Hechos 9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 43 versitos |
1

Conversión de Pablo

Saulo, respirando amenazas contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote
2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco autorizándolo para llevar presos a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres y mujeres.
3 Iba de camino, ya cerca de Damasco, cuando de repente lo deslumbró una luz que venía del cielo.
4 Cayó en tierra y oyó una voz que le decía:
– Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
5 Contestó:
–¿Quién eres, Señor?
Le dijo:
– Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
6 Ahora levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer.
7 Los acompañantes se detuvieron mudos, porque oían la voz pero no veían a nadie.
8 Saulo se levantó del suelo y, al abrir los ojos, no veía. Lo tomaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco,
9 donde estuvo tres días, ciego, sin comer ni beber.
10 Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión le dijo el Señor:
–¡Ananías!
Respondió:
– Aquí me tienes, Señor.
11 Y el Señor le dijo:
– Encamínate a la Calle Mayor y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso: lo encontrarás orando.
12 En una visión Saulo contemplaba a un tal Ananías que entraba y le imponía las manos y en ese momento recobraba la vista.
13 Ananías respondió:
– Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y contar todo el daño que ha hecho a los consagrados de Jerusalén.
14 Ahora está autorizado por los sumos sacerdotes para arrestar a los que invocan tu nombre.
15 Le contestó el Señor:
– Ve, que ése es mi instrumento elegido para difundir mi nombre entre paganos, reyes e israelitas.
16 Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre.
17 Salió Ananías, entró en la casa y le impuso las manos diciendo:
– Saulo, hermano, me envía el Señor Jesús, el que se te apareció cuando venías por el camino, para que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo.
18 Al instante se le cayeron de los ojos como unas escamas, recobró la vista, se levantó, se bautizó,
19 comió y recobró las fuerzas. Y se quedó unos días con los discípulos de Damasco.
20 Muy pronto se puso a proclamar en las sinagogas que Jesús era el Hijo de Dios.
21 Todos los oyentes comentaban asombrados:
–¿No es éste el que perseguía en Jerusalén a los que invocan dicho nombre y ha venido acá para llevárselos presos ante los sumos sacerdotes?
22 Pero Saulo iba ganando fuerza y confundía a los judíos que vivían en Damasco, afirmando que Jesús era el Mesías.
23 Pasados bastantes días los judíos decidieron eliminarlo;
24 pero Pablo se enteró de su plan. Y, como los judíos custodiaban las puertas de la ciudad día y noche para eliminarlo,
25 una noche los discípulos lo descolgaron por el muro, escondido en una canasta.
26

Pablo en Jerusalén

Al llegar a Jerusalén, intentaba unirse a los discípulos; pero ellos le tenían miedo, porque no creían que fuera discípulo.
27 Bernabé, haciéndose cargo de él, se lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado y con qué franqueza había anunciado en Damasco el nombre de Jesús.
28 Saulo se quedó en Jerusalén, moviéndose libremente; anunciaba valientemente el nombre de Jesús,
29 conversaba y discutía con los judíos de lengua griega, pero estos tramaban su muerte.
30 Sus hermanos, al enterarse lo acompañaron hasta Cesarea y lo enviaron a Tarso.
31

Sanación
cfr. Lc 5,17-26

La Iglesia entera de Judea, Galilea y Samaría gozaba de paz, se iba construyendo, vivía en el temor del Señor y crecía animada por el Espíritu Santo.
32 En uno de sus viajes bajó Pedro a visitar a los consagrados que habitaban en Lida.
33 Encontró a un tal Eneas, que llevaba ocho años en cama paralítico.
34 Pedro le dijo:
– Eneas, Jesucristo te sana. Levántate y arregla la cama. Al instante se levantó.
35 Todos los vecinos de Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.
36

Resurrección de Tabita
cfr. Lc 8,49-56

En Jafa vivía una discípula llamada Tabita – que significa gacela– : repartía muchas limosnas y hacía obras de caridad.
37 Sucedió por entonces que cayó enferma y murió. La lavaron y la colocaron en el piso superior.
38 Como Lida está cerca de Jafa, los discípulos, oyendo que Pedro se encontraba allí, enviaron dos hombres a buscarlo:
– Ven por acá sin tardanza.
39 Pedro se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron al piso de arriba. Las viudas lo rodearon y llorando le mostraban las túnicas y mantos que hacía Gacela mientras vivía con ellas.
40 Pedro hizo salir a todos, se arrodilló y rezó; después, vuelto hacia el cadáver, ordenó:
– Gacela, levántate.
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó.
41 Él le dio la mano y la hizo levantar. Después llamó a los consagrados y a las viudas y se la presentó viva.
42 El hecho se supo en toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor.
43 Pedro se quedó algún tiempo en Jafa, en casa de Simón el curtidor.

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Introducción a Hechos

Hechos de los Apóstoles

Autor, destinatarios y fecha de composición. El libro de los Hechos ha sido considerado siempre como la segunda parte y complemento del tercer evangelio, y así se comprende todo su sentido y finalidad. Ambas partes de la obra han salido de la pluma del mismo autor, a quien la tradición antigua identifica como Lucas. Fue escrito probablemente después del año 70, y sus destinatarios inmediatos parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el «querido Teófilo» (amigo de Dios) -el mismo del tercer evangelio- a quien el autor dedica su escrito.
El título no refleja exactamente el contenido del libro, pues en realidad éste se centra, casi con exclusividad, en los «Hechos» de dos apóstoles, pioneros de la primera evangelización de la Iglesia: Pedro y Pablo. Alrededor de ellos, toda una galería de personajes y acontecimientos, con los que el autor teje su narración, recorre las páginas de este bello documento del Nuevo Testamento.

Carácter del Libro. Si hubiera que encerrar en una frase el carácter principal del libro de los Hechos, se podría decir que es fundamentalmente una narrativa de misión, la primera de la Iglesia, prolongación de la misma misión de Jesús. Sólo así se comprende que el verdadero protagonista de la obra sea el Espíritu Santo prometido y enviado por Cristo a sus seguidores, que es el alma de la misión, el que impulsa la Palabra o el Mensaje evangélico a través del protagonismo secundario de Pedro, Pablo y del gran número de hombres y mujeres cuyos nombres y gestas, gracias a Lucas, forman ya parte de la memoria misionera colectiva de la comunidad cristiana de todos los tiempos. No en vano se ha llamado a los Hechos el «evangelio del Espíritu Santo».
Este carácter misionero hace que el libro de los Hechos sea de un género literario único. Aunque narra acontecimientos reales de la Iglesia naciente, no es propiamente un libro de historia de la Iglesia. Más bien sería una relectura, en clave espiritual, de una historia que era ya bien conocida por las comunidades cristianas a las que se dirige Lucas 30 ó 40 años después de que ocurrieran los hechos que narra. Su intención, pues, no es la de informar, sino la de hacer que el lector descubra el hilo conductor de aquella aventura misionera que comenzó en Jerusalén y que llegó hasta el centro neurálgico del mundo de entonces, Roma.
Aunque gran parte del libro está dedicado a las actividades apostólicas de Pedro y Pablo, tampoco hay que considerar Hechos como un escrito biográfico o hagiográfico de dichos apóstoles. Lo que el autor pretende es interpretar sus respectivos itinerarios misioneros, sus sufrimientos por el Evangelio y el martirio de ambos -aunque no haga mención explícitamente de ello por ser de sobra conocido- como un camino de fidelidad, de servicio y de identificación con la Palabra de Dios, siguiendo las huellas del Señor.

Relatos, sumarios y discursos. Para componer su historia, Lucas usa con libertad todos los recursos literarios de la cultura de su tiempo, como los «relatos» en los que, a veces, mezcla el realismo de las reacciones humanas con el halo maravilloso de apariciones y prodigios; los «sumarios», que son como paradas narrativas para mirar hacia atrás y hacia delante, con el fin de resumir y dejar caer claves de interpretación; y sobre todo los «discursos» que el autor pone en boca de los principales personajes: Pedro, Esteban, Pablo, etc. Los catorce discursos, cuidadosamente elaborados por Lucas, ocupan casi una tercera parte de la obra y cumplen en el libro de los Hechos la misma función que las palabras de Jesús en los evangelios: la Buena Noticia proclamada por los primeros misioneros que ilumina este primer capítulo de la historia de la Iglesia, presentada en episodios llenos de vida y dramatismo.

Nacimiento y primeros pasos de la Iglesia. El libro de los Hechos nos trae a la memoria el nacimiento, la consolidación y expansión de la Iglesia, continuadora de Cristo y su misión, en muchas Iglesias o comunidades locales de culturas y lenguas diferentes que forman, entre todas, la gran unidad del Pueblo de Dios. Primero es la Iglesia rectora de Jerusalén de donde todo arranca; después toma el relevo Antioquía, y así sucesivamente. La expansión no es sólo geográfica; es principalmente un ir penetrando y ganando para el Evangelio hombres y mujeres de toda lengua y nación. Ésta es la constante del libro que culmina en la última página, en Roma.
La organización de las Iglesias que nos presenta Lucas es fluida, con un cuerpo rector local de «ancianos» (en griego presbíteros). Los apóstoles tienen la responsabilidad superior. Hay constancia de una vida sacramental y litúrgica: bautismo, imposición de manos o ministerio ordenado, celebraciones y catequesis.

El libro de los Hechos y el cristiano de hoy.
Como Palabra de Dios, el libro de los Hechos sigue tan vivo y actual, hoy, como hace dos mil años. El mismo Espíritu que animó y sostuvo a aquellas primeras comunidades cristianas, sigue presente y operante en la Iglesia de hoy, impulsando, animando y confortando a los testigos del Evangelio de nuestros días. Hoy como entonces, Lucas nos interpela con la misma llamada a la conversión y al seguimiento de Jesús en una fraternidad que no conoce fronteras donde se vive ya, en fe y en esperanza, la salvación que Jesús nos trajo con su muerte y resurrección. Finalmente, es un libro que nos da la seguridad de que la Palabra de Salvación, impulsada por el Espíritu, no será nunca encadenada ni amordazada porque lleva en sí el aliento del poder y del amor salvador de Dios.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Hechos 9,1-25Conversión de Pablo. La frase «camino de Damasco» ha sido aceptada ya en todas nuestras lenguas modernas para designar un cambio espectacular ocurrido en la vida de cualquier persona. La conversión de Pablo es de las más significativas de toda la historia de la Iglesia, tanto por la transformación radical de este hombre como por las consecuencias que desencadenó. Lucas menciona tres veces la conversión de Pablo en el presente libro (9,1-22; 22,3-16; 26,9-18). El mismo Pablo nunca describe el acontecimiento, simplemente lo afirma (cfr. 1Co_9:1; 1Co_15:8; Gál_1:1.11s). Con toda seguridad, su conversión era contada y recontada en todas las comunidades cristianas del tiempo de Lucas, quien describe el acontecimiento muchos años después de la muerte de Pablo en Roma. Como siempre, el narrador recoge recuerdos, datos y detalles, y después compone y embellece su historia procurando el máximo efecto para transmitir su enseñanza. El primer escenario de su narración ocurre en el «camino». El perseguidor se encuentra cara a cara con Jesús. Para describir esta escena, Lucas utiliza las imágenes bíblicas, tan frecuentes en el Antiguo Testamento, de las intervenciones espectaculares de Dios: se abre el cielo, brilla una gran luz, se oye una voz potente, los presentes caen derribados por tierra (cfr. Dan_10:5-19). Sigue un diálogo fascinante: «¿Quién eres, Señor?». La voz se identifica: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (5). Confusión y aturdimiento de Saulo de Tarso, quien ciego, vencido y derrotado, es conducido de la mano a Damasco.
Cambio de escena: mientras tanto, en la ciudad, Jesús pone en movimiento a la comunidad cristiana que esperaba atemorizada la llegada del perseguidor. Los acontecimientos se suceden aumentando su intensidad dramática: encuentro de Saulo con la comunidad en la persona de Ananías, quien le comunica la misión a la que está destinado. Saulo acepta la misión, recobra la vista, es bautizado y recupera las fuerzas. De nuevo, un cambio de escena: Saulo es presentado ahora en las sinagogas de Damasco afirmando que Jesús es el Mesías. Sigue un complot para matarlo. Pablo -ya no es más Saulo, sino Pablo- se entera y huye de Damasco, de noche, descolgado muro abajo.
He aquí la narración de Lucas. ¿Se pueden decir tantas cosas, tan bellamente y con tanta economía de palabras? En el centro de la narración sucede el encuentro de Pablo con Jesús vivo y resucitado que lo interpela, lo llama y espera una respuesta. Pablo la da en el seno de la comunidad de hermanos y hermanas. A la respuesta sigue la transformación. Pablo se sentirá ya hasta su muerte fascinado por Jesús, por Él vivirá y sufrirá siendo su testigo en medio de hombres y mujeres de razas, religiones y culturas diferentes. Esta vida y pasión de Pablo, siguiendo las huellas de su Señor, ocupará de aquí en adelante la mayor parte del libro de los Hechos.


Hechos 9,26-30Pablo en Jerusalén. Los estudiosos de la Biblia no acaban de ponerse de acuerdo sobre este viaje relámpago de Pablo a Jerusalén. Parece que no concuerda con el mismo viaje que narra el mismo Pablo (cfr. Gál_1:18) y que sucedió bastante tiempo después. ¿Se trató de un solo viaje o de dos? A Lucas estos detalles parecen no preocuparle. Su intención de presentarnos «tan pronto» a Pablo en Jerusalén obedece a la preocupación fundamental de Lucas que ya hemos visto en otros episodios: afirmar la unidad y comunión de «toda» la comunidad cristiana que comenzaba a ser ya universal. Era, pues, necesario mostrar cuanto antes a Pablo en contacto y comunión con la Iglesia madre de Jerusalén, pues son ellos, los apóstoles y columnas de la Iglesia, los que debían autorizar y confirmar la misión del nuevo convertido.
Hechos 9,31-43Sanación - Resurrección de Tabita. Lucas deja a Pablo, por ahora, y retoma el hilo de su historia: el crecimiento y desarrollo del Evangelio. Comienza con otro pequeño sumario en que nos dice que la Iglesia entera «se iba construyendo... crecía animada por el Espíritu Santo» (31). Los dos verbos empleados nos ofrecen los dos aspectos de la Iglesia que deben siempre coexistir en tensión: estabilidad y dinamismo.
Esta vez, el progreso del Evangelio nos es presentado a raíz de las rutas misioneras de Pedro quien aparece como predicador itinerante, haciendo paradas para visitar a los pequeños grupos de cristianos. El escenario es la región costera que va de Jafa hasta Cesarea. Hablar del progreso del Evangelio para Lucas es hablar de los efectos de liberación que produce. Aquí se constata con dos milagros de Pedro. Están como calcados en los milagros de Jesús. El primero recuerda al narrado por Marcos (cfr. Mar_2:1-12). El segundo sigue de cerca el relato de la resurrección de la hija de Jairo (cfr. Mar_5:36-43), hasta en los detalles más conmovedores. Jesús ordena: «talitha qum», «¡corderita, levántate!»; Pedro, a su vez, dice: «tabitha anasthehi», «¡gacela, levántate!» (40). La muerta devuelta a la vida se llamaba Tabita, que quiere decir gacela. Lucas, que no pierde ocasión para resaltar lo que le interesa, dice que Gacela repartía muchas limosnas y hacía obras de caridad.