Juan  10 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 42 versitos |
1

El buen pastor

Les aseguro: el que no entra por la puerta al corral de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y asaltante.
2 El que entra por la puerta es el pastor del rebaño.
3 El cuidador le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca.
4 Cuando ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas le siguen; porque reconocen su voz.
5 A un extraño no le siguen, sino que escapan de él, porque no reconocen la voz de los extraños.
6 Ésta es la parábola que Jesús les propuso, pero ellos no entendieron a qué se refería.
7 Entonces, les habló otra vez:
– Les aseguro que yo soy la puerta del rebaño.
8 Todos los que vinieron [antes de mí] eran ladrones y asaltantes; pero las ovejas no los escucharon.
9 Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos.
10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
12 El asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, escapa abandonando las ovejas, y el lobo las arrebata y dispersa.
13 Como es asalariado no le importan las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí,
15 como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas.
16 Tengo otras ovejas que no pertenecen a este corral; a ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con un solo pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque doy la vida, para después recobrarla.
18 Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y para después recobrarla. Éste es el encargo que he recibido del Padre.
19 Estas palabras provocaron una nueva división entre los judíos.
20 Muchos decían:
– Está endemoniado y loco, ¿por qué lo escuchan?
21 Otros decían:
– Esas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede un endemoniado abrir los ojos a los ciegos?
22

La fiesta de la Dedicación

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación y era invierno.
23 Jesús paseaba en el templo, en el pórtico de Salomón.
24 Lo rodearon los judíos y le preguntaron:
–¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo claramente.
25 Jesús les contestó:
– Ya se lo dije y no creen. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí.
26 Pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas.
27 Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen;
28 yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrancará de mi mano.
29 Mi Padre que me las ha dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre.
30 El Padre y yo somos uno.
31 Los judíos tomaron piedras para apedrearlo.
32 Jesús les dijo:
– Por encargo del Padre les hice ver muchas obras buenas: ¿por cuál de ellas me apedrean?
33 Le contestaron los judíos:
– Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque siendo hombre te haces Dios.
34 Jesús les contestó:
–¿No está escrito en la ley de ustedes: Yo les digo: son dioses?
35 Si la ley llama dioses a aquéllos a quienes se dirigió la Palabra de Dios, y la Escritura no puede fallar,
36 ¿cómo dicen: Tú blasfemas al que el Padre consagró y envió al mundo, porque dijo que es Hijo de Dios?
37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean.
38 Pero si las hago, crean en las obras aunque no me crean a mí, así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre.
39 [Entonces] intentaron arrestarlo de nuevo, pero él se les escapó de las manos.
40 Pasó de nuevo a la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba en otro tiempo, y se quedó allí.
41 Acudieron muchos a él y decían:
– Aunque Juan no hizo señal alguna, todo lo que dijo de éste era verdad.
42 Y allí, muchos creyeron en él.

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  10,1-21El buen pastor. Lo que Yahvé era para su pueblo en el Antiguo Testamento (Sal 23), Jesús lo es para los suyos. Como Jesús, sus seguidores también están llamados a ser pastores. Juan hace un contraste primero entre el pastor y los ladrones y asalariados, para pasar a hablar directamente del buen pastor y su relación con las ovejas. Jesús sigue hablando en presencia de los fariseos de 9,40s. Los fariseos ciegos son los ladrones y bandidos que pueden llevar las ovejas a la ruina (6). Jesús es a la vez la puerta y el pastor de las ovejas. Solamente en Jesús y con Jesús se encuentra la verdadera vida. El buen pastor está dispuesto al sacrificio, conoce íntimamente a sus ovejas y se sacrifica por ellas (11.15.17s); así les revela su amor. Hay otras ovejas que no pertenecen al rebaño de Israel; Jesús las va a recoger en el rebaño de su Iglesia. El sacrificio de Jesús será el punto de atracción y de reunión de su rebaño (12,32). Los judíos seguían divididos. No eran capaces de aceptar a Jesús y de convertirse en ovejas suyas.


Juan  10,22-42La fiesta de la Dedicación. Esta fiesta recordaba la purificación del Templo de Jerusalén por Judas Macabeo, después de la derrota de los enemigos de Israel (1Ma_4:36-59). El evangelista continúa con el tema del pastor a quien hay que escuchar y creer para tener vida eterna. Éste es el plan de Dios, y no hay otra vía de salvación. El Padre y Jesús son uno porque su unión es total. Jesús es el consagrado por el Padre (36), mucho más que lo que había sido el Templo en su consagración y dedicación recordada en esta fiesta. Jesús hace visible todo lo que creemos del Dios invisible. También el cristiano deberá hacer visible todo lo que dice y cree que Jesús es. Los judíos no escuchaban ni a la razón ni a la revelación. Su ira los cegaba. Repetidamente querían recurrir a la violencia (31.39). Jesús se retira al otro lado del río Jordán, al lugar donde había muchos discípulos de Juan Bautista, que estaban bien dispuestos hacia Él. Allí encuentra seguridad y paz y se prepara para su pasión.