Juan  12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 50 versitos |
1

Unción en Betania
cfr. Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Lc 7,36-50

Seis días antes de la Pascua Jesús fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
2 Le ofrecieron un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.
3 María tomó una libra de perfume de nardo puro, muy costoso, ungió con él los pies a Jesús y se los enjugó con los cabellos. La casa se llenó del olor del perfume.
4 Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
5 –¿Por qué no han vendido ese perfume en trescientas monedas para repartirlas a los pobres?
6 Lo decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón; y, como llevaba la bolsa, robaba de lo que ponían en ella.
7 Jesús contestó:
– Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura.
8 A los pobres los tendrán siempre entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.
9 Un gran gentío de judíos supo que estaba allí y acudieron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
10 Los sumos sacerdotes habían decidido dar muerte también a Lázaro,
11 porque por su causa muchos judíos iban y creían en Jesús.
12

Entrada triunfal en Jerusalén
cfr. Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc 19,29-40

Al día siguiente, un gran gentío que había llegado para la fiesta, al saber que Jesús se dirigía a Jerusalén,
13 tomaron ramas de palma y salieron a su encuentro gritando:
–¡Hosana,
bendito el que viene
en nombre del Señor,
el rey de Israel!
14 Jesús encontró un burrito y montó en él. Como está escrito:
15 No temas, joven Sión:
mira que llega tu rey cabalgando
una cría de asno.
16 Esto no lo entendieron los discípulos en aquel momento. Pero, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que todo lo que le había sucedido era lo que estaba escrito acerca de él.
17 La gente que había asistido cuando llamó a Lázaro y lo resucitó de entre los muertos contaba el hecho.
18 Por eso la gente salió a su encuentro, porque se enteraron de la señal que había realizado.
19 En cambio, los fariseos comentaban entre sí:
– Ya ven que así no vamos a conseguir nada; todo el mundo se va con él.
20

Los griegos y Jesús

Había unos griegos que habían subido para los cultos de la fiesta.
21 Se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le pidieron:
– Señor, queremos ver a Jesús.
22 Felipe va y se lo dice a Andrés; Felipe y Andrés van y se lo dicen a Jesús.
23 Jesús les contesta:
– Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado.
24 Les aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
25 El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida en este mundo la conserva para una vida eterna.
26 El que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno me sirve, lo honrará el Padre.
27 Ahora mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este trance? No; que para eso he llegado a este trance.
28 Padre, da gloria a tu Nombre.
Vino una voz del cielo:
– Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.
29 La gente que estaba escuchando decía:
– Ha sido un trueno.
Otros decían:
– Le ha hablado un ángel.
30 Jesús respondió:
– Esa voz no ha sonado por mí, sino por ustedes.
31 Ahora comienza el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado.
32 Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí.
33 Lo decía indicando de qué muerte iba a morir.
34 La gente le contestó:
– Hemos oído en la ley que el Mesías permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú que el Hijo del Hombre tiene que ser levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35 Jesús les dijo:
– La luz está todavía entre ustedes, pero por poco tiempo. Caminen mientras tengan luz, para que no los sorprendan las tinieblas. Quien camina a oscuras no sabe adónde va.
36 Mientras tengan luz, crean en la luz y serán hijos de la luz.
Así habló Jesús; después se apartó de ellos y se escondió.
37 A pesar de las muchas señales que había realizado en su presencia no creían en él.
38 Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?
¿A quién se reveló
el poder del Señor?
39 Así que no podían creer, como dice también Isaías:
40 Él ha cegado sus ojos,
y ha endurecido su mente:
para que sus ojos no vean
y su mente no entienda,
para que no se conviertan,
de modo que yo los sane.
41 Eso dijo Isaías porque vio su gloria y habló de él.
42 Con todo, muchos creyeron en él, aún entre los jefes; pero por miedo a los fariseos no lo decían, para que no los expulsaran de la sinagoga.
43 Prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios.
44 Jesús exclamó:
– El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió;
45 y el que me ve, ve al que me envió.
46 Yo soy la luz y he venido al mundo, para que quien crea en mí no se quede a oscuras.
47 Al que escucha mis palabras y no las cumple yo no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
48 Quien me desprecia y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he dicho lo juzgará el último día.
49 Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que debo decir y hablar.
50 Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  12,1-11Unción en Betania. María, la hermana de Lázaro, llena de amor y agradecimiento a Jesús, derrocha el perfume para honrarle. Judas, en quien el amor ya no tenía cabida, tiene buen olfato para los negocios, y al oler el perfume adivina su precio. Judas habla de los pobres sin realmente preocuparse por ellos. Preocuparse de los pobres es amar y compartir. A menudo hablamos como Judas de dar a los pobres, pero antes de dar el Señor nos pide amar. Amar al pobre es anunciarle el llamado que Dios le hace y ayudarle a crecer como persona, superando debilidades y divisiones; es enseñarle a cumplir la misión que Dios le confió. La compasión de Jesús con los pobres la encontramos en los otros evangelios, especialmente en Lucas. Los judíos al ver que Jesús es fuente de vida y aviva las multitudes, sólo piensan en darle muerte, y con Él a su amigo Lázaro.


Juan  12,12-19Entrada triunfal en Jerusalén. La gente se agolpa en torno a Jesús. La resurrección de Lázaro atrae a todos hacia Él, que es fuente de vida. Los fariseos, en su impotencia, confiesan que todo el mundo -judíos y griegos- se van con Él.
Juan  12,20-50Los griegos y Jesús. Estos paganos piadosos que buscan a Jesús son prueba de que «todo el mundo se va con él» (12,19). El servicio («diakoneo» - tres veces mencionado) es lo que define la hora de Jesús y la del cristiano. Donde hay amor, el servicio es glorioso. Donde no lo hay, es puro sufrimiento servil. El servicio está enmarcado por dos referencias a la pasión y agonía de Jesús, y es la revelación de la hora de Jesús. A una persona le llega su hora cuando es llamada a servir. La pasión de Jesús será su mayor servicio a la humanidad. Ahora va a tener lugar el juicio del mundo. Satanás va a perder la guerra; Jesús va a triunfar y se va a convertir en foco de atracción al que todos deberán mirar (19,37). El Apocalipsis presenta el triunfo de Jesús en la batalla entre el dragón y los ángeles (Apo_12:7-9). Los que lo aceptan se salvan; los que no lo reciben, se condenan a sí mismos. La primera venida de Jesús es para salvar a quien cree en Él; la segunda venida será para juzgar a los incrédulos. Los judíos siguen sin entenderlo porque creen de antemano que conocen las respuestas (34). Jesús hace un llamado a caminar en la luz; es la última oportunidad para salir de las tinieblas. Jesús se escondió (36); solamente lo encontrarán en la confrontación final de la pasión.
El evangelista hace un resumen del libro de las señales. Éstas no bastan para llevar a la fe. Una disposición interna positiva es necesaria. El rechazo por los judíos, previsto por los profetas, fue providencial. Jesús es la palabra y la luz venida al mundo. El que no la recibe permanece en la oscuridad. El que la recibe conoce por experiencia que proviene de Dios, del Padre.