Hechos 13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 52 versitos |
1

Misión de Pablo y Bernabé

En la Iglesia de Antioquía había algunos profetas y doctores: Bernabé, Simeón el Negro, Lucio el Cireneo, Manajén, que se había criado con el tetrarca Herodes, y Saulo.
2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo:
– Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los tengo destinados.
3 Ayunaron, oraron, e imponiéndoles las manos, los despidieron.
4 Así, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, de allí navegaron a Chipre y,
5 llegados a Salamina, anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas judías. Llevaban a Juan como colaborador.
6 Atravesando la isla, llegaron a Pafos, donde encontraron a un mago y falso profeta judío que se llamaba Barjesús.
7 Estaba en el séquito del gobernador Sergio Pablo, hombre inteligente, que había llamado a Bernabé y Saulo porque deseaba escuchar la Palabra de Dios.
8 Pero se les opuso el mago Elimas, que así se traduce su nombre, que procuraba apartar al gobernador de la fe.
9 Saulo, o sea Pablo, lleno de Espíritu Santo, lo miró fijamente
10 y le dijo:
–¡Gran embustero y embaucador, hijo del Diablo y enemigo de toda justicia! ¿Cuándo acabarás de retorcer los caminos rectos de Dios?
11 Mira, te herirá la mano de Dios y quedarás una temporada ciego sin ver el sol.
Al instante lo invadió una niebla oscura y andaba a tientas buscando a alguien que le diera la mano.
12 Al ver lo sucedido, el gobernador profundamente impresionado ante la enseñanza del Señor, abrazó la fe.
13

En Antioquía de Pisidia

Navegando desde Pafos, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén.
14 Ellos continuaron desde Perge hasta Antioquía de Pisidia, y entrando un sábado en la sinagoga, tomaron asiento.
15 Terminada la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir:
– Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, pueden decirla.
16 Pablo se levantó y, pidiendo silencio con la mano, dijo:
– Israelitas y todos los que temen a Dios, escúchenme:
17 El Dios de este pueblo, el Dios de Israel eligió a nuestros padres y engrandeció al pueblo mientras residía en Egipto. Más tarde, con brazo poderoso los sacó de allí
18 y durante cuarenta años los condujo por el desierto.
19 Aniquiló a siete pueblos paganos de Canaán y entregó su territorio en heredad a Israel,
20 por cuatrocientos cincuenta años; les dio jueces hasta el profeta Samuel.
21 Entonces pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, que reinó cuarenta años.
22 Lo depuso y nombró rey a David, de quien dio testimonio: Encontré a David, el de Jesé, un hombre a mi gusto, que cumplirá todos mis deseos.
23 De la descendencia de David, según la promesa, sacó Dios a Jesús como salvador de Israel.
24 Antes de su llegada Juan predicó un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel.
25 Hacia el fin de su carrera mortal Juan dijo: Yo no soy el que ustedes creen; detrás de mí viene uno al que no tengo derecho a quitarle las sandalias de los pies.
26 Hermanos, descendientes de Abrahán, y todos los que temen a Dios: A ustedes se les envía este mensaje de salvación.
27 Los vecinos de Jerusalén y sus jefes no acogieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado. Pero, al juzgarlo, las cumplieron.
28 Pidieron a Pilato que lo condenara, aunque no encontraron causa para una sentencia de muerte.
29 Cuando se cumplió todo lo escrito de él lo descolgaron del madero y le dieron sepultura.
30 Pero Dios lo resucitó de la muerte
31 y se apareció durante muchos días a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén. Ellos son hoy sus testigos ante el pueblo.
32 Y nosotros, les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres
33 fue cumplida por él a sus descendientes, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el salmo segundo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy.
34 Y que lo ha resucitado para que nunca se someta a la corrupción está anunciado así: Cumpliré las santas promesas hechas a David, aquellas que no pueden fallar.
35 Y en otro lugar dice: No permitirás que tu fiel sufra la corrupción.
36 Ahora bien, David, después de haber cumplido la voluntad de Dios durante su propia generación, murió, fue sepultado y sufrió la corrupción.
37 En cambio, el que Dios resucitó no sufrió la corrupción.
38 Sépanlo, hermanos, se les anuncia el perdón de los pecados por medio de él,
39 y todo el que crea será perdonado de todo lo que no pudo perdonar la ley de Moisés.
40 ¡Tengan cuidado! Que no les suceda lo anunciado por los profetas:
41 Ustedes, los que desprecian,
llénense de estupor y ocúltense:
Porque en estos días
voy a realizar algo
que si alguien lo contara
no lo podrían creer.
42 Cuando salieron, les rogaban que siguieran exponiendo el tema el sábado siguiente.
43 Al disolverse la asamblea, muchos judíos y prosélitos devotos acompañaron a Pablo y Bernabé, quienes les hablaban e invitaban a mantenerse en el favor de Dios.
44 El sábado siguiente casi toda la población se congregó para escuchar la Palabra de Dios.
45 Pero los judíos, al ver la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con insultos las palabras de Pablo.
46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con toda franqueza:
– A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios. Pero, ya que la rechazan y no se consideran dignos de la vida eterna, nos dirigiremos a los paganos.
47 Así nos lo ha ordenado el Señor:
Te hago luz de las naciones,
para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra.
48 Los paganos al oírlo se alegraron, glorificaron la Palabra de Dios y los que estaban destinados a la vida eterna, abrazaron la fe.
49 Y así la Palabra de Dios se difundió por toda la región.
50 Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas de clase alta y a los notables de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de sus fronteras.
51 Ellos, sacudieron el polvo de sus pies en señal de protesta contra aquella gente y se marcharon a Iconio.
52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Patrocinio

 
 

Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Hechos 13,1-12Misión de Pablo y Bernabé. Estamos entrando en la tercera, última y más larga etapa del libro de los Hechos. En ella, el testimonio cristiano llegará hasta los confines del mundo conocido por los protagonistas misioneros. El punto de partida es la Iglesia de Antioquía que está presidida por los cinco líderes que enumera Lucas, encabezados por Bernabé; entre ellos está Pablo, de momento el último de los cinco. Así, al grupo de los apóstoles, dirigentes de la comunidad judeocristiana de Jerusalén, y al de los siete helenistas, el narrador nos presenta ahora otro grupo: los cinco «profetas y maestros de Antioquía».
Lucas nos deja ver cómo el movimiento del Espíritu va estructurando a las diferentes Iglesias, haciendo surgir líderes, animadores y responsables con funciones y nombres diversos según las necesidades de cada una de las comunidades, y con mucha participación de todos a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, en la comunidad de Jerusalén, además de los apóstoles, han surgido otros líderes subordinados a los apóstoles llamados «ancianos» o «presbíteros». Los dirigentes de Antioquía son llamados por Lucas «profetas y maestros».
El narrador no nos dice cómo planificaron los cinco de Antioquía la primera salida misionera, pero sí afirma que la iniciativa, como siempre, fue del Espíritu Santo y que la preparación para que el Espíritu hablara fue, como siempre también, la oración y el ayuno. El Espíritu Santo -y la comunidad- decidieron separar a dos del grupo, Bernabé y Pablo, para una misión especial que recibieron por medio del gesto acostumbrado de la imposición de manos. Llevaron consigo también a un tal Juan, de sobrenombre Marcos. Viajaron primero a la isla de Chipre y de allí zarparon hacia lo que hoy es el sur de Turquía. La misión no iba dirigida expresamente todavía a los paganos, sino a los judíos de aquellas regiones. Era, sin embargo, el primer paso hacia el objetivo al que les llevaba el Espíritu. En una de estas correrías, en la ciudad de Pafos, comienza Pablo a destacarse confrontando públicamente al mago y falso profeta Barjesús o Elimas.


Hechos 13,13-52En Antioquia de Pisidia. El equipo misionero llega a Antioquía de Pisidia y al sábado siguiente van directamente a la sinagoga. Allí, como era costumbre, invitaron a los forasteros a que tomaran la palabra y comentaran las dos lecturas que se habían proclamado, una tomada de la Ley y otra de los Profetas. Esta visita es muy semejante, en su forma y contenido, a la que hizo Jesús a la sinagoga de Nazaret, que también nos cuenta Lucas en su evangelio (cfr. Luc_4:16-30). La diferencia está en que Jesús fracasó en Nazaret y Pablo y Bernabé triunfaron rotundamente en Antioquía de Pisidia. Tanto es así, que los oyentes -entre los que se encontraban paganos simpatizantes con el judaísmo a quienes se les permitía acudir a las sinagogas- les invitaron a que hablaran el sábado siguiente.
Por lo visto, no esperaron al sábado, sino que estuvieron toda la semana pendiente de los labios de Pablo y Bernabé. Como era de esperar, al sábado siguiente había una gran multitud esperando oírles de nuevo. Lucas dice que toda la población estaba allí. Esto fue demasiado para los dirigentes judíos que, llenos de envidia, comenzaron a insultar y a contradecir a los dos misioneros. Es más, se aliaron con señoras de la «alta sociedad», precisa el narrador, quienes probablemente hicieron intervenir a las autoridades, y Pablo y Bernabé fueron expulsados de la ciudad. Éstos son los hechos. ¿Qué dijo Pablo en la sinagoga?
El tema del discurso de Pablo, el primero que recoge el libro de los Hechos, era de candente actualidad para los judíos que le escuchaban, como fueron ya antes los discursos de Pedro y Esteban. El pueblo judío tenía -y tiene- grabada en la memoria colectiva las grandes promesas hechas por Dios a lo largo de su historia a través de sus grandes personajes: los Patriarcas y los Profetas. Es un pueblo volcado hacia el futuro, que escudriña los signos de los tiempos para ver cuándo esas promesas se van a cumplir. Todas las promesas apuntan a un Salvador que tenía que venir. Pablo les dice que ese Salvador ya ha venido y es Jesús, muerto y resucitado. Para ello, al igual que Pedro y Esteban, Pablo repasa la historia de Israel con los ojos iluminados por la fe, y hace converger todas las promesas en el hecho de que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y que, en Él, el perdón y la salvación es ofrecida a todos sin distinción de raza o de nación.
¿Lo entendieron los judíos que le escuchaban? Lo extraordinario del caso de Antioquía de Pisidia fue que muchos paganos sí lo entendieron. Los judíos, sin embargo, en su gran mayoría, rechazaron el mensaje. Ante tal actitud, Pablo y Bernabé toman posición y la declaran abiertamente: desde ahora en adelante, la predicación del Evangelio a los paganos se convertirá en prioridad. Pablo ve en la conversión de los no judíos otra profecía que se cumple: «Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra» (Isa_49:6). Lucas no quiere terminar el relato con el cuadro sombrío de la expulsión, por eso matiza que aunque fueron puestos en la frontera por las autoridades, en la ciudad quedaban los discípulos, llenos de alegría y del Espíritu Santo. La alegría fruto del Espíritu es uno de los temas favoritos de Lucas.