Numeros  9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

La Pascua
Éx 12,1-13; 2 Cr 30

Al segundo año de salir los israelitas de Egipto, el mes primero, el Señor dijo a Moisés en el desierto del Sinaí:
2 – Los israelitas celebrarán la Pascua en su fecha:
3 el día catorce del primer mes, al atardecer, la celebrarán con todos sus ritos y ceremonias.
4 Moisés mandó a los israelitas celebrar la Pascua,
5 y ellos la celebraron el catorce del mes primero, al atardecer, en el desierto del Sinaí. Así cumplieron lo que el Señor había mandado a Moisés.
6 Había unos que estaban contaminados por haber tocado un cadáver y no pudieron celebrar la Pascua en su día. Se presentaron el mismo día a Moisés y a Aarón,
7 y les dijeron:
– Estamos contaminados por haber tocado un cadáver. ¿Por qué no nos dejas traer nuestra ofrenda al Señor el día señalado, con los demás israelitas?
8 Respondió Moisés:
– Esperen hasta que conozca lo que dispone el Señor.
9 El Señor habló a Moisés:
10 – Di a los israelitas: Si uno de ustedes o de sus descendientes está contaminado por un cadáver o se encuentra de viaje,
11 celebrará la Pascua del Señor el catorce del segundo mes, al atardecer. Comerá la víctima pascual con panes sin levadura y hierbas amargas;
12 no dejará nada para el día siguiente ni le romperá ningún hueso. La celebrará según el ritual de la Pascua.
13 Pero el que estando puro y no encontrándose de viaje deje de celebrarla, será excluido de su pueblo. Cargará con la culpa de no haber llevado al Señor la ofrenda en su día.
14 El emigrante que resida entre ustedes celebrará la Pascua del Señor siguiendo el ritual y ceremonial. El mismo ritual vale para el nativo y para el emigrante.
15

La nube
Éx 13,21s

Cuando montaban la tienda, la nube cubría el santuario sobre la tienda de la alianza, y desde el atardecer al amanecer se veía sobre el santuario una especie de fuego.
16 Así sucedía siempre: la nube lo cubría y de noche se veía una especie de fuego.
17 Cuando se levantaba la nube sobre la tienda, los israelitas se ponían en marcha. Y donde se detenía la nube, acampaban.
18 A la orden del Señor se ponían en marcha y a la orden del Señor acampaban. Mientras estaba la nube sobre el santuario, acampaban.
19 Y si se quedaba muchos días sobre el santuario, los israelitas, respetando la prohibición del Señor, no se ponían en marcha.
20 A veces la nube se quedaba pocos días sobre el santuario; entonces, a la orden del Señor, acampaban, y a la orden del Señor se ponían en marcha.
21 Otras veces se quedaba desde el atardecer hasta el amanecer, y cuando al amanecer se levantaba, se ponían en marcha. O se quedaba un día y una noche, y cuando se levantaba, se ponían en marcha.
22 A veces se quedaba sobre el santuario dos días o un mes o más tiempo aún; durante este tiempo los israelitas seguían acampados sin ponerse en marcha. Sólo cuando se levantaba se ponían en marcha.
23 A la orden del Señor acampaban y a la orden del Señor se ponían en marcha. Respetaban la orden del Señor comunicada por Moisés.

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Introducción a Numeros 

NUMEROS

A este libro que nosotros llamamos «Números», por la referencia a los dos censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición judía, según su costumbre, lo llaman «En el desierto», pues es una de las primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo todas las acciones.

Contexto del libro. El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o disposiciones.
El autor sacerdotal (P) ha convertido las andanzas de grupos seminómadas durante varios años en la marcha procesional de todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, perfectamente organizado y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra. Las tribus son «los escuadrones» del Señor, cada una con su banderín o estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el Arca y la tienda; alrededor, los aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.
El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta (10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de Dios.
En contraste con este movimiento regular, se lee una serie poco trabada de episodios; entre ellos sobresalen el de los exploradores (13s) y el de Balaán (22-24). El primero narra la resistencia del pueblo, que provoca una dilación y un largo rodeo. El segundo muestra el poder del Señor sobre los poderes ocultos de la magia y la adivinación: el adivino extranjero se ve transformado en profeta de la gloria de Israel. Vemos a Moisés en su tarea de jefe y legislador, en sus debilidades y desánimos, en su gran intercesión a favor del pueblo.

Mensaje religioso. Sobre el sobrecogedor escenario del «desierto», imagen de nuestro peregrinar por la tierra, se va desarrollando la relación continua entre Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el guía de la peregrinación hacia la tierra prometida; a veces, lo hace con intervenciones de una presencia fulgurante; otras, silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y hombres sabios que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.
El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se revela, pierde la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el Dios que salva.
El libro de los Números nos ha dejado el ideal del «desierto», de las tentaciones y de la lucha, como el lugar privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan gravado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda reforma posterior será una llamada profética al ideal «desierto».
Es también el «desierto» a donde Jesús se retira antes de iniciar su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres y las Madres del desierto, en la primera gran reforma del cristianismo, los que dejarán ya para toda la historia de la Iglesia la impronta indeleble del «desierto» como camino de conversión y reencuentro con Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Numeros  9,1-14La Pascua. La mención aquí de la Pascua refleja un período de fuerte institucionalización de esta costumbre entre pastores seminómadas. No tenía en sus orígenes ninguna prescripción de tipo religioso, ni sacerdotes que exigieran alguna ofrenda especial ese día.


Numeros  9,15-23La nube. Todavía no se ha movido el pueblo del Sinaí, pero ya se nos indica cómo se movilizaba el pueblo y cómo y cuándo debía acampar. Este dato confirma que se trata de un relato que se relee y actualiza desde otra época y contexto muy diferentes: el exilio de Babilonia.
La escuela sacerdotal (P) maneja una idea muy peculiar sobre Dios: Dios es un ser absolutamente santo, absolutamente trascendente, y de ahí la imposibilidad de «ver» a Dios, de acercarse siquiera al lugar de su presencia sin las debidas precauciones. Por eso, su presencia es sustituida por elementos que de uno u otro modo le ocultan, le envuelven, como es el caso de la nube o del fuego. La intimidad infranqueable del Santuario permite que Dios no se «contamine» con lo profano.
Si nosotros los cristianos basamos nuestra fe en el misterio de la encarnación hemos de aceptar que en Jesús Dios llegó a los extremos más insospechados de «impureza» y de «contaminación» con un solo propósito: rescatar al hombre y a la mujer y rescatarse Él mismo de semejante manera de pensar. Lo importante es que en nuestras comunidades, en nuestras Iglesias o congregaciones de cualquier confesión no sigamos imponiendo esa imagen de Dios, absolutamente contraria al Dios de Jesús.