Mateo 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 34 versitos |
1

Sanaciones
Mc 1,40-45; Lc 5,12-16

Cuando bajaba del monte le seguía una gran multitud.
2 Un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo:
– Señor, si quieres, puedes sanarme.
3 Él extendió la mano y le tocó diciendo:
– Lo quiero, queda sano.
Y en ese instante se sanó de la lepra.
4 Jesús le dijo:
– No se lo digas a nadie; ve a presentarte al sacerdote y, para que les conste, lleva la ofrenda establecida por Moisés.
5

Lc 7,1-10; cfr. Jn 4,46-54

Al entrar en Cafarnaún, un centurión se le acercó y le suplicó:
6 – Señor, mi muchacho está postrado en casa, paralítico, y sufre terriblemente.
7 Le dijo:
– Yo iré a sanarlo.
8 Pero el centurión le replicó:
– Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que digas una palabra y mi muchacho quedará sano.
9 También yo tengo un superior y soldados a mis órdenes. Si le digo a éste que vaya, va; al otro que venga, viene; a mi sirviente que haga esto, y lo hace.
10 Al oírlo, Jesús se admiró y dijo a los que le seguían:
– Les aseguro, que no he encontrado una fe semejante en ningún israelita.
11 Les digo que muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.
12 Mientras que los ciudadanos del reino serán expulsados a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes.
13 Al centurión, Jesús le dijo:
– Ve y que suceda como has creído.
En aquel instante el muchacho quedó sano.
14

Mc 1,29-34; Lc 4,38-41

Entrando Jesús en casa de Pedro, vio a su suegra acostada con fiebre.
15 La tomó de la mano, y se le pasó la fiebre; entonces ella se levantó y se puso a servirle.
16 Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él con una palabra expulsaba los demonios, y todos los enfermos sanaban.
17 Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías:
Él tomó nuestras debilidades
y cargó con nuestras enfermedades.
18

Seguimiento
Lc 9,57-60

Al ver Jesús la multitud que lo rodeaba, dio orden de atravesar el lago.
19 Entonces se acercó un letrado y le dijo:
– Maestro, te seguiré adonde vayas.
20 Jesús le contestó:
– Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Otro discípulo le dijo:
– Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre.
22 Jesús le contestó:
– Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
23

Calma una tempestad
Mc 4,35-41; Lc 8,22-25

Cuando subía a la barca le siguieron los discípulos.
24 De pronto se levantó tal tempestad en el lago que las olas cubrían la embarcación, mientras tanto, él dormía.
25 Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo:
–¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!
26 Él les dijo:
–¡Qué cobardes y hombres de poca fe son!
Se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma.
27 Los hombres decían asombrados:
–¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?
28

Sana a dos endemoniados
Mc 5,1-20; Lc 8,26-39

Al llegar a la otra orilla y entrar en territorio de Gadara, fueron a su encuentro dos endemoniados salidos de los sepulcros; eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.
29 De pronto se pusieron a gritar:
–¡Hijo de Dios!, ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?
30 A cierta distancia había una gran piara de cerdos pastando.
31 Los demonios le suplicaron:
– Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos.
32 Él les dijo:
– Vayan.
Ellos salieron y se metieron en los cerdos. La piara en masa se lanzó por un acantilado al lago y se ahogó en el agua.
33 Los pastores huyeron, llegaron a la población y contaron lo que había sucedido con los endemoniados.
34 Toda la población salió al encuentro de Jesús y al verlo le suplicaban que se fuera de su territorio.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 8,1-17Sanaciones. Las sanaciones no son prueba extrínseca de una doctrina o una misión, sino que son ya la realización parcial y concreta del reino de Dios; al sanar, Jesús está haciendo presente el reinado que lleva consigo la liberación de toda la persona y de todas las personas.
Los relatos de sanación siguen con gran libertad un esquema básico: diálogo con el enfermo y efecto en los que asisten o se enteran. En primer plano se aprecia la necesidad de creer y confiar en Jesús para disponerse a su gesto liberador. Todos los relatos sinópticos suponen o conducen a una fe en Jesús; a veces Jesús mismo la pide, otras la descubre en los gestos de la gente o la suscita con sus preguntas. En ocasiones, subraya que es la fe del enfermo la que le ha sanado. Mateo acentúa, frente a Marcos y Lucas, la «poca fe» de los discípulos como impedimento para comprender la persona y los gestos de Jesús, y la dificultad de hacer ciertas sanaciones que Jesús realiza. Se tiene fe en Jesús si se tiene fe en la Buena Noticia del reinado que Él anuncia y realiza. Por encima de todo, lo que Jesús está pidiendo es una fe en la irrupción de la fuerza del reinado en esas obras poderosas que lo manifiestan. Mateo subraya este camino enseñado por Jesús en varios discursos, pero también mostrado en obras, sobre todo en esas «obras poderosas» que se concentran especialmente en los capítulos 8s y repite en sus sumarios a lo largo de todo su evangelio (4,23s; 8,16; 9,35; 12,15s; 14,14.34s; 15,29s; 19,2; 21,14). Esta misma actitud debe continuar en la Iglesia, poniéndose al servicio de los pequeños y superando la «poca fe» en su Maestro y Señor (6,30; 8,26; 14,31; 16,8; 17,20).
La fuerza salvadora del reinado de Dios no tiene fronteras; por eso Jesús se acerca, en primer lugar, a tres necesitados que simbolizan la marginación en aquella sociedad: los enfermos contagiosos, por su enfermedad; las mujeres, por la opresión de una cultura patriarcal; los paganos, por su exclusión del pueblo de Dios.
Jesús respeta la ley de reintegrar al leproso con un certificado otorgado por un sacerdote. Los sacerdotes examinaban, diagnosticaban y, en ciertos casos, confinaban o excluían de la vida civil. Jesús sana, limpia y restituye a la vida de la comunidad. Es su voluntad y tiene el poder.
El centurión (jefe de cien hombres del ejército romano), además de pagano, representaba a la potencia colonial de Roma; doble motivo para convertirse en una persona desdeñable. Pero por su fe entra en la nueva comunidad y crece como figura ejemplar: como denuncia de los que se resisten a creer y como anuncio de muchos que creerán. El caso particular de la sanación del criado paralítico se prolonga como anuncio misionero de alcance universal (cfr. Isa_2:2-5; Miq_4:1-5). La expresión del Sal_107:1-3-«den gracias al Señor porque es bueno... que lo digan... los que reunió... del este y oeste, del norte y sur»- se llena de un nuevo sentido en el reinado de Dios.
En el caso de la suegra de Pedro hay un detalle interesante: «se levantó y se puso a servirle» (15). La sanación capacita a la mujer para el servicio. ¿Está simbólicamente indicando el evangelista la dignidad recobrada de las seguidoras de Jesús y su protagonismo en la vida de las comunidades cristianas?


Mateo 8,18-22Seguimiento. El entusiasmo suscitado por la enseñanza y los milagros no debe engañar a los que quieran seguirle. El seguimiento de Jesús lleva consigo unas condiciones que el mismo Jesús va señalando progresivamente: 1. El riesgo de una vida completamente libre de cualquier atadura o seguridad y pobre, signo de contradicción, contracultural e itinerante. 2. La disponibilidad para la misión sin calcular los riesgos y en las condiciones de vida que la misión exija. 3. El seguimiento debe ser inmediato porque, una vez recibido el llamado, el camino y las exigencias del reinado de Dios no tienen espera.
Este estilo de vida viene ya sugerido, de alguna manera, en el título con que Jesús se designa a sí mismo: Hijo del Hombre. Se trata de una expresión enigmática de la profecía apocalíptica del Antiguo Testamento que veía en la aparición de este misterioso personaje de origen celestial una especie de salvador universal que llevaría a cabo los planes del señorío de Dios sobre la historia humana en un deslumbrante despliegue de poder (cfr. Dan_7:13s). Algunas tradiciones le atribuían rasgos del Mesías real y del Siervo del Señor, pero sin los sufrimientos propios de la condición humana.
Jesús se aplica el título, deja de momento en la ambigüedad su dimensión gloriosa y pone en guardia a los que quieran seguirle con la intención de unirse al cortejo de un triunfador: «El Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza» (20). Así responde al primero de los candidatos, un «letrado» (19) y como tal, conocedor de las Escrituras. Jesús ayuda a discernir al letrado, echando por tierra sus expectativas y sus falsas interpretaciones mesiánicas.
El segundo candidato, anónimo, quiere seguirle pero tiene que enterrar primero a su padre (21). Ésta es la palabra clave para entender la respuesta de Jesús: «primero». Su petición no suponía el hecho puntual de ir al funeral de su padre, sino que le permitiera permanecer en la casa hasta que vivieran sus padres. La dureza de la respuesta, tomada al pie de la letra, choca con nuestra sensibilidad y desencadena en el discípulo la tensión de una disyuntiva que le pone en guardia frente a un compromiso débil y le ayuda en el camino de su discernimiento. Lo verdaderamente «primero» es Jesús y su proyecto, el reinado de Dios; sólo si se acepta su seguimiento sin condiciones desaparece la tensión y se descubre el sentido de su respuesta paradójica; los que confinan su horizonte a esta vida mortal, que se ocupen de enterrar; ellos serán enterrados a su vez. Jesús llama a una vida nueva, a la Vida.
Mateo 8,23-27Calma una tempestad. Los discípulos que momentos antes habían manifestado una total adhesión a Jesús se sienten ahora desconcertados frente al ímpetu de la tormenta. Este relato viene a ser como una ilustración concreta del tema del seguimiento. Dice el evangelista que cuando Jesús subía a la barca «le siguieron los discípulos» (23), es decir, comenzaron a compartir su misma suerte. Pero sin fe y confianza, el seguimiento se tambalea en las situaciones extremas donde la fidelidad al reinado de Dios exige incluso poner en juego la propia vida. Jesús denuncia la falta de fe de sus discípulos en el momento mismo de la prueba, cuando «las olas cubrían la embarcación» (24), y no después de restablecida la calma.
El que dormía en medio del vendaval se revela como Señor del mar, esa potencia caótica y levantisca en la simbología del Antiguo Testamento que Dios somete y apacigua (Sal 93; 104,6s; etc.). El evangelista dice que «se levantó» (la misma palabra griega usada para «resucitó»), para indicar su presencia salvadora en medio de la comunidad. Éste es el mensaje de ánimo y confianza que nos transmite el relato de Mateo a los seguidores y seguidoras de Jesús cuando se hacen a la mar, rumbo a la misma misión y al mismo destino de Aquel que los llamó.
Mateo 8,28-34Sana a dos endemoniados. Según la concepción de la época, el mundo de los espíritus malévolos se asocia con lo contaminado que mancha, con lo enfermo que contagia (cfr. Sal_91:6). Con su presencia y acción, Jesús va desterrando el poder demoníaco, empujándolo al reino de lo impuro simbolizado en los cerdos (cfr. Isa_66:3.17), al abismo de la perdición (el lago o el mar).
Los vecinos no saben apreciar semejante liberación y su actitud contrasta con la admiración de otros ante el poder de Jesús. Aunque la región es pagana, no se dice que los habitantes lo sean. Está bien liberar de demonios a dos hombres y de sustos a la población, pero el negocio es el negocio. Así son las diferentes respuestas a la invitación de aceptar el reinado de Dios.