Hechos 1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Prólogo
cfr. Lc 1,1-4

En mi primer libro, querido Teófilo, conté todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio
2 hasta el día que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.
3

Promesa del Espíritu Santo

Después de su pasión, se les había presentado vivo durante cuarenta días, dándoles muchas pruebas, mostrándose y hablando del reino de Dios.
4 Mientras comía con ellos, les encargó que no se alejaran de Jerusalén, sino que esperaran lo prometido por el Padre: la promesa que yo les he anunciado – les dijo– :
5 que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados dentro de poco con Espíritu Santo.
6

Ascensión de Jesús
cfr. Lc 24,50-52

Estando ya reunidos le preguntaban:
– Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?
7 Él les contestó:
– No les toca a ustedes saber los tiempos y circunstancias que el Padre ha fijado con su propia autoridad.
8 Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.
9 Dicho esto, los apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista.
10 Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras él se marchaba, cuando dos personas vestidas de blanco se les presentaron
11 y les dijeron:
– Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este Jesús, que les ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir.
12

Primer informe sobre
la comunidad de Jerusalén

Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte de los Olivos, que dista de Jerusalén tan sólo lo que la ley permite caminar en día sábado.
13 Cuando llegaron, subieron al piso superior donde se alojaban. Estaban Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Zelota y Judas de Santiago.
14 Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus parientes, permanecían íntimamente unidos en la oración.
15

Elección de Matías
y primer discurso de los Hechos

Un día de aquellos Pedro se puso de pie en medio de los hermanos, ciento veinte personas reunidas, y dijo:
16 – Queridos hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo profetizó por medio de David acerca de Judas, el que guió a los que arrestaron a Jesús,
17 que era uno de los nuestros y compartía nuestro ministerio.
18 Con el dinero que le pagaron por su maldad compró un terreno, cayó de cabeza, su cuerpo se abrió y se le salieron las entrañas.
19 Todos los vecinos de Jerusalén se enteraron, de modo que el terreno se llama en su lengua Haquéldama, es decir Campo de Sangre.
20 Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Quede su morada despoblada
sin que nadie la habite,
y que su puesto lo ocupe otro.
21 Ahora bien, es necesario que uno de los que nos acompañaron mientras el Señor Jesús estaba entre nosotros,
22 desde el bautismo de Juan hasta que nos fue quitado, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección.
23 Designaron a dos: José, llamado Barsabás, apodado Justo, y Matías.
24 Después rezaron así:
– Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, indícanos a cuál de los dos eliges
25 para ocupar el puesto de este ministerio apostólico, que Judas abandonó para marchar al lugar que le correspondía.
26 La suerte tocó a Matías y fue incorporado a los once apóstoles.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 1,1-2Prólogo. Con este breve prólogo, Lucas enlaza el presente libro al tercer evangelio, como si se tratara de la segunda parte de una gran obra. Así, la historia de la naciente Iglesia -los Hechos- queda firmemente enraizada en el ministerio de Jesús -el evangelio-. El libro lo dedica a Teófilo, el mismo «querido Teófilo» a quien está dedicado el evangelio (Luc_1:3). «Teófilo» significa en lengua griega «amigo de Dios». Todos somos, pues, «teófilos», y para todos nosotros escribió Lucas su relato.


Hechos 1,3-5Promesa del Espíritu Santo. Antes de comenzar a relatar la historia de la Iglesia, Lucas nos presenta dos etapas intermedias de preparación de los discípulos: una de 40 días en la que Jesús resucitado actúa en la comunidad; y otra, previa a la venida del Espíritu Santo, que los discípulos dedican a la oración. Entre ambas etapas relata la Ascensión de Jesús al cielo.
El tiempo de la primera etapa lo cifra en 40 días, pero más que el tiempo trascurrido, le interesa resaltar el simbolismo del número 40, de uso tan frecuente en la Biblia: los 40 días de Moisés en la montaña (cfr. Éxo_24:18; Éxo_34:28), los 40 días de Elías peregrinando al monte de Dios (cfr. 1Re_19:8) y los 40 días de las tentaciones de Jesús en el desierto (cfr. Luc_4:2). Tiempo, pues, de prueba, de duda, de discernimiento y de fe. Por esa situación pasaron también los discípulos, todavia desconcertados por el acontecimiento de la resurrección. A Lucas le interesa resaltar que Jesús es una persona viva, el mismo a quien acompañaron por los caminos de Palestina, y que fue ejecutado en una cruz; está ahora con ellos, resucitado. Jesús les deja un encargo y una promesa: el encargo de que no se alejen de Jerusalén y la promesa de que dentro de poco serán bautizados con el Espíritu Santo.
Hechos 1,6-11Ascensión de Jesús. Lucas es el único autor del Nuevo Testamento que escenifica la exaltación de Jesús con una imagen visual de subida al cielo (cfr. también Luc_24:51). ¿Qué nos quiere decir con esto? Durante los 40 días antes mencionados, quedó claro que Jesús estaba vivo y que era el mismo que ellos habían conocido y con quien habían compartido la experiencia inenarrable de su vida. Pero ésta era sólo una cara de la resurrección. La otra cara la explica Lucas con la ascensión: la presencia de Jesús entre nosotros sigue siendo «real», pero distinta. La nube que lo «oculta» mientras subía al cielo no nos está indicando su «ausencia», sino una forma distinta de su presencia. De aquí en adelante, Jesús estará presente entre nosotros a través de su Espíritu, cuya misión en la comunidad es ser memoria permanente y dinámica para que no olvidemos lo que dijo y lo que hizo Jesús. Los discípulos no comprenden y especulan sobre la restauración inmediata de la soberanía de Israel. Lucas termina su relato presentándonos a los discípulos, como pasmados, mirando al cielo y a unos personajes vestidos de blanco que les reprochan: «¿Qué hacen ahí mirando al cielo?» (11). Los discípulos, luego, regresan a Jerusalén. Allí les espera el duro trabajo de la evangelización inicial.
Hechos 1,12-14Primer informe sobre la comunidad de Jerusalén. Éste es el primero de los sumarios o resúmenes que Lucas presenta en los Hechos. Son como paradas narrativas entre los diversos episodios de su libro. Conectan con lo anteriormente narrado y nos dan las claves de interpretación de lo que a continuación nos va a contar. Lucas nos presenta aquí el núcleo original de la Iglesia constituida por tres grupos: los once, las mujeres y la familia de Jesús. Lo mismo que al inicio de su evangelio, sitúa en un lugar destacado a María. Dice escuetamente que estaba allí. Es fácil imaginarse, sin embargo, lo que debió suponer su presencia en medio de aquellos discípulos que todavía dudaban ante la misión encomendada por Jesús. Al finalizar el Concilio Vaticano II en 1965, el papa Pablo VI proclamó a María como «Madre de la Iglesia». Es así como nos la presenta Lucas. Ella no podía estar ausente cuando la Iglesia estaba a punto de nacer. En este núcleo original de la Iglesia estaban también las mujeres que siguieron a Jesús desde el principio de su vida pública. El libro de los Hechos nos va a demostrar que no había, en el primer grupo de discípulos, absolutamente ninguna discriminación entre hombres y mujeres ante las responsabilidades de llevar adelante la misión de Jesús. La discriminación, contra la que seguimos luchando en nuestros días, vino después y no tuvo nada que ver con el Evangelio.
Con este primer informe comienza la segunda etapa de preparación para la venida del Espíritu y va a estar dedicada a la oración. Durará nueve días. El lugar de reunión de aquel pequeño grupo era el piso superior de la casa donde estaban alojados. Allí perseveraban «íntimamente unidos» en la oración. La expresión «íntimamente unidos» es preferida por Lucas para destacar la unidad de la comunidad en la oración, en su manera de pensar y en su forma de actuar (cfr. 2,46; 4,24; 5,12; 8,6). Ya, desde aquí, nos señala algunas de las características fundamentales a las que toda comunidad cristiana debe aspirar.
Hechos 1,15-26Elección de Matías y primer discurso de los Hechos. He aquí el primer discurso de los muchos que contiene el libro de los Hechos. Pedro dirige la elección del sustituto de Judas, pero es la comunidad la que debe hacer la presentación del candidato. Era necesario que en el momento de la constitución de la Iglesia el número de los Doce -apóstoles-, símbolo de la universalidad de la nueva comunidad de los discípulos de Jesús, fuera completado después de la traición y muerte de Judas. Los símbolos jugaban un papel muy importante en la cultura religiosa de aquel tiempo. La comunidad es consultada y los candidatos presentados de acuerdo a las condiciones que señala Pedro: que hubiera acompañado a Jesús durante su vida pública y que hubiera sido testigo de su resurrección. Todo se hace en un ambiente de oración.