Mateo 21 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 46 versitos |
1

Entrada triunfal en Jerusalén
Mc 11,1-11; Lc 19,29-40; cfr. Jn 12,12-19

Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de los Olivos. Entonces Jesús envió a dos discípulos
2 diciéndoles:
– Vayan al pueblo de enfrente y enseguida encontrarán una burra atada y su cría junto a ella. Desátenla y tráiganla.
3 Si alguien les dice algo, ustedes le dirán que el Señor la necesita. Y enseguida los devolverá.
4 Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta:
5 Digan a la ciudad de Sión:
mira a tu rey
que está llegando: humilde,
cabalgando un burrito, hijo de asna.
6 Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Jesús,
7 le llevaron la burra y su cría. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó.
8 Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y cubrían con ellas el camino.
9 La multitud, delante y detrás de él, aclamaba:
–¡Hosana al Hijo de David!
Bendito el que viene
en nombre del Señor.
¡Hosana en las alturas!
10 Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba:
–¿Quién es éste?
11 Y la multitud contestaba:
– Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea.
12

Purifica el Templo
Mc 11,15-19; Lc 19,45-48; cfr. Jn 2,13-16

Jesús entró en el templo y echó fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas.
13 Les dijo:
– Está escrito que mi casa será casa de oración, mientras que ustedes la han convertido en cueva de asaltantes.
14 En el templo se le acercaron ciegos y cojos y él los sanó.
15 Cuando los sumos sacerdotes y letrados vieron los milagros que hacía y a la gente gritando en el templo: ¡Hosana al Hijo de David!, se indignaron
16 y le dijeron:
–¿Oyes lo que están diciendo?
Jesús les contestó:
– Sí, ¿acaso nunca han oído aquel pasaje:
sacaré una alabanza de la boca
de criaturas y niños de pecho?
17 Dejándolos, salió de la ciudad y se dirigió a Betania, donde pasó la noche.
18

La higuera seca
Mc 11,12-14.20-25

De mañana, cuando caminaba a la ciudad, sintió hambre,
19 al ver una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas. Entonces le dijo:
– Jamás vuelvas a dar fruto.
En ese momento se secó la higuera.
20 Al verlo, los discípulos decían asombrados:
–¿Cómo es que la higuera se ha secado repentinamente?
21 Jesús les respondió:
– Les aseguro que, si tuvieran una fe firme, no sólo harían lo de la higuera, sino que podrían decir a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, y lo haría.
22 Y todo lo que pidan con fe lo recibirán.
23

La autoridad de Jesús
Mc 11,27-33; Lc 20,1-8

Entró en el templo y se puso a enseñar. Se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron:
–¿Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado tal autoridad?
24 Jesús les contestó:
– Yo a mi vez les haré una pregunta, si me la responden, les diré con qué autoridad hago esto:
25 El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía?, ¿del cielo o de los hombres?
Ellos discutían la cuestión: Si decimos que del cielo, nos dirá que por qué no le creímos;
26 si decimos que de los hombres, nos asusta la gente, porque todos tienen a Juan por profeta.
27 Así que respondieron a Jesús:
– No sabemos.
Él les replicó:
– Entonces yo tampoco les digo con qué autoridad lo hago.
28

Los dos hijos

– A ver, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.
29 El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue.
30 Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Éste respondió: Ya voy, señor; pero no fue.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?
Le dijeron:
– El primero.
Y Jesús les contestó:
– Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios.
32 Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, aun después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído.
33

Los viñadores malvados
Mc 12,1-12; Lc 20,9-19

Escuchen otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la rodeó con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre; después la arrendó a unos viñadores y se fue.
34 Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó a sus sirvientes para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía.
35 Pero los viñadores agarraron a los sirvientes y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y al tercero lo apedrearon.
36 Envió otros sirvientes, más numerosos que los primeros, y los trataron de igual modo.
37 Finalmente les envió a su hijo, pensando que respetarían a su hijo.
38 Pero los viñadores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia.
39 Agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron.
40 Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores?
41 Le respondieron:
– Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo.
42 Jesús les dijo:
–¿No han leído nunca en la Escritura:
La piedra
que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular;
es el Señor quien lo ha hecho
y nos parece un milagro?
43 Por eso les digo que a ustedes les quitarán el reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos.
44 [El que tropiece con esa piedra se hará trizas; al que le caiga encima lo aplastará.]
45 Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos.
46 Intentaron arrestarlo, pero tuvieron miedo de la multitud, que lo tenía por profeta.

Patrocinio

 
 

Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Mateo 21,1-11Entrada triunfal en Jerusalén. Después de instruir a sus discípulos sobre su destino y sobre las exigencias del seguimiento (16,21-20,34), Jesús entra en Jerusalén y el conflicto con las autoridades judías se agrava cada vez más. Jesús inicia aquí la última etapa de su vida terrena.
Con motivo de la celebración de la Pascua, memoria viva de la liberación de Egipto, acudían a Jerusalén multitud de judíos. En estas ocasiones, las expectativas mesiánicas resurgían con fuerza. La espera del inminente reinado de Dios se apoderó del grupo que lo acompañaba, y comenzaron a aclamarlo como Mesías («Hijo de David», según el versículo 9). El gesto humilde de Jesús de entrar en Jerusalén montado en un asno revela que su mesianismo no seguirá los esquemas del poder y la gloria.
Las autoridades y la gente sencilla han comprendido el significado y el alcance del gesto realizado por Jesús, pero sus reacciones son diversas: la gente reconoce que es un profeta, pero las autoridades de la ciudad acogen esta manifestación con recelo y turbación. La pregunta: «¿Quién es éste?» (10) no revela deseos de conocer, sino un rechazo frontal de Jesús.


Mateo 21,12-17Purifica el Templo. Lo primero que hace Jesús al entrar en Jerusalén es purificar el Templo. Se trata de una acción simbólica en un ámbito restringido, con un gesto de autoridad que desacredita la autoridad oficial y religiosa. El comercio de ganado y de moneda en el patio mayor del recinto del Templo se prestaba a múltiples abusos, tolerados por la autoridad. Jesús rubrica su gesto combinando dos citas del Antiguo Testamento (Isa_56:7 y Jer_7:11).
Este hecho es una de las acciones más representativas de Jesús. Reclama una conversión profunda, una vuelta a la alianza de amor con Dios. Este gesto era muy peligroso, porque atentaba contra los fundamentos de un sistema firmemente establecido. La doctrina de Jesús, ratificada con su praxis liberadora, tenía que exasperar a los dirigentes judíos. Poner en cuestión la imagen tradicional de Dios, del Templo, de Jerusalén, de la Ley, era blasfemo. Tocar «el buen nombre» de los dirigentes era sacrílego. Jesús terminó enfrentado con la institución (el Sanedrín y el Templo) y con sus servidores. Por ello, entre los crímenes por los cuales condenaron a Jesús estaba la blasfemia y el sacrilegio.
La purificación del Templo va acompañada de sanaciones y aclamaciones de los niños: una manifestación de Jesús como Mesías. Los dirigentes del Templo se escandalizan, no entienden que con esta llegada de Jesús se inaugura el auténtico y verdadero culto.
Mateo 21,18-22La higuera seca. Esta escena es, a primera vista, incongruente. En Marcos, este episodio precede a la purificación del Templo (Mar_11:12-14.15-17); la higuera estéril simboliza al pueblo de Israel que no ha sido fiel a su misión y la maldición de Jesús anuncia el abandono de Dios (cfr. Luc_13:6-9). Sin embargo, para Mateo se trata de la manifestación del poder de Jesús que buscó frutos de justicia en la ciudad santa, pero no los encontró; por eso, anuncia simbólicamente la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo. Para el evangelista, este hecho es una ocasión para instruir a la comunidad sobre la importancia y el poder de la fe; ya vimos en Mt 8s que la fe es siempre un requisito para que Jesús pueda realizar sus signos.
Mateo 21,23-27La autoridad de Jesús. La autoridad con que Jesús actúa molesta a sus adversarios. Aquí tenemos el primer debate con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. Se discute la autoridad (23) con que Jesús entró en la ciudad, purificó el Templo, sanó a los enfermos y enseñó. Jesús responde, como en otras ocasiones, preguntando (24): promete responder si ellos dicen públicamente si el bautismo de Juan es de Dios o es humano. Sus acusadores se ven obligados a dar una respuesta («No sabemos»), con la que quedan humillados frente a los observadores y reafirma la autoridad de Jesús (27). Los lectores de Mateo saben que tanto la actividad de Juan como la de Jesús provienen de Dios.
Mateo 21,28-32Los dos hijos. Jesús comienza la parábola con una primera pregunta: «¿Qué les parece?» (28). Según las convenciones sociales de la época, lo más probable es que la gente respondiera que el que actuó bien fue el primer hijo porque respondió bien a su padre. El otro hijo había puesto en entredicho el honor de su padre al desobedecerle; su negativa era una falta de respeto.
Pero Jesús cambia la pregunta: «¿Cuál de los dos hizo a voluntad de su padre?» (31). Lo que importa no son las apariencias externas, sino el interior de la persona; el que honra a Dios no es el que observa unos ritos externos, sino el que hace su voluntad. Al amor no lo consuma la ortodoxia, sino el compromiso. En el tiempo de Jesús, el legalismo solía poner la ortodoxia como uno de sus pilares. Había creado una mentalidad centrada en las apariencias. Jesús sabía que para Dios, que conocía lo secreto del corazón, el hijo verdadero era el que de hecho practicaba la justicia. Esta parábola lo expresa con claridad: las relaciones auténticas con Dios se establecen sobre el compromiso. Las apariencias de obediencia (sólo palabras), no crean relaciones genuinas.
Mateo 21,33-45Los viñadores malvados. Esta dura parábola nació como la expresión del agudo conflicto al que había llegado Jesús con los dirigentes de su pueblo y tomó un significado especial a partir del año 70 d.C. y de la destrucción de Jerusalén. Jesús ya veía cercana su muerte y sabía que hacia ella lo llevaba la violencia de los dirigentes. Ellos eran los primeros responsables de su muerte y como tales, unos asesinos. La oferta de Jesús de una sociedad fraterna, solidaria e igualitaria chocó con los intereses del sistema. La parábola contiene una amarga ironía que resume toda la historia de Israel: en el Antiguo Testamento había empezado como un humilde arrendatario y frente a Jesús terminaba como un asesino por interés.
Los líderes de Israel no han cultivado bien la viña, preparándola para el Mesías. Se han apropiado del pueblo y deciden la muerte de Jesús porque les arrebata su control sobre la gente sencilla. El heredero es asesinado fuera de la viña, como Jesús a las afueras de Jerusalén. Esos líderes judíos no van a tener ningún poder sobre el nuevo Pueblo de Dios porque ha pasado a manos de los discípulos de Jesús.
Tanto la Iglesia primitiva como la nuestra de hoy sabe que su existencia y su razón de ser están ligadas a la fidelidad a la misión de Jesús: hacer presente la novedad absoluta del reinado de Dios, que desde Jesús no se define tanto por la ortodoxia como por la praxis de liberación de los pobres y desheredados de este mundo.