Numeros  14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 45 versitos |
1

Rebeldía contra el Señor
Motín
20,3-5; Éx 14,11s; 16,3; 17,3

Entonces toda la comunidad empezó a dar gritos, y el pueblo lloró toda la noche.
2 Los israelitas protestaban contra Moisés y Aarón, y toda la comunidad les decía:
–¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto o en este desierto, ojalá muriéramos!
3 ¿Por qué nos ha traído el Señor a esta tierra?, ¿para que caigamos a espada y nuestras mujeres e hijos caigan cautivos? ¿No es mejor volvernos a Egipto?
4 Y se decían unos a otros:
– Nombraremos un jefe y volveremos a Egipto.
5 Moisés y Aarón se echaron rostro en tierra ante toda la comunidad israelita.
6 Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, dos de los exploradores, se rasgaron los vestidos,
7 y dijeron a la comunidad israelita:
– La tierra que hemos recorrido en exploración es una tierra excelente.
8 Si el Señor nos aprecia, nos hará entrar en ella y nos la dará: es una tierra que mana leche y miel.
9 Pero no se rebelen contra el Señor ni teman al pueblo del país, porque los venceremos fácilmente. Su Sombra protectora se ha apartado de ellos, mientras que el Señor está con nosotros. ¡No les tengan miedo!
10 Pero la comunidad entera hablaba de apedrearlos, cuando la Gloria del Señor apareció en la tienda del encuentro ante todos los israelitas.
11

Intercesión
Éx 32,7-14; Dt 9,25-29

El Señor dijo a Moisés:
–¿Hasta cuándo me despreciará este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán con todos los signos que he hecho entre ellos?
12 Voy a herirlo de peste y a desheredarlo. De ti sacaré un pueblo grande, más numeroso que ellos.
13 Moisés replicó al Señor:
– Se enterarán los egipcios, ya que tú, con tu fuerza, sacaste a este pueblo de en medio de ellos,
14 y se lo dirán a los habitantes de esta tierra. Han oído que tú, Señor, estás en medio de este pueblo; que tú, Señor, te dejas ver cara a cara; que tu nube está sobre ellos, y tú caminas delante en columna de nube de día y en columna de fuego de noche.
15 Si ahora das muerte a este pueblo como a un solo hombre, oirán la noticia las naciones y dirán:
16 El Señor no ha podido llevar a este pueblo a la tierra que les había prometido; por eso los ha matado en el desierto.
17 Por tanto, muestra tu gran fuerza, como lo has prometido.
18 Señor, paciente y misericordioso, que perdonas la culpa y el delito, pero no dejas impune; que castigas la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos,
19 perdona la culpa de este pueblo por tu gran misericordia, ya que lo has traído desde Egipto hasta aquí.
20

Perdón y castigo

El Señor respondió:
– Perdono, como me lo pides.
21 Pero ¡por mi vida y por la Gloria del Señor que llena la tierra!,
22 ninguno de los hombres que vieron mi Gloria y los signos que hice en Egipto y en el desierto, y me han puesto a prueba, ya van diez veces, y no me han obedecido,
23 verá la tierra que prometí a sus padres, ninguno de los que me han despreciado la verá.
24 Pero a mi siervo Caleb, que tiene otro espíritu y me fue enteramente fiel, lo haré entrar en la tierra que ha visitado, y sus descendientes la poseerán.
25 Pero como los amalecitas y cananeos habitan en el valle, mañana se dirigirán al desierto, camino del Mar Rojo.
26 El Señor añadió a Moisés y a Aarón:
27 –¿Hasta cuándo seguirá esta comunidad malvada protestando contra mí? He oído a los israelitas protestar contra mí.
28 Por eso, diles: ¡Por mi vida!, oráculo del Señor, yo haré que les suceda a ustedes lo mismo que me han dicho en la cara;
29 en este desierto caerán sus cadáveres, todos los mayores de veinte años que fueron registrados en el censo y que han hablado mal de mí morirán
30 no entrarán en la tierra donde juré que los establecería. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefoné.
31 A sus niños, de quienes dijeron que caerían cautivos, los haré entrar para que conozcan la tierra que ustedes han despreciado.
32 Mientras que los cadáveres de ustedes caerán en este desierto.
33 Sus hijos serán pastores en el desierto durante cuarenta años y cargarán con la infidelidad de ustedes, hasta que el último cadáver quede tendido en el desierto.
34 Ustedes cargarán con su culpa durante cuarenta años por los cuarenta días que emplearon en explorar la tierra, cargarán con su culpa un año por cada día, cuarenta años. Para que sepan lo que es desobedecerme.
35 Yo, el Señor, juro que trataré así a esa comunidad perversa que se ha amotinado contra mí: en este desierto se consumirán y en él morirán.
36 En cuanto a los hombres que envió Moisés a explorar la tierra y volvieron e incitaron contra él a toda la comunidad, desacreditando la tierra,
37 los hombres que desacreditaron la tierra murieron fulminados ante el Señor.
38 Sólo Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefoné, quedaron con vida de todos los que habían explorado la tierra.
39 Moisés comunicó estas palabras a todos los israelitas, y el pueblo hizo gran duelo.
40

Derrota

A la mañana siguiente se levantaron y subieron a la cima del monte, diciendo:
– Subiremos al sitio que el Señor nos dijo. Hemos pecado.
41 Moisés contestó:
–¿Por qué quebrantan el mandato del Señor? Fracasarán.
42 No suban, porque el Señor no está con ustedes y los derrotará el enemigo.
43 Los amalecitas y los cananeos les harán frente, y caerán a espada. Se han apartado del Señor, y por eso el Señor no está con ustedes.
44 Pero ellos se empeñaron en subir a la cima del monte, mientras el arca y Moisés no se movían del campamento.
45 Los amalecitas y cananeos que habitaban en la montaña bajaron y los derrotaron completamente y los persiguieron hasta Jorma.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  14,1-45Rebeldía contra el Señor. El pesimismo expresado en 13,31-33 contagia a todo el pueblo, que se llena de miedo y desgana por continuar adelante. El llanto de toda la noche (1) y las protestas (3s) son el reflejo de un pueblo que aún carece de lo más esencial para adquirir su libertad: conciencia y ganas de alcanzarla. No hay que entender su deseo de regresar a Egipto como un querer retornar al mismo punto geográfico, sino más bien como un querer volver al mismo estado de cosas al que estaban acostumbrados. Era preferible para ellos el sometimiento pasivo que no acarreaba esfuerzos, renuncias, lucha, incomodidades, hambre o peligros y servir con la misma inercia con que se mueven los animales de trabajo, a conseguir su libertad.
El reto que se le presenta al pueblo es conquistar su libertad a base de esfuerzo. Las protestas y los intentos de retroceso que vemos ya en Éxo_14:11s; Éxo_15:24; Éxo_16:3; Éxo_17:2; Nm 11 y de nuevo aquí (1-4) reflejan los miedos, las dudas, la falta de certeza sobre el éxito o el fracaso en los procesos de cambio. En el fondo, es lo que el famoso psicoanalista E. Fromm denominó «el miedo a la libertad». Pues bien, esos procesos de concienciación que toman tiempo, que presentan avances y retrocesos, que suscitan amigos y enemigos, simpatizantes y perseguidores de la causa, son convertidos por la corriente sacerdotal (P) en una especie de castigo o de represalia divina (20-38): sentencia al pueblo a vivir cuarenta años como pastores en el desierto y no permite que ninguno de la generación que salió de Egipto, excepto Josué y Caleb, entre en la tierra prometida.
Esto podría desanimar al lector actual, máxime si se trata de creyentes que están yendo por el camino de la concienciación y la liberación. Lo más lógico y lo más humano es que tanto el individuo como el grupo quieran ver o disfrutar los beneficios de la libertad; eso sería lo ideal, pero no siempre es así. Ahora, lo más importante es trazar caminos para los que vienen detrás de nosotros.