Numeros  32 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 42 versitos |
1

Primera ocupación: Rubén y Gad

Los rubenitas y los gaditas poseían inmensos rebaños, y viendo que la tierra de Yazer y de Galaad era excelente para el ganado,
2 acudieron a Moisés, al sacerdote Eleazar y a los jefes de la comunidad para proponerles:
3 – Atarot, Dibón, Yazer, Nimrá, Jesbón, Elalé, Sebán, Nebo y Beón,
4 el territorio de los pueblos que el Señor derrotó al avanzar los israelitas, es tierra buena para ganado, y tus siervos poseen rebaños.
5 Por favor, haz que entreguen a tus siervos esa tierra en propiedad, y no pasaremos el Jordán.
6 Moisés respondió a los gaditas y rubenitas:
–¿De modo que sus hermanos irán a la guerra, mientras ustedes se quedan aquí?
7 Van a desmoralizar a los israelitas y no pasarán a la tierra que piensa darles el Señor.
8 Eso es lo que hicieron sus padres cuando los envié desde Cades Barne a reconocer el país:
9 subieron hasta Torrente de Escol, reconocieron la tierra y desmoralizaron a los israelitas para que no entraran en la tierra que pensaba darles el Señor.
10 Aquel día se encendió la ira del Señor y juró:
11 Los hombres que salieron de Egipto, de veinte años para arriba, no verán la tierra que prometí a Abrahán, Isaac y Jacob, porque no me han sido fieles.
12 Exceptúo a Caleb, hijo de Jefoné, el quenizita, y a Josué, hijo de Nun, porque fueron fieles al Señor.
13 La ira del Señor se encendió contra Israel, y los zarandeó por el desierto cuarenta años, hasta que se terminó la generación que había hecho lo que el Señor reprueba.
14 Y ahora ustedes, raza de pecadores, ocupan el lugar de sus padres, avivando la ira ardiente del Señor.
15 Porque si se apartan de él, otra vez los dejará en el desierto y ustedes serán los causantes de la destrucción de este pueblo.
16 Ellos se acercaron a decirle:
– Construiremos aquí corrales para los rebaños y poblados para nuestros niños,
17 y nosotros nos armaremos a toda prisa e iremos delante de los israelitas hasta dejarlos en su lugar; mientras, nuestros niños se quedarán en las ciudades fortificadas, protegidos de los habitantes del país.
18 No volveremos a nuestras casas hasta que cada israelita no haya ocupado su herencia
19 y no nos repartiremos con ellos la herencia al otro lado del Jordán, sino que nuestra herencia nos tocará a este lado, al este del Jordán.
20 Moisés les contestó:
– Si se arman para la batalla, como el Señor quiere,
21 y armados cruzan el Jordán, como el Señor quiere, hasta que él les quite de delante al enemigo,
22 y la tierra quede sometida, como Dios quiere, y sólo después vuelven, entonces serán inocentes ante el Señor y ante Israel, y esta tierra será propiedad de ustedes por voluntad del Señor.
23 Pero si no obran así, pecarán contra el Señor, y sepan que su pecado será castigado.
24 Ahora, entonces, construyan poblados para sus niños y corrales para los rebaños, y hagan lo que han prometido.
25 Los gaditas y rubenitas respondieron a Moisés:
– Tus siervos harán lo que tú, señor mandes;
26 nuestros niños, mujeres, ganados y bestias quedarán aquí, en los poblados de Galaad,
27 y tus siervos pasarán, todos armados, para luchar, como el Señor quiere y tú nos dices.
28 Moisés dio instrucciones acerca de ellos al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia en las tribus de Israel:
29 – Si los gaditas y rubenitas pasan con ustedes el Jordán, todos armados, para luchar, como el Señor quiere, y la tierra les queda sometida, les darán la tierra de Galaad en propiedad.
30 Pero si no pasan armados con ustedes, recibirán su propiedad en la tierra de Canaán.
31 Los gaditas y rubenitas contestaron:
– Haremos lo que el Señor manda a tus siervos.
32 Nosotros pasaremos armados a la tierra de Canaán, como el Señor quiere, y nos tocará en propiedad una herencia a este lado del Jordán.
33 Moisés asignó a los gaditas y rubenitas y a la mitad de la tribu de Manasés, hijo de José, el reino de Sijón, rey de los amorreos, y el reino de Og, rey de Basán, con todas las ciudades y poblados del territorio.
34 Los gaditas reconstruyeron Dibón, Aroer,
35 Atarot-Sofán, Yazer, Yogbehá,
36 Bet Nimrá, Bet-Harán, fortificándolas, y construyeron corrales para los rebaños.
37 Los rubenitas reconstruyeron Jesbón, Elalé, Quiriatain,
38 Nebo, Baal Maón, Sibma, y pusieron nombres nuevos a los poblados reconstruidos.
39 Los maquiritas, descendientes de Manasés, fueron y conquistaron Galaad y expulsaron a los amorreos, que habitaban allí.
40 Moisés asignó Galaad a la tribu de Maquir, hijo de Manasés, que se estableció allí.
41 Yaír, hijo de Manasés, fue y conquistó sus aldeas, y las llamó Aldeas de Yaír.
42 Nóbaj fue y conquistó Quenat y los poblados de alrededor, y los llamó con su nombre: Nóbaj.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  32,1-42Primera ocupación: Rubén y Gad. Los éxitos militares de Israel han permitido conquistar ya un buen territorio despejado de enemigos al oriente del Jordán. Lo más lógico sería ocuparlo «oficialmente», de ahí la propuesta de los descendientes de Rubén y de Gad de posesionarse del territorio con la aparente justificación del exceso de ganado que poseen (1-5).
Moisés antepone varios reparos a la propuesta: en primer lugar, los acontecimientos del desierto han afectado, para bien o para mal, a toda la comunidad israelita; segundo, la conquista de este territorio es una empresa de todo el pueblo; en tercer lugar, y lo que es peor, esto podría ser visto por el Señor como un acto de desobediencia contra su voluntad, ya que desea que todo el pueblo atraviese el Jordán y conquiste el país de Canaán. Además, de no hacerlo así, sería motivo de desaliento y desmoralización para el resto del pueblo (6s).
Lo más trágico sería el desencadenamiento de un castigo divino contra todo el pueblo por causa de unos cuantos (8-17), como de hecho ya había ocurrido en otras ocasiones. Sólo bajo juramento acepta Moisés la propuesta de los rubenitas y gaditas: dejarán sus posesiones, sus mujeres y sus niños en el territorio que piensan ocupar y acompañarán al resto de la comunidad en la conquista de la tierra prometida. Finalmente, el territorio al este del Jordán es repartido entre los descendientes de Rubén, de Gad y de la mitad de la tribu de Manasés (33-42). Con este relato, la corriente sacerdotal (P) pretende enseñar que la desobediencia a las órdenes divinas trae como consecuencia la muerte.