Hechos 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Discurso de Pablo

– Hermanos y padres, escuchen mi defensa.
2 Al oír que les hablaba en hebreo, se estuvieron más quietos.
Él dijo:
3 – Soy judío, natural de Tarso de Cilicia, aunque educado en esta ciudad, instruido con toda exactitud en la ley de nuestros antepasados, a los pies de Gamaliel, entusiasta de Dios como lo son todos ustedes actualmente.
4 Yo perseguí a muerte a quienes seguían ese Camino, arrestando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres,
5 como pueden atestiguarlo el sumo sacerdote y el senado en pleno. De ellos recibí carta para los hermanos y me puse en camino hacia Damasco para arrestar a los de allí y conducirlos a Jerusalén para que fuesen castigados.
6 Yendo de camino, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, de repente una luz celeste, intensa, resplandeció en torno a mí.
7 Caí en tierra y escuché una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
8 Contesté: ¿Quién eres, Señor? Contestó la voz: Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues.
9 Los acompañantes veían la luz, pero no oían la voz del que hablaba conmigo.
10 Yo le dije: ¿Qué debo hacer, Señor? Contestó el Señor: Levántate y ve a Damasco; allí te dirán lo que debes hacer.
11 Como no veía, deslumbrado por el brillo de aquella luz, los acompañantes me llevaron de la mano y así llegué a Damasco.
12 Un tal Ananías, hombre piadoso y observante de la ley, de buena reputación entre todos los judíos de la ciudad,
13 vino a visitarme, se presentó y me dijo: Hermano Saulo, recobra la vista. En aquel momento pude verlo a él.
14 Me dijo: El Dios de nuestros padres te ha destinado a conocer su designio, a ver al Justo y a escuchar directamente su voz;
15 porque serás su testigo ante todo el mundo de lo que has visto y oído.
16 Por tanto no tardes: bautízate y lávate de los pecados invocando su nombre.
17 Cuando volví a Jerusalén, estando en oración en el templo, caí en éxtasis
18 y vi al Señor que me decía: Sal pronto de Jerusalén, porque no van a aceptar tu testimonio acerca de mí.
19 Repliqué: Señor, ellos saben que yo arrestaba a los que creían en ti y los azotaba en las sinagogas.
20 También que, cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba allí, aprobando y guardando la ropa de los que lo mataban.
21 Él me dijo: Ve, que yo te envío a pueblos lejanos.
22 Hasta ese punto habían estado escuchando, después alzaron la voz diciendo:
– Elimina a ese hombre; no puede seguir viviendo.
23 Como seguían gritando y rasgándose los vestidos y echando polvo al aire,
24 el comandante mandó que lo introdujeran en la fortaleza y lo interrogasen a latigazos para averiguar por qué motivo clamaban contra él.
25 Cuando lo sujetaban con las correas, Pablo dijo al centurión allí presente:
–¿Les está permitido azotar sin proceso a un ciudadano romano?
26 Al oírlo, el centurión fue a avisar al comandante:
–¿Qué vas a hacer? Ese hombre es romano.
27 El comandante se acercó y le preguntó:
– Dime, ¿eres romano?
Contestó:
– Sí.
28 Repuso el comandante:
– Yo he comprado la ciudadanía por una buena suma.
Pablo dijo:
– Yo la poseo de nacimiento.
29 Inmediatamente se apartaron de él los que lo iban a interrogar. El comandante se asustó al saber que lo tenía arrestado siendo romano.
30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza las acusaciones que le hacían los judíos, lo soltó y mandó reunirse a los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno. Después hizo bajar a Pablo y se lo presentó.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 22,1-30Discurso de Pablo. En medio de la agitación que sigue a su arresto, Pablo logra hablar con el oficial romano y deshacer el malentendido. Él no es un cabecilla de revoltosos anti-romanos sino un respetable ciudadano de la ciudad de Tarso. Acto seguido y contra toda verosimilitud histórica, Lucas nos presenta a Pablo pronunciando un discurso al pueblo. Es difícil imaginar al oficial romano concediendo la palabra a un preso en aquellas circunstancias, y más difícil aún que la masa alborotada guardara silencio. Por otra parte, el discurso no alude a las circunstancias del tumulto popular. En realidad, por boca de Pablo, el discurso lo dirige el narrador a los lectores de su libro.
Más que una defensa personal del Apóstol, se trata de una apología de su misión a las naciones. Comienza aludiendo a sus intachables credenciales de judío hasta el punto de convertirse en perseguidor del «Camino». En oposición a las «leyes de los antepasados», llama, de nuevo, «Camino» al cristianismo. Después, presenta su conversión en la ruta hacia Damasco y el nuevo rumbo que tomó su vida tras encontrarse cara a cara con Jesús resucitado, quien le escogió para ser su testigo ante todo el mundo. Pablo ve en este acontecimiento el designio del Dios de nuestros padres (14). Menciona el nuevo rito del perdón (16), el bautismo, que substituye a la ley y todos sus mecanismos. Pablo reserva para el final el recuerdo de la visión que tuvo en el templo, años atrás, en la que Jesús le apremia a salir de Jerusalén ante el fracaso de su testimonio en la ciudad y le envía a «pueblos lejanos» (21).
Esta declaración constituía una provocación inaceptable para oídos judíos. Equivalía a decir que fue en el mismo templo de Jerusalén donde Jesús rechaza al templo como lugar del anuncio de la Palabra de Dios y que esta misma Palabra se construirá un nuevo templo (un pueblo nuevo) entre los paganos (20,32). La reacción no se hizo esperar. Con gritos y gestos piden la muerte de Pablo y que los romanos sean los ejecutores. El comandante se entera de que el preso es ciudadano romano, dato confirmado por el mismo Pablo, y la situación cambia de rumbo y de escena. Pablo es llevado ante el Consejo de los líderes de Israel.