Juan  20 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Resurrección de Jesús
cfr. Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12

El primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro.
2 Llega corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo de Jesús, y les dice:
– Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
3 Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro.
4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.
5 Inclinándose vio las sábanas en el suelo, pero no entró.
6 Después llegó Simón Pedro, que le seguía y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo
7 y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte.
8 Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
9 Todavía no habían entendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
10 Los discípulos se volvieron a casa.
11

Se aparece a María Magdalena
cfr. Mc 16,9-11

María estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro
12 y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cadáver de Jesús.
13 Le dicen:
– Mujer, ¿por qué lloras?
María responde:
– Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto.
14 Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció.
15 Jesús le dice:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, creyendo que era el jardinero, le dice:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
16 Jesús le dice:
–¡María!
Ella se vuelve y le dice en hebreo:
– Rabbuni – que significa maestro– .
17 Le dice Jesús:
– Déjame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes, a mi Dios, el Dios de ustedes.
18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos:
– He visto al Señor y me ha dicho esto.
19

Aparición a los discípulos
cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-20

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos.
Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice:
– La paz esté con ustedes.
20 Después de decir esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor.
21 Jesús repitió:
– La paz esté con ustedes. Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes.
22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Reciban el Espíritu Santo.
23 A quienes les perdonen los pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán retenidos.
24 Tomás, llamado Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
25 Los otros discípulos le decían:
– Hemos visto al Señor.
Él replicó:
– Si no veo en sus manos la marca de los clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado, no creeré.
26 A los ocho días estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa y Tomás con ellos.
Se presentó Jesús a pesar de estar las puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo:
– La paz esté con ustedes.
27 Después dice a Tomás:
– Mira mis manos y toca mis heridas; extiende tu mano y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe.
28 Le contestó Tomás:
– Señor mío y Dios mío.
29 Le dice Jesús:
– Porque me has visto, has creído; felices los que crean sin haber visto.
30 Otras muchas señales hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están relatadas en este libro.
31 Éstas quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él.

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  20,1-10Resurrección de Jesús. Parece que Juan quiere explicar, como en cámara lenta, lo que sucedió en el Calvario en el momento de la muerte de Jesús. En la liturgia, en las fiestas del año, la Iglesia celebra el Misterio Pascual siguiendo durante cincuenta días, cronológicamente, el orden de Lucas: Muerte, Resurrección, Ascensión y Pentecostés. En la misma liturgia la Iglesia celebra diariamente el mismo misterio, en línea con la teología de Juan, en la consagración de la misa: en ese momento se recuerda la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús (plegaria Eucarística) y el don del Espíritu. El sepulcro vacío proclama que al Jesús vivo no hay que buscarlo entre los muertos. El «discípulo predilecto», «vio y creyó» (8) porque entendió que a partir de la resurrección a Jesús se le va a encontrar en el corazón de los creyentes.


Juan  20,11-18Se aparece a María Magdalena. La Magdalena buscaba un cadáver. Jesús se le aparece y le hace la pregunta clave: «¿A quién buscas?». Jesús se le aparece transformado, con figura distinta, porque el Jesús resucitado va a adoptar la figura de cada creyente. Hay que ver a Jesús en los creyentes. El Jesús que le habla está aún en la tierra, pero ya va en camino al Padre. Por primera vez en Juan se nos revela que el Padre de Jesús es nuestro Padre, porque desde la hora y la pasión de Jesús sus discípulos nos identificamos con Él; Jesús está en nosotros y nosotros estamos en Él.
Juan  20,19-31Aparición a los discípulos. En esta escena central de las apariciones, Jesús se revela a los discípulos como el mismo que sufrió y murió, mostrándoles las llagas de su pasión. Los discípulos se alegran al verle. Pero cuando Jesús habla se presenta como un ser divino que los bautiza con el Espíritu Santo haciéndolos una nueva creación, y confiándoles su misión. Jesús les había dicho en la «última cena» que cuando Él fuera al Padre les enviaría el Espíritu (16,7). Ahora esto es una realidad. Tomás, como antes María Magdalena, buscaba equivocadamente al mismo Jesús de antes, viendo y tocando sus llagas. Podían haberle dicho que Jesús parecía un peregrino, o un jardinero, o un fantasma. Como Natanael al comienzo del evangelio, Tomás se niega a creer en el testimonio de sus amigos. Al reprocharle Jesús su incredulidad, Tomás responde con la mayor confesión de fe de un discípulo, reconociendo a Jesús como Señor y Dios. Juan anuncia para el futuro que la presencia de Jesús se encontrará a través del testimonio de los creyentes y del evangelio escrito, que es la Palabra de Dios.