Mateo 6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 34 versitos |
1

Sobre la práctica de las obras buenas

Cuídense de hacer obras buenas en público solamente para que los vean; de lo contrario no serán recompensados por su Padre del cielo.
2

Limosna

Cuando des limosna no hagas tocar la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los alabe la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
3 Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;
4 de ese modo tu limosna quedará escondida, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
5

Oración

Cuando ustedes oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
6 Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
7 Cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados.
8 No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan.
9

El Padrenuestro
Lc 11,2-4

Ustedes oren así:
¡Padre nuestro que estás en el cielo!
Santificado sea tu Nombre,
10 venga tu reino,
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo;
11 danos hoy
nuestro pan de cada día,
12 perdona nuestras ofensas
como también
nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
13 no nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal.
14

Mc 11,26

Pues si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes,
15 pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
16

Ayuno

Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su paga.
17 Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara,
18 de modo que tu ayuno no lo vean los demás, sino tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
19

Sobre el poseer
Lc 12,33s

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre las destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban.
20 Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban.
21 Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22

Luz y tinieblas
Lc 11,34-36

La lámpara del cuerpo es el ojo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz;
23 pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!
24

Dios y el dinero
Lc 16,13

Nadie puede estar al servicio de dos señores, pues u odia a uno y ama al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No pueden estar al servicio de Dios y del dinero.
25

Confianza en Dios
Lc 12,22-31

Por eso les digo que no anden angustiados por la comida [y la bebida] para conservar la vida o por la ropa para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el sustento?, ¿el cuerpo más que la ropa?
26 Miren las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre del cielo las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?
27 ¿Quién de ustedes puede, por mucho que se inquiete, prolongar un poco su vida?
28 ¿Por qué se angustian por la vestimenta? Miren cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar.
29 Les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos.
30 Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no los vestirá mejor a ustedes, hombres de poca fe?
31 En conclusión, no se angustien pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos?
32 Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pues el Padre del cielo sabe que ustedes tienen necesidad de todo aquello.
33 Busquen primero el reino [de Dios] y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura.
34 Por eso, no se preocupen del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 6,1-18Sobre la práctica de las obras buenas: Limosna , oración y ayuno. Al igual que para la mayoría de las religiones de la tierra, la limosna, la oración y el ayuno eran los tres pilares de la práctica religiosa judía. Pero cuando estas prácticas se institucionalizan y se legalizan corren el riesgo de convertirse en pura rutina, superficialidad e hipocresía. Así ocurría en el contexto religioso judío donde vivían las pequeñas comunidades de Mateo que buscaban su identidad como cristianos. Mateo, a través de las palabras de Jesús, les invita a purificar toda práctica religiosa a partir del espíritu evangélico como criterio de discernimiento, como hizo antes con respecto a la Ley. Y establece un principio general: las obras de piedad no deben practicarse para ganar prestigio ante los demás, posición de poder o privilegios.
Llama comediantes, hipócritas, charlatanes, a los que exhibían sus rezos y sus ofrendas al son de trompetas en las esquinas y en las plazas o desfiguraban «la cara para hacer ver a la gente que ayunan» (16). Es una crítica mordaz al eterno problema del fariseísmo, enfermedad que puede atacar a todos, pero que se ceba especialmente en las gentes de Iglesia, «personas en riesgo», como los fariseos de su tiempo. Con razón, una de las críticas históricas a la Iglesia como institución y a sus representantes ha sido precisamente la de la ostentación, el boato, la apariencia, el culto a la imagen.


Mateo 6,9-15El Padrenuestro. Todas las religiones tienen su oración especial, la que define su identidad y queda grabada en la memoria colectiva de sus seguidores. Para los cristianos es el Padrenuestro u oración dominical -de «dominus», «señor» en latín-, porque ha salido de los labios del Señor. Lucas (11,1) dice explícitamente que fue enseñada por Jesús a petición de los discípulos. Mateo lo deja entender (9).
La versión que nos da Mateo es más elaborada que la de Lucas, quizás porque así se rezaba ya en las comunidades cristianas a las que dirige su evangelio. Con esta oración pedimos, agradecemos y nos renovamos. Contiene una invocación y siete peticiones, tres en honor de Dios (su nombre, su reino, su voluntad); cuatro a favor nuestro (nuestro pan, nuestras ofensas, nuestras tentaciones, los males que nos acechan).
La gran novedad de la oración dominical está en la primera palabra con la que comienza: «Padre», de la que surge espontáneamente y cobra verdadero sentido todo lo demás. Si bien la expresión «Padre» referida a Dios es frecuente en la tradición bíblica del Antiguo Testamento, nunca se había llegado más allá de un significado simbólico: Dios era padre del pueblo en general o se comportaba como un padre. En Jesús, el símbolo se hace realidad; Dios es realmente su padre, al que llama con el diminutivo entrañable con que los niños se dirigen a la persona que les dio la vida: «abba», «papá» en arameo. Pero no sólo es su padre, sino también nuestro padre; de cada uno en particular y de todos como familia suya y hermanos de su Hijo primogénito. Todo el Nuevo Testamento es revelación de este misterio de salvación (cfr. Rom_8:15; Efe_2:18; Efe_3:12; Heb_10:17-20).
Aunque por razón de su cultura patriarcal los evangelistas no se atreven a llamar a Dios «madre», hoy día, libres ya de esos condicionamientos culturales, no expresaríamos adecuadamente toda la dimensión de nuestra relación filial con Dios si no nos dirigiéramos a Él/Ella como «Padre-Madre que estás en el cielo», o simplemente «Padre-Madre Dios», ya que la expresión «que estás en el cielo» es una expresión que encubre el nombre de Dios, y que el israelita, por respeto, no se atrevía a pronunciar. Las tres primeras peticiones, tu nombre, tu reino, tu voluntad, son en realidad una sola: el deseo ardiente de que su paternidad-maternidad se haga presente eficazmente en el mundo. El nombre, el reino y la Ley son tres ejes sacados del Antiguo Testamento que expresan cómo debe ser la nueva relación con Dios.
El nombre en la tradición bíblica es sinónimo de la identidad de la persona; apelar al nombre de Dios es invocar el esplendor de su presencia activa en medio de nosotros. Es una petición de fe.
«Venga tu reino» (10) es la otra cara de la fe: el deseo y la esperanza de que el ejercicio de su poder (es decir el reinado de Dios, tema central de la predicación de Jesús), vaya cambiando la realidad presente hasta su futura y plena transformación.
La petición «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (10) no es fatalismo ni espera pasiva, sino que expresa el compromiso activo del orante, consecuencia de la fe y de la esperanza, a colaborar activamente para que el reinado de Dios se vaya haciendo realidad aquí y ahora.
Las cuatro peticiones restantes nos muestran que la relación renovada con Dios sólo es posible en la relación renovada entre nosotros. De ahí que esas cuatro peticiones sean para la comunidad y se refieren a cuatro necesidades: el orante pide a su Padre-Madre Dios la fuerza para el camino, para empezar, el alimento de cada día: «danos hoy el pan nuestro de cada día» (11). Esta expresión de Mateo deja abierta una variedad de sentidos que no se excluyen entre sí, sino que contribuyen a presentar todo el arco de las necesidades humanas: el alimento terreno, el pan del pobre y del necesitado y, sobre todo, el alimento definitivo del reinado de Dios, anticipado en el pan de la Eucaristía.
Finalmente, y dada la condición pecadora del orante, se pide el perdón de nuestras ofensas (12) con el compromiso añadido de perdonar a los que nos ofenden, el auxilio en la prueba y la protección contra el maligno. El perdón es un punto central en la oración cristiana. El mal como realidad o el Maligno como causante del mal tienen en cada momento su figura histórica. Atrevernos a delimitarlo y a llamarlo por su nombre en cada coyuntura histórica es un ejercicio de discernimiento cristiano y una exigencia de la dimensión profética de nuestra fe. Así termina la oración cristiana que, en su brevedad, resume todo el evangelio.
Mateo 6,19-24Sobre el poseer - Luz y tinieblas - Dios y el dinero. Con sus cuatro recomendaciones sobre la posesión de bienes, Jesús no se suma, sin más, a la condena tradicional del afán excesivo de poseer, sino que desenmascara la maldad de la codicia en su raíz más profunda: la idolatría. Mamón, dios del dinero, es rival irreconciliable del Dios de las bienaventuranzas, cuya santidad se manifiesta en el esplendor de su generosidad, como lo acaba de enseñar el Padrenuestro. «¡Cuánta oscuridad» (23) la que entra en el corazón del hombre o de la mujer a través del ojo cegado por la tacañería! Termina con una frase lapidaria que emplaza a los oyentes de ayer y de hoy a optar de forma radical, sin medias tintas: «No pueden estar al servicio de Dios y del dinero» (24).
Mateo 6,25-34Confianza en Dios. Quizás no exista otro concepto religioso en nuestra tradición cristiana que se haya prestado tanto al desconcierto, al abuso y a la manipulación, como el de la providencia de Dios. Ha servido para todo: para encubrir la falta de esfuerzo y trabajo personal y aceptar con fatalismo lo que venga; para aquietar nuestra conciencia ante la injusticia y la opresión de los pobres, esperando que la providencia se cuide de ellos. A veces llamamos instintivamente providencia a la abundancia y al bienestar, o nos sentimos apartados de ella cuando llaman a nuestras puertas la penuria y el sufrimiento. En el fondo, si no sabemos a qué atenernos respecto a la providencia de Dios, es porque quizás hasta ahora no hayamos leído con seriedad el sermón del monte.
Jesús no nos explica cómo o cuándo se hace presente la providencia; simplemente nos invita a abandonarnos en manos de nuestro Padre-Madre Dios, para quien sus hijos e hijas son las criaturas más importantes de toda su creación, y así, pasar de la angustia a la confianza. Jesús resume en una frase cuál debe ser la actitud de sus seguidores ante la providencia de Dios: «busquen ante todo el reino de Dios y su justicia» (33). El reinado se recibe como don gratuito, con la alegría y confianza de quien experimenta la paternidad-maternidad de Dios en su acción trasformadora del mundo. Pero esta justicia (salvación) de Dios invita también a la colaboración y al empeño personal y colectivo de sus seguidores con su plan salvador. La confianza lleva necesariamente al compromiso, pues nadie se compromete con una causa perdida.
Y esto es justamente lo que nos enseña esta página entrañable del evangelio: que el poder salvador de Dios, simbolizado en el esplendor y la delicada magnificencia con que trata a las aves del cielo y a las flores del campo, no va a dejar fuera del banquete del reino a sus hijos e hijas.