Hechos 19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 41 versitos |
1

Pablo en Éfeso

Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo viajaba por el interior hasta llegar a Éfeso. Allí encontró unos discípulos
2 y les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo después de abrazar la fe. Le respondieron:
– Ni sabíamos que había Espíritu Santo.
3 Les preguntó:
– Entonces, ¿qué bautismo han recibido?
Contestaron:
– El bautismo de Juan.
4 Pablo replicó:
– Juan predicó un bautismo de arrepentimiento, encargando al pueblo que creyera en el que venía detrás de él, o sea, en Jesús.
5 Al oírlo, se bautizaron invocando el nombre del Señor Jesús.
6 Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en distintas lenguas y a profetizar.
7 Eran doce varones.
8 Después entró en la sinagoga, y durante tres meses habló abiertamente, discutiendo de modo convincente sobre el reino de Dios.
9 Pero, como algunos se endurecían y se negaban a creer y difamaban el Camino ante la gente, Pablo se apartó de ellos, llevó consigo a los discípulos y siguió discutiendo diariamente en la escuela de un tal Tirano.
10 Esto duró dos años, de modo que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, escucharon la Palabra del Señor.
11

Los exorcistas

Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo;
12 hasta el punto de que aplicaban a los enfermos paños o pañuelos que él había tocado, y les desaparecía la enfermedad y también salían de ellos los espíritus malignos.
13 Unos exorcistas ambulantes judíos intentaron invocar sobre los poseídos de espíritus malignos el nombre de Jesús con la fórmula: Yo los conjuro por el Jesús que Pablo predica.
14 Un sumo sacerdote judío, llamado Escevas, tenía siete hijos que hacían eso.
15 Pero el espíritu maligno les dijo:
– A Jesús lo conozco, Pablo sé quién es; pero ustedes, ¿quiénes son?
16 El hombre poseído por el espíritu maligno se abalanzó sobre ellos y los dominó por la fuerza, así que tuvieron que escapar desnudos y malheridos de aquella casa.
17 Lo supieron los vecinos de Éfeso, judíos y griegos, y todos se llenaron de temor. El nombre del Señor Jesús ganaba prestigio.
18 Muchos que abrazaban la fe venían a confesar públicamente sus prácticas.
19 No pocos, que habían practicado la magia, traían sus libros y los quemaban en presencia de todos. Calculando el precio de aquellos libros, resultó ser de cincuenta mil monedas de plata.
20 Así, por el poder del Señor, el mensaje crecía y se fortalecía.
21

Motín de los plateros

Terminada toda esa tarea, Pablo se propuso ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya; él decía que, después de estar allí, tenía que visitar Roma.
22 Envió a Macedonia a dos de sus asistentes, Timoteo y Erasto, y él se quedó una temporada en Asia.
23 Por entonces sobrevino una gran crisis a causa del Camino del Señor.
24 Un tal Demetrio, platero, fabricaba en plata reproducciones del templo de Artemisa y proporcionaba buenas ganancias a los artesanos.
25 Los reunió con todos los del gremio y les dirigió la palabra:
– Compañeros, ustedes saben que nuestra prosperidad depende de esta actividad.
26 Pero ahora ustedes ven y oyen que ese Pablo, no sólo en Éfeso, sino en Asia entera, está ganando con su propaganda mucha gente, diciendo que los dioses que se fabrican con manos humanas, no son dioses.
27 Con lo cual no sólo está en peligro de descrédito nuestra profesión, sino que el templo de la gran diosa Artemisa, venerada en toda Asia y en el mundo entero, va a perder toda su grandeza.
28 Al oírlo se enfurecieron y se pusieron a gritar:
–¡Viva la gran Artemisa de Éfeso!
29 Se produjo un gran tumulto en la ciudad y todos se precipitaron hacia el teatro, arrastrando consigo a Gayo y a Aristarco, macedonios compañeros de Pablo.
30 Pablo intentaba acudir a la asamblea, pero los discípulos no se lo permitieron.
31 Algunas autoridades de Asia, amigos suyos, le enviaron un mensaje aconsejándole que no acudiera al teatro.
32 Entretanto, cada uno gritaba una cosa, había una gran confusión en la asamblea y muchos de la concurrencia ni siquiera sabían la causa.
33 Algunos de la multitud explicaron el asunto a Alejandro, a quien los judíos habían empujado al frente de todos. Éste, haciendo un gesto con la mano, intentaba dar una explicación a la asamblea.
34 Pero, al reconocer que era judío, todos se pusieron a gritar durante dos horas:
–¡Viva la gran Artemisa de Éfeso!
35 El secretario logró calmar a la multitud y les habló:
– Efesios, ¿hay alguien que no sepa que Éfeso custodia el templo de la gran Artemisa y su imagen caída del cielo?
36 Como eso es indiscutible, lo importante es que conserven la calma y no obren con precipitación.
37 Han traído a esos hombres, que ni son sacrílegos ni han insultado a nuestra diosa.
38 Si Demetrio y sus artesanos tienen alguna queja contra alguien, ahí están los jueces y prefectos: que allí resuelvan su pleito.
39 Si se trata de un asunto más grave, podrá resolverlo la asamblea legal.
40 De hecho, corremos peligro de ser acusados de agitadores por el tumulto de hoy ya que no tenemos motivo que justifique tal alboroto.
41 Con estas palabras disolvió la asamblea.

Patrocinio

 
 

Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Hechos 19,1-10Pablo en Éfeso. Después de pasar rápidamente por Éfeso, a donde promete volver (18,22), Lucas dice que Pablo se dirigió a Cesarea, que era el puerto principal de Palestina, con la intención, naturalmente, de visitar la Iglesia madre de Jerusalén. Lucas no es muy claro acerca de este posible viaje a la Ciudad Santa, pero en este sentido habría que entender el voto que hace en Cencreas (18,18) y que sólo podía completarse con una ofrenda en el templo de Jerusalén. De todas formas, entra dentro de la constante preocupación de Lucas el afirmar la unidad de la Iglesia. Más adelante, Pablo pasará también por Jerusalén antes de su importante viaje a Roma (21). La misión a los paganos, exigida por el Evangelio, no debe poner en peligro la comunión eclesial.
Pablo regresa a Éfeso y en esta ciudad pasará uno de los períodos más llenos de acontecimientos de su vida misionera. Aquí escribirá las dos cartas a los Corintios, la carta a los Gálatas y a los Filipenses. En Éfeso, probablemente, lo hicieron preso, experimentando uno de los momentos más angustiosos de su vida. ¿Estuvieron a punto de matarlo? (cfr. 2Co_1:8). Pablo permaneció en dicha ciudad un tiempo verdaderamente largo de su vida apostólica, dos años y tres meses. Durante tres meses predicó en la sinagoga, ganándose el rechazo de los judíos. No considerando, pues, adecuada la sinagoga para enseñar «el camino», Pablo lo hace en la escuela de Tirano.
Lucas afirma que «todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, escucharon la palabra del Señor» (10). Por si no fuera poco el trabajo de la evangelización de los paganos y la tensión provocada por el rechazo de los judíos influyentes de la ciudad, Pablo tiene que intervenir en el movimiento espiritual de los seguidores de Juan Bautista. ¿Era éste un movimiento rival de la naciente Iglesia? ¿Eran cristianos simpatizantes? En todo caso, Pablo completa la formación de los doce líderes del movimiento, los bautiza y reciben el Espíritu Santo. Esto es lo que Lucas quiere resaltar: el triunfo del Espíritu en todos los frentes de la evangelización de Pablo.


Hechos 19,11-20Los exorcistas. Éfeso era conocida como una especie de capital internacional de la magia. No es extraño, pues, que Pablo tuviera que enfrentarse con el problema que afectaba también a los nuevos convertidos. La escena descrita recuerda los episodios de Simón y de Elimas (cfr. 13,4-12). Pablo aparece como taumaturgo extraordinario (como Pedro en 5,12-16 y como Jesús en Mar_5:27-29). Lucas contrasta el poder liberador del Evangelio frente a la falsa seguridad de las artes mágicas de los charlatanes. El ambiente de la gran ciudad portuaria favorecía la confusión y el sincretismo religioso. El triunfo del Espíritu fue completo. Judíos y griegos se llenaron de temor reverencial. La narración termina con la mención de una hoguera purificadora donde se quemaron libros de magia por un valor enorme: 50.000 monedas de plata, lo que equivalía en aquella época al salario de una jornada de trabajo de 50.000 hombres. Así, por el poder del Señor, el mensaje crecía.
A dos mil años de distancia, la narración de Lucas no ha perdido actualidad. Los horóscopos, cartas astrales, artes adivinatorias y demás parafernalia de adivinos y charlatanes siguen cosechando inmensas fortunas entre los hombres y mujeres de hoy, también entre los cristianos. La liberación que trae el Evangelio de Jesús sigue siendo tan necesaria ahora como entonces.
Hechos 19,21-40Motín de los plateros. Si colocáramos los versículos 21s al final del capítulo, estarían mejor situados para servir de prólogo al último y definitivo viaje de Pablo, Roma. Antes, sin embargo, Lucas tiene que contarnos otro episodio que marcó la complicada misión de Pablo en Éfeso: una revuelta. En los versículos 23-40 Lucas compone una página magistral de sociología de masas, de religiosidad popular embebida de nacionalismo e intereses económicos. Parece que estamos leyendo una crónica de cualquiera de los periódicos de nuestros días sobre modernas manifestaciones o asambleas. La crisis surgió a causa del «Camino» o seguimiento de Jesús. Éfeso era famosa por su inmenso templo (120 metros de largo por 70 de ancho, rodeado de 128 columnas de 19 metros de altura), una de las maravillas del mundo de entonces, dedicado a la diosa de la fecundidad Artemis, adorada en toda la provincia de Asia.
Religión, nacionalismo y fuertes intereses económicos estaban estrechamente ligados. El jefe del sindicato de los plateros, un tal Demetrio, ve en la predicación de Pablo contra la idolatría un posible peligro para el negocio de producción de estatuillas y demás objetos religiosos de la diosa y provoca una manifestación multitudinaria, violenta, confusa e ilegal. Quieren linchar a Pablo y a sus compañeros. Los judíos, que también se sienten amenazados por ser críticos de los ídolos, entran en escena. La masa se precipita al teatro de la ciudad que tenía capacidad para 24.000 personas. Todos gritaban. Lucas anota que muchos de los presentes no sabían para qué estaban allí. Tras numerosas tentativas de mediación, las autoridades locales logran apaciguar a la masa y hacerla entrar en razón. Si Demetrio tiene una querella contra Pablo, ahí están los tribunales de justicia. Si la causa es grave, que lo decida una asamblea legal. Una revuelta ilegal sólo podrá traer las más graves consecuencias para la ciudad. Ahí quedo todo y el tumulto se disolvió.
Quizás la razón de Lucas en contarnos este episodio está en el interés constante del narrador por situar la misión de Pablo dentro de la legalidad romana. Más adelante serán oficiales del ejército romano los que salven la vida de Pablo en dos ocasiones (21,27-40; 23,12-24). El mismo Apóstol apelará al tribunal del César para salvar su vida (25,1-12).