Numeros  17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1

Prerrogativas de los levitas
16

El Señor habló a Moisés:
2 – Di a los israelitas que te traigan varas: una por cada jefe de familia, doce en total, y que cada uno escriba en ella su nombre.
3 En la vara de Leví irá escrito el nombre de Aarón. Una vara por cada cabeza de tribu.
4 Colóquenlas en la tienda del encuentro, ante el documento de la alianza que he hecho con ellos.
5 La vara del que yo elija, florecerá. Y así acabaré con las protestas de los israelitas contra ustedes.
6 Moisés dijo a los israelitas que le trajeran doce varas, una por cada jefe de tribu, y entre ellas la vara de Aarón.
7 Moisés depositó las varas ante el Señor en la tienda de la alianza.
8 Al día siguiente, cuando Moisés entró en la tienda de la alianza, vio que había florecido la vara de Aarón, representante de la tribu de Leví: echaba brotes y flores, y las flores maduraban hasta hacerse almendras.
9 Moisés sacó todas las varas de la presencia del Señor y se las llevó a los israelitas. Ellos las examinaron, y cada cual recogió la suya.
10 El Señor dijo a Moisés:
– Lleva otra vez la vara de Aarón a la presencia del documento de la alianza, para que se conserve como signo contra los rebeldes. Cesen sus protestas contra mí, y no morirán.
11 Moisés hizo exactamente lo que le mandaba el Señor.
12 Los israelitas dijeron a Moisés:
– Nos morimos, nos estamos muriendo todos.
13 El que se acerca a la morada del Señor, muere. ¿Vamos a morirnos todos?

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas