Juan  5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 47 versitos |
1

Sana al enfermo de la piscina
cfr. Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26

Pasado algún tiempo, celebraban los judíos una fiesta, y Jesús subió a Jerusalén.
2 Hay en Jerusalén, junto a la puerta de los Rebaños, una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.
3 Yacía en ellos una multitud de enfermos, ciegos, cojos y lisiados, que aguardaban a que se removiese el agua.
4 [[De vez en cuando bajaba el ángel del Señor a la piscina y agitaba el agua, y el primero que se metía apenas agitada el agua, se sanaba de cualquier enfermedad que padeciese.]]
5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
6 Jesús lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así mucho tiempo, le dice:
–¿Quieres sanarte?
7 Le contestó el enfermo:
– Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes.
8 Le dice Jesús:
– Levántate, toma tu camilla y camina.
9 Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero aquel día era sábado;
10 por lo cual los judíos dijeron al que se había sanado:
– Hoy es sábado, no puedes transportar tu camilla.
11 Les contestó:
– El que me sanó me dijo que tomara mi camilla y caminara.
12 Le preguntaron:
–¿Quién te dijo que la tomaras y caminaras?
13 Pero el hombre sanado lo ignoraba, porque Jesús se había retirado de aquel lugar tan concurrido.
14 Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
– Mira que has sanado. No vuelvas a pecar, no te vaya a suceder algo peor.
15 El hombre fue y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
16 Por ese motivo perseguían los judíos a Jesús, por hacer tales cosas en sábado.
17 Pero [Jesús] les dijo:
– Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo.
18 Por eso los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino además llamaba Padre suyo a Dios, igualándose a Él.
19

Autoridad de Jesús

Jesús tomó la palabra y les dijo:
– Les aseguro:
El Hijo no hace nada por su cuenta
si no se lo ve hacer al Padre.
Lo que aquél hace lo hace igualmente el Hijo.
20 Porque el Padre ama al Hijo
y le muestra todo lo que hace;
y le mostrará obras más grandes aún
para que ustedes queden maravillados.
21 Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida,
del mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.
22 El Padre no juzga a nadie
sino que encomienda al Hijo la tarea de juzgar,
23 para que todos honren al Hijo
como honran al Padre.
Quien no honra al Hijo
no honra al Padre que lo envió.
24 Les aseguro que quien oye mi palabra
y cree en aquel que me ha enviado
tiene vida eterna y no es sometido a juicio,
sino que ha pasado de la muerte a la vida.
25 Les aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado,
en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y los que la oigan vivirán.
26 Así como el Padre posee vida en sí,
del mismo modo hace que el Hijo posea vida en sí;
27 y, puesto que es el Hijo del Hombre,
le ha confiado el poder de juzgar.
28 No se extrañen de esto:
llega la hora en que todos los que están en el sepulcro oirán su voz:
29 los que hicieron el bien resucitarán para vivir,
los que hicieron el mal resucitarán para ser juzgados.
30 Yo no puedo hacer nada por mi cuenta;
juzgo por lo que oigo, y mi sentencia es justa,
porque no pretendo hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió.
31

El testimonio de Jesús

Si yo diera testimonio de mí mismo,
mi testimonio no sería válido.
32 Otro atestigua a mi favor,
y yo sé que su testimonio a mi favor es verdadero.
33 Ustedes enviaron una delegación a Juan
y él dio testimonio de la verdad.
34 Y, aunque yo no me apoyo en testimonio humano,
digo esto para la salvación de ustedes.
35 Él era una lámpara que ardía y alumbraba,
y ustedes quisieron disfrutar un rato de su luz.
36 Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan:
las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago
atestiguan de mí que el Padre me ha enviado.
37 También el Padre que me envió da testimonio de mí.
Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro,
38 y su palabra no permanece en ustedes,
porque al que él envió no le creen.
39 Estudian la Escritura pensando que encierra vida eterna,
porque ella da testimonio de mí;
40 pero ustedes no quieren venir a mí para tener vida.
41 Yo no recibo honores de los hombres;
42 además yo sé que ustedes no poseen el amor de Dios.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben;
si otro viniera en nombre propio, lo recibirían.
44 ¿Cómo pueden creer,
si viven pendientes del honor que se dan unos a otros,
en lugar de buscar el honor que sólo viene de Dios?
45 No piensen que seré yo el que los acuse ante el Padre;
los acusará Moisés, en quien confían.
46 Porque si creyeran a Moisés, también creerían en mí,
ya que él escribió acerca de mí.
47 Y si no creen lo que él escribió,
¿cómo creerán en mis palabras?

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Introducción a Juan 

Juan

El más puro y radical de los evangelios. También el originalísimo libro de Juan es un evangelio. Y si Evangelio es proclamar la fe en Jesús para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. Si en el Antiguo Testamento la existencia humana se decidía frente a la ley de Dios (cfr. Dt 29), en Juan ésta se decide frente a Jesús: por Él o contra Él, fe o incredulidad.

Jesús, camino que conduce al Padre. La persona de Jesús ocupa el centro del mensaje de Juan. Su estilo descriptivo es intencionadamente realista, quizás como reacción contra los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios -docetismo-. Juan nos lleva a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelista se propone desvelar el misterio de Jesús como camino para descubrir el rostro de Dios. Si en Marcos Jesús se revela como Hijo de Dios a partir del bautismo, y en Mateo y Lucas a partir de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad. Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de revelar al Padre.

El camino de Jesús. Para captar el alcance de la misión histórica del Jesús que nos presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz, tinieblas, agua, vino, boda, camino, paloma, palabra. O en sus personajes: Abrahán, Moisés, Jacob-Israel, la mujer infiel de Os 2, David, la esposa del Cantar de los Cantares, mencionados explícitamente o aludidos en filigrana para quien sepa adivinarlos. Pero, por encima de todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento, que Jesús se apropia reiteradamente.
Juan utiliza sus materiales y sus recursos con libertad y dominio. Su patria es la Escritura, que hace presente en unas cuantas citas formales -lejos de la abundancia de Mateo-, en frases alusivas que se adaptan a otra situación, en un tejido sutil de símbolos apenas insinuados, como invitando a un juego de enigmas y desafíos. Sobre este trasfondo, Juan hace emerger con dramatismo la progresiva revelación del misterio de la persona de Jesús, luz y vida de los hombres, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente, junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de unos pocos seguidores, surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la resurrección. Entonces, Padre e Hijo, por medio del Espíritu, abren su intimidad a la contemplación del creyente.

Destinatarios. La comunidad de Juan muestra conocer familiarmente el Antiguo Testamento y el judaísmo. Pero está separada de él, no por cuestiones de observancia, sino por la fe en Jesús. Es una comunidad preparada ya para caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la definitiva venida del Señor, de la que ya participa en esperanza por la experiencia mística y por la acción del Espíritu. El evangelista deja entrever a unos cristianos y cristianas que viven la presencia de Jesús en los sacramentos: el bautismo en el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3); la eucaristía en el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y en el lavatorio de los pies -acto humilde de solidaridad ejemplar- (13,1-17); el perdón de los pecados en el don del Espíritu, después de la resurrección (20,22s). Pero los destinatarios de Juan son los hombres y las mujeres de todos los tiempos para quienes Jesús se hizo hombre a fin de revelarles el verdadero rostro de Dios. O como lo dice el mismo evangelista al final de su narración: estas señales «quedan escritas para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida por medio de él» (20,31).

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición antigua ha identificado al autor con el apóstol Juan. Hoy día es muy difícil mantener esta opinión. La mayoría de los biblistas atribuye el evangelio a un discípulo suyo de la segunda generación. Por su familiaridad con el Antiguo Testamento y el sabor semítico de su prosa, debió ser judío. En cuanto a la fecha de su composición se propone la última década del s. I; y respecto al lugar, Éfeso.

Plan del evangelio: la «hora» de Jesús. Es esta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de Juan, marcando el ritmo de la vida de Jesús como un movimiento de descenso y de retorno.
El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su protagonista, la Palabra eterna de Dios, que desciende a la historia humana haciéndose carne en Jesús de Nazaret con la misión de revelar a los hombres el misterio salvador de Dios. Esta «misión» es su «hora».
A este prólogo sigue la primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2-12), que describe el comienzo de la misión de Jesús. A través de siete milagros a los que el evangelista llama «signos» y otros relatos va apareciendo la novedad radical de su presencia en medio de los hombres: el vino de la nueva alianza (2,1-11); el nuevo templo de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo renacer (3,1-21); el agua viva (4,1-42); el pan de vida (6,35); la luz del mundo (8,12), la resurrección y la vida (11,25).
A continuación viene la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria» (13-21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente de sus enemigos, Jesús prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación en la pasión. Luego realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12-17,26) en la que retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de la pasión, muerte y resurrección (18-21).

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Juan  5,1-18Sana al enfermo de la piscina. Aquí comienza una serie de narraciones asociadas con fiestas de los judíos que son sustituidas por la persona de Jesús: el sábado (5,1-47); la Pascua (6,1-71); la fiesta de las Chozas (7,1-10,21); la fiesta de la Dedicación (10,22-42). En cada fiesta se nos ofrece una nueva revelación sobre Jesús y su misión. El tema principal de este capítulo es Jesús como fuente de vida. Juan señala que la enfermedad duraba treinta y ocho años, igual al número de años que los israelitas anduvieron errantes por el desierto esperando la muerte, sin poder entrar en la tierra prometida por haber pecado contra Dios. Fueron treinta y ocho años sin esperanza y sin futuro (Deu_2:14s). Así se encontraba el enfermo de la piscina, a quien Jesús le ofrece salvación y lo sana. Pero después, éste no hace lo que Jesús le ordena, sino que va a los judíos a reportarle (15). Jesús lo encuentra en el Templo, en el centro del judaísmo, y le conmina a no pecar más para que no le suceda algo peor. A su acción de dar vida, los judíos responden con intenciones de muerte (18). La discusión de Jesús con los judíos es un reflejo de las disputas de los cristianos con los judíos de la sinagoga cuando se escribía el evangelio. El descanso sabático fue pronto un tema de discrepancia. Las repetidas referencias a la conducta de Jesús en todos los evangelios sirven para justificar la práctica de los cristianos.


Juan  5,19-30Autoridad de Jesús. Todo lo que Jesús dice y hace proviene de su comunión con el Padre (26s). La autoridad de Jesús se revela sobre todo en su poder de dar vida (21.24s.28). Encontramos tres formulaciones de esta misma idea: en el versículo 24 encontramos una escatología presente o realizada; la fe produce una resurrección en el creyente. En 1Jn_3:14 es el amor lo que produce la resurrección en el cristiano, pues ha pasado de la muerte a la vida. En el versículo 28 tenemos una referencia a una escatología futura, más de acuerdo con el pensamiento de los sinópticos.
Juan  5,31-47El testimonio de Jesús. Jesús es fuente de vida y Señor del sábado porque es respaldado por testimonios fehacientes: su palabra, Juan Bautista, sus obras que son obras del Padre, las Escrituras que anuncian el don de vida, y hasta el mismo Moisés. El gran obstáculo para aceptar esto es que sus oyentes no poseían el amor de Dios. Se amaban a sí mismos y buscaban su propio honor y gloria (44).