Mateo 10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 42 versitos |
1

Los doce apóstoles
Mc 3,13-15; 6,7; Lc 9,1

Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias.
2

Mc 3,16-19; Lc 6,12-16; cfr. Hch 1,13

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, de sobrenombre Pedro, y Andrés su hermano; Santiago de Zebedeo y su hermano Juan;
3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Santiago de Alfeo y Tadeo;
4 Simón el cananeo y Judas Iscariote, el que también le traicionó.
5

Misión de los doce apóstoles

A estos doce los envió Jesús con las siguientes instrucciones:
– No se dirijan a países de paganos, no entren en ciudades de samaritanos;
6 vayan más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel.
7

Mc 6,8-13; Lc 9,2-6; 10,4-12

Y de camino proclamen que el reino de los cielos está cerca.
8 Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar.
9 No lleven en el cinturón oro ni plata ni cobre,
10 ni provisiones para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón. Que el trabajador tiene derecho a su sustento.
11 Cuando entren en una ciudad o pueblo, pregunten por alguna persona respetable y quédense en su casa hasta que se vayan.
12 Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz;
13 si la casa lo merece, entrará en ella la paz; si no la merece, esa paz retornará a ustedes.
14 Si alguien no los recibe ni escucha el mensaje de ustedes, al salir de aquella casa o ciudad, sacúdanse el polvo de los pies.
15 Les aseguro que el día del juicio Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que aquella ciudad.
16

Advertencia de persecuciones
Mc 13,9-13; Lc 21,12-19

Miren, yo los envío como ovejas en medio de lobos: sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.
17 ¡Cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas.
18 Los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y los paganos.
19 Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir;
20 pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.
21 Un hermano entregará a la muerte a su hermano, un padre a su hijo; se rebelarán hijos contra padres y los matarán.
22 Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Quien resista hasta el final se salvará.
23 Cuando los persigan en una ciudad, escapen a otra; les aseguro que no habrán recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.
24

Lc 6,40; cfr. Jn 13,16; 15,20

No está el discípulo por encima del maestro ni el sirviente por encima de su señor.
25 Al discípulo le basta ser como su maestro y al sirviente como su señor. Si al dueño de casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los miembros de su casa!
26

Mc 4,22; Lc 12,2s; 8,17

Por tanto no les tengan miedo. No hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue.
27 Lo que les digo de noche díganlo en pleno día; lo que escuchen al oído grítenlo desde los techos.
28

Lc 12,4-9

No teman a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; teman más bien al que puede arrojar cuerpo y alma en el infierno.
29 ¿No se venden dos gorriones por unas monedas? Sin embargo ni uno de ellos cae a tierra sin permiso del Padre de ustedes.
30 En cuanto a ustedes, hasta los pelos de su cabeza están contados.
31 Por tanto, no les tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones.
32 Al que me reconozca ante los hombres yo lo reconoceré ante mi Padre del cielo.
33 Pero el que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.
34

La alternativa de Jesús
Lc 12,51-53

No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada.
35 Vine a enemistar a un hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra;
36 y así el hombre tendrá por enemigos a los de su propia casa.
37

Mc 8,34s; Lc 9,23s; 14,26s; 17,33; cfr. Jn 12,25

Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.
38 Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mí.
39 Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la conservará.
40

Recompensas
Mc 9,37; Lc 9,48; 10,16; cfr. Jn 13,20

El que los recibe a ustedes a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió.
41 Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo.
42

Mc 9,41

Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, les aseguro que no quedará sin recompensa.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 10,1-4Los doce apóstoles. Los elegidos son doce, número que indicaba la totalidad de las tribus de Israel (19,28) y que ahora representa la universalidad del nuevo pueblo de Dios. Se anticipa el título de apóstoles, o sea, enviados. Los encabeza Pedro con su nuevo nombre de ministerio. Son de extracción y mentalidad diversos: nombres hebreos y griegos, pescadores, un recaudador de impuestos, uno perteneciente al partido político-religioso de los zelotas... Y en medio, Jesús, como centro de unidad. La tradición ha identificado a Natanael (Jua_1:45) con Bartolomé y a Leví (Mar_2:14; Luc_5:27), con Mateo (Mat_9:9). Se anticipa asimismo el destino de Judas. A este primer equipo misionero dirigirá Jesús su segundo discurso, el de la misión.


Mateo 10,5-15Misión de los doce apóstoles. Se abre el discurso con una recomendación que puede causar perplejidad a los lectores de hoy y que ha dado lugar a diversas interpretaciones: «no se dirijan a países de paganos» (5), en aparente contradicción con el gran mandato de la misión universal de 28,19: «hagan discípulos entre todos los pueblos». La comunidad cristiana a la que dirige Mateo su evangelio seguramente no vería tal contradicción, pues estaba viviendo ya, como las otras iglesias locales dispersas por el imperio romano, la realidad de una Buena Noticia abierta por igual a judíos y paganos.
Quizás haya que buscar la solución en el sentido de las palabras «ovejas descarriadas de la Casa de Israel» (6), que pueden referirse o bien a todo el pueblo de Israel o, en particular, a los pobres y marginados del pueblo, gente humilde y oprimida. Éstos eran designados en la tradición bíblica con un término específico, «el pueblo de la tierra», cargado de contenido sociológico y religioso. Por ser pobres y abandonados eran los preferidos de Dios. En este caso, Jesús estaría indicando a sus discípulos enviados a proclamar el Evangelio una clara opción por los pobres de Israel, símbolo de todos los pobres del mundo. Como hizo Él.
El versículo 7 indica que el mensaje que deben anunciar los enviados es el de Jesús, el reinado de Dios, que irrumpe en la historia con el poder de la liberación de todo mal que afecte a la persona y a la familia humana. Y, al igual que Jesús, los portadores del mensaje deben adoptar su mismo estilo de vida itinerante y pobre: no dos túnicas -un lujo entonces-, ni oro ni plata para el camino, simplemente vivir al día, con el solo salario para el sustento.
Pero una Iglesia misionera pobre y comprometida con los pobres está necesariamente avocada, incluso dentro de la propia comunidad creyente, a crear problemas, a encontrar oposición, a ser signo de contradicción y a ser perseguida si es portadora de la paz y de la justicia de la Buena Noticia. Porque la paz que Mateo identifica aquí con el reinado de Dios lleva consigo la exigencia de la reconciliación entre Dios y la familia humana y de los hombres y mujeres entre sí; y esto no puede darse sin la justicia y sin la eliminación de todas las barreras que discriminan, explotan y oprimen a personas, colectivos y pueblos.
Mateo 10,16-33Advertencia de persecuciones. Por boca de Jesús, Mateo alude a los sufrimientos y las contradicciones por las que estaban pasando sus comunidades, signo de lo que ocurrirá a todo cristiano comprometido con el Evangelio. Mateo no dramatiza retóricamente. La comparecencia ante tribunales, los azotes, los desgarros familiares después de la expulsión de la comunidad cristiana de la sociedad judía en el año 70, el odio... todo esto fue moneda corriente en aquellos tiempos fundacionales de la Iglesia (cfr. los Hechos de los Apóstoles) y lo seguirá siendo allí donde la Buena Noticia de Jesús se anuncie con valentía y sin otra alianza ni compromiso que las causas históricas de los pobres (léase la historia reciente de América Latina, cuando una parte de la Iglesia hizo una clara opción por los pobres, «por la gente de la tierra»).
Pero si es un discurso premonitorio de sufrimientos y contradicciones, lo es también de aliento y esperanza. Por tres veces se repite que no tengan miedo (26.28.31). La causa de la Buena Noticia no es una causa perdida, aunque a veces lo parezca; no es un proyecto humano, sino de Dios, quien dará fortaleza y confianza a los que se comprometen con ella. Él los cuida y de Él dependen el mundo y la historia. Jesús anticipó con su vida esta pasión por Dios y por su pueblo.
Mateo 10,34-39La alternativa de Jesús. Según el Antiguo Testamento, la razón por la que Dios se escogió un pueblo -Israel- era precisamente lograr que alguien animara la historia en beneficio de todos los pueblos, teniendo la justicia como norma de vida y así aniquilar la raíz del mal que está dentro del ser humano y de las estructuras de la sociedad. Ambos (individuo y sociedad) debían convertirse. En qué medida fue Israel fiel a esta vocación es lo que el Pentateuco y los Profetas tratan de contarnos.
Los partidos político-religiosos en que se dividía el pueblo (saduceos, fariseos, herodianos y zelotes), las clases socio-religiosas notables (sacerdotes, levitas, escribas y doctores) y las estructuras de poder (Sanedrín, sumo Sacerdocio, la guardia y los tesoros del Templo, los maestros de la Ley); todos ellos se veían directamente afectados y comprometidos por los planteamientos de Jesús. Todos los grupos de poder en tiempos de Jesús buscaban, de una u otra forma, dominar. La imagen del Mesías que el pueblo esperaba estaba también construida a partir del poder: debía ser un descendiente de la dinastía de David, un rey que le devolviera a Israel el dominio sobre las naciones extranjeras.
No es que Jesús provoque o declare la guerra, sino que su mensaje es signo de contradicción: buena noticia para los pobres y mala noticia para los poderosos y explotadores de todos los tiempos que tienen como centro de su vida el dominio; son ellos los que empuñan la espada y provocan la muerte de tantos seres humanos (cfr. Éxo_5:21). La propuesta de Jesús apuntaba a destruir las raíces de ese poder. La práctica de Jesús fue una forma novedosa y alternativa de destruir el mal, proponiéndose destruir en el interior de las personas e instituciones el deseo de dominio que lo engendra.
Por el contrario, Jesús se define desde la entrega total. Entregó en la cruz su misma vida por la causa de los deshumanizados. Pero, paradójicamente, su cruz y su muerte son fuente de vida: «quien la pierda por mí la conservará» (39).
La fidelidad a Jesús ha de superar cualquier otra, incluso la familiar; porque, lejos de discriminar, dará su verdadero sentido a todas las demás fidelidades.
Mateo 10,40-42Recompensas. Las palabras con que se cierra el sermón de la misixón hablan de la recompensa que recibirán todos aquellos que acojan a sus enviados, en clara alusión a lo que debería significar la hospitalidad para aquellos misioneros y misioneras itinerantes, acostumbrados a partir sin previo aviso, debido a la hostilidad o al simple rechazo del mensaje. Quizás indirectamente nos está informando de que, en sus comunidades, la misión no era sólo privilegio y deber de los apóstoles, sino también de los que ejercían el ministerio de profetas, de los «justos» y de los «pequeños». Cualquiera que sea el significado que tienen estos dos últimos títulos para Mateo, lo que sí parece claro es que la misión era tarea de toda la comunidad cristiana, con carismas diferentes pero con una sola misión.