Numeros  10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

Las trompetas

El Señor dijo a Moisés:
2 – Haz dos trompetas de plata labrada para convocar a la comunidad y poner en marcha el campamento.
3 Al toque de las dos trompetas se reunirá contigo toda la comunidad a la entrada de la tienda del encuentro.
4 Al toque de una sola, se reunirán contigo los representantes jefes de clanes.
5 Al primer toque agudo se pondrán en movimiento los que acampan al este.
6 Al segundo, los que acampan al sur. Se les dará un toque para que se pongan en marcha.
7 Para convocar a la asamblea se dará un toque, pero no agudo.
8 Se encargarán de tocar las trompetas los sacerdotes aaronitas. Ésta es una ley perpetua para todas las generaciones.
9 Cuando ustedes, en su propia tierra, tengan que luchar contra el enemigo que los oprima, toquen las trompetas y lancen fuertes gritos. Y el Señor, su Dios, se acordará de ustedes y los salvará de sus enemigos.
10 También los días de fiesta, festividades y principios de mes tocarán las trompetas anunciando los holocaustos y sacrificios de comunión. Y su Dios se acordará de ustedes. Yo soy el Señor, su Dios.
11

De Sinaí a Cades
Partida

El segundo año, el veinte del segundo mes, se levantó la nube sobre el santuario de la alianza,
12 y los israelitas emprendieron la marcha desde el desierto del Sinaí. La nube se detuvo en el desierto de Farán.
13 A la orden del Señor dada por Moisés emprendieron la marcha.
14 El primero en hacerlo fue el estandarte de Judá, por escuadrones, a las órdenes de Najsón, hijo de Aminadab.
15 Iba acompañado del escuadrón de la tribu de Isacar, mandado por Natanael, hijo de Suar,
16 y del escuadrón de la tribu de Zabulón, mandado por Eliab, hijo de Jalón.
17 Desmontado el santuario, los guersonitas y meraritas, encargados de su transporte, se pusieron también en marcha.
18 A continuación lo hizo el estandarte de Rubén, por escuadrones, a las órdenes de Elisur, hijo de Sedeur.
19 Iba acompañado del escuadrón de la tribu de Simeón, mandado por Salumiel, hijo de Surisaday,
20 y del escuadrón de la tribu de Gad, mandado por Eliasaf, hijo de Degüel.
21 Seguían los quehatitas, encargados de transportar lo sagrado. Ellos avanzaban después, a fin de que el santuario ya estuviese erigido antes de su llegada.
22 A continuación, el estandarte de Efraín, por escuadrones, a las órdenes de Elisamá, hijo de Amihud. Iba
23 acompañado del escuadrón de la tribu de Manasés, mandado por Gamaliel, hijo de Fedasur,
24 y del escuadrón de la tribu de Benjamín, mandado por Abidán, hijo de Gedeoní.
25 Por último, y cerrando filas, partió el estandarte de Dan, por escuadrones, mandado por Ajiezer, hijo de Amisaday.
26 Iba acompañado del escuadrón de la tribu de Aser, mandado por Pagiel, hijo de Ocrán,
27 y del escuadrón de la tribu de Neftalí, mandado por Ajirá, hijo de Enán.
28 Éste era el orden de marcha por escuadrones de los israelitas cuando emprendieron la marcha.
29 Moisés dijo a su suegro, Jobab, hijo de Regüel, el madianita:
– Vamos a marchar al sitio que el Señor ha prometido darnos. Ven con nosotros, que te trataremos bien, porque el Señor ha prometido bienes a Israel.
30 Le contestó:
– No voy. Prefiero volver a mi país natal.
31 Insistió Moisés:
– No nos dejes, porque conoces este desierto y los lugares donde acampar. Debes ser nuestro guía.
32 Si vienes con nosotros te haremos compartir los bienes que el Señor nos conceda y te trataremos bien.
33 Partieron del monte del Señor y anduvieron por espacio de tres días. Durante todo el tiempo el arca de la alianza del Señor marchaba al frente de ellos, buscándoles un lugar donde descansar.
34 Desde que se pusieron en marcha, la nube del Señor iba sobre ellos.
35 Cuando el arca se ponía en marcha, Moisés decía:
¡Levántate, Señor!
Que se dispersen tus enemigos,
huyan de tu presencia los que te odian.
36 Y cuando se detenía el arca, decía:
Descansa, Señor,
entre las multitudes de Israel.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  10,1-10Las trompetas. Junto con las secciones anteriores, esta indicación sobre las trompetas es la última instrucción dada para iniciar la marcha por el desierto que señala la disciplina que debe reinar en la comunidad. Nosotros imaginaríamos las marchas por el desierto del Israel emigrante sin un orden especial, dadas las condiciones de huída o expulsión de Egipto; sin embargo, en la mentalidad y perspectivas teológicas de la escuela sacerdotal se convierten en una asamblea que avanza en procesión litúrgica.


Numeros  10,11-36Partida. Por fin, el pueblo que hasta ahora había permanecido en el Sinaí, desde que Éxo_19:1s nos informara de su arribo, se dispone a partir. Tal como estaba previsto, al levantarse la nube cada escuadrón rodea por los cuatro costados el Santuario portátil, con toda la solemnidad que el pueblo instruido y organizado puede darle a este gran momento.
Los versículos 29-32 indican la conciencia que poco a poco se estaba formando en algún sector del Israel del s. VI a.C. sobre la universalidad de los bienes del Señor.