Mateo 17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Transfiguración de Jesús
Mc 9,2-13; Lc 9,28-36

Seis días más tarde llamó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada.
2 Delante de ellos se transfiguró: su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz.
3 De pronto se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
4 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús:
– Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía:
–Éste es mi Hijo querido, mi predilecto. Escúchenlo.
6 Al oírlo, los discípulos cayeron boca abajo temblando de mucho miedo.
7 Jesús se acercó, los tocó y les dijo:
–¡Levántense, no tengan miedo!
8 Cuando levantaron la vista, sólo vieron a Jesús.
9 Mientras bajaban de la montaña, Jesús les ordenó:
– No cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
10 Los discípulos le preguntaron:
–¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?
11 Jesús respondió:
– Elías tiene que venir a restablecer nuevamente el orden de todas las cosas.
12 Pero les aseguro que Elías ya vino, no lo reconocieron y lo maltrataron. Del mismo modo el Hijo del Hombre va a sufrir a manos de ellos.
13 Entonces comprendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
14

Sana a un niño epiléptico
Mc 9,14-29; Lc 9,37-43

Cuando volvieron adonde estaba la gente, un hombre se le acercó, se arrodilló ante él
15 y le dijo:
– Señor, ten compasión de mi hijo que es epiléptico y sufre horriblemente. Muchas veces se cae en el fuego o en el agua.
16 Se lo he traído a tus discípulos y no han podido sanarlo.
17 Respondió Jesús:
–¡Qué generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Tráiganmelo aquí.
18 Jesús reprendió al demonio, y éste abandonó al muchacho que desde aquel momento quedó sano.
19 Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte:
–¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
20 Él les contestó:
– Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría. Y nada sería imposible para ustedes.
21 [[Pero esta clase sólo se expulsa con oración y ayuno.]]
22

Segundo anuncio
de la pasión y resurrección
Mc 9,30-32; Lc 9,44s

Mientras paseaban juntos por Galilea, Jesús les dijo:
– El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres
23 que le darán muerte. Pero al tercer día resucitará.
Ellos se entristecieron profundamente.
24

Sobre el impuesto del Templo

Cuando llegaron a Cafarnaún, los recaudadores de impuestos se acercaron a Pedro y le dijeron:
–¿El maestro de ustedes no paga los impuestos?
25 Pedro contestó:
– Sí.
Cuando entró en casa, Jesús se le adelantó y le preguntó:
–¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran impuestos?, ¿de los hijos o de los extraños?
26 Contestó que de los extraños y Jesús le dijo:
– Eso quiere decir que los hijos quedan libres de pagar.
27 Pero para no dar motivo de escándalo, ve al lago, echa un anzuelo y al primer pez que pique sácalo, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 17,1-13Transfiguración de Jesús. Los discípulos se sienten desanimados después de escuchar el anuncio de la pasión de Jesús y conocer las consecuencias de su seguimiento. La transfiguración es una palabra de ánimo, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y se anticipa su victoria sobre la cruz.
Tenemos en este relato una completa presentación de Jesús. En Él se ha manifestado la gloria de Dios; Él es verdaderamente el Mesías esperado de Israel; más aún, es el Hijo de Dios, un título en el que Mateo insiste a lo largo de todo su evangelio. Esta presentación tiene como destinatarios a los discípulos que lo acompañan y, en la mente del evangelista, también a todos los que leen el evangelio. Su propósito es acrecentar la fe de los discípulos en Jesús a través de la contemplación de su victoria sobre la muerte; de este modo, podrán asumir todas las exigencias que lleva consigo ser discípulos y seguidores de Jesús.
Jesús es el Maestro que habla y enseña a sus discípulos. Pero, al mismo tiempo, es el Señor, penetrado por la luz de Dios y envuelto en la nube (signos de la presencia divina). Dios quiso retirar el velo tras el cual se esconde el misterio de Jesús. Los discípulos caen en tierra ante Él. Es la actitud de adoración ante el Señor. Y el temor surge del pensamiento de estar ante Dios; un temor que es superado gracias a la presencia y la palabra de Jesús: «no tengan miedo» (7).
El mensaje de esta narración y la finalidad perseguida por el evangelista es que todo lo esperado para el futuro se ha hecho realidad en el presente en la persona de Jesús. El relato invita también a superar la tentación de un mesianismo glorioso y fácil, animando a los discípulos a comprender con Jesús el camino de la obediencia a la voluntad del Padre. Para Mateo, el sufrimiento y la gloria de Jesús son dos dimensiones inseparables de su acción redentora.
En el versículo 10, la pregunta sobre Elías llega atraída por la visión del profeta en la transfiguración. Los discípulos se hacen eco de la creencia popular, enseñada por los doctores a la luz de Mal_4:5s: si Elías no ha vuelto aún, Jesús no es el Mesías. Jesús, en su respuesta, identifica la persona de Elías con la del Bautista (cfr. 11,14), quien cumplió con su tarea de preparar al pueblo. De la misma manera que a Juan no lo reconocieron, sino que lo mataron (cfr. 14,1-12), así Jesús, el Hijo del Hombre, será malinterpretado y condenado a muerte.
La insistencia de Jesús en la pasión rompe las esperanzas en un Mesías político y nacionalista. El Hijo del Hombre es, efectivamente, el Mesías, pero un Mesías doliente, en la línea del Siervo del Señor.


Mateo 17,14-21Sana a un niño epiléptico. La función de este relato es instruir sobre la fe a partir de un hecho concreto. El relato paralelo de Marcos (Mar_9:14-29) es más amplio y contiene detalles que hacen más comprensible la escena narrada; la insistencia allí es en la oración.
El milagro de sanación le sirve a Mateo para encuadrar el tema del poder de la fe. Era necesario insistir ante la ausencia de la fe, especialmente entre los discípulos, «hombres de poca fe» (Mar_6:30; Mar_8:26).
La fe auténtica, aunque sea pequeña como un grano de mostaza, participa en el poder de Dios (Rom_4:17-21). Precisamente por eso puede decirse de ella que «mueve montañas» (cfr. 1Co_13:2). Es una descripción poética del poder del Creador, ante el cual no encuentra obstáculo alguno ni lo más sólido: los montes («los montes brincaron como carneros, las colinas como corderos», Sal_114:4).
Mateo reprocha a los discípulos su falta de confianza en el poder que habían recibido de Jesús y, en tal sentido, este mensaje no ha perdido actualidad: es una exhortación a no poner en duda la fuerza salvadora de la Buena Noticia.
Mateo 17,22-23Segundo anuncio de la pasión y resurrección. Véase el comentario a Mar_9:30-32.
Mateo 17,24-27Sobre el impuesto del Templo. La cuestión del impuesto surgió por la costumbre que se había generalizado entre los judíos -incluso entre los que vivían dispersos por el mundo romano- de pagar un impuesto anual para el Templo. La cantidad era, más bien, pequeña: una didracma o dos dracmas, moneda griega que equivalía al jornal de dos días de un obrero. Pero la obligación de este impuesto no podía urgirse desde la Ley. Según el punto de vista de los saduceos, sólo podían exigirse los impuestos señalados expresamente por la Ley (Éxo_30:11-13), y el referido al Templo no figuraba en ella.
La analogía tiene, sin embargo, otro nivel más profundo. El relato muestra claramente que Jesús no estaba obligado a pagar este impuesto. Esta obligación correspondía a los súbditos, no a los hijos del rey; de ahí la analogía que usa Jesús. La ilustración utilizada en los versículos 25s se basa en la identidad de Jesús como Hijo de Dios. El Señor del Templo era Dios. Jesús es su Hijo. Los que creen en Jesús participan de esta filiación. Su libertad -la de Jesús y la de sus discípulos- nace de su calidad de hijos. Pero, junto a esta libertad, Jesús quiere expresar también una actitud de respeto frente a la posible obligación legal y frente al Templo, en cuanto que es la casa de Dios.
Jesús paga los impuestos para no escandalizar ni entrar en conflicto con las autoridades legales. Después de la destrucción del Templo en el año 70 d.C., los impuestos cobrados a los judíos se asignaban para el mantenimiento del templo pagano de Júpiter Capitolino en Roma; este recuento pudo ayudar a los miembros judíos de la comunidad de Mateo. Aunque no estaban obligados a pagar el impuesto, convenía hacerlo para evitar escándalos (cfr. Rom_13:1-7; 1Pe_2:13-17).