Hechos 24 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Proceso ante Félix

Cinco días más tarde bajó el sumo sacerdote con algunos ancianos y el abogado Tértulo, para presentar sus cargos contra Pablo.
2 Lo hicieron comparecer, y Tértulo comenzó su acusación:
3 – Ilustrísimo Félix: Gracias a ti gozamos de paz estable y gracias a tu sabio gobierno esta nación consigue mejoras; todo esto lo recibimos siempre y en todas partes con profundo agradecimiento.
4 Para no cansarte, solicito de tu clemencia que escuches mi exposición resumida.
5 Hemos descubierto que este hombre es una peste, que promueve discordias entre los judíos del mundo entero y que es un dirigente de la secta de los nazarenos.
6 Cuando intentaba profanar el templo, lo arrestamos y quisimos juzgarlo por nuestra ley,
7 pero el tribuno Lisias, con gran violencia, lo arrancó de nuestras manos, mandando que sus acusadores viniesen a ti.
8 Tú mismo, examinándolo, podrás comprobar la verdad de nuestras acusaciones.
9 Los judíos lo apoyaron afirmando que era cierto.
10 El gobernador hizo un gesto a Pablo y éste tomó la palabra:
– Como sé que desde hace años administras justicia a esta nación, pronuncio confiado mi defensa.
11 Tú mismo puedes comprobar que no han pasado más de doce días desde que subí en peregrinación a Jerusalén.
12 Ni en el templo ni en las sinagogas ni por la ciudad me han encontrado discutiendo con nadie ni amotinando a la gente.
13 No pueden probar ninguno de sus cargos contra mí.
14 Eso sí: te confieso que venero a Dios siguiendo ese Camino que ellos llaman secta; creo todo lo escrito en la ley y los profetas,
15 y confiado en Dios, espero como ellos que habrá resurrección de justos e injustos.
16 Y así, también yo procuro mantener en todo una conciencia irreprochable ante Dios y ante los hombres.
17 Tras una ausencia de años, fui en peregrinación al templo llevando limosnas para mis compatriotas y a presentar ofrendas.
18 Allí me encontraron, en un rito de purificación, no con una multitud ni en un tumulto.
19 Pero algunos judíos de Asia estaban allí, y ésos sí tendrían que comparecer y acusarme de lo que tengan contra mí.
20 O si no, que los aquí presentes digan qué delito encontraron cuando comparecí ante el Consejo,
21 si no es el haber declarado en voz alta ante ellos: Si hoy me juzgan ante ustedes es por la resurrección de los muertos.
22 Félix, que estaba bien informado sobre el Camino, postergó la causa diciéndoles:
– Cuando venga el comandante Lisias, resolveré este pleito.
23 Después dio orden al centurión de tener a Pablo detenido, con cierta libertad, y de no impedir a los suyos que lo atendieran.
24 Pasados unos días Félix mandó llamar a Pablo. Con su mujer Drusila, que era judía, lo oyó disertar sobre la fe en Jesús el Mesías.
25 Pero, cuando Pablo empezó a hablar de honradez, de la castidad y del juicio venidero, Félix se asustó y dijo:
– De momento puedes retirarte; te llamaré en otra ocasión.
26 Félix esperaba al mismo tiempo recibir dinero de Pablo y por eso lo llamaba con frecuencia para conversar con él.
27 Pasados dos años, Porcio Festo sucedió a Félix, y como Félix quería congraciarse con los judíos, retuvo a Pablo preso.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 24,1-27Proceso ante Félix. La situación ha cambiado. Ahora los judíos tienen que desplazarse a la capital del poder romano local, Cesarea, a 100 km. de Jerusalén, someterse a un tribunal extranjero y emplear a un abogado experto en derecho romano. Todas estas diligencias son ejecutadas con rapidez. En sólo cinco días están preparados para la acusación, tal era la prisa que tenían en deshacerse de Pablo. Como buen abogado, Tértulo comienza con las fórmulas protocolarias de alabanzas al juez Félix por esto y por aquello. Era una zalamería descarada. En realidad los judíos odiaban a Félix por su mano dura en la represión de las revueltas y por los onerosos impuestos. El astuto Tértulo pone inmediatamente el dedo en la llaga: alude a la paz romana de la que gozan gracias a Félix y que ahora podía estar en peligro. La paz romana era el centro de la ideología del imperio, su razón de ser.
Una vez captada la benevolencia del juez, el abogado judío presenta tres acusaciones: 1. Provocar por todas partes agitaciones y sediciones entre los judíos; 2. Ser jefe de la secta de los «nazarenos» (2,22; 6,15); 3. Haber intentado profanar el templo que los romanos se han comprometido a defender. Las tres acusaciones están ágilmente manipuladas como delitos contra la paz romana. La primera es clara: agitación y sedición. La segunda es más sutil. Aunque a los romanos no les importaban en absoluto las sectas judías, el nombre del «nazareno» -Jesús- sí que podía levantar sospechas en el juez. Si Jesús fue condenado por los romanos como sedicioso, sus seguidores podían ser también considerados como tales. La tercera sigue el mismo camino: si los romanos se han comprometido a defender el templo, los que conspiran contra el templo conspiran contra los romanos.
Al retirarse el abogado judío, Félix da la palabra a Pablo. Éste comienza su defensa, pero no sólo es Pablo el que habla. A través de sus palabras, Lucas está respondiendo a las mismas acusaciones y sospechas de que eran objeto las comunidades cristianas extendidas ya por todo el imperio, incluso en Roma, varias decenas de años después de que ocurrieran los hechos. En aquella sala del juicio estaban en confrontación: Roma, el judaísmo y Pablo -o sea, el cristianismo-. Pablo, y Lucas por boca de Pablo, responde y aclara. Respecto al imperio romano, éste no debe tener ningún motivo de queja contra los cristianos, pues éstos, ni provocan desorden ni perturban la vida ciudadana, al contrario, son ciudadanos ejemplares. Las acusaciones, pues, son falsas. Respecto al judaísmo, Pablo -el cristianismo- no pertenece a ninguna secta rebelde. El «Camino» es continuación y culminación del judaísmo. El Dios que adora Pablo es el de sus antepasados. Admite y venera las Escrituras, la Ley y los Profetas, y cree, como sus enemigos, en la resurrección. La alusión es clara: la resurrección de Jesús. En cuanto a profanar el templo, se trata de una invención de unos advenedizos de Asia.
Lo lógico habría sido dejar completamente libre al encausado. Félix, juez corrupto que espera dinero de Pablo, prefiere dar largas al asunto y deja al reo en prisión menor para complacer a los judíos. En la perspectiva de Lucas, Félix está colaborando al designio de Dios que quiere llevar a Pablo hacia Roma.