Romanos  16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

Saludos finales

Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la Iglesia de Cencreas,
2 para que la reciban, en atención al Señor, como merece una persona consagrada, ayudándola en todo lo que necesite de ustedes. Ella ha protegido a muchos, empezando por mí.
3 Saludos a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús,
4 que por salvarme la vida se jugaron la suya; no sólo yo les estoy agradecido, sino toda la Iglesia de los paganos.
5 Saludos a la comunidad que se reúne en su casa. Saludos a mi querido Epéneto, el primero de Asia que se convirtió a Cristo.
6 Saludos a María, que tanto ha trabajado por ustedes.
7 Saludos a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que descuellan entre los apóstoles y que llegaron a Cristo antes que yo.
8 Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor.
9 Saludos a Urbano, mi colaborador en la obra de Cristo, y a mi querido Eustaquio.
10 Saludos a Apeles, que ha dado pruebas de fidelidad a Cristo. Saludos a la familia de Aristóbulo.
11 Saludos a mi pariente Herodión. Saludos a los de la familia de Narciso, quienes son del Señor.
12 Saludos a Trifena y Trifosa, que han trabajado por el Señor. Saludos a la querida Pérside, que ha trabajado mucho en el Señor.
13 Saludos a Rufo, elegido del Señor, y a su madre que es también mía.
14 Saludos a Asíncrito, Flegonte, Hermes, Patrobas, Hermas y a los de su comunidad.
15 Saludos a Filólogo y a Julia, a Nereo y su hermana Olimpas y a todos los consagrados de su comunidad.
16 Salúdense con el beso santo. Todas las Iglesias cristianas les mandan saludos.
17 Hermanos, les recomiendo que vigilen a los que siembran discordias y tropiezos contra la doctrina que ustedes han aprendido; aléjense de ellos.
18 Esas personas no sirven a Cristo Señor nuestro, sino a su vientre, y con discursos suaves y atractivos seducen a la gente sin malicia.
19 La fama de la fe de ustedes se difunde por todas partes, y esto me llena de alegría, porque los quiero sabios para el bien y sin contagio del mal.
20 Muy pronto el Dios de la paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. La gracia de nuestro Señor Jesús esté con ustedes.
21 Les manda saludos Timoteo, mi colaborador, y también Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes.
22 Y yo, Tercio, amanuense de esta carta, los saludo en nombre del Señor.
23 También los saludan Gayo, que me hospeda, con toda su comunidad; Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto. [[
24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Amén.]]
25 Al que tiene el poder de confirmarlos según la Buena Noticia que yo anuncio proclamando a Jesucristo, según el secreto callado durante siglos
26 y revelado hoy y, por disposición del Dios eterno, manifestado a todos los paganos por medio de escritos proféticos para que abracen la fe,
27 a Dios, el único sabio, por medio de Jesucristo, sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Patrocinio

 
 

Introducción a Romanos 

ROMANOS

La comunidad cristiana de Roma. ¿Quién fue el misionero anónimo que llevó la semilla cristiana a Roma? ¿Algún judío convertido de los muchos que emigraban a la capital del imperio o que regresaba después de peregrinar a Jerusalén para las grandes solemnidades de la Pascua? Es ésta una pregunta que probablemente quedará sin respuesta. Lucas, en su afán universalista, dice que entre los oyentes de Pentecostés había peregrinos romanos ( Hch_2:10 ). El mismo Lucas menciona a un matrimonio judío, Áquila y Priscila ( Hch_18:2 ), que tuvo que huir de Roma a Corinto a raíz del edicto de expulsión de los judíos hecho por Claudio (año 49). Lo cierto es que en tiempos de Pablo existía ya una importante comunidad cristiana en la ciudad, cuya mayoría era de origen pagano y en parte de origen judío. Para el judío «apóstol de los paganos», este dato era muy importante.

Motivación de la carta. ¿Qué motivos tenía Pablo para escribir una carta a una Iglesia que no había fundado ni conocía personalmente? Y no una carta cualquiera, de cortesía o de circunstancias, sino una carta doctrinal de envergadura, quizás la más importante del Apóstol. He aquí otra pregunta a la que no es fácil dar una respuesta satisfactoria y a gusto de todos los biblistas.
Una opinión minoritaria afirma que en su origen era una carta circular y que el destino a Roma se le añadió después y prevaleció en la tradición. Quizás la propuesta mejor sea la más obvia y sencilla, la sugerida por la misma carta. Pablo es apóstol de los paganos y Roma es cabeza del mundo pagano. A la capital del imperio, pues, dedicará su carta capital. Además, ve en Roma, como antes en Antioquía y en Éfeso, una gran plataforma para la difusión del Evangelio.

Lugar y fecha de composición de la carta. La carta fue escrita probablemente en Corinto, al final de su tercer viaje, hacia el año 57-58. Pablo tiene pendiente un viaje a Palestina con el fin de llevar el dinero de la colecta para la comunidad necesitada de Jerusalén. Considera acabada su tarea misionera en Asia y Europa oriental y proyecta una nueva expansión hacia occidente con una escala en Roma, corazón del imperio, y un viaje a España, el último confín hacia el oeste del mundo conocido de aquel entonces.

Carácter y finalidad de la carta. Al dirigirse a los romanos, Pablo tiene ya en su haber una larga experiencia misionera que le había llevado a enfrentarse, de palabra y por cartas, con las principales dificultades y problemas por los que atravesaban las comunidades cristianas, ya sean las fundadas por él mismo o las otras de las que tenía noticia por la constante comunicación que existía entre las diversas Iglesias esparcidas por el imperio. Antes de emprender una nueva aventura misionera hacia occidente, parece como si el Apóstol sintiera la necesidad de recapitular y poner por escrito una síntesis más elaborada y sistemática de los temas claves de su predicación (su «Buena Noticia», como él lo llama en Rom_2:16 ; Rom_16:25 ), sobre todo en vistas al viaje previo que va a hacer a la Iglesia madre de Jerusalén donde sospechaba -como así ocurrió- que encontraría serias resistencias a su labor de apertura evangelizadora hacia los no judíos. El tema central de la carta es, sin lugar a dudas, la salvación por la fe en Jesucristo, muerto y resucitado, ofrecida a todos los hombres y mujeres sin discriminación.

Ocasión de la carta. La situación que vivían las Iglesias en los años 57-58 necesitaba de una palabra autorizada y definitiva que pusiera fin a las tensiones que ocasionaba la entrada imparable de los paganos en el seno de la comunidad cristiana, y que estaba poniendo en peligro la unidad de la Iglesia. El «nuevo pueblo de Dios» surgido del anuncio evangélico, ¿debía ser una continuación del pueblo judío a cuya Ley tenían que someterse los paganos convertidos? O, por el contrario, ¿se trataba de una Nueva Alianza que, sin perder sus raíces históricas judías, estaba abierta a todos por igual, judíos y paganos, con la sola condición de la fe en Cristo?
Frente a esta oferta de salvación universal, ¿qué sentido tenía ya la Ley, la circuncisión y demás prescripciones que habían mantenido al pueblo judío en un gueto cerrado de elegidos y privilegiados? Es comprensible que la Iglesia madre de Jerusalén se resistiera a romper con gran parte de ese bagaje religioso y a perder su protagonismo a favor de una Iglesia que comenzaba a ser ya ecuménica, desplazándose definitivamente más allá de las fronteras geográficas, raciales y culturales de Palestina. Por otra parte, y dentro de este designio de salvación universal de Dios en Jesucristo, ¿cuál era la función del pueblo judío? Y, sobre todo, ¿qué iba a suceder con la mayoría de ellos que no habían aceptado el Evangelio?
Pablo responde a todos estos interrogantes haciendo una relectura, con los ojos iluminados por la fe, de la historia religiosa de su pueblo, descubriendo en ella el hilo conductor de la promesa que apuntaba a Jesús como Mesías y Salvador, quien, cumpliendo con exceso lo anunciado y prometido, pone fin a lo caduco e inaugura la nueva era definitiva, donde todas las barreras que dividen a la familia humana quedan abolidas.

Actualidad de la carta. Quizás no exista otro libro del Nuevo Testamento que haya suscitado tanta polémica de interpretación. Es irónico que la carta que nos ofrece la más universal y ecuménica visión de la salvación se haya convertido en la carta del «desencuentro» dentro de la familia cristiana, entre católicos y protestantes. Pero esto es ya historia pasada. Hoy día se puede afirmar justamente lo contrario: no sólo es la carta del «reencuentro» que está uniendo de nuevo a una familia dividida, sino que es también una plataforma doctrinal sin par para lanzar a la Iglesia hacia el diálogo con las otras religiones de la tierra, haciéndonos descubrir su función histórica dentro del plan de salvación universal de Dios.
Pablo nos trasmite a todos un mensaje de esperanza y gozo: el amor infinito e incondicional de Dios en Jesucristo abarca a toda la familia humana en un abrazo salvador que nos trae la liberación presente como promesa y arras de gloria eterna. Sólo pide de nosotros una respuesta de fe, amor y de esperanza.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Romanos  16,1-27Saludos finales. La lista de hombres y mujeres es larga y detallada. Cada nombre va seguido de unas palabras de reconocimiento y gratitud a la labor que realiza a favor de la comunidad, y a los lazos de amistad que le unen al Apóstol. Pablo se nos muestra como una persona agradecida, un auténtico caballero, amigo de sus amigos.
Este elenco es, por otra parte, una fuente de noticias sobre las comunidades cristianas de entonces. Sorprende, por ejemplo, el elevado número de mujeres con cargos de responsabilidad en la Iglesia. Justamente comienza saludando a Febe, «diaconisa». ¿Era una mujer que ha recibido las «órdenes sagradas» o que simplemente desempeña funciones asistenciales? No lo sabemos, pero ciertamente gozaría de gran autoridad en la comunidad. Otro nombre mencionado, «Junia» (7), ha intrigado siempre a los estudiosos. ¿Se trata de «Junia» -nombre masculino- como los presentan los manuscritos más recientes o de «Julia» -nombre femenino- como lo transcriben los manuscritos más antiguos? Es probable que efectivamente se trate de «Julia», esposa de Andrónico. Pablo dice que ambos «descuellan entre los apóstoles» (7). ¿Una mujer con categoría de apóstol? ¡Imposible!, debió pensar, años después, el amanuense que «masculinizó» el nombre de Julia cambiando solo una letra. Para entonces, la mujer había sido reducida al silencio en muchas comunidades cristianas.
Otros nombres entrañables son Prisca y Áquila, el matrimonio amigo de Pablo. El nombre de Prisca es mencionado primero, como hace Lucas en los Hechos de los Apóstoles 18,2s, y no por cortesía, sino porque Prisca debía ser la verdadera responsable de la comunidad cristiana que se reunía en su casa. Así va Pablo desgranando nombres de colaboradores, amigos y líderes cristianos que mantenían la vitalidad y el entusiasmo de la Iglesia, no solo de la de Roma.
Las palabras finales de la carta no podían ser otras que un himno de alabanza a «Dios, el único sabio» por haber revelado en Jesucristo su secreto callado durante siglos y ahora «manifestado a todos los paganos... para que abracen la fe» (26).