Mateo 26 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 75 versitos |
1

Complot para matar a Jesús
Mc 14,1s; Lc 22,1s; cfr. Jn 11,47-57

Cuando terminó este discurso, Jesús dijo a sus discípulos:
2 – Ya saben que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
3 Entonces se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en casa del sumo sacerdote Caifás,
4 y se pusieron de acuerdo para apoderarse de Jesús mediante un engaño y darle muerte.
5 Pero añadieron que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinara el pueblo.
6

Unción en Betania
Mc 14,3-9; cfr. Lc 7,36-50; Jn 12,1-8

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el Leproso,
7 se le acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de mirra carísimo y se lo derramó en la cabeza mientras estaba a la mesa.
8 Al verlo, los discípulos dijeron indignados:
–¿Por qué este derroche?
9 Se podía haber vendido bien caro para dar el producto a los pobres.
10 Jesús se dio cuenta y les dijo:
–¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo.
11 A los pobres los tendrán siempre cerca, a mí no siempre me tendrán.
12 Al derramar el perfume sobre mi cuerpo, estaba preparando mi sepultura.
13 Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará lo que ha hecho ella.
14

Traición de Judas
Mc 14,10s; Lc 22,3-6

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, se dirigió a los sumos sacerdotes
15 y les propuso:
–¿Qué me dan si lo entrego a ustedes?
Ellos se pusieron de acuerdo en treinta monedas de plata.
16 Desde aquel momento buscaba una ocasión para entregarlo.
17

Pascua y Eucaristía
Mc 14,12-16; Lc 22,7-13

El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
–¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
18 Él les contestó:
– Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: El maestro dice: mi hora está próxima; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.
19 Los discípulos prepararon la cena de Pascua siguiendo las instrucciones de Jesús.
20

Mc 14,17-21; Lc 22,21-23; cfr. Jn 13,21-30

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
21 Mientras comían, les dijo:
– Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.
22 Muy tristes, empezaron a preguntarle uno por uno:
–¿Soy yo, Señor?
23 Él contestó:
– El que se ha servido de la misma fuente que yo, ése me entregará.
24 El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquél por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
25 Le dijo Judas, el traidor:
–¿Soy yo, maestro?
Le respondió Jesús:
– Tú lo has dicho.
26

Mc 14,22-25; Lc 22,14-20;
cfr. Jn 6,51-59; 1Cor 11,23-25

Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo:
– Tomen y coman, esto es mi cuerpo.
27 Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
– Beban todos de ella,
28 porque ésta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados.
29 Les digo que en adelante no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.
30

Anuncio del abandono
Mc 14,26-31; Lc 22,31-34; cfr. Jn 13,36-38

Cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos.
31 Entonces Jesús les dijo:
– Esta noche todos van a fallar por mi causa, como está escrito:
Heriré al pastor
y se dispersarán las ovejas del rebaño.
32 Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.
33 Pedro le contestó:
– Aunque todos fallen esta noche, yo no fallaré.
34 Jesús le respondió:
– Te aseguro que esta noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.
35 Pedro le replicó:
– Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
Lo mismo dijeron los demás discípulos.
36

Oración en el huerto
Mc 14,32-42; Lc 22,39-46; cfr. Jn 18,1

Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
– Siéntense aquí mientras yo voy allá a orar.
37 Tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y empezó a sentir tristeza y angustia.
38 Les dijo:
– Siento una tristeza de muerte; quédense aquí, y permanezcan despiertos conmigo.
39 Se adelantó un poco y, postrado su rostro en tierra, oró así:
– Padre, si es posible, que se aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
40 Volvió a donde estaban los discípulos. Los encontró dormidos y dijo a Pedro:
–¿Será posible que no han sido capaces de estar despiertos una hora conmigo?
41 Estén atentos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
42 Por segunda vez se alejó a orar:
– Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.
43 Volvió de nuevo y los encontró dormidos, porque tenían mucho sueño.
44 Los dejó y se apartó por tercera vez repitiendo la misma oración.
45 Después se acercó a los discípulos y les dijo:
–¡Todavía dormidos y descansando! Está próxima la hora en que el Hijo del Hombre será entregado en poder de los pecadores.
46 Levántense, vamos; ¡miren! se acerca el que me entrega.
47

Arresto de Jesús
Mc 14,43-52; Lc 22,47-53; cfr. Jn 18,2-12

Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de gente armada de espadas y palos, enviada por los sacerdotes y los ancianos del pueblo.
48 El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo.
49 Enseguida, acercándose a Jesús le dijo:
–¡Buenas noches, maestro!
Y le dio un beso.
50 Jesús le dijo:
– Amigo, ¿a qué has venido?
Entonces se acercaron, le echaron mano y arrestaron a Jesús.
51 Uno de los que estaban con Jesús desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al sirviente del sumo sacerdote.
52 Jesús le dijo:
– Envaina la espada: Quien a espada mata, a espada muere.
53 ¿Crees que no puedo pedirle al Padre que me envíe enseguida más de doce legiones de ángeles?
54 Pero entonces, ¿cómo se cumplirá lo que está escrito, que esto tiene que suceder?
55 Entonces Jesús dijo a la multitud:
– Como si se tratara de un asaltante han salido armados de espadas y palos para capturarme. Diariamente me sentaba en el templo a enseñar y no me arrestaron.
56 Pero todo eso sucede para que se cumplan las profecías. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
57

Jesús ante el Consejo
Mc 14,53-65; Lc 22,54s.63-71; cfr. Jn 18,13s.19-24

Los que lo habían arrestado lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los letrados y los ancianos.
58 Pedro le fue siguiendo a distancia hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los empleados para ver en qué acababa aquello.
59 Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte.
60 Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron. Finalmente se presentaron dos
61 que declararon:
–Éste ha dicho: Puedo derribar el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.
62 El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
–¿No respondes a lo que éstos declaran contra ti?
63 Pero Jesús seguía callado. El sumo sacerdote le dijo:
– Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.
64 Jesús le respondió:
– Tú lo has dicho. Y añado que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando en las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo:
–¡Ha blasfemado! ¿Qué falta nos hacen los testigos? Acaban de oír la blasfemia.
66 ¿Cuál es el veredicto de ustedes?
Respondieron:
– Reo de muerte.
67 Entonces le escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban
68 diciendo:
– Mesías, adivina quién te ha pegado.
69

Negaciones de Pedro
Mc 14,66-72; Lc 22,56-62; cfr. Jn 18,15-18.25-27

Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una sirvienta y le dijo:
– Tú también estabas con Jesús el Galileo.
70 Él lo negó delante de todos:
– No sé lo que dices.
71 Salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
–Éste estaba con Jesús el Nazareno.
72 De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre.
73 Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
– Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata.
74 Entonces empezó a echar maldiciones y a jurar que no lo conocía. En ese momento cantó el gallo
75 y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 26,1-5Complot para matar a Jesús. Mateo introduce a los lectores en el drama de la pasión narrando tres escenas en las que presenta las diversas actitudes de los personajes que rodean a Jesús: sus adversarios, Judas, sus discípulos y una mujer.
Se acabaron los discursos. Llega la hora de sufrir en silencio. Pero Jesús conserva la iniciativa: va al encuentro de la pasión con plena conciencia y aceptación voluntaria. El Hijo no conoce la hora del fin del mundo (24,36), pero conoce que con la Pascua llega su hora, y se lo hace saber a los discípulos.
Sólo «entonces» (3) se reúnen el poder religioso y el político para decidir el arresto y la ejecución de Jesús. El tema central de este primer cuadro es el acuerdo que toman los jefes de los sacerdotes para matar a Jesús (3-5), acuerdo al que Judas se asocia como cómplice (14-16).


Mateo 26,6-13Unción en Betania Mateo no da el nombre de la mujer; Juan, en el capítulo 12, la identifica con María, la hermana de Lázaro. El perfume en la cabeza de Jesús no es unción (cfr. 1Sa_10:1; 2Re_9:6), sino un gesto espléndido y público de estima. Los discípulos lo califican de derroche, se podía emplear mejor en beneficio de los pobres (2Re_19:21). Jesús los corrige públicamente interpretando el significado profundo del gesto: 1. En primer lugar, expresa el afecto a su persona, «conmigo» (10). En el texto aludido (Deu_15:1-11) se dice que, por el egoísmo de unos, habrá pobreza en Israel; mientras que la mujer muestra la generosidad del amor (Deu_6:22s). 2. El gesto anticipa la unción sepulcral y como tal la recibe Jesús en vida, consciente de su muerte próxima. 3. El gesto conservará para siempre un valor eclesial: su recuerdo será ejemplar (Pro_22:9).
El pasaje «a los pobres los tendrán siempre cerca, a mí no siempre me tendrán» (11) ha sido muchas veces malinterpretado. Jesús no se opone -todo lo contrario- al progreso social y al esfuerzo por mejorar la vida de los pobres. Lo que el texto hace notar es que, mientras Él estaba presente, lo más importante era tomar conciencia de su presencia y actuar de manera consecuente. Lo que había hecho la mujer no podía hacerse más tarde, cuando Él ya no estuviera en la tierra. Sus discípulos, en cambio, tendrían mucho futuro por delante para ocuparse de los pobres (Pro_25:31-46). Por otra parte, Jesús había llegado a ser el pobre por excelencia: sentenciado a muerte, traicionado por un amigo, incomprendido por sus discípulos y con la mirada fija en el fin ya cercano, era la viva personificación del Siervo sufriente.
Conviene recordar que el mensaje de la Escritura no contiene un programa social concreto para erradicar definitivamente la miseria humana sobre la tierra, pero pone siempre ante nuestros ojos la realidad de la pobreza y las necesidades de los pobres: «lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí» (Pro_25:40).
Mateo 26,14-16Traición de Judas. Éste es quizás el hecho más desconcertante que narran los evangelios. Cuesta mucho pensar, en efecto, que Jesús haya sido traicionado por uno de sus seguidores más íntimos. Los primeros cristianos percibieron la dificultad y recurrieron a las Escrituras para demostrar que incluso en un acto tan vil se cumplía el designio de Dios.
Las razones de Judas Iscariote para cometer esta traición pudieron ser su amor al dinero, la ambición, la envidia o la desilusión. La fidelidad de la mujer en casa de Simón contrasta fuertemente con la infidelidad de uno de los Doce.
Mateo 26,17-29Pascua y Eucaristía. En el relato de la pasión de Mateo, Jesús domina en todo momento la situación y va marcando sus tiempos. No conoce todos los detalles del complot que sus adversarios han tramado contra Él, pero va descubriendo que su entrega responde al plan de Dios, manifestado en las Escrituras.
Hay una diferencia sutil en el modo en que los discípulos se dirigen a Jesús. Todos, menos Judas, le llaman «Señor» y reconocen así su autoridad y su poder. Judas, sin embargo, le llama «rabbí» (maestro), un apelativo que utilizan los adversarios de Jesús y que tiene para Mateo un significado negativo (23,7; 26,49). Judas habla como los enemigos de Jesús, porque no ha comprendido que Él es el Señor.
Jesús repite gestos de la celebración de la Pascua judía, como repartir el pan y pasar la copa, pero le da a estos gestos un significado nuevo a través de las palabras que pronuncia sobre ellos que hacen referencia, no al acontecimiento del Éxodo, sino a su propia muerte: el pan partido y entregado es su propio cuerpo y el vino es su sangre derramada por todos. Jesús se presenta como el nuevo cordero pascual a través del cual se va a establecer una nueva alianza.
La palabra «cuerpo» no es solamente la parte material del ser humano, sino toda la persona en cuanto que es capaz de expresarse y de relacionarse con los demás. Al decir «mi cuerpo», Jesús evoca toda su persona y toda su vida, entregada hasta la muerte.
El pan, que es uno en las manos de Jesús, al ser compartido, une a todos los que participan en la comida comunitaria, ya que todos participan de la misma fuente de vida.
Las palabras de Jesús son un compendio de lo que había sido su vida y misión: una vida entregada y destrozada por todos. Pero, al mismo tiempo, son una explicación del sentido de su sufrimiento y muerte expiatorios y redentores en la cruz.
Ante la inminencia de su muerte, Jesús manifiesta una inquebrantable confianza en el triunfo de Dios, y expresa su confianza con la imagen del banquete que en la Biblia simboliza con frecuencia el gozo final de los elegidos; y en este contexto indica la comunión perfecta de los discípulos con su Señor y con el mismo Dios: «no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre» (29).
Mateo 26,30-35Anuncio del abandono. Segundo anuncio trágico donde los discípulos fallan en la gran prueba (cfr. 6,13) y se dispersan como ovejas; pero su caída no será definitiva, porque el pastor los volverá a reunir, ya resucitado, en Galilea.
Mateo indica repetidamente que Jesús está «con sus discípulos» (26,18.20.23.29.38.40.51). Sin embargo, los discípulos no están realmente con Jesús. Judas lo entregará en manos de sus adversarios; Pedro, Santiago y Juan, testigos de su transfiguración, no serán capaces de velar con Él ni siquiera una hora; los que antes habían profesado su fe en Él, lo abandonarán y huirán; el mismo Pedro, que había hecho una firme profesión de fidelidad (33-35), lo negará tres veces.
Mateo 26,36-46Oración en el huerto. En esta escena quiere el narrador revelarnos algo de la espiritualidad íntima de Jesús, su angustia humana mortal: su tristeza, la angustia que siente ante la muerte cercana, su obediencia filial a la voluntad del Padre; en una palabra, la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Sólo el grito de abandono en la cruz tendrá un dramatismo semejante (27,46). En la lucha, triunfa la entrega plena y confiada a la voluntad del Padre. Dos peticiones del Padrenuestro resuenan en la escena: «hágase tu voluntad», «no nos dejes caer en la tentación». Esta oración de Jesús es el modelo de oración de todo creyente ante situaciones límites donde se pierde el sentido de la vida y se pone a prueba la fe ante el silencio de Dios.
Mateo nos muestra además al hombre angustiado que busca compañía: «con ellos» (36), «conmigo» (38.40), y no la encuentra. El sueño inconsciente de los tres íntimos le hace sentir más la soledad.
Mateo 26,47-56Arresto de Jesús. En toda la escena del arresto, según Mateo, Jesús domina la situación, como el Siervo del Señor (Isa_42:3s). Reprime la violencia, aun la defensiva, de uno de los suyos; acepta el beso traidor; denuncia sin oponer resistencia la violencia injustificada de la turba. No es un bandido peligroso, sino un maestro público y pacífico. Podría desplegar fuerzas superiores, pero su fuerza reside en aceptar el designio del Padre: así está anunciado en la Escritura, así tiene que suceder.
Jesús exhorta a sus discípulos a no utilizar la violencia, ni siquiera para defender una causa justa. Él ha elegido el camino del amor y la misericordia, que rompen la interminable espiral que genera la violencia. Esta enseñanza adquiere una fuerza especial al estar colocada justo en el momento en que Jesús está siendo víctima de la violencia.
Mateo 26,57-68Jesús ante el Consejo. En el relato de Mateo, el proceso de Jesús ante el Gran Consejo procede con fluidez y coherencia. Pero no pensemos que es una redacción puntual de un taquígrafo. En el fondo, se trata de legalizar la muerte de Jesús previamente decidida. La cuestión se centra en el mesianismo trascendente de Jesús, no en su mesianismo político que esperaba parte del pueblo, ni el mesianismo simple de un rey descendiente de David, sino más bien el de quien tiene un trono a la derecha de Dios (Sal_110:1) y recibe del Altísimo el poder supremo y universal (Dan_7:13). Si Jesús se arroga sin fundamento semejante título, es blasfemo y merece la muerte. Si lo posee realmente, es Él quien, juzgado, juzga. Jesús, conjurado por el sumo sacerdote del momento, pronuncia un testimonio que lo lleva a la muerte: testigo y mártir.
A la condena siguen las burlas (67). Esta escena, lo mismo que la burla de los soldados (Dan_27:27-31), está teñida de ironía, pues los jefes de los sacerdotes y los ancianos, queriendo ultrajar a Jesús, están en realidad confesando su verdadera identidad, como bien saben los lectores del evangelio.
Mateo 26,69-75Negaciones de Pedro. Los cuatro evangelios, que reconocen la supremacía indiscutida de Pedro, recogen sin disimulo su pecado y arrepentimiento. Sin duda, lo consideran un dolor de Jesús y una enseñanza para la Iglesia. La negación, situada aquí, contrasta fuertemente con el testimonio de Jesús. El apóstol niega por miedo, no por arrogancia, y se arrepiente pronto y hondamente. Pedro, como la Iglesia, es llamado y perdonado.
Lo que define a un cristiano es «estar con Jesús» (69). Esta dignidad se pierde al ignorarlo, confesando que no se le conoce (72) y se recupera al recordar la palabra de Jesús, que es más firme que todo juramento humano.
La tentación, la única gran tentación, consiste en abandonar el camino del seguimiento de Jesús. Pedro llora amargamente, y su llanto recoge las lágrimas de todos los discípulos vacilantes que en los momentos de prueba siguen negando a Jesús.