Juan  18 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 40 versitos |
1

Arresto de Jesús
cfr. Mt 26,47-56; Mc 14,43-52; Lc 22,47-53

Dicho esto, salió Jesús con los discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto; allá entró él con sus discípulos.
2 Judas, el traidor, conocía el lugar, porque Jesús muchas veces se había reunido allí con sus discípulos.
3 Entonces Judas tomó un destacamento y algunos empleados de los sumos sacerdotes y los fariseos, y se dirigió allá con antorchas, linternas y armas.
4 Jesús, sabiendo todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dice:
–¿A quién buscan?
5 Le respondieron:
– A Jesús, el Nazareno.
Les dice:
– Yo soy.
También Judas, el traidor, estaba con ellos.
6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron al suelo.
7 Les preguntó de nuevo:
–¿A quién buscan?
Le respondieron:
– A Jesús, el Nazareno.
8 Contestó Jesús:
– Ya les dije que yo soy, pero, si me buscan a mí, dejen ir a éstos.
9 Así se cumplió lo que había dicho: No he perdido ninguno de los que me has confiado.
10 Simón Pedro, que iba armado de espada, la desenvainó, dio un tajo al sirviente del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El sirviente se llamaba Malco.
11 Jesús dijo a Pedro:
– Envaina la espada: ¿Acaso no beberé la copa que me ha ofrecido mi Padre?
12 El destacamento, el comandante y los agentes de los judíos arrestaron a Jesús, lo ataron
13 y se lo llevaron primero a Anás que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.
14

Ante Caifás
cfr. Mt 26,57-68; Mc 14,53-65; Lc 22,54s.63-71
Negaciones de Pedro
cfr. Mt 26,69-75; Mc 14,66-72; Lc 22,56-62

Caifás era el mismo que había dicho a los judíos, que era mejor para ellos que un solo hombre muriese por el pueblo.
15 Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Como ese discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote,
16 mientras Pedro se quedaba afuera, en la puerta.
Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y ésta dejó entrar a Pedro.
17 La sirvienta de la portería dice a Pedro:
–¿No eres tú también discípulo de ese hombre?
Contesta él:
– No lo soy.
18 Como hacía frío, los sirvientes y los guardias habían encendido fuego y se calentaban. Pedro estaba con ellos protegiéndose del frío.
19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su enseñanza.
20 Jesús le contestó:
– Yo he hablado públicamente al mundo; siempre enseñé en sinagogas o en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto.
21 ¿Por qué me interrogas? Interroga a los que me han oído hablar, que ellos saben lo que les dije.
22 Apenas Jesús dijo aquello, uno de los guardias presentes le dio una bofetada y le dijo:
–¿Así respondes al sumo sacerdote?
23 Jesús contestó:
– Si he hablado mal, demuéstrame la maldad; pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?
24 Anás lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25 Simón Pedro seguía junto al fuego. Le preguntan:
–¿No eres tú también discípulo suyo?
Él lo negó:
– No lo soy.
26 Uno de los sirvientes del sumo sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, insistió:
–¿Acaso no te vi yo con él en el huerto?
27 Pedro volvió a negarlo y en ese momento cantó el gallo.
28

Jesús ante Pilato
cfr. Mt 27,1s.11-14; Mc 15,1-5; Lc 23,1-5

Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era temprano. Ellos no entraron en el pretorio para evitar contaminarse y poder comer la Pascua.
29 Pilato salió afuera, a donde estaban, y les preguntó:
–¿De qué acusan a este hombre?
30 Le contestaron:
– Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado.
31 Les replicó Pilato:
– Entonces, tómenlo y júzguenlo según la legislación de ustedes.
Los judíos le dijeron:
– No nos está permitido dar muerte a nadie.
32 Así se cumplió lo que Jesús había dicho sobre la manera en que tendría que morir.
33 Entró de nuevo Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:
–¿Eres tú el rey de los judíos?
34 Jesús respondió:
–¿Eso lo preguntas por tu cuenta o porque te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato respondió:
–¡Ni que yo fuera judío! Tu nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36 Contestó Jesús:
– Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37 Le dijo Pilato:
– Entonces, ¿tú eres rey?
Jesús contestó:
– Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien está de parte de la verdad escucha mi voz.
38 Le dice Pilato:
–¿Qué es la verdad?

Condena a muerte
cfr. Mt 27,15-31; Mc 15,6-20; Lc 23,13-25

Dicho esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo:
– No encuentro en él culpa alguna.
39 Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a un preso durante la fiesta de la Pascua. ¿Quieren que suelte al rey de los judíos?
40 Volvieron a gritar:
– A ése no, suelta a Barrabás.
Barrabás era un asaltante.

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  18,1-13Arresto de Jesús. Esta escena introduce el drama de la pasión: es una lucha entre Jesús y Satanás encarnado en Judas, entre la luz y las tinieblas, que va a acabar con la victoria de Jesús que echa abajo el poder del demonio y que va a ser la salvación para los suyos (6.8). La escena sucede en un huerto, así como en un huerto tuvo lugar la primera caída de la humanidad. El único punto de contacto con los evangelios sinópticos, el beber la copa (11), es presentado como algo positivo que proviene del Padre. La pasión es el triunfo y la gloria de Jesús.


Juan  18,14-27Ante Caifás - Negaciones de Pedro. Juan coloca las negaciones de Pedro antes y después del interrogatorio por el sumo sacerdote. Así contrasta fuertemente la respuesta de Jesús con la conducta del discípulo. Jesús responde que no ha dicho nada en secreto; que hay gente que sabe muy bien todo lo que ha dicho. Nadie lo sabe mejor que Pedro y los discípulos. A ellos les toca en adelante hablar de Jesús. La tragedia, entonces y ahora, es que el discípulo no habla como Jesús, respondiendo «Yo soy». El hablar como Jesús era peligroso y podía llevarlo a la prisión. Cuando Pedro niega a Jesús por tercera vez, el gallo canta. Algunos creen que los gallos eran animales impuros porque estaban asociados con la magia y el demonio, de modo que al cantar el gallo quien canta no es otro que el demonio que ha obtenido una importante victoria.
Juan  18,28-40Jesús ante Pilato - Condena a muerte. Juan presenta el juicio de Jesús ante el gobernador romano en una serie de siete pequeñas escenas o diálogos, fuera y dentro del palacio. La primera escena ante la gente (18,29-32) anuncia que se trata de una cuestión de vida o muerte a manos de los romanos, según lo anunciado por Jesús. En la segunda escena (18,33-37), dentro del palacio, Jesús se proclama rey; su reinado y poder no es como el del mundo. Jesús es un rey-maestro que no tiene súbditos sino discípulos, los que escuchan su voz. En la tercera escena (18,38-40), de nuevo ante la gente, Pilato proclama la inocencia de Jesús; los judíos rechazan el reino de verdad que ofrece Jesús y piden a cambio la liberación de Barrabás, un «asaltante» para los romanos, uno de los que luchaban violentamente por la independencia y la libertad política de Judea (40). La escena central (19,1-3), en la que Jesús es insultado y rechazado como rey, aunque sucede dentro del palacio -porque Pilato sale afuera después de ella-, deja la impresión de que la coronación de Jesús sucede a vista de todo el mundo. Solamente menciona la corona y el manto que eran símbolos comunes de la realeza. En la quinta escena (19,4-7), Pilato vuelve a salir y proclama nuevamente la inocencia de Jesús, que es realmente el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, aunque los judíos se nieguen a aceptarlo. En la sexta escena (19,8-12) Pilato está asustado porque, como muchos de su tiempo, creía en la encarnación de los dioses y en el peligro que corría de ofender a un dios si es que Jesús era realmente lo que decían de Él. Jesús le dice que la providencia ha puesto en sus manos el tomar una decisión de la cual no puede escapar. En la última escena (19,13-16), Pilato, que temía al césar mucho más que a Dios, con su autoridad oficial, y sin saberlo él, hace una declaración suprema sobre Jesús: Es el rey que inaugura el reinado de Dios. Como cuando se trata de algo muy importante, el evangelista nos da los datos exactos de la proclamación: El lugar (Enlosado o «Litróstotos»), el día (la víspera de Pascua), y la hora (al mediodía). La gente reniega de Dios, que era el único rey de Israel, y prefiere acatar al odiado césar antes que aceptar el reino de Jesús. Pilato entrega a Jesús a su suerte en la cruz.