Numeros  5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Legislaciones varias
Expulsión de los impuros

El Señor habló a Moisés:
2 – Di a los israelitas que expulsen del campamento a los enfermos de lepra, a los que padezcan de gonorrea, a los contaminados con cadáveres.
3 Sean hombres o mujeres, los expulsarán del campamento, para que no se contamine el campamento, en medio del cual habito.
4 Así lo hicieron los israelitas, expulsándolos del campamento; los israelitas cumplieron lo que el Señor había mandado a Moisés.
5

Restitución del daño causado

El Señor habló a Moisés:
6 – Di a los israelitas: Cuando un hombre o una mujer cometa un pecado contra otro hombre, ofendiendo al Señor y haciéndose culpable,
7 confesará su pecado, restituirá el perjuicio al que haya perjudicado con un recargo del veinte por ciento.
8 Si el perjudicado no tiene pariente a quien se haga la restitución, ésta se hará al Señor por medio del sacerdote, sin contar el carnero con el que se hace la expiación del culpable.
9 El tributo sagrado que los israelitas llevan al sacerdote será para él.
10 Lo que uno da al sacerdote, será para él.
11

Ley de los celos

El Señor habló a Moisés:
12 – Di a los israelitas: Cuando a un hombre lo engaña su mujer y le es infiel
13 acostándose con otro hombre, y el marido no se entera, y queda oculta la mancha, porque no hay testigos contra ella ni ha sido sorprendida,
14 si al marido le vienen celos de su mujer, sea que ella se haya manchado o no,
15 entonces el marido llevará su mujer al sacerdote, con una ofrenda de la décima parte de una medida de harina de cebada, sin mezclar aceite ni incienso, porque es una ofrenda de celos para denunciar una culpa.
16 El sacerdote la acercará y la colocará en presencia del Señor;
17 tomará agua bendita en una vasija de barro, echará en el agua ceniza del suelo del santuario;
18 colocará a la mujer en presencia del Señor, le soltará el pelo, le pondrá en las manos la ofrenda recordatorio de los celos, mientras el sacerdote tiene en la mano el agua amarga de la maldición,
19 y le tomará juramento en estos términos: Si no se ha acostado contigo un extraño, si no te has manchado estando bajo la potestad de tu marido, que esta agua amarga de la maldición no te haga daño.
20 Pero si has engañado a tu marido, estando bajo su potestad, si te has manchado acostándote con otro que no sea tu marido
21 – el sacerdote tomará juramento a la mujer, diciéndole– entonces que el Señor te entregue a la maldición entre los tuyos, haciendo que se te aflojen los muslos y se te hinche el vientre;
22 entre este agua de maldición en tus entrañas para hincharte el vientre y aflojarte los muslos. La mujer responderá: Amén, amén.
23 El sacerdote escribirá esta maldición en un documento y lo lavará en el agua amarga.
24 Después dará a beber a la mujer el agua amarga de la maldición, y entrará en ella el agua amarga de la maldición.
25 El sacerdote recibirá de la mujer la ofrenda de los celos, la agitará ritualmente ante el Señor y la llevará al altar.
26 Tomará un puñado de la ofrenda como obsequio y lo quemará sobre el altar.
27 Después dará a beber el agua a la mujer. Si ésta se ha manchado y ha sido infiel a su marido, al entrar en ella el agua amarga de la maldición, se le hinchará el vientre y se le aflojarán los muslos, y la mujer será maldita entre los suyos.
28 Si la mujer no se ha manchado, sino que está limpia, no sufrirá daño y podrá concebir.
29 Ésta es la ley de los celos, para cuando una mujer, bajo la potestad del marido, lo engaña y se mancha,
30 o cuando a un hombre le vienen celos de su mujer: el marido la presentará ante el Señor y el sacerdote cumplirá con ella este rito.
31 El marido queda libre de culpa y la mujer cargará con su culpa.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  5,1-31Legislaciones varias. Estos dos capítulos están dedicados a la legislación sobre aspectos varios de la vida del pueblo. El motivo fundamental de estas leyes es la preocupación por lograr un culto lo más perfecto posible, que implica necesariamente la pureza de la asamblea. Recordemos que en la mentalidad de la escuela teológico-literaria sacerdotal (P) Israel es, ante todo, una comunidad cultual que hace posible la presencia permanente de Dios entre ellos mediante la pureza en todos sus órdenes. De ahí que las leyes y normas para el culto y la disposición personal afecten a todos los aspectos de la vida humana: aspecto físico o salud corporal (5,1-4); aspecto social, en lo referente a las relaciones de propiedad (5,5-10); aspecto familiar, en lo relativo a las relaciones de pareja (5,12-31); finalmente, el aspecto religioso (6,1-21), concerniente a la costumbre de consagrarse al Señor mediante un voto, llamado «voto de Nazireato».
Como puede verse, son leyes y exigencias propias de un determinado modo de pensar, de la llamada escuela teológico-literaria sacerdotal (P). Los sacerdotes son los que juzgan, determinan y realizan los distintos ritos de normalización y restablecimiento del orden que había sido roto; son los únicos que tienen la potestad de bendecir al pueblo según una fórmula establecida (6,22-26).