Numeros  28 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Ofrendas que deben ser presentadas al Señor
Lv 23; Ez 46,4-15

El Señor habló a Moisés:
2 – Ordena a los israelitas: Pongan cuidado en presentarme a su debido tiempo mis ofrendas, mis alimentos y las oblaciones de aroma que aplaca.
3 Diles también:
»Diariamente dos corderos de un año, sin defecto, como holocausto perpetuo.
4 Uno de los corderos lo ofrecerás por la mañana y el otro al atardecer,
5 junto con la ofrenda de la décima parte de una medida de harina de la mejor calidad amasada con un litro de aceite refinado.
6 Es el holocausto perpetuo que se ofrecía en el monte Sinaí, como aroma que aplaca, oblación al Señor.
7 La libación será de un litro por cada cordero. La libación de licor se hará en el templo.
8 El segundo cordero lo ofrecerás al atardecer, con la misma ofrenda y la misma libación de la mañana, en oblación de aroma que aplaca al Señor.
9 »El sábado ofrecerás dos corderos de un año, sin defecto, con dos décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad amasada con aceite, como ofrenda, y con su libación.
10 Es el holocausto del sábado que se añade al holocausto diario y a su libación.
11 »El primero de mes ofrecerán en holocausto al Señor dos novillos, un carnero y siete corderos de un año sin defecto.
12 Como ofrenda por cada novillo, tres décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad amasada con aceite; por el carnero, una ofrenda de dos décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad amasada con aceite,
13 y por cada cordero, una ofrenda de una décima parte de una medida de harina de la mejor calidad amasada con aceite. Es un holocausto, oblación de aroma que aplaca al Señor.
14 La libación será de dos litros de vino por cada novillo, de un litro y medio por el carnero y de un litro por cada cordero. Es el holocausto mensual para todos los meses del año.
15 Se ofrecerá también al Señor un chivo en sacrificio expiatorio, además del holocausto diario y su oblación.
16 »El día catorce del primer mes se celebra la Pascua del Señor y
17 el día quince es día de fiesta. Durante siete días se comerá pan ázimo.
18 El primer día se reunirán en asamblea litúrgica y no trabajarán.
19 Ofrecerán en oblación, en holocausto al Señor, dos novillos, un carnero y siete corderos de un año sin defecto con una ofrenda de harina de la mejor calidad amasada con aceite:
20 tres décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad por cada novillo, dos décimas partes por el carnero
21 y una décima parte por cada uno de los siete corderos.
22 Ofrecerán también un chivo en sacrificio expiatorio para realizar el rito de expiación por ustedes;
23 además del holocausto de la mañana, el holocausto diario.
24 Lo mismo harán cada uno de los siete días: es alimento, oblación de aroma que aplaca al Señor. Harán eso además del holocausto diario y su libación.
25 El séptimo día tendrán asamblea litúrgica y no trabajarán.
26 »El día de las primicias, cuando ustedes presenten al Señor la ofrenda nueva, en la fiesta de las Semanas, tendrán asamblea litúrgica y no harán trabajo alguno.
27 Ofrecerán como holocausto de aroma que aplaca al Señor dos novillos, un carnero y siete corderos de un año
28 con una ofrenda de harina de la mejor calidad amasada con aceite: tres décimas partes de una medida por cada novillo, dos décimas partes de una medida por el carnero
29 y una décima parte de una medida por cada uno de los siete corderos.
30 Ofrecerán un chivo para realizar el rito de expiación por ustedes,
31 además del holocausto diario y de su ofrenda. No tendrán defecto y añadirán la libación.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  28,1-31Ofrendas que deben ser presentadas al Señor. Estos dos capítulos prácticamente recogen lo ya legislado en Levítico 23 sobre las diferentes ofrendas que debían presentarse al Señor con motivo de las grandes festividades; sin embargo, advertimos varias novedades: 28,9s menciona por primera vez en el «corpus legislativo del culto» una ofrenda que debía ser presentada el sábado, sin paralelo en el Pentateuco pero sí en Ezequiel (Eze_46:4s), lo cual hace suponer que se trata de una ley que surge en el destierro y que posiblemente perdura hasta la época del Nuevo Testamento. La segunda novedad es la ley sobre los sacrificios el día primero de cada mes; es decir, el día de luna nueva, cuya fiesta se menciona sin regulaciones precisas en Núm_10:10; 1Sa_20:5; Isa_1:13 ; Sal_81:4.
Nótese que, por regla general, a una ofrenda animal le corresponde también una ofrenda vegetal. La intención teológica y pastoral de estas regulaciones es el reconocimiento permanente por parte del pueblo de la total soberanía del Señor mediante el ofrecimiento de parte de lo que el mismo Señor ha dado a sus hijos; el israelita debía tener en mente que no era él quien daba algo al Señor: era el Señor quien le había dado a él, y en reconocimiento devolvía parte de lo recibido. Desafortunadamente no siempre se entendió así esa dinámica, sino que se llegó a pensar que el Señor necesitaba de esas ofrendas o que con ellas los israelitas podían comprarse algún favor divino; al menos eso es lo que se puede deducir del Sal 50.