Numeros  16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 50 versitos |
1

El pueblo, el Señor y Aarón
Rebelión de Córaj, Datán y Abirán
26,9-11; Dt 11,6; Eclo 45,18s

Córaj, hijo de Yishar, hijo de Quehat, levita; Datán y Abirán, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, rubenitas,
2 se rebelaron contra Moisés, y con ellos doscientos cincuenta hombres, jefes de la asamblea, escogidos para su cargo y de buena reputación.
3 Se amotinaron contra Moisés y Aarón, diciendo:
– Ya está bien. Toda la comunidad es sagrada y en medio de ella está el Señor, pero ¿por qué se ponen encima de la asamblea del Señor?
4 Moisés, al oírlo, se echó por tierra
5 y dijo a Córaj y a sus secuaces:
– Mañana el Señor hará saber quién es el que le pertenece: al consagrado lo hará acercarse, al escogido lo hará acercarse.
6 Hagan, lo siguiente: Córaj y todos sus secuaces, tomen los incensarios,
7 pongan en ellos fuego y mañana echen incienso ante el Señor. El hombre que el Señor escoja, ése, le está consagrado. Ya está bien, levitas.
8 Moisés dijo a Córaj:
– Escúchenme, levitas:
9 ¿Todavía les parece poco? El Dios de Israel los ha separado de la asamblea de Israel para que estén cerca de él, presten servicio en su santuario y estén a disposición de la asamblea para servirle.
10 A ti y a tus hermanos levitas los ha promovido. ¿Por qué reclaman también el sacerdocio?
11 Tú y tus secuaces se han rebelado contra el Señor, porque ¿quién es Aarón para que protesten contra él?
12 Moisés mandó llamar a Datán y a Abirán, hijos de Eliab, los cuales dijeron:
– No iremos.
13 ¿No te basta con habernos sacado de una tierra que mana leche y miel para darnos muerte en el desierto, que todavía pretendes ser nuestro jefe?
14 No nos has llevado a una tierra que mana leche y miel, ni nos has dado en herencia campos, ni viñas, ¿y quieres sacarle los ojos a esta gente? No iremos.
15 Moisés se enfureció y dijo al Señor:
– No aceptes sus ofrendas. Ni un asno he recibido de ellos ni he perjudicado a ninguno.
16 Después dijo a Córaj:
– Mañana, tú y tus secuaces se presentarán ante el Señor, y también lo hará Aarón.
17 Que cada uno tome su incensario, eche incienso y lo ofrezca al Señor. Cada uno de los doscientos cincuenta con su incensario, y tú y Aarón el suyo.
18 Tomó, cada uno su incensario, puso fuego, echó incienso y se colocaron a la entrada de la tienda del encuentro con Moisés y Aarón.
19 También Córaj reunió a sus secuaces a la entrada de la tienda del encuentro.
La Gloria del Señor se mostró a todos los reunidos,
20 y el Señor dijo a Moisés y a Aarón:
21 – Apártense de ese grupo, que los voy a consumir al instante.
22

Intercesión y castigo

Ellos cayeron rostro a tierra y oraron: Dios, Dios de los espíritus de todos los vivientes, uno solo ha pecado, ¿y vas a irritarte contra todos?
23 El Señor respondió a Moisés:
24 – Di a la gente que se aparte de las tiendas de Córaj, Datán y Abirán.
25 Moisés se levantó y se dirigió a donde estaban Datán y Abirán, y le siguieron las autoridades de Israel,
26 y dijo a la asamblea:
– Apártense de las tiendas de estos hombres culpables y no toquen nada de lo suyo para no quedar comprometidos con sus pecados.
27 Ellos se apartaron de las tiendas de Córaj, Datán y Abirán, mientras Datán y Abirán, con sus mujeres, hijos y niños, salieron a esperar a la entrada de sus tiendas.
28 Dijo entonces Moisés:
– En esto conocerán que es el Señor quien me ha enviado a actuar así y que no obro por cuenta propia.
29 Si éstos mueren de muerte natural, según el destino de todos los hombres, es que el Señor no me ha enviado;
30 pero si el Señor hace un milagro, si la tierra se abre y se los traga con los suyos, y bajan vivos al abismo, entonces sabrán que estos hombres han despreciado al Señor.
31 Apenas había terminado de hablar, cuando el suelo se resquebrajó debajo de ellos,
32 la tierra abrió la boca y se los tragó con todas sus familias, y también a la gente de Córaj con sus posesiones.
33 Ellos con todos los suyos bajaron vivos al abismo; la tierra los cubrió y desaparecieron de la asamblea.
34 Al ruido, todo Israel, que estaba alrededor, echó a correr, pensando que los tragaba la tierra.
35 Y el Señor hizo estallar un fuego que consumió a los doscientos cincuenta hombres que habían llevado el incienso.
36

Prerrogativas de los aaronitas

El Señor habló a Moisés:
37 – Di a Eleazar, hijo de Aarón, el sacerdote, que retire del fuego los incensarios y que desparrame las brasas, porque son santas;
38 con los incensarios de esos que murieron por su pecado hagan chapas, que aplicarán al altar, porque en ellos se ofreció incienso al Señor y quedaron así consagrados. Y serán un signo para los israelitas.
39 El sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían ofrecido los muertos en el incendio y los transformó en chapas, que aplicó al altar,
40 como aviso a los israelitas, para que nadie que no sea de la estirpe de Aarón se meta a ofrecer incienso al Señor. Para que no le suceda lo que a Córaj y a su banda, como lo había anunciado el Señor por medio de Moisés.
41 Al día siguiente toda la comunidad israelita protestó contra Moisés y Aarón, diciendo:
– Están matando al pueblo del Señor.
42 Y como se formaba un motín contra Moisés y Aarón, ellos se dirigieron a la tienda del encuentro; la nube la cubrió y apareció la Gloria del Señor.
43 Moisés y Aarón entraron en la tienda del encuentro,
44 y el Señor les habló:
45 – Apártense de esa comunidad, y los consumiré al instante.
46 Pero ellos se echaron rostro a tierra, y Moisés dijo a Aarón:
– Toma el incensario, pon en él brasas del altar, echa incienso y ve aprisa a la comunidad para realizar el rito de expiación por ella, porque ha estallado contra ellos la cólera del Señor y ha comenzado a hacer estragos.
47 Aarón hizo lo que decía Moisés, corrió a la comunidad y encontró que el pueblo había comenzado a sufrir estragos. Entonces puso incienso para realizar el rito de expiación por ellos,
48 y colocándose entre los muertos y los vivos, detuvo la mortandad.
49 Los muertos fueron catorce mil setecientos, sin contar los muertos en el motín de Córaj.
50 Cuando Aarón volvió a Moisés, a la tienda del encuentro, la mortandad había cesado.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  16,1-50El pueblo, el Señor y Aarón. Estos dos capítulos pueden dividirse en tres relatos: 1. La rebelión de Córaj, Datán y Abirán, y sus consecuencias (16,1- 17,5). 2. La protesta de toda la comunidad y la reacción del Señor (17,6-15). 3. El relato sobre la vara de Aarón (17,16-28). Los tres relatos subrayan la preeminencia del sacerdocio aaronita y sus funciones por encima de los levitas. Los descendientes de Aarón eran los únicos que podían acercarse al Santuario y oficiar en forma legítima el ritual de los sacrificios. En la «escuela de santidad», ellos eran los primeros, de ahí sus privilegios.
Ya sabemos que, de acuerdo con el criterio de justicia que debemos aplicar a cada pasaje de la Biblia, todos estamos llamados a la santidad, que no adquirimos por nuestro esfuerzo, ni por nuestra proveniencia, sino por pura gracia de Dios; don que también recibimos como tarea y compromiso en la búsqueda de la justicia y de la armonía en las relaciones con los demás.


Numeros  16,1-28El pueblo, el Señor y Aarón. Estos dos capítulos pueden dividirse en tres relatos: 1. La rebelión de Córaj, Datán y Abirán, y sus consecuencias (16,1- 17,5). 2. La protesta de toda la comunidad y la reacción del Señor (17,6-15). 3. El relato sobre la vara de Aarón (17,16-28). Los tres relatos subrayan la preeminencia del sacerdocio aaronita y sus funciones por encima de los levitas. Los descendientes de Aarón eran los únicos que podían acercarse al Santuario y oficiar en forma legítima el ritual de los sacrificios. En la «escuela de santidad», ellos eran los primeros, de ahí sus privilegios.
Ya sabemos que, de acuerdo con el criterio de justicia que debemos aplicar a cada pasaje de la Biblia, todos estamos llamados a la santidad, que no adquirimos por nuestro esfuerzo, ni por nuestra proveniencia, sino por pura gracia de Dios; don que también recibimos como tarea y compromiso en la búsqueda de la justicia y de la armonía en las relaciones con los demás.