Hechos 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 42 versitos |
1

Ananías y Safira

Un tal Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una posesión,
2 se quedó con parte del dinero, llevó lo restante y lo puso a disposición de los apóstoles.
3 Pedro le dijo:
– Ananías, ¿Por qué dejaste que Satanás se adueñara de ti y mentiste al Espíritu Santo quedándote con parte del precio del campo?
4 ¿No podías conservarlo? O, si lo vendías, ¿no podías quedarte con el precio? ¿Qué te movió a proceder así? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
5 Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto y los que lo oyeron se atemorizaron.
6 Fueron unos muchachos, lo cubrieron y lo llevaron a enterrar.
7 Unas tres horas más tarde llegó su esposa sin saber lo sucedido.
8 Pedro le dirigió la palabra:
– Dime, ¿vendisteis el campo en este precio?
– Sí – contestó.
9 Pedro replicó:
–¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, los que han enterrado a tu marido están ya pisando el umbral de la puerta para llevarte también a ti.
10 Al instante cayó muerta a sus pies. Entraron los muchachos y la encontraron muerta; la sacaron y la enterraron junto a su marido.
11 Toda la Iglesia y cuantos se enteraron quedaron llenos de temor.
12

Tercer informe: milagros
Lc 4,38-41; 5,12-26

Los apóstoles realizaban muchas señales y milagros entre el pueblo.
Todos íntimamente unidos acudían al pórtico de Salomón;
13 pero de los extraños nadie se atrevía a juntarse con ellos aunque el pueblo los estimaba mucho.
14 Se les iba agregando un número creciente de creyentes en el Señor, hombres y mujeres;
15 y hasta sacaban los enfermos a la calle y los colocaban en catres y camillas, para que al pasar Pedro, al menos su sombra los cubriese.
16 También los vecinos de los alrededores de Jerusalén llevaban enfermos y poseídos de espíritus inmundos, y todos se sanaban.
17

Persecución

Entonces el sumo sacerdote y los suyos, es decir, el partido saduceo, llenos de celos,
18 hicieron arrestar a los apóstoles y los metieron en la cárcel pública.
19 Pero de noche el ángel del Señor les abrió las puertas, los sacó de la prisión y les encargó:
20 – Vayan al templo y anuncien al pueblo este nuevo modo de vida.
21 Los apóstoles obedecieron y por la mañana muy temprano entraron al templo y se pusieron a enseñar.
Entre tanto, se presentó el sumo sacerdote con los suyos, convocaron el Consejo y a todo el senado del pueblo de Israel, y enviaron gente a la cárcel para traerlos.
22 Cuando los guardias llegaron a la prisión no los encontraron y volvieron
23 con este informe:
– Encontramos la cárcel asegurada con cerrojos, los guardias de pie junto a la puerta; abrimos y no encontramos a nadie dentro.
24 Al oír el informe, el comisario del templo y los sumos sacerdotes quedaron desconcertados, sin entender lo que había sucedido.
25 En ese momento se presentó uno y anunció:
– Los hombres que ustedes encarcelaron están en el templo instruyendo al pueblo.
26 Entonces el comisario del templo salió con sus ayudantes y trajeron a los apóstoles, pero sin violencia, porque temían que el pueblo los apedrease.
27 Los condujeron y los presentaron al Consejo.
El sumo sacerdote los interrogó:
28 – Les habíamos ordenado no enseñar mencionando ese nombre, y han llenado Jerusalén con su doctrina y quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre.
29 Pedro y los apóstoles replicaron:
– Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien ustedes ejecutaron colgándolo de un madero.
31 A él, Dios lo ha sentado a su derecha, nombrándolo jefe y salvador, para ofrecer a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados.
32 De estos hechos, nosotros somos testigos con el Espíritu Santo que Dios concede a los que creen en él.
33 Al oír estas cosas se indignaron y, deliberaban condenarlos a muerte.
34 Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, muy estimado de todo el pueblo se levantó y ordenó que hicieran salir a los acusados.
35 Luego se dirigió a la asamblea diciendo:
– Israelitas, fíjense bien en lo que van a hacer con estos hombres.
36 Porque no hace mucho surgió Teudas que se hacía pasar por un gran personaje, y le siguieron unos cuatrocientos hombres. Lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y acabaron en nada.
37 Más tarde, durante el censo, surgió Judas el Galileo y arrastró mucha gente del pueblo. También él pereció y todos sus partidarios se desparramaron.
38 Por eso, ahora les aconsejo que no se metan con esos hombres, sino que los dejen en paz, porque si esta idea o esta obra que ellos intentan hacer fuera cosa de hombres, fracasará;
39 pero si es cosa de Dios, no podrán destruirlos y estarán luchando contra Dios.
Le hicieron caso,
40 llamaron a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los despidieron.
41 Ellos se marcharon del tribunal contentos de haber sido considerados dignos de sufrir desprecios por el nombre de Jesús.
42 Y no cesaban todo el día, en el templo o en casa, de enseñar y anunciar la Buena Noticia del Mesías Jesús.

Patrocinio

 
 

Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Hechos 5,1-11Ananías y Safira. Este episodio puede resultar sorprendente porque no corresponde a las sensibilidades de hoy. ¿No hay una desproporción entre la falta y el castigo? Lucas narra el acontecimiento muchos años después de que ocurriera y es probable que, para entonces, la imaginación popular hubiera agrandado y dramatizado los hechos. De todas formas, así los cuenta Lucas. A veces merece la pena contar una historia terrible para amonestar y poner en guardia a la comunidad. Es interesante observar el por qué de un castigo tan excepcional; fue un problema de dinero, mentira y corrupción. Verdaderamente, aquellos discípulos de Jesús se tomaban en serio su compromiso cristiano.


Hechos 5,12-16Tercer informe: milagros. Antes de narrar las nuevas persecuciones, Lucas intenta resaltar el éxito del Evangelio que comienza a abrirse camino a través de signos y de toda clase de sanaciones. El poder de sanación de Pedro recuerda el de Jesús. La comunidad es objeto de la admiración y del reconocimiento del pueblo.
Hechos 5,17-42Persecución. Este nuevo acto de persecución por parte del Gran Consejo se parece mucho al precedente (4,1-22): arresto, interrogatorio, respuesta del acusado, deliberación privada y prohibición. Las autoridades les habían impuesto una prohibición formal que ellos habían quebrantado. Son reos reincidentes y deben dar cuenta de su desprecio al tribunal. Esta vez sin embargo, hay un elemento nuevo: el Gran Consejo está dividido. En el partido de los fariseos había simpatizantes de los apóstoles, entre otras razones porque también creían en la resurrección. Lucas ve siempre en la creencia de la resurrección un punto de unión entre judíos y cristianos. Esta vez, es el partido de los saduceos, que negaba la resurrección, el promotor del arresto de los apóstoles. Dice Lucas que aquellos señores estaban llenos de celos. Los apóstoles son encarcelados. El narrador echa mano de una intervención celestial al estilo tradicional: un ángel los libera y les dice que vuelvan al templo a enseñar. Mensaje de Lucas: cuando Dios quiere que algo vaya adelante, toda oposición humana parece ridícula. Efectivamente, en toda la escena posterior así aparece. El Gran Consejo reunido espera la comparecencia de los reos. ¿Dónde están?, justamente en el dominio de los saduceos, en el templo enseñando al pueblo. De nuevo fueron apresados por la policía, esta vez sin violencia, precisa Lucas, y fueron llevados al Gran Consejo. El jefe de los saduceos les acusa de haber llenado Jerusalén de la doctrina de ese «nombre», que no quiere pronunciar y que toda la ciudad lo estaba pronunciando. La respuesta de Pedro es siempre la misma: denuncia la muerte de Jesús, anuncia su resurrección e invita al arrepentimiento. La reacción es violenta. Los quieren condenar a muerte. Entonces, se levanta el fariseo Gamaliel, toma la palabra y da un vuelco dramático a la situación. A Lucas le interesa mucho el testimonio de este hombre ponderado y respetado por todos. No es cristiano y, por tanto, puede representar un modo de relaciones pacíficas entre judaísmo y cristianismo. Gamaliel presenta dos hechos históricos de falsos mesías que terminaron en fracaso, y saca la conclusión: Si todo esto «fuera cosa de hombres, fracasará» (38); «si es cosa de Dios, no podrán destruirlos y estarán luchando contra Dios» (39). Nótese el exquisito uso que hace Lucas de los verbos: «fuera» -hipotético-, «es» -real-. Lucas termina el episodio con una experiencia nueva de los apóstoles. Se marchan contentos, no por haber sido liberados, sino por haber podido sufrir como Jesús. De ahora en adelante, la pasión de Jesús se irá repitiendo en la pasión de los protagonistas de los Hechos y de todos los que han sufrido y siguen sufriendo por la causa de Jesús a través de los tiempos. La pasión de Jesús continúa hoy viva en su pueblo.