la tierra, y los Profetas entendidos como la conciencia siempre viva que endereza, rectifica, anuncia y denuncia lo que va apartando del camino.
El Nuevo Testamento ve en estos versículos el anuncio del retorno de Elías, pero más que eso, estos versículos abrieron el camino a la esperanza y a la realización de lo que hoy llamamos «Encarnación» (Jua_1:14).