Hechos 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Sanación de un paralítico
cfr. Lc 5,17-26

Pedro y Juan subían al templo para la oración de media tarde.
2 Un hombre paralítico de nacimiento solía ser transportado diariamente y colocado a la puerta del templo llamada la Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el templo.
3 Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna.
4 Pedro, acompañado de Juan, lo miró fijamente y le dijo:
– Míranos.
5 Él los observaba esperando recibir algo de ellos.
6 Pero Pedro le dijo:
– No tengo plata ni oro pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina.
7 Y tomándolo de la mano derecha lo levantó. De inmediato se le robustecieron los pies y los tobillos,
8 se levantó de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios.
9 Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios;
10 y, al reconocer que era el que pedía limosna sentado a la puerta Hermosa del templo, se llenaron de asombro y estupor ante lo sucedido.
11 Como seguía sujetado a Pedro y a Juan, toda la gente corrió asombrada hacia ellos, al pórtico de Salomón.
12

Discurso de Pedro en el pórtico

Pedro, al verlos, les dirigió la palabra:
– Israelitas, ¿por qué se asombran y se quedan así, mirándonos como si hubiéramos hecho caminar a éste con nuestro propio poder o santidad?
13 El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que entregaron y rechazaron ante Pilato, que había sentenciado ponerlo en libertad.
14 Ustedes rechazaron al santo e inocente, y pidieron como una gracia la libertad de un homicida
15 mientras dieron muerte al Señor de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello.
16 Porque ha creído en su Nombre, éste que ustedes conocen y están viendo ha recibido de ese Nombre vigor, y la fe que proviene de él le ha dado salud completa en presencia de todos ustedes.
17 Ahora bien, hermanos, sé que tanto ustedes como sus jefes lo hicieron por ignorancia.
18 Sólo que Dios ha cumplido así lo anunciado por todos los profetas, que su Mesías iba a padecer.
19 Ahora, arrepiéntanse y conviértanse para que todos sus pecados sean perdonados,
20 y así el Señor hará venir tiempos de consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado desde el principio para ustedes.
21 Él tiene que permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración universal que anunció Dios desde antiguo por medio de sus santos profetas.
22 Moisés dijo:
El Señor Dios les hará surgir
de entre sus hermanos
un profeta como yo,
escuchen lo que diga.
23 El que no escuche a aquel profeta
será excluido de su pueblo.
24 Todos los profetas, desde Samuel y por turno, hablaron y anunciaron estos tiempos.
25 Ustedes son herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abrahán: En tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo.
26 Dios resucitó a su siervo y lo envió, primero a ustedes, para bendecirlos haciendo que cada uno se convierta de sus maldades.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 3,1-11Sanación de un paralítico. Esta sanación se realiza dentro de la vida cotidiana judía, donde el culto público -uno por la mañana y otro por la tarde- tiene una significación especial. Pedro y Juan acuden al templo a orar, pero la presencia abatida del paralítico a la entrada les hace cambiar radicalmente. El paralítico representa al pobre y al pueblo marginado por la Ley y el templo. El paralítico pide una limosna a Pedro. Éste no tiene oro ni plata pero posee un don de un valor incalculable: el poder de invocar el nombre de Jesús Nazareno. A la invocación acompaña el gesto humano, el tacto comunicativo. El efecto es inmediato. La sanación del paralítico simboliza el poder vivificador de Jesús. Otro efecto es el asombro de la gente, es decir, una extrañeza o perplejidad que desea y busca comprender. Esta actitud lleva a Pedro a dar testimonio y anunciar, de nuevo, la muerte y resurrección de Jesús.


Hechos 3,12-26Discurso de Pedro en el pórtico. He aquí el segundo discurso misionero de Pedro, que interpreta el milagro anterior en todo su sentido y significación. No lo hace con teorías ni sermones abstractos. Ante los ojos de todos estaba el mendigo lisiado, ya sanado y lleno de alegría. Un poder nuevo, que no es el del dinero, se ha manifestado en medio de todos. Pedro dice que ese poder no es suyo, sino del «nombre» de Jesús. En la cultura bíblica, hablar y actuar en «nombre» de alguien significaba hacerlo con la autoridad y el poder de dicha persona. A lo largo de su discurso Pedro nos dice lo que significa el «nombre» de Jesús: es el Servidor, es el Príncipe de la Vida, es el Mesías Salvador, es el Santo e Inocente. Dios lo ha resucitado y enviado para bendecir y convertir a cada uno de sus maldades.
Pedro destaca la importancia de la fe en Jesús, tanto de los que invocan su nombre -Juan y él- como del paralítico que pide la sanación. En este episodio Lucas nos presenta de un modo narrativo en qué debe consistir el testimonio de la Iglesia de todos los tiempos: liberación; anuncio del poder de Jesús resucitado y vivo en medio de su pueblo; denuncia; invitación a la conversión y a un cambio radical de vida; y creación de una nueva comunidad.