Hechos 23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 35 versitos |
1

Ante el Consejo

Pablo fijó la vista en el Consejo y dijo:
– Hermanos, yo he procedido ante Dios con conciencia limpia e íntegra.
2 El sumo sacerdote Ananías mandó a sus asistentes que lo golpearan en la boca.
3 Pablo entonces le dijo:
– Dios te va a golpear a ti, pared blanqueada. Tú estás sentado para juzgarme según la ley y me mandas golpear violando la ley.
4 Los soldados le dijeron:
–¿Al sumo sacerdote de Dios insultas?
5 Pablo contestó:
– No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; porque está escrito:
no hablarás mal del jefe del pueblo.
6 Advirtiendo Pablo que una parte eran saduceos y otra parte fariseos, exclamó en el Consejo:
– Hermanos, hasta hoy soy fariseo e hijo de fariseos, y se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos.
7 Apenas lo dijo, cuando surgió una discusión entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió.
8 Porque los saduceos niegan la resurrección y los ángeles y el espíritu, mientras que los fariseos lo afirman todo.
9 Se armó un griterío, y algunos letrados del partido fariseo se alzaron y afirmaron polémicamente:
– No encontramos culpa alguna en este hombre; tal vez le ha hablado un espíritu o un ángel.
10 Como arreciaba el conflicto, temiendo el comandante que fueran a despedazar a Pablo, mandó bajar a la tropa, sacarlo de en medio y llevarlo a la fortaleza.
11 La noche siguiente el Señor se le presentó y le dijo:
–¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio de mí en Jerusalén, tienes que darlo en Roma.
12

Complot contra Pablo

Por la mañana se reunieron los judíos y se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber hasta haber dado muerte a Pablo.
13 Los conspiradores eran más de cuarenta.
14 Se presentaron a los sumos sacerdotes y ancianos y les dijeron:
– Hemos jurado no probar bocado hasta no haber dado muerte a Pablo.
15 Ahora les toca a ustedes proponer al comandante y al Consejo que se lo traigan, con pretexto de investigar más atentamente su caso. Antes de que se acerque, estamos preparados para eliminarlo.
16 El hijo de la hermana de Pablo se enteró de lo que tramaban, fue a la fortaleza, entró y se lo contó a Pablo.
17 Éste llamó a uno de los centuriones y le dijo:
– Conduce a este muchacho al comandante, porque tiene que darle una información.
18 Se hizo cargo de él, lo condujo al comandante y dijo:
– El prisionero Pablo me ha llamado y me ha pedido que te traiga a este muchacho, que tiene algo que decirte.
19 El comandante lo tomó de la mano, se lo llevó aparte y le preguntó:
–¿Qué es lo que me tienes que contar?
20 Respondió:
– Los judíos han acordado pedirte que mañana hagas bajar a Pablo al Consejo, con pretexto de examinar más atentamente su caso.
21 No les hagas caso; porque un grupo de más de cuarenta han tramado una emboscada contra él. Han jurado no comer ni beber hasta haberlo eliminado. Ahora están preparados, esperando tu consentimiento.
22 El comandante despidió al muchacho, encargándole que no dijera a nadie que le había informado de ello.
23

Remitido a Félix

Llamó a dos centuriones y les dijo:
– Pasadas las nueve de la noche tengan preparados para viajar a Cesarea doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos lanceros.
24 Preparen también caballos para Pablo y llévenlo sano y salvo al gobernador Félix.
25 Y le escribió una carta en los siguientes términos:
26 Claudio Lisias saluda al ilustrísimo gobernador Félix.
27 A este hombre lo habían secuestrado los judíos para matarlo. Cuando supe que era romano, intervine con la tropa y lo libré.
28 Queriendo averiguar los cargos que tenían contra él, lo conduje a su Consejo.
29 Pero resultó que los cargos versan sobre controversias de su ley, y no había ningún cargo digno de muerte o de prisión.
30 Al enterarme de un atentado tramado contra este hombre, te lo envío y aviso a los acusadores que te presenten a ti sus cargos.
31 Los soldados, cumpliendo las órdenes, tomaron a Pablo y lo condujeron de noche hasta Antípatris.
32 Al día siguiente dejaron a la caballería seguir con él y ellos se volvieron a la fortaleza.
33 Los otros llegaron a Cesarea, entregaron la carta al gobernador y le presentaron a Pablo.
34 Leyó la carta y preguntó de qué jurisdicción era. Enterado de que era de Cilicia,
35 le dijo:
– Oiré tu causa cuando se presenten tus acusadores.
Y mandó custodiarlo en el pretorio de Herodes.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 23,1-11Ante el Consejo. Estamos ante uno de los relatos más reelaborados por Lucas. Históricamente parece inverosímil que un oficial romano provocara la reunión del Consejo, como si éste estuviera a sus órdenes, que presentara al presunto reo y asistiera vigilando al proceso. Por otra parte, la escena de un Consejo dividido por disensiones doctrinales graves acerca de la resurrección, hábilmente provocadas por Pablo, y otra serie de incongruencias, como el hecho de que el Apóstol no conozca al Sumo Sacerdote, hacen pensar que a Lucas no le interesa darnos un relato puramente histórico de lo acontecido. Como ya nos tiene acostumbrado, el narrador deja aquí los hechos históricos a un lado para darnos su interpretación de los mismos. No usa, para ello, afirmaciones o proposiciones abstractas, sino que compone un cuadro escénico vivo, una especie de drama que, por cierto, termina en comedia.
Para Lucas, Pablo ante el Consejo no está en calidad de acusado sino de acusador. En realidad, el Consejo no consigue juzgarle, sino que termina desmoralizado. Es más, el partido de los fariseos lo declara inocente contra las protestas de sus adversarios saduceos. Fue el testimonio de Pablo sobre la resurrección -los presentes sabían muy bien que el reo se refería a la resurrección de Jesús-, el último puente tendido al pueblo judío en las personas de sus representantes. Lucas narra la escena muchos años después de los acontecimientos. Para esas fechas, el partido de los saduceos, contrarios a la resurrección de los muertos, había ya desaparecido. Eran, pues, los fariseos los que estaban reorganizando la nueva comunidad judía después de la destrucción de Jerusalén el año 70. Éstos, sí, creían en la resurrección de los muertos, pero no en la de Jesús. Por boca de Pablo, Lucas les reprocha su increencia y al mismo tiempo les tiende la mano. Entre judaísmo y cristianismo no hay ruptura, sino continuidad y el lazo de unión es la resurrección de Jesús. La narración termina con la intervención -otra vez- del comandante romano que libera al Apóstol de un linchamiento seguro. A la noche siguiente la palabra del Señor da certeza y fuerza a Pablo. Su testimonio también será necesario en Roma.


Hechos 23,12-22Complot contra Pablo. Se trama una conjura para eliminar a Pablo. Los cuarenta conjurados se comprometen a un ayuno, pues calculan despachar el asunto rápidamente. Lo importante es sacar a Pablo de la custodia de los romanos y para esto se confabulan con los miembros sacerdotes y civiles del Consejo. Del resto se ocuparán ellos sin comprometer públicamente a los líderes. Un sobrino del Apóstol se entera, avisa al comandante y éste salva de nuevo al preso, llevándolo bajo fuerte custodia militar a Cesarea. Este viaje significa para Pablo su salida definitiva de Jerusalén, que ya no volverá a ser mencionada en el libro de los Hechos.
Hechos 23,23-35Remitido a Félix. La escena es sobria y sugerente. De noche, escoltado por un nutrido destacamento romano, cabalgando, Pablo se aleja de la ciudad. Quizás sin saberlo está cumpliendo la orden de Jesús: «sal pronto de Jerusalén... yo te envío a pueblos lejanos» (22,18.21). La operación equivale a trasladar el preso a un tribunal superior, el supremo de aquella provincia. En su carta de presentación, el comandante militar de Jerusalén se presenta como el liberador de un ciudadano romano injustamente acusado y amenazado de muerte por sus correligionarios. El comandante queda muy bien ante sus superiores y al mismo tiempo se libera del enojoso asunto. Pablo tendrá la ocasión de seguir dando testimonio de Jesús, cada vez más arriba en la jerarquía del imperio (cfr. Luc_21:13). Ésta es la verdadera intención de Lucas al describirnos el relato.