Hechos 12 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Martirio de Santiago – Pedro encarcelado

Por aquel tiempo el rey Herodes emprendió una persecución contra algunos miembros de la Iglesia.
2 Hizo degollar a Santiago, el hermano de Juan.
3 Y, viendo que esto agradaba a los judíos, hizo arrestar a Pedro durante las fiestas de los Ázimos.
4 Lo detuvo y lo metió en la cárcel, encomendando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno. Su intención era exponerlo al pueblo pasada la Pascua.
5 Mientras Pedro estaba custodiado en la cárcel, la Iglesia rezaba fervientemente a Dios por él.
6 La noche anterior al día en que Herodes pensaba presentarlo al pueblo, Pedro dormía entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras los centinelas hacían guardia ante la puerta de la cárcel.
7 De repente se presentó un ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo:
– Levántate rápido.
Se le cayeron las cadenas de las manos
8 y el ángel le dijo:
– Ponte el cinturón y cálzate las sandalias.
Así lo hizo.
Luego añadió:
– Cúbrete con el manto y sígueme.
9 Salió Pedro detrás de él, sin saber si lo del ángel era real, porque le parecía que aquello era una visión.
10 Pasaron la primera guardia y la segunda, llegaron a la puerta de hierro que daba a la calle, que se abrió por sí sola. Salieron y, cuando llegaron al extremo de una calle, el ángel se alejó de él.
11 Entonces Pedro, volviendo en sí, comentó:
– Ahora entiendo de veras que el Señor envió a su ángel para librarme del poder de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo judío.
12 Ya recobrado, se dirigió a casa de la madre de Juan, de sobrenombre Marcos, donde unos cuantos se habían reunido para orar.
13 Golpeó la puerta, y una criada llamada Rosa salió a abrir.
14 Al reconocer la voz de Pedro, de pura alegría, no le abrió, sino que corrió a anunciar que Pedro estaba ante el portal.
15 Le dijeron:
–¡Estás loca!
Pero ella insistía en que era cierto. Replicaron:
– Será su ángel.
16 Pedro seguía llamando. Le abrieron y cuando lo vieron no salían de su asombro.
17 Él hizo un gesto con la mano para que se callaran y les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió:
– Hagan saber esto a Santiago y a los hermanos.
Después salió y se dirigió a otro lugar.
18 Cuando se hizo de día los soldados estaban muy confundidos por lo que había pasado con Pedro.
19 Herodes lo buscó y, al no encontrarlo, interrogó a los guardias y los hizo ejecutar.
Pedro, después, bajó de Judea y se quedó en Cesarea.
20

Muerte de Herodes
cfr. 2 Mac 9

Herodes estaba enemistado con los habitantes de Tiro y Sidón. Ellos, de común acuerdo, se presentaron al rey, se ganaron a Blasto, camarero real, y pidieron la paz; ya que su país recibía las provisiones del territorio del rey.
21 El día convenido, Herodes, vestido con traje real se sentó en su trono y les dirigió la palabra,
22 el pueblo aclamaba:
–¡Ésta es voz de dios, no de hombre!
23 De improviso lo hirió el ángel del Señor, por no haber reconocido la gloria de Dios, y murió comido de gusanos.
24 La Palabra de Dios crecía y se difundía.
25 Bernabé y Saulo, acabada su misión, se volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan, de sobrenombre Marcos.

Patrocinio

 
 

Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Hechos 12,1-19Martirio de Santiago - Pedro encarcelado. El martirio de Santiago queda reducido a una breve noticia. Se diría que el hecho merece mayor atención. Es el primer mártir de los apóstoles, personaje de relieve en los relatos evangélicos. Según lo anunciado por Jesús, Santiago sufrió una muerte violenta siguiendo la huellas de su Señor: «la copa que yo voy a beber también la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a recibir también lo recibirán ustedes» (Mar_10:39).
La narración, sin embargo, se centra en la prisión y liberación de Pedro y será el último episodio del Libro de los Hechos que tiene a Pedro como protagonista. Lucas despide a Pedro con un relato de singular viveza (compárese con 5,19-22) suspendido entre el realismo de las acciones humanas y el halo maravilloso de apariciones y prodigios. El prisionero está custodiado con medidas de máxima seguridad: cadenas, puertas, guardias. En rápido cambio de escenario, Lucas nos presenta a la comunidad rezando por su jefe prisionero: la distancia y las rejas no rompen la unidad espiritual de los creyentes. Rezar es lo único que pueden y pueden mucho. El tiempo pasa, la ejecución está fijada para la mañana, es de noche. El prisionero duerme con un sueño tranquilo. En ese momento, irrumpe el mundo sobrenatural y la verosimilitud queda suspendida. Lucas echa mano de signos conocidos: la luz resplandeciente, la aparición del Ángel del Señor. El ritmo de la narración se hace lento para que observemos los detalles: ceñidor, sandalias, una guardia, otra guardia, el portón exterior, la calle. Sólo al final de una calle, Pedro parece despertar y comprende lo sucedido. Curiosamente no se dirige a la «comunidad de cristianos judíos», sino a la de «cristianos helenistas»; en concreto, a casa de María, madre de un tal Juan Marcos.
¿Qué nos quiere decir Lucas? ¿Había hecho ya Pedro una opción a raíz del episodio de Cornelio, dando su apoyo a la apertura misionera de los helenistas? ¿Dirige una mujer, María, la comunidad de los helenistas? Son interrogantes que deja suspendidos el narrador. De la casa de María mandaron aviso a Santiago y a los demás hermanos. Todo esto sucedió durante la Pascua judía y Lucas evoca en los detalles de la liberación de Pedro la resurrección de Jesús (cfr. Luc_24:9-11); por ejemplo, en el aturdimiento de la portera que oye la voz del apóstol y llena de alegría no le abre la puerta, sino que corre a comunicar la noticia y no le creen; cuando por fin le abren, todos quedan atónitos al verle y el apóstol no se detiene entre los hermanos, sino que pide que vayan a anunciar el acontecimiento.
Lucas termina el relato diciendo que Pedro se fue a otro lugar. ¿A dónde? ¿Está insinuando el narrador lo que era de todos conocido, es decir, el martirio de Pedro en Roma y su reunión definitiva con su Señor?


Hechos 12,20-25Muerte de Herodes. El relato narra el alboroto causado por la liberación del apóstol. El tirano, defraudado en su proyecto de ejecutarlo, hace pagar con la muerte a los guardias. Aunque fuera distante en el tiempo, el narrador quiere presentar aquí el fin teatral de Herodes Agripa como epílogo de la liberación de Pedro. El contraste es buscado: Pedro, encarcelado, Herodes, aclamado como un dios. El ángel del Señor libera a uno y hiere de muerte al otro. Su final está claramente presentado como castigo divino.