Mateo 15 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 39 versitos |
1

Sobre la tradición
Mc 7,1-13

Entonces unos fariseos y letrados de Jerusalén se acercaron a Jesús y le preguntaron:
2 –¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los mayores? Pues no se lavan las manos antes de comer.
3 Él les respondió:
–¿Y por qué ustedes quebrantan el precepto de Dios en nombre de su tradición?
4 Pues Dios mandó: Sustenta a tu padre y a tu madre. El que abandona a su padre o su madre debe ser condenado a muerte.
5 Ustedes, en cambio, dicen: Si uno comunica a su padre o su madre que los bienes que tenía para ayudarlos han sido ofrecidos al templo,
6 queda libre de la obligación de sustentarlos. Y así en nombre de su tradición ustedes invalidan el precepto de Dios.
7 ¡Hipócritas! Qué bien profetizó de ustedes Isaías cuando dijo:
8 Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí;
9 el culto que me dan es inútil,
pues la doctrina que enseñan
son preceptos humanos.
10

Sobre la verdadera pureza
Mc 7,14-23

Y llamando a la gente, les dijo:
– Escuchen atentamente:
11 No contamina al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella; eso es lo que realmente contamina al hombre.
12 Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron:
–¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte hablar así?
13 Él respondió:
– Toda planta que no plantó mi Padre del cielo será arrancada.
14 Déjenlos: son ciegos y guían a otros ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un pozo.
15 Pedro contestó:
– Explícanos [esta] comparación.
16 Él les dijo:
–¿También ustedes siguen sin entender?
17 ¿No ven que lo que entra por la boca pasa al vientre y luego es expulsado del cuerpo?
18 En cambio, lo que sale por la boca brota del corazón; y eso sí que contamina al hombre.
19 Porque del corazón salen malas intenciones, asesinatos, adulterios, fornicación, robos, falso testimonio, blasfemia.
20 Esto es lo que hace impuro al hombre y no el comer sin lavarse las manos.
21

La mujer cananea
Mc 7,24-30

Desde allí se fue a la región de Tiro y Sidón.
22 Una mujer cananea de la zona salió gritando:
–¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es atormentada por un demonio.
23 Él no respondió una palabra. Se acercaron los discípulos y le suplicaron.
– Señor, atiéndela, para que no siga gritando detrás de nosotros.
24 Él contestó:
–¡He sido enviado solamente a las ovejas perdidas de la Casa de Israel!
25 Pero ella se acercó y se postró ante él diciendo:
–¡Señor, ayúdame!
26 Él respondió:
– No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos.
27 Ella replicó:
– Es verdad, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.
28 Entonces Jesús le contestó:
– Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos.
Y en aquel momento, su hija quedó sana.
29

Múltiples sanaciones

Desde allí se dirigió al lago de Galilea, subió a un monte y se sentó.
30 Acudió una gran multitud que traía cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos enfermos. Los colocaban a sus pies y él los sanaba.
31 La gente quedaba admirada al ver que los mudos hablaban, los cojos caminaban, los lisiados quedaban sanados y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
32

Da de comer a cuatro mil
Mc 8,1-10

Jesús llamó a los discípulos y les dijo:
– Me da lástima esta gente, porque llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.
33 Le dijeron los discípulos:
–¿Dónde podríamos, en un lugar tan despoblado como éste, conseguir suficiente pan para toda esta gente?
34 Jesús les preguntó:
–¿Cuántos panes tienen?
Ellos le contestaron:
– Siete y algunos pescaditos.
35 Él ordenó a la gente que se sentara en el suelo.
36 Tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, partió el pan y se lo dio a los discípulos; éstos se los dieron a la multitud.
37 Comieron todos hasta quedar satisfechos; y con los restos llenaron siete canastos.
38 Los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.
39 Luego despidió a la multitud, subió a la barca y se dirigió al territorio de Magadán.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 15,1-20Sobre la tradición - Sobre la verdadera pureza. (Véase el comentario a Mar_7:1-13 y 7,14-23). Desde Jerusalén, los fariseos interrogan a Jesús sobre su libertad y la de sus discípulos frente a las tradiciones, cuya interpretación abusiva ellos habían convertido en ley. En este caso se trata del rito de lavarse las manos antes de comer.
Jesús convierte el interrogatorio en controversia y la aprovecha para exponer con claridad desafiante su enseñanza. En la época de Jesús, el pecado se reducía a las simples transgresiones higiénicas, alimentarias y étnicas. Primero, les responde con otra pregunta que desenmascara la aberración a que habían llegado en su manipulación de una ley tan fundamental del decálogo como es la de proveer sustento al padre y a la madre. Sin esperar a la reacción de sus contrincantes, lanza contra ellos el anatema del profeta (Isa_29:13), que es una condena contra todo culto falso y farisaico, contra todas las tradiciones esclavizantes que matan el espíritu hasta del mandamiento más sagrado.
A continuación, y dirigiéndose ya a la multitud (10s), vuelve a la pregunta inicial de los fariseos y expone su nueva enseñanza con la comparación sobre lo que de verdad contamina o no a la persona. Los fariseos están escandalizados, los discípulos no saben a qué atenerse y nosotros, quizás, no acabamos de comprender hasta qué grado de perversión había llegado aquella sociedad en manos de sus dirigentes políticos y religiosos. Jesús llamó «guías ciegos» a los líderes oficiales del pueblo (14s). Pero la ceguera es tanto de los líderes como del pueblo. Caminan juntos, como dos ciegos, sin que el uno pueda ayudar al otro.
En el fondo, todas aquellas tradiciones de pureza legal no tenían otro objetivo que el de preservar la identidad del pueblo judío como pueblo elegido por Dios frente a los demás pueblos. Y esto es, en realidad, lo que ataca Jesús yendo a la raíz de lo que hace a la persona pura o impura, digna o indigna ante Dios: lo que sale de su corazón y se traduce en sus acciones, no la clase de alimento que entra por la boca.


Mateo 15,21-28La mujer cananea. Mateo sitúa a continuación este relato para ilustrar la enseñanza anterior de Jesús. Se trata de una mujer pagana; por tanto, según la mentalidad religiosa judía, una mujer excluida e impura. El escenario se sitúa en la zona de Tiro y Sidón, tierra extranjera. Tras los gritos de angustia de la cananea: «¡Señor, ayúdame!» (25), expresión de una fe que surge de la pureza del corazón, se entabla un diálogo entre Jesús y la mujer en presencia de los discípulos, quienes querían despedirla como a una intrusa que no merecía la atención del Maestro. Este episodio nos plantea un dilema: a Jesús no parece interesarle la suerte de los que no pertenecen étnicamente al pueblo israelita. Sin embargo, esta escena hay que interpretarla desde las claves misioneras y culturales que nos proporciona el evangelio.
Las aparentes objeciones de Jesús a realizar el milagro reflejan en realidad las objeciones de la comunidad cristiana -representada aquí por los discípulos- para la que escribe Mateo su evangelio y que no acababa aún de digerir la presencia en su seno de creyentes convertidos del paganismo. Es como si Jesús pusiera objeciones, para después negarlas con el milagro. El exclusivismo de la pureza racial de su herencia judía aún pesaba mucho sobre aquellos judeocristianos de las primeras generaciones.
Pero el don de la fe no conoce fronteras de raza, cultura o condición social. Con este milagro y la alabanza pública de la fe de esta mujer, Jesús está señalando la nueva comunidad universal que ha venido a inaugurar, como alternativa a todos los exclusivismos de su tiempo y de nuestro tiempo.
Mateo 15,29-31Múltiples sanaciones. El sumario que presenta Mateo a continuación tiene como escenario un monte, lugar preferido por el evangelista para las revelaciones de Jesús. El contexto sigue siendo el mundo pagano, es decir, los hombres y mujeres necesitados de todos los pueblos y de todos los tiempos para quienes el reinado de Dios trae la liberación definitiva. Liberación que Mateo resume en el júbilo de la muchedumbre que comprueba admirada cómo los mudos hablan, los cojos andan y los ciegos ven (31).
El evangelista ve en el poder sanador de Jesús el cumplimiento de la profecía de Isaías (Isa_35:5s), donde el profeta describe en un himno de alegría el regreso de los exiliados a la patria, donde les espera la redención y el gozo de la presencia del Señor. Isaías sólo canta la marcha, no describe la instauración del nuevo reinado. El evangelista anuncia ya la presencia de la gloria Dios y su reinado en la persona de Jesús.
Mateo 15,32-39Da de comer a cuatro mil. ¿Hubo en realidad una segunda multiplicación de los panes? Lucas y Juan sólo hablan de una. Mateo (al igual que Mar_8:1-10) nos refiere dos, pero más que de duplicación del hecho milagroso habría que hablar de extensión de su significado al nuevo auditorio que se ha reunido a los pies de Jesús en el monte: los paganos. También ellos, al igual que la muchedumbre judía de la primera multiplicación (Mar_14:13-21), han sido llamados a participar del banquete mesiánico, simbolizado en la abundancia del pan ofrecido y repartido.
El relato de Mateo, dirigido a una comunidad cristiana mixta, pone de manifiesto la única razón que les había convocado a sentarse a la mesa del Señor como una sola comunidad de hermanos y hermanas: no la raza o la procedencia religiosa, sino la compasión de Jesús: «sintió lástima» (Mar_14:14), «me da lástima esta gente» (32).