Mateo 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 38 versitos |
1

Sana a un paralítico
Mc 2,1-12; Lc 5,17-26; cfr. Jn 5,1-18

Jesús subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a su ciudad.
2 Le trajeron un paralítico tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe que tenían, dijo al paralítico:
–¡Ánimo, hijo! Tus pecados te son perdonados.
3 Entonces algunos letrados pensaron: Éste blasfema.
4 Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo:
–¿Por qué piensan mal?
5 ¿Qué es más fácil, decir: se te perdonan tus pecados; o decir: levántate y camina?
6 Pues, para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, dirigiéndose al paralítico, le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7 Él se levantó y se fue a su casa.
8 La multitud al verlo quedó atemorizada y daba gloria a Dios por haber dado tal autoridad a los hombres.
9

Llama a Mateo:
comparte la mesa con pecadores
Mc 2,13-17; Lc 5,27-32

Cuando se iba de allí vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dice:
– Sígueme.
Él se levantó y le siguió.
10 Estando Jesús en la casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron con él y sus discípulos.
11 Al verlo, los fariseos dijeron a los discípulos:
–¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?
12 Él lo oyó y contestó:
– No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos.
13 Vayan a aprender lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios. No vine a llamar a justos, sino a pecadores.
14

Sobre el ayuno
Mc 2,18-22; Lc 5,33-39

Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:
–¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos [mucho] mientras que tus discípulos no ayunan?
15 Jesús les respondió:
–¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán.
16 Nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo; porque lo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.
17 Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues los odres reventarían, el vino se derramaría y los odres se echarían a perder. El vino nuevo se echa en odres nuevos y los dos se conservan.
18

Sana a dos mujeres
Mc 5,21-43; Lc 8,40-56

Mientras les explicaba eso, se le acercó un jefe, se postró y le dijo:
– Mi hija acaba de morir. Pero ven a imponerle tu mano y ella recobrará la vida.
19 Jesús se levantó y le siguió con sus discípulos.
20 Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto.
21 Pues se decía: Con sólo tocar su manto, quedaré sana.
22 Jesús se volvió y al verla dijo:
–¡Ten confianza, hija! Tu fe te ha sanado.
Al instante la mujer quedó sana.
23 Jesús entró en casa del jefe y al ver a los flautistas y el barullo de gente,
24 dijo:
– Retírense; la muchacha no está muerta, sino dormida.
Se reían de él.
25 Pero, cuando echaron a la gente, él entró, la tomó de la mano y la muchacha se levantó.
26 El hecho se divulgó por toda la región.
27

Sana a dos ciegos y a un mudo
cfr. 20,29-34

Cuando se iba de allí, dos ciegos le seguían dando voces:
–¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!
28 Al entrar en casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
–¿Creen que puedo hacerlo?
Contestaron:
– Sí, Señor.
29 Él les tocó los ojos diciendo:
– Que suceda como ustedes han creído.
30 Entonces se les abrieron los ojos, y Jesús les recomendó:
–¡Cuidado, que nadie lo sepa!
31 Pero ellos se fueron y divulgaron su fama por toda la región.
32

12,22-24; Lc 11,14s

Mientras salían los ciegos, le trajeron un mudo endemoniado.
33 Expulsó al demonio, y el mudo comenzó a hablar. La multitud comentaba asombrada:
– Nunca se vio tal cosa en Israel.
34 Pero los fariseos decían:
– Expulsa demonios con el poder del jefe de los demonios.
35

La cosecha, abundante;
los trabajadores, pocos

Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.
36

Mc 6,34; Lc 10,2

Viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor.
37 Entonces dijo a los discípulos:
– La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos.
38 Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 9,1-8Sana a un paralítico. Se trata del mismo episodio relatado por Marcos (2,1s). Mateo esquematiza, abrevia suprimiendo detalles y hace concentrar la atención, no ya en el milagro, sino en el poder de Jesús de perdonar los pecados ante la acusación de blasfemo por parte de los letrados.
La mentalidad judía relacionaba la enfermedad con el pecado; los propios discípulos creen que la enfermedad o la desgracia son causadas por alguna culpa, propia o ajena. Y dentro de la comunidad creyente, el pecado mayor consiste en la incapacidad de ver la acción liberadora de Dios en medio de las más desgarradoras situaciones de marginación y exclusión.
Jesús manifiesta que ha recibido el poder de sanar, pero, sobre todo, el de perdonar, que abarca todo el proyecto de su misión liberadora y llega a la raíz misma de la condición humana necesitada de salvación. La sanación del paralítico le sirve para proclamar solemnemente su autoridad; con las palabras del versículo 6, centro del relato, Mateo quiere asegurar a las comunidades cristianas para las que escribe su evangelio que la autoridad de perdonar de Jesús sigue presente en y por medio de la Iglesia. Al final, la admiración y la alabanza a Dios de los presentes no es ante el milagro realizado (como en Marcos), sino «por haber dado tal autoridad a los hombres» (8). La tarea que Jesús realizó y que por la fuerza de su Espíritu continuó en la Iglesia primera, sigue vigente hoy, tal vez bajo nuevas formas, pero siempre en continuidad con sus gestos liberadores.


Mateo 9,9-13Llama a Mateo: comparte la mesa con pecadores. Mateo, a quien el evangelio de Marcos llama Leví (2,13-16), se identifica como el pecador llamado por Jesús. La vocación de Mateo es muy significativa: Jesús elige a un recaudador de impuestos, a un publicano al servicio de Roma, potencia ocupante. Y como todos los recaudadores de impuestos, con muy mala fama ante el pueblo. Jesús le da un voto de confianza, sin pedirle confesiones públicas de conversión. Mateo («don de Dios» en hebreo) le sigue inmediatamente, dejándolo todo. La vocación es una forma de sanación; el que es llamado es perdonado. La llamada soberana de Jesús hace pasar de la esclavitud del dinero a la libertad del seguimiento.
Jesús, asiduo comensal en la mesa del pobre y del pecador, hizo de la comida compartida con todos uno de los símbolos más expresivos de la novedad del reinado de Dios que ha venido a eliminar toda clase de barreras discriminatorias. De ahí el escándalo provocado por la práctica histórica de Jesús de convidar o dejarse invitar por recaudadores de impuestos y pecadores, personajes mal vistos por las élites sociorreligiosas. El gesto mismo es ya un desafío a las barreras y a sus valoraciones humanas. Ante Dios todos somos iguales: pecadores necesitados de su misericordia y de su pan de vida. Como era de esperar, su reputación entre la clase social y religiosamente correcta de su tiempo cayó por los suelos. Jesús tiene el valor de repetirlo y acepta el apelativo de «borracho y comilón», «amigo de recaudadores de impuestos y pecadores». Asimismo, utiliza las comidas como ocasión para invertir las relaciones piramidales de la sociedad, tanto por los invitados que se eligen (pobres y marginados), como por la valoración de los servidores. Y también utiliza la comida en común para cambiar los modos de juzgar y de actuar que marginaban a los pobres de la mesa de Dios y de los hombres.
Atendiendo a la acogida que Jesús hace de los pobres, marginados y enfermos se ha llegado a decir que a Jesús lo mataron por el modo en que comía. También se ha afirmado que la esencia del cristianismo es comer juntos.
Mateo 9,14-17Sobre el ayuno. A través de esta consulta particular sobre el ayuno se entrevé el simbolismo del Mesías esposo (cfr. Mat_22:1-14; Mat_25:1-13). Los discípulos de Juan el Bautista continúan todavía aferrados a la vieja mentalidad, centrados en la penitencia y en una visión pesimista de la vida; no han descubierto que la fiesta del reinado de Dios ya ha comenzado.
Juan no es esposo ni Mesías (cfr. Jua_3:28s); Jesús procura suavemente, con imágenes, abrir los ojos de los discípulos del Bautista a la nueva realidad. Al mismo tiempo deja entrever el desenlace trágico: «les arrebaten el novio» (15), como arrebatan al Siervo (cfr. Isa_53:8). Los amigos del novio deben sacudirse de la tristeza heredada. Con su Buena Noticia para los pobres, Jesús les abría a todos los oprimidos y marginados por la oficialidad religiosa la puerta de la alegría. Y lo hacía sin permiso de la Ley ni de la oficialidad del Templo que la interpretaba y manejaba. Y para justificar la alegría que debía acompañar a sus seguidores, Jesús daba esta única razón: precisamente por ser pobres y oprimidos, eran «los amigos del novio». Jesús alude a los textos del Antiguo Testamento que habían expresado la promesa de Dios de desposarse con su pueblo (Ose_2:16-22). Este desposorio lo estaba realizando por medio de Jesús, que no se avergonzaba de los pobres. Y ésta era la alegría que nadie podía arrebatarle al pobre: la de sentirse, en Jesús, el amado del Padre. Y era este Dios, su Esposo, quien lo liberaba del poder de la Ley que se había adueñado hasta de su alegría.
La novedad que trae el esposo se explica en los versículos 16s con las parábolas del remiendo en el vestido viejo y del vino vertido en odres viejos. El reinado de Dios no es reformismo: lo nuevo siempre entra en conflicto con lo envejecido. Las imágenes del vino y del vestido nuevos dejaban claro que el Evangelio debía mantener su independencia, sin contaminaciones, sin alianzas que lo desnaturalizaran. Las instituciones de aquel tiempo eran para Jesús odres viejos sin resistencia y un vestido viejo sin consistencia. Evangelio y grupos de poder eran -y deben seguir siendo- incompatibles. El mensaje evangélico no se puede manipular para ir remendando un paño ya gastado (cfr. Sal_102:27; Jer_13:7); es un vino que no puede contener instituciones envejecidas y caducas. Al igual que el judaísmo legalista y farisaico con el que se enfrentó Jesús, la mentalidad de grupos cristianos o de las instituciones eclesiales de hoy también puede convertirse en telas y odres viejos si no están convencidos de que el Evangelio no es una mera reforma de instituciones caducas, sino una alternativa de parte de Dios a lo viejo.
Mateo 9,18-26Sana a dos mujeres. Ambos milagros se encuentran en los tres sinópticos y son complementarios. El relato de un milagro se encaja en el relato del otro. En ambos casos es decisiva la fe y el contacto de Jesús; los dos están unidos por la necesidad de ser reintegrados a la vida en toda su plenitud. Mateo, como siempre, estiliza, resume y hace concentrar la atención del lector en lo esencial del mensaje: por una parte, la fe del funcionario y de la mujer, y por otra, el poder de Jesús sobre la enfermedad y la muerte. Para Lucas y Marcos, la hija del funcionario estaba muy grave; para Mateo estaba muerta y, como tal, era ya un cadáver impuro, como impura era la enfermedad que padecía la mujer. El dolor de este padre y la vergüenza de esta mujer pueden ser un símbolo de todos nuestros males personales y colectivos.
Mateo 9,27-34Sana a dos ciegos y a un mudo. Toda sanación puede tener un significado que va más allá del hecho físico, pero quizás sean el ciego que recobra la vista y el mudo que habla los acontecimientos milagrosos más cargados de simbolismo en la tradición bíblica. Isaías ya había anunciado que «aquel día oirán los sordos la palabra del libro, sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos» (Isa_29:18).
Aquel día mesiánico que contemplaba el profeta en lontananza se ha hecho presente en la persona de Jesús. Con estos milagros (diez en total), Mateo va preparando la declaración solemne que hará Jesús a los discípulos de Juan en 11,5. El evangelista insiste en la importancia de la fe como condición necesaria para que se realicen los signos que manifiestan la llegada del reinado de Dios. La fe es precisamente el tema del diálogo que Jesús mantiene con los ciegos (28s), el ámbito donde se da el encuentro personal que sana y restablece a la persona.
La presencia del reinado de Dios, sin embargo, es y seguirá siendo signo de contradicción: mientras que la multitud de los pobres y sencillos se asombra alborozada (33, cfr. Isa_29:19), los fariseos de siempre, ciegos de profesión, se confirman en su ceguera: «expulsa demonios con el poder del jefe de los demonios» (34).
Mateo 9,35-38La cosecha, abundante; los trabajadores, pocos. Estos cuatro versículos sirven de intermedio, cierran una sección y abren otra. Jesús, el Mesías, ha anunciado el comienzo del reinado de Dios con palabras y obras. Su primer discurso, el sermón del monte, ha sido confirmado por signos y milagros. El éxito de su poder liberador de toda clase de enfermedades y dolencias ha atraído a una multitud de pobres y necesitados.
Éste es el escenario donde se desarrolla la siguiente sección: la del envío misionero de los doce, colaboradores íntimos que aprenderán en compañía de Jesús el alcance de la misión, la manera de llevarla a cabo y la iniciativa de Dios que se anticipa con el llamado. A la imagen de la pesca (4,19) se añaden la clásica del pastor (cfr. Jr 23; Sal 23; 80) y la del segador (apuntada en Sal 126).
La visión de Mateo va más allá de los pocos aldeanos y aldeanas que seguían a Jesús, calificados como una multitud (36). El horizonte de la misión de las comunidades cristianas para las que escribe el evangelio se perfilaba ya como universal, pero no una universalidad abstracta, sino concreta, al modo de la actuación del Maestro. Los destinatarios de la misericordia de Jesús son los marginados por la sociedad, especialmente por los grupos dirigentes y religiosos: el ancho mundo de los maltratados y abatidos (36), esos hombres y mujeres de todos los tiempos ante los que Jesús siente una compasión que le revuelve las entrañas, y a los que hace destinatarios privilegiados del anuncio y de la realidad del reinado de Dios. Destinatarios privilegiados de Jesús son, sobre todo, los pobres. Aquí entran los niños, despreciados y apenas tenidos en cuenta; también la mujer, un ser humano considerado de segunda clase para el pueblo judío de entonces y para tantos otros pueblos y culturas de entonces y de hoy. Ellos son los pequeños que deben privilegiar los servidores en la comunidad eclesial. Es justamente en la opción preferencial por el pobre donde la Iglesia se juega la credibilidad de su misión, como continuadora en cada tramo de la historia del proyecto de Jesús, el reinado de Dios; así manifestará la urgencia y universalidad de su misión.