Romanos  15 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1

Contentar a los demás

Nosotros, los fuertes, tenemos que cargar con las flaquezas de los débiles y no buscar nuestra satisfacción.
2 Que cada uno trate de agradar al prójimo para el bien y la edificación común.
3 Porque tampoco Cristo buscó su propia satisfacción, sino que, como está escrito: cayeron sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
4 Lo que entonces se escribió fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo de la Escritura tengamos esperanza.
5 El Dios de la paciencia y el consuelo les conceda tener los unos para con los otros los sentimientos de Cristo Jesús,
6 de modo que, con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo.
7

La Buena Noticia para judíos y paganos

Por tanto, acójanse unos a otros, como Cristo los acogió para gloria de Dios.
8 Quiero decir que Cristo se hizo servidor de los circuncisos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas de los patriarcas;
9 mientras que los paganos glorifican a Dios por su misericordia, como está escrito: Te confesaré ante los paganos y cantaré en tu honor.
10 Y en otro lugar: Pueblos extranjeros, alégrense junto con su pueblo.
11 Y de nuevo: Alaben al Señor todas las gentes, que todos los pueblos lo glorifiquen.
12 Isaías, por su parte, dice: Aparecerá el brote de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: y todos los pueblos pondrán en él su esperanza.
13 El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza.
14

Misión de Pablo para los paganos

Acerca de ustedes, queridos hermanos, estoy convencido de que están llenos de bondad y colmados de todo conocimiento y que también pueden aconsejarse mutuamente.
15 Con todo, por la gracia recibida de Dios
16 de ser ministro de Cristo Jesús para los paganos y sacerdote de la Buena Noticia de Dios, he tenido la audacia de escribirles y de refrescarles su memoria, para que la ofrenda de los paganos sea aceptable y consagrada por el Espíritu Santo.
17 Por Cristo Jesús puedo sentirme orgulloso ante Dios.
18 Pero no hablaré si no es de lo que Cristo ha realizado por intermedio mío para la conversión de los paganos: de palabra y de obra,
19 con señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Partiendo de Jerusalén y su región hasta Iliria he completado el anuncio de la Buena Noticia de Cristo.
20 Me honra haber anunciado la Buena Noticia donde todavía no se había nombrado a Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno;
21 sino como está escrito: Lo verán los que no tenían noticia de él, y comprenderán los que no habían oído hablar de él.
22 Ese motivo me ha impedido repetidas veces ir a visitarlos.
23 Ahora que ya no me queda tarea por estas regiones, y con las ganas que tengo desde hace tiempo de visitarlos,
24 espero verlos de paso en mi viaje hacia España y confío que me ayudarán a proseguir mi viaje, después de gozar un poco de su compañía.
25 En este momento me dirijo a Jerusalén para llevar una ayuda a esa comunidad.
26 Porque los de Macedonia y Acaya han decidido solidarizarse con los cristianos pobres de Jerusalén.
27 Lo han decidido como era su obligación: ya que si los paganos se beneficiaron de sus bienes espirituales, es justo que ellos los socorran con bienes materiales.
28 Cuando haya concluido este asunto, garantizando la entrega de la colecta, me dirigiré a España pasando por la tierra de ustedes.
29 Y sé que, cuando llegue a visitarlos, lo haré con todas las bendiciones de Cristo.
30 Por nuestro Señor Jesucristo y por el amor que infunde el Espíritu, les recomiendo que luchen a mi lado rezando por mí a Dios
31 para que me libre en Judea de los que no creen y para que mi misión entre los consagrados sea bien recibida.
32 Así, Dios mediante, podré visitarlos con alegría, para tomarme un descanso junto a ustedes.
33 El Dios de la paz esté con todos ustedes. Amén.

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Introducción a Romanos 

ROMANOS

La comunidad cristiana de Roma. ¿Quién fue el misionero anónimo que llevó la semilla cristiana a Roma? ¿Algún judío convertido de los muchos que emigraban a la capital del imperio o que regresaba después de peregrinar a Jerusalén para las grandes solemnidades de la Pascua? Es ésta una pregunta que probablemente quedará sin respuesta. Lucas, en su afán universalista, dice que entre los oyentes de Pentecostés había peregrinos romanos ( Hch_2:10 ). El mismo Lucas menciona a un matrimonio judío, Áquila y Priscila ( Hch_18:2 ), que tuvo que huir de Roma a Corinto a raíz del edicto de expulsión de los judíos hecho por Claudio (año 49). Lo cierto es que en tiempos de Pablo existía ya una importante comunidad cristiana en la ciudad, cuya mayoría era de origen pagano y en parte de origen judío. Para el judío «apóstol de los paganos», este dato era muy importante.

Motivación de la carta. ¿Qué motivos tenía Pablo para escribir una carta a una Iglesia que no había fundado ni conocía personalmente? Y no una carta cualquiera, de cortesía o de circunstancias, sino una carta doctrinal de envergadura, quizás la más importante del Apóstol. He aquí otra pregunta a la que no es fácil dar una respuesta satisfactoria y a gusto de todos los biblistas.
Una opinión minoritaria afirma que en su origen era una carta circular y que el destino a Roma se le añadió después y prevaleció en la tradición. Quizás la propuesta mejor sea la más obvia y sencilla, la sugerida por la misma carta. Pablo es apóstol de los paganos y Roma es cabeza del mundo pagano. A la capital del imperio, pues, dedicará su carta capital. Además, ve en Roma, como antes en Antioquía y en Éfeso, una gran plataforma para la difusión del Evangelio.

Lugar y fecha de composición de la carta. La carta fue escrita probablemente en Corinto, al final de su tercer viaje, hacia el año 57-58. Pablo tiene pendiente un viaje a Palestina con el fin de llevar el dinero de la colecta para la comunidad necesitada de Jerusalén. Considera acabada su tarea misionera en Asia y Europa oriental y proyecta una nueva expansión hacia occidente con una escala en Roma, corazón del imperio, y un viaje a España, el último confín hacia el oeste del mundo conocido de aquel entonces.

Carácter y finalidad de la carta. Al dirigirse a los romanos, Pablo tiene ya en su haber una larga experiencia misionera que le había llevado a enfrentarse, de palabra y por cartas, con las principales dificultades y problemas por los que atravesaban las comunidades cristianas, ya sean las fundadas por él mismo o las otras de las que tenía noticia por la constante comunicación que existía entre las diversas Iglesias esparcidas por el imperio. Antes de emprender una nueva aventura misionera hacia occidente, parece como si el Apóstol sintiera la necesidad de recapitular y poner por escrito una síntesis más elaborada y sistemática de los temas claves de su predicación (su «Buena Noticia», como él lo llama en Rom_2:16 ; Rom_16:25 ), sobre todo en vistas al viaje previo que va a hacer a la Iglesia madre de Jerusalén donde sospechaba -como así ocurrió- que encontraría serias resistencias a su labor de apertura evangelizadora hacia los no judíos. El tema central de la carta es, sin lugar a dudas, la salvación por la fe en Jesucristo, muerto y resucitado, ofrecida a todos los hombres y mujeres sin discriminación.

Ocasión de la carta. La situación que vivían las Iglesias en los años 57-58 necesitaba de una palabra autorizada y definitiva que pusiera fin a las tensiones que ocasionaba la entrada imparable de los paganos en el seno de la comunidad cristiana, y que estaba poniendo en peligro la unidad de la Iglesia. El «nuevo pueblo de Dios» surgido del anuncio evangélico, ¿debía ser una continuación del pueblo judío a cuya Ley tenían que someterse los paganos convertidos? O, por el contrario, ¿se trataba de una Nueva Alianza que, sin perder sus raíces históricas judías, estaba abierta a todos por igual, judíos y paganos, con la sola condición de la fe en Cristo?
Frente a esta oferta de salvación universal, ¿qué sentido tenía ya la Ley, la circuncisión y demás prescripciones que habían mantenido al pueblo judío en un gueto cerrado de elegidos y privilegiados? Es comprensible que la Iglesia madre de Jerusalén se resistiera a romper con gran parte de ese bagaje religioso y a perder su protagonismo a favor de una Iglesia que comenzaba a ser ya ecuménica, desplazándose definitivamente más allá de las fronteras geográficas, raciales y culturales de Palestina. Por otra parte, y dentro de este designio de salvación universal de Dios en Jesucristo, ¿cuál era la función del pueblo judío? Y, sobre todo, ¿qué iba a suceder con la mayoría de ellos que no habían aceptado el Evangelio?
Pablo responde a todos estos interrogantes haciendo una relectura, con los ojos iluminados por la fe, de la historia religiosa de su pueblo, descubriendo en ella el hilo conductor de la promesa que apuntaba a Jesús como Mesías y Salvador, quien, cumpliendo con exceso lo anunciado y prometido, pone fin a lo caduco e inaugura la nueva era definitiva, donde todas las barreras que dividen a la familia humana quedan abolidas.

Actualidad de la carta. Quizás no exista otro libro del Nuevo Testamento que haya suscitado tanta polémica de interpretación. Es irónico que la carta que nos ofrece la más universal y ecuménica visión de la salvación se haya convertido en la carta del «desencuentro» dentro de la familia cristiana, entre católicos y protestantes. Pero esto es ya historia pasada. Hoy día se puede afirmar justamente lo contrario: no sólo es la carta del «reencuentro» que está uniendo de nuevo a una familia dividida, sino que es también una plataforma doctrinal sin par para lanzar a la Iglesia hacia el diálogo con las otras religiones de la tierra, haciéndonos descubrir su función histórica dentro del plan de salvación universal de Dios.
Pablo nos trasmite a todos un mensaje de esperanza y gozo: el amor infinito e incondicional de Dios en Jesucristo abarca a toda la familia humana en un abrazo salvador que nos trae la liberación presente como promesa y arras de gloria eterna. Sólo pide de nosotros una respuesta de fe, amor y de esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Romanos  15,1-6Contentar a los demás. Pablo da un paso hacia adelante al afirmar que compartir la fe es, en definitiva, «cargar con las flaquezas de los débiles» (1). Es la única manera de edificar una comunidad cristiana y la única ley de su crecimiento. Aunque el Apóstol pone el acento sobre la obligación de los «fuertes», a lo que en realidad está apuntando es a la regla de oro de toda comunidad cristiana: la «activa aceptación» como cosa propia, de «todo» lo que hace al «otro» diferente «de uno mismo». Si son sus pecados, esta aceptación significará ayudar a compartir la carga como si fuera nuestra propia carga; si son sus dones, como dones propios; si son sus diferentes opiniones, como riqueza complementaria a nuestras opiniones; si son sus sufrimientos, como sufrimientos propios. Y así, hasta destruir la última barrera que nos separa y que se anida en lo más profundo del corazón humano: el miedo, la sospecha y el rechazo a todo lo que percibimos en «el otro» como diferente, como desafío y amenaza a nuestra propia seguridad.
Jesucristo es para el Apóstol el ejemplo y modelo para la convivencia en comunidad. Aceptó nuestra condición humana como propia, en todo, en la alegría y en el dolor (3). Así, en un intercambio de dones, nos abrió a todos la posibilidad de ser como Él: hijos e hijas de Dios. ¿Qué fuerza hará posible una convivencia fraterna como tarea diaria de cargar con las flaquezas de nuestros hermanos y hermanas (cfr. Gál_6:2)? ¡La Palabra de Dios!, dice Pablo, pues es el único «poder» que convoca, une en mutuo acuerdo, consuela a la comunidad cristiana y la inspira a glorificar a Dios con un solo corazón y una sola lengua.


Romanos  15,7-13La Buena Noticia para judíos y paganos. La última exhortación de la carta va dirigida a toda la comunidad cristiana de Roma, tanto a los que provienen del judaísmo como a los que provienen del paganismo: «acójanse unos a otros, como Cristo los acogió para gloria de Dios» (7). No se trata simplemente de un consejo moral de convivencia. El Apóstol va mas allá, está viendo el «Evangelio de la salvación universal», revelado por Cristo, hecho ya «realidad y anuncio» en esa acogida mutua de amor fraterno de la comunidad de Roma. Y así, sus cristianos procedentes del judaísmo anuncian que Jesús, el Mesías, es la manifestación de la fidelidad de Dios, «cumpliendo las promesas de los patriarcas» (8); y a su vez, sus cristianos procedentes del paganismo anuncian al mismo Mesías como la manifestación de la «misericordia de Dios» que se extiende a todos los pueblos: «aparecerá el brote de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: y todos los pueblos pondrán en él su esperanza» (12). Fidelidad y misericordia. ¿Estará recordando el Apóstol la presentación que hace Dios de sí mismo a toda la humanidad cuando Moisés invocó su nombre en el monte Sinaí y Dios pasó delante de su siervo clamando: «El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, misericordioso, paciente, rico en bondad y lealtad» (Éxo_34:6)?
La fe en Jesucristo, muerto y resucitado, es la llave que abre a Pablo todos los secretos de las Escrituras, o el único secreto: la iniciativa de salvación universal de Dios, encaminada a reunir a todos los pueblos en un único y definitivo pueblo de Dios. La historia de la humanidad es para el Apóstol «una historia de salvación» que se bifurca en diversos caminos históricos concretos -el judaísmo, las otras religiones de la tierra- para volver a reunirse todos, un día, en la realidad de la Iglesia, «sacramento de salvación». Ésta es la visión de Pablo al final de su carta. La conclusión es una plegaria donde el Apóstol pide la abundancia de los frutos de salvación ya presentes en la comunidad de Roma: «El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza» (13).

Romanos  15,14-33Misión de Pablo para los paganos. Estas líneas suenan como si Pablo quisiera excusar su intromisión en una Iglesia que él no fundó, y justificar así su proyectada visita. El lenguaje es cortés y comedido. La presente carta, parece decir el Apóstol, no pretende evangelizar a los buenos cristianos de Roma, sino sólo refrescar cosas sabidas. La proyectada visita es solo una etapa más de un viaje más largo hacia una región todavía no evangelizada, España. Su paso por Roma será como una especie de vacaciones espirituales: «gozar un poco de su compañía» (24)... «tomarme un descanso junto a ustedes» (32). Notemos que ninguno de estos proyectos de Pablo se realizó tal y como él pensaba. El viaje a España probablemente no se llevó a cabo; el viaje a Roma tendrá otro carácter e itinerario; el gozo de la compañía estará limitado por la prisión. Sólo la carta llegará a Roma, a España y a todos los países del mundo.
De todas formas, dejando formalidades y escrúpulos aparte, Pablo no se excusa ni de la carta que les escribe ni de la visita que les anuncia. Es probable que los cristianos y cristianas de Roma vieran ambas iniciativas del Apóstol como la cosa más natural. ¿Lo sería hoy si un obispo escribiera una carta como ésta a los cristianos de otra diócesis? La corresponsabilidad y colegialidad entre las Iglesias de los primeros siglos era el ambiente natural donde se movían los responsables de las diferentes comunidades cristianas. Pablo evoca esa colegialidad cuando menciona el itinerario de su ministerio apostólico: «partiendo de Jerusalén y su región hasta Iliria» (19). «Jerusalén» no solo como «lugar geográfico», sino sobre todo como lugar de «colegialidad y corresponsabilidad» con la Iglesia Madre, representada por Pedro y los demás apóstoles. Este ministerio itinerante de Pablo se ha centrado en «el anuncio de la Buena Noticia de Cristo» (19), frase que ha sido de las más utilizadas por el Concilio Vaticano II para devolver al «ministerio ordenado» -obispos, presbíteros y diáconos- su principal función: ser ministros y servidores de la Palabra de Dios.