Hechos 28 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Malta y Roma

Ya a salvo, pudimos identificar la isla de Malta.
2 Los nativos nos trataron con desacostumbrada amabilidad. Como llovía y hacía frío, encendieron una hoguera y nos acogieron.
3 Mientras Pablo recogía un haz de leña y la arrimaba al fuego, una víbora, ahuyentada por el calor, se sujetó a la mano de Pablo.
4 Cuando los nativos vieron el animal colgado de su mano, comentaban:
– Mal asesino tiene que ser este hombre, que se ha salvado del mar y la justicia divina no lo deja vivir.
5 Pero él sacudió el animal en el fuego y no sufrió daño alguno.
6 Ellos esperaban que se hinchase o cayese muerto de repente. Tras mucho esperar, y viendo que no le sucedía nada de particular, cambiaron de opinión y decían que era un dios.
7 En aquella región tenía una finca el gobernador de la isla, llamado Publio. Nos hospedó amablemente tres días.
8 El padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo se acercó a él, oró, le impuso las manos y lo sanó.
9 Como consecuencia del suceso, los demás enfermos de la isla acudían y se sanaban.
10 Nos colmaron de honores y, cuando partimos, nos proveyeron de lo necesario.
11 Al cabo de tres meses zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y estaba dedicada a los Dióscuros.
12 Arribamos a Siracusa, donde nos detuvimos tres días.
13 Desde allí, dando una vuelta, alcanzamos Regio.
Al cabo de un día se levantó un viento sur, y en dos días llegamos a Pozzuoli.
14 Encontramos unos hermanos que nos invitaron a quedarnos con ellos una semana.
Así llegamos a Roma.
15 Los hermanos de allí, al oír noticias nuestras, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Pablo al verlos dio gracias a Dios y cobró ánimo.
16 Llegados a Roma permitieron a Pablo alojarse por su cuenta con el soldado de guardia.
17 Pasados tres días convocó a los judíos principales y, cuando se reunieron, les habló:
– Hermanos, aunque no hice nada contra el pueblo o las costumbres paternas, los de Jerusalén me entregaron preso a los romanos.
18 Éstos me examinaron y, al no hallar en mí ningún delito capital, decidieron dejarme libre.
19 Se opusieron los judíos y yo me vi obligado a apelar al emperador, sin intención de acusar a mi nación.
20 Por este motivo los he llamado para verlos y hablarles. Porque por la esperanza de Israel me encuentro encadenado.
21 Le respondieron:
– Nosotros no hemos recibido de Judea cartas acerca de ti ni ha llegado ningún hermano con noticias o hablando mal de ti.
22 Con todo, nos gustaría escuchar lo que piensas, porque estamos informados de que por todas partes se habla de esa secta.
23 Señalaron una fecha y acudieron muchos a su alojamiento.
Desde la mañana hasta el atardecer estuvo explicándoles sobre el reino de Dios, esforzándose por ganarlos para Jesús, apelando a la ley de Moisés y a los profetas.
24 Unos se dejaban convencer, otros se resistían a creer.
25 Cuando se despedían sin ponerse de acuerdo, Pablo pronunció su última palabra:
–¡Con razón dijo el Espíritu Santo a sus padres por medio del profeta Isaías!:
26 Ve a decir a ese pueblo:
Por más que oigan, no comprenderán;
por más que vean, no conocerán.
27 Porque el corazón de este pueblo
se ha endurecido,
se taparon los oídos y cerraron los ojos,
por temor de que sus ojos vean,
que sus oídos oigan,
que su corazón comprenda,
que se conviertan y que yo los sane.
28 Sepan entonces que esta salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos y ellos la escucharán.
29 [[Y después de haber dicho esto, los judíos se fueron discutiendo fuertemente entre sí.]]
30 Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios. Recibía a todos los que acudían a él
31 proclamando el reino de Dios y enseñaba con toda libertad y sin estorbo lo concerniente al Señor Jesucristo.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 28,1-31Malta y Roma. Este último capítulo del libro está escrito en clave de resurrección. Su tema es la Palabra de Dios, tantas veces personalizada a lo largo de su narración. Es esta Palabra, en realidad, la que cierra el libro, resonando en Roma como resucitada, libre y sin estorbo, proclamando el nombre de Jesús. Después del naufragio, los pasajeros se dan cuenta de que están en la isla de Malta. En la narración detallada de los acontecimientos, la figura de Pablo encarna el poder de la Palabra que siempre va acompañada de signos y milagros, como en la predicación de Jesús. El caso de la víbora es uno de esos milagros que recuerdan el episodio del desierto (Núm_21:4-9) o la promesa escatológica del profeta (Isa_11:8) o la de Jesús (Luc_10:18; Mar_16:18). La sanación del padre de Publio, gobernador de la isla, está casi calcada en la primera sanación de Jesús, la de la suegra de Pedro (Luc_4:38s). Lo mismo que a Jesús, los enfermos acudían a Pablo y quedaban sanos (Luc_4:40).
Los viajeros se hacen de nuevo a la mar y Pablo llega a su destino, no como un prisionero sino recibido por el calor de la comunidad. Al encontrarse con los hermanos y hermanas y ver lo que todo eso significaba, el Apóstol da gracias a Dios. Por fin, Roma.
La última página del libro (17-31) recoge y resume ideas ya propuestas y cierra coherentemente todo el arco narrativo que arranca desde 1,8: «serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo». El viaje de Pablo, de Jerusalén a Roma, materializa el movimiento espiritual de la Iglesia que se desprende definitivamente del judaísmo y se abre a los paganos. Roma será el nuevo centro de irradiación universal de la Palabra que está llamada a llegar hasta los últimos rincones del mundo.
Llegados al final del libro, los lectores de hoy nos quedamos con las ganas de conocer por boca de Lucas el destino final de Pablo. Sabemos por otras fuentes que el Apóstol fue martirizado en Roma hacia el año 66 durante la persecución de Nerón, y que allí está enterrado. ¿Qué ocurrió durante sus dos años de cautividad? ¿Fue puesto en libertad y pudo realizar su ansiado viaje a España (Rom_15:24-28)? ¿Sufrió una segunda cautividad romana que terminó en martirio? Lucas no satisface nuestra curiosidad. En realidad, el libro de los Hechos no es la biografía de Pedro ni de Pablo, sino la historia de la Palabra de Jesús que, impulsada por el Espíritu Santo, resuena triunfante, libre y sin cadenas tanto en la Roma de los tiempos del narrador, como en todos los confines de nuestro mundo de hoy.
Pedro y Pablo fueron los testigos de esta Palabra en la Iglesia que nacía hace 2.000 años; hoy debemos serlo todos los hombres y mujeres que hemos recibido la fe en Jesús de Nazaret, Hijo de Dios y Salvador del mundo.