Mateo 13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 58 versitos |
1

El sembrador
Mc 4,1-12; Lc 8,4-10

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago.
2 Se reunió junto a él una gran multitud, así que él subió a una barca y se sentó, mientras la multitud estaba de pie en la orilla.
3 Les explicó muchas cosas con parábolas:
– Salió un sembrador a sembrar.
4 Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino, vinieron las aves y se las comieron.
5 Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida;
6 pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron.
7 Otras cayeron entre espinos: crecieron los espinos y las ahogaron.
8 Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unas ciento, otras sesenta, otras treinta.
9 El que tenga oídos que escuche.
10 Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:
–¿Por qué les hablas contando parábolas?
11 Él les respondió:
– Porque a ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos, pero a ellos no se les concede.
12 Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene.
13 Por eso les hablo contando parábolas: porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden.
14 Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías:
Por más que escuchen,
no comprenderán,
por más que miren, no verán.
15 Se ha endurecido
el corazón de este pueblo;
se han vuelto duros de oído,
se han tapado los ojos.
Que sus ojos no vean ni sus oídos oigan,
ni su corazón entienda,
ni se conviertan para que yo los sane.
16

Lc 10,23s

Dichosos en cambio los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen.
17 Les aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.
18

El sentido de la parábola
Mc 4,13-20; Lc 8,11-15

Escuchen entonces la explicación de la parábola del sembrador.
19 Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al camino.
20 Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la recibe enseguida con gozo;
21 pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla.
22 Lo sembrado entre espinos es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza la ahogan y no da fruto.
23 Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la palabra y la entiende. Ése da fruto: ciento o sesenta o treinta.
24

La cizaña

Les contó otra parábola:
– El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo.
25 Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue.
26 Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña.
27 Fueron entonces los sirvientes y le dijeron al dueño: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde le viene la cizaña?
28 Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los sirvientes: ¿Quieres que vayamos a arrancarla?
29 Les contestó: No; porque, al arrancarla, van a sacar con ella el trigo.
30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Cuando llegue el momento, diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña, y en atados échenla al fuego; luego recojan el trigo y guárdenlo en mi granero.
31

La semilla de mostaza
Mc 4,30-32; Lc 13,18s

Les contó otra parábola:
– El reino de los cielos se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo.
32 Es más pequeña que las demás semillas; pero, cuando crece es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen los pájaros y anidan en sus ramas.
33

La levadura
Lc 13,20s

Les contó otra parábola:
– El reino de los cielos se parece a la levadura: una mujer la toma, la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.
34

Mc 4,33s

Todo esto se lo expuso Jesús a la multitud con parábolas; y sin parábolas no les expuso nada.
35 Así se cumplió lo que anunció el profeta:
Voy a abrir la boca
pronunciando parábolas,
profiriendo cosas ocultas
desde la creación [del mundo].
36

La explicación de la cizaña

Después, despidiendo a la multitud, entró en casa.
Se le acercaron los discípulos y le dijeron:
– Explícanos la parábola de la cizaña.
37 Él les contestó:
– El que sembró la semilla buena es el Hijo del Hombre;
38 el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los súbditos del Maligno;
39 el enemigo que la siembra es el Diablo; la cosecha es el fin del mundo; los cosechadores son los ángeles.
40 Como se junta la cizaña y se echa al fuego, así sucederá al fin del mundo:
41 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su reino todos los escándalos y los malhechores;
42 y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
43 Entonces, en el reino de su Padre, los justos brillarán como el sol. El que tenga oídos que escuche.
44

El tesoro escondido

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo.
45 La perla fina
El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas:
46 al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra.
47

La red

El reino de los cielos se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie.
48 Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran.
49 Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos
50 y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
51

Lo nuevo y lo viejo

¿Lo han entendido todo?
Le responden que sí,
52 y él les dijo:
– Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
53

El hijo del artesano
Mc 6,1-6; Lc 4,16.22-30

Cuando Jesús terminó estas parábolas, se fue de allí,
54 se dirigió a su ciudad y se puso a enseñarles en su sinagoga. Ellos preguntaban asombrados:
–¿De dónde saca éste su saber y sus milagros?
55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
56 Sus hermanas, ¿no viven entre nosotros? ¿De dónde saca todo eso?
57 Y esto era para ellos un obstáculo. Jesús les dijo:
– A un profeta sólo lo desprecian en su patria y en su casa.
58 Y por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 13,1-23El sembrador - El sentido de la parábola. A través de las parábolas que aparecen en el Nuevo Testamento podemos acercarnos a lo que Jesús sentía y pensaba sobre el reinado de Dios que venía a anunciar, y a la experiencia propia de Jesús sobre el modo de actuar de Dios, su Padre. El tema de las parábolas es el reinado de Dios, no como teoría, sino como proclamación que exige una respuesta para ser comprendida. Quien lo acepta, comprende; quien no quiere aceptar, se niega a comprender.
La parábola del sembrador es justamente la dramatización de esta diferente actitud ante el mensaje del reinado de Dios. Aquellos hombres y mujeres que se reunieron en torno a Jesús representan a los que aceptando la palabra, van comprendiendo y entrando en el misterio del reinado de Dios. Eran, en su mayoría, trabajadores pobres, hartos de bregar con una tierra ingrata, rocosa y poco fértil, como era el suelo de Palestina.
Las dificultades del crecimiento de la semilla que va arrojando el sembrador eran bien sabidas por aquellos oyentes acostumbrados a recoger una pobre cosecha de apenas un 10 por ciento, y de la que debían dar la mayor parte a los amos de la tierra que vivían en las ciudades. El énfasis de la parábola, sin embargo, no está en las dificultades, sino en lo espectacular de la cosecha: el 30, el 60 y hasta el 100 por uno. Una cosecha superabundante, inimaginable. ¡Eso sí que era una buena noticia! Pero sólo para los que tienen los oídos bien abiertos: «el que tenga oídos, que escuche» (9).
Los discípulos piden a Jesús una explicación de la parábola (10). Mateo, con toda seguridad, está pensando en las comunidades cristianas a las que dirige su evangelio y que llevaban a cabo su misión en un ambiente hostil de rechazo y persecución. Necesitaban una palabra de aliento ante el lógico cansancio y la frustración de predicar a oídos sordos, pero, sobre todo, necesitaban comprender que la causa del reinado de Dios no es un paseo triunfal, sino que lleva siempre consigo el sufrimiento y la tribulación.
Jesús, en primer lugar, conforta a sus discípulos y les asegura que ellos, al aceptar su palabra, han entrado ya en el proceso de comprensión de los misterios del reinado de Dios, lo que significa recibir abundancia sobre abundancia. Los llama dichosos (16) y testigos de excepción de un acontecimiento de tanta plenitud y tan largamente esperado (17).
A los que no aceptan el reinado de Dios, a los «que miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden» (13), Jesús les dirige las duras palabras del profeta Isaías (Isa_6:9s). Son palabras de denuncia y de condena, pero son, sobre todo, una invitación al arrepentimiento y a la conversión.
Ésta es también la lección que quiere dar Mateo a sus comunidades cristianas (y a las de hoy): el aparente fracaso de reinado de Dios, el rechazo del mensaje y la hostilidad a sus mensajeros, más que desanimar a una Iglesia marginada y perseguida en su misión de anuncio y de denuncia, debe, por el contrario, fortificar su compromiso y su testimonio, pues es precisamente en la persecución y en la prueba donde se revela el poder y la verdad de la Buena Noticia. El misterio mayor y más difícil de comprender del reinado de Dios es el sufrimiento, la muerte y la resurrección de su primer testigo y mensajero, Jesús. La instauración del reinado de Dios en el interior de la persona y en las estructuras de la sociedad es siempre un camino doloroso, lleno de fracasos. Sólo a la luz de la Pascua sabemos que el fracaso y la muerte no serán la última palabra de la historia.


Mateo 13,24-30La cizaña. La parábola de la cizaña completa la gran parábola del sembrador y, como ésta, se compone de dos partes: la exposición al pueblo (24-30) y la explicación a los discípulos (36-43).
Los campesinos que escuchaban a orillas del lago no necesitaban seguramente de muchas explicaciones para identificar a los sembradores de la cizaña, los enemigos del reinado de Dios, con aquellos fariseos y líderes del Templo que se oponían, por ejemplo, a que Jesús sanara a un enfermo en el día sagrado del sábado (12,9-14); los mismos que reducían al pobre a una marginación religiosa por su ignorancia de las leyes y la imposibilidad de cumplirlas.
Es posible que aquella gente sencilla, los primeros llamados a convertirse al reinado de Dios, descubrieran también la cizaña que llevaban dentro, pues la acción de Jesús sanaba a la persona entera, los cuerpos y los corazones (9,2).
El trigo y la cizaña que crecen juntos eran la mejor expresión de que la propuesta del nuevo ser humano y de la nueva sociedad que quería Jesús debía realizarse bajo la convicción de que la realidad tangible del mal será compañera inseparable de la historia de la salvación. Dividir la humanidad entre buenos que hay que salvar y malos que hay que condenar ha costado equivocaciones irreparables que la historia sigue aún lamentando.
Mateo 13,31-32La semilla de mostaza. Las dos imágenes de la mostaza y la levadura (13,33-35) se complementan para darnos una idea del dinamismo de crecimiento y de transformación del reinado de Dios. En la minúscula semilla de mostaza se encierra algo inmensamente grande. Dios sabe valorar la dimensión de lo pequeño frente a la mentalidad oficial del tiempo de Jesús donde sólo contaba lo grande y poderoso, y esta mentalidad se había convertido en la medida de todo juicio. Jesús reacciona contra este modo de ver la vida y en esta bella parábola nos describe otra realidad. Jesús sabía, por propia experiencia, que, para que aconteciera el reinado, Dios había tomado la dimensión de lo pequeño, la misma dimensión del ser humano. Bastaba oír de labios de Jesús esta parábola para estar convencido de la predilección de Dios por lo pequeño, por lo pobre, como medida propia y como medida de su obra evangelizadora. De una minúscula semilla brota la vida más exuberante: un árbol que crece y da cobijo a otros seres, a donde «vienen los pájaros y anidan en sus ramas» (32). Mateo podría hacerse eco de las profecías de Ezequiel y de Daniel (cfr. Eze_17:23; Dan_4:8s.18) hechas realidad en sus comunidades cristianas, abiertas ya a todos los pueblos.
Hoy día podemos prolongar la imagen y aplicarla al ideal de una Iglesia que sea el hogar de todos, donde nadie se sienta extraño, excluido o de segunda categoría: ni el pobre por ser pobre, ni la mujer por ser mujer, ni el laico por ser laico, ni el que disiente por defender sus propias opiniones; una Iglesia donde todos los carismas y todos los servicios tuvieran carta de ciudadanía.
Mateo 13,33-35La levadura. Para ser levadura que fermente a la masa, la Iglesia no puede vivir separada del mundo, sino todo lo contrario, inmersa en las realidades sociales, políticas, económicas y culturales, allí donde esté en juego la causa del reinado de Dios, que es el anuncio de la Buena Noticia de liberación, especialmente para el pobre y el oprimido. Este compromiso será siempre arriesgado y podrá aparecer, frente a los poderes establecidos, tan insignificante como el poquito de levadura de la parábola, pero la fermentación de la masa está asegurada. La levadura tiene un secreto para hacer crecer la masa. Jesús se enfrenta a la mentalidad religiosa de su pueblo, convencido de que la historia se construía a base de intervenciones directas, espectaculares y unilaterales de Dios, sin el concurso del ser humano. Jesús, en cambio, experimentaba cómo Dios actuaba en Él y en mucha gente del pueblo de una manera silenciosa, pero efectiva.
Mateo 13,36-43La explicación de la cizaña. La explicación de la parábola se presta a muchas reflexiones, todas ellas previstas, quizá, por el evangelista. Es, en primer lugar, una exhortación a la tolerancia, ante el riego constante de todo grupo o institución religiosa de creerse y autoproclamarse grupo escogido frente a los otros, fácilmente calificados como «malas hierbas». La Iglesia ha caído muchas veces a lo largo de su historia en este complejo de superioridad y de condena frente a las otras religiones, frente a las otras denominaciones cristianas, frente a los propios católicos y católicas que difieren de lo establecido como institucional o teológicamente correcto.
Pero, sobre todo, el énfasis de la explicación de la parábola está en el juicio escatológico donde, al final de los tiempos, será el juez supremo quien hará la separación entre los verdaderos «ciudadanos del reinado» y la cizaña o «súbditos del Maligno» (38). El criterio de la separación, como se dirá más adelante en el juicio de las naciones (25,31-46), será la opción por el pobre y el necesitado. Quién haya hecho esta opción en su vida habrá sido buena semilla en su reinado, aunque no haya pertenecido explícitamente a la Iglesia; quien no, será cizaña. Mientras tanto, estamos en el tiempo de la paciencia histórica de Dios, el ámbito de su misericordia donde siempre es posible la conversión y el cambio.
Mateo 13,44-50El tesoro escondido - La perla fina - La red. Las dos primeras parábolas encarecen el valor del reinado de Dios, al cual hay que sacrificar todos los demás valores. El hombre que descubrió el tesoro descubrió lo que no buscaba, mientras que el buscador de perlas encontró lo que no se atrevía a imaginar. No se entra en el reinado de Dios por los propios méritos, sino que es un don que se ofrece y que pide una respuesta. A los afortunados con el hallazgo les queda por delante la labor de toda una vida, la de ir subordinando todo (vender todas las posesiones, dice Jesús) a la causa del reino. El reino se convierte en el único valor absoluto para quien lo descubre; es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús.
La parábola de la red insiste en el desenlace del reinado, como nos lo ha enseñado ya la parábola de la cizaña: el fuego acabará con la cizaña y con los peces malos. Jesús no dudó en utilizar esta imagen que formaba parte de su cultura y que Mateo quiso conservar (5,22; 7,19; 13,30; 25,41). No intenta amenazar ni infundir terror, sino resaltar lo extraordinariamente importante que es el don que se ofrece y lo decisivo de la respuesta de la persona.
Mateo 13,51-52Lo nuevo y lo viejo. Con esta interesante conclusión a las parábolas, Mateo parece tranquilizar a sus cristianos y cristianas procedentes del judaísmo, haciéndoles ver que la Buena Noticia no ha venido a hacer tabla rasa de la cultura y tradición religiosa de sus antepasados, sino todo lo contrario, a infundir en ellas un nuevo e inesperado vigor. Jesús entendió desde el principio, y así se lo enseñó a sus discípulos, que el reinado de Dios debía partir de los valores de la cultura, que son valores que provenían del mismo Dios. Si algún judío daba el paso hacia la propuesta de Jesús, no tenía por qué perder los valores multiseculares de su cultura. Toda ella era un don que había que poner a disposición del reinado de Dios, que no venía a destruir, sino a construir sobre lo que el ser humano había logrado hasta ese momento.
Como los pájaros del cielo que vienen a hacer sus nidos en el árbol de mostaza, en el reinado de Dios todas las culturas y tradiciones religiosas de la tierra son como de casa: bienvenidas, reconocidas y llamadas a unirse a la causa de Jesús. Así debe ser también en la Iglesia que está a su servicio. La causa del pobre y del excluido es el criterio de discernimiento que hará posible el encuentro, la armonía y el diálogo interreligioso. Éste es el lugar común y el macroecumenismo donde hay cabida para todos los trabajadores del reinado de Dios.
Mateo 13,53-58El hijo del artesano. El capítulo se cierra en el pueblo de Nazaret, a donde Jesús se dirige para predicar en la sinagoga y se encuentra con la incomprensión y el rechazo. Lo que ha expuesto en sus parábolas se cumple en sus paisanos: «miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden» (13). Su imagen de profeta no es compatible con la humildad de su familia ni con su condición de artesano. ¿Es posible que sus manos encallecidas de trabajador sean ahora instrumentos de Dios para sanar y liberar? Se admiran, preguntan, pero se resisten a responder, porque tropiezan en la humildad y pobreza del carpintero. ¡Cómo se va a revelar Dios con sus signos y prodigios en un pobre como Jesús a quien sus paisanos conocen bien!
El contraste entre esta mentalidad (de ayer y de hoy) con las palabras de Jesús no puede ser mayor: «¡Te alabo, Padre... porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección» (11,25s). Ésta es la novedad más sorprendente del reinado de Dios. Cuando oímos la frase «los pobres nos evangelizan», no es retórica lo que estamos oyendo, sino la pura realidad de la Buena Noticia -si es que nos dejamos evangelizar por ellos-. Los pobres pueden convertirse para nosotros en sacramento de conversión y de encuentro con el Dios de Jesús.