Hechos 25 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Apela al César

Tres días después de tomar posesión del cargo, Festo subió de Cesarea a Jerusalén.
2 Los sumos sacerdotes y los jefes judíos le presentaron sus cargos contra Pablo
3 y le pidieron por favor que se lo remitiese a Jerusalén – porque intentaban matarlo en una emboscada por el camino– .
4 Festo respondió que Pablo seguía custodiado en Cesarea, ya que él mismo volvería pronto allá.
5 Y añadió:
– Sus responsables que bajen conmigo y, si ese hombre es culpable de algo, que presenten allí su acusación.
6 Festo se detuvo en Jerusalén no más de ocho o diez días; después bajó a Cesarea y al día siguiente hizo traer a Pablo.
7 Cuando se presentó, lo rodearon los que habían bajado de Jerusalén y lo acusaban de muchos y graves cargos, que no lograban probar;
8 mientras Pablo se defendía afirmando que no había cometido delito alguno contra la ley o el templo o el emperador.
9 Festo, queriendo ganarse a los judíos, intervino y preguntó a Pablo:
–¿Quieres subir a Jerusalén para someterte allí a mi juicio?
10 Pablo replicó:
– Estoy ante el tribunal imperial, donde debo ser juzgado. Sabes muy bien que no he perjudicado a los judíos.
11 Si he cometido un delito capital no me niego a morir; pero si no hay nada de lo que éstos me acusan, nadie puede entregarme en su poder. Apelo al emperador.
12 Entonces Festo, después de consultarlo con sus consejeros, dijo:
– Has apelado al emperador, irás al emperador.
13

Ante Agripa

Algunos días más tarde, el rey Agripa, acompañado de Berenice, se presentó en Cesarea para saludar a Festo.
14 Y, como se detuvo allí bastantes días, Festo le expuso el caso de Pablo:
– Hay aquí un prisionero que dejó Félix;
15 durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y ancianos judíos lo acusaron pidiendo su condena.
16 Les respondí que no es costumbre romana entregar a un hombre antes de que pueda enfrentarse con sus acusadores y tenga ocasión de defenderse de los cargos.
17 Cuando ellos se presentaron aquí, yo sin demora, al día siguiente, me senté en el tribunal y mandé traer a aquel hombre.
18 Se presentaron los acusadores, pero no adujeron ningún delito de los que yo sospechaba;
19 solamente traían contra él discusiones sobre su religión y sobre un tal Jesús, muerto, del que Pablo dice que vive.
20 Y, como estaba desconcertado acerca de la causa, le pregunté si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí.
21 Pablo apeló y pidió que su caso sea reservado a la jurisdicción del Augusto. Entonces yo mandé custodiarlo hasta que pueda enviarlo al emperador.
22 Agripa contestó:
– A mí también me gustaría escuchar a ese hombre.
Le respondió:
– Mañana lo escucharás.
23 Al día siguiente se presentó Agripa con Berenice, con toda pompa, y entró en la audiencia acompañado de comandantes y gente principal de la ciudad. Festo hizo traer a Pablo
24 y habló así:
– Rey Agripa y todos los presentes, aquí tienen al hombre por el que todos los judíos, tanto en Jerusalén como aquí, han acudido a mí clamando que no debe quedar con vida.
25 Yo pude comprobar que no había cometido nada digno de muerte. Así que, cuando él apeló al Augusto, yo decidí enviarlo.
26 Pero no tengo nada por escrito sobre el asunto. Por eso se lo he presentado a ustedes y especialmente a ti, rey Agripa, para que después de este interrogatorio yo pueda escribir un informe.
27 Porque no me parece razonable enviar un preso sin explicar los cargos contra él.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 25,1-12Apela al César. Han pasado dos años. Pablo sigue preso, metido aún en la batalla legal que decidirá su suerte. Tres días después de tomar posesión del cargo, el nuevo gobernador Festo tiene ya que ocuparse del asunto Pablo a instancias de los judíos. La insistencia de Lucas en mostrar la inocencia del Apóstol nos deja un poco sorprendidos. Es el tema más explicado y repetido hasta el cansancio en el libro de los Hechos.
¿Existían todavía entre los lectores de Lucas grupos que aun dudaban de la inocencia del Apóstol? ¿Tuvieron parte los judíos en la muerte de Pablo en Roma, quizás con las mismas acusaciones? No sabemos. El hecho es que Lucas nos presenta en este relato a la tercera autoridad romana que encuentra a Pablo inocente. Festo, queriendo quedar bien con los judíos, pregunta al Apóstol si quiere volver a Jerusalén para ser juzgado. Quizás cansado de tantas complicaciones, Pablo apela a su derecho como ciudadano romano de ser juzgado ante el tribunal del César en Roma. ¿En demanda de justicia?, ¿o para cumplir el designio de Dios?


Hechos 25,13-27Ante Agripa. Lucas vuelve a la carga sobre la inocencia de Pablo, narrando esta vez la escena de la comparecencia del Apóstol ante el rey Agripa, amigo del gobernador Festo. El gobernador repite los cargos de los judíos contra el acusado y la inocencia del mismo, aclarando, esta vez, la verdadera razón de la persecución judía contra el Apóstol: «un tal Jesús, muerto, del que Pablo dice que vive» (19). El relato dará ocasión a Pablo de renovar su testimonio ante «gobernadores y reyes» (cfr. Luc_21:12s).