II Corintios 6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1

El ministerio apostólico

Como colaboradores de Dios los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios.
2 Porque él nos dice en la Escritura:
En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te auxilié.
Miren, éste es el tiempo favorable, éste el día de salvación.
3 Procuramos no dar a nadie ocasión alguna para desacreditar nuestro ministerio.
4 En todo momento demostramos ser verdaderos ministros de Dios: con mucha paciencia soportamos tribulaciones, penurias, angustias,
5 azotes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y ayunos.
6 Nosotros obramos con integridad, inteligencia, paciencia y bondad; con docilidad al Espíritu Santo, con amor no fingido,
7 en nosotros está la verdad y la fuerza de Dios. Usamos las armas de la justicia a diestra y siniestra.
8 En la honra y en la deshonra, sea que gocemos de buena o de mala fama.
9 Nos tratan como a mentirosos a pesar de que decimos la verdad, como a desconocidos cuando somos bien conocidos, como moribundos cuando estamos llenos de vida, como castigados pero no ejecutados,
10 como tristes aunque estamos siempre alegres, como pobres aunque hemos enriquecido a muchos, como necesitados aunque lo poseemos todo.
11 Para ustedes, corintios, mi boca se abre con franqueza, mi corazón está dilatado.
12 Dentro de mí están todos ustedes, aunque en su corazón, no hay lugar para nosotros.
13 Como a hijos les pido el pago correspondiente: también ustedes abran su corazón.
14

Templo de Dios

No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen. ¿Qué tienen en común justicia e injusticia?, ¿puede la luz convivir con las tinieblas?,
15 ¿o haber armonía entre Cristo y Beliar?, ¿qué hay en común entre el creyente y el infiel?
16 ¿Es compatible el santuario de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos santuario del Dios vivo. Como dijo Dios:
Habitaré entre ellos
y me trasladaré con ellos.
Seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
17 Por tanto, salgan de en medio
y apártense de ellos – dice el Señor– .
No toquen lo impuro, y yo los recibiré.
18 Seré para ustedes un Padre
y ustedes serán mis hijos e hijas
– dice el Señor Todopoderoso– .

Patrocinio

 
 

Introducción a II Corintios

2ª CORINTIOS

Ocasión y fecha de composición de la carta. Sobre las circunstancias que provocaron esta «segunda» carta tenemos más dudas que certezas. El libro de los Hechos de los Apóstoles, la única fuente de información que existe acerca de las actividades de Pablo -aparte de la correspondencia del mismo Apóstol- no menciona ninguna crisis en Corinto que motivara otra respuesta por escrito. Hay, pues, que reconstruir los acontecimientos con los datos que nos ofrece la misma carta, datos no muy claros, ya que se dan por sabidas cosas que nosotros desconocemos.
He aquí una aproximación a lo que debió ocurrir. La primera carta a los corintios no obtuvo, por lo visto, el efecto deseado. La visita de seguimiento de Timoteo a la comunidad, anunciada en 1Co_16:10 s, se realizó sin resultados positivos y el colaborador y hombre de confianza de Pablo regresó con malas noticias. El Apóstol, que estaba en Éfeso, se ve en la necesidad de desplazarse brevemente a Corinto. Su presencia en la ciudad, lejos de solucionar el problema, lo empeoró. Es más, Pablo fue insultado grave y públicamente en una asamblea eucarística, como él mismo menciona en 2,5 y 7,12. Debió regresar a Éfeso abatido, y desde allí les escribe «con gran angustia y ansiedad, derramando lágrimas» (2,4). Esta vez es su discípulo Tito el portador de este dramático mensaje. La comunidad reacciona, se arrepiente y se dispone a castigar al ofensor. Tito sale en busca de Pablo con la buena noticia y lo encuentra, por fin, en Filipos a donde, mientras tanto, había tenido que huir desde Éfeso por un motín desencadenado contra él por el sindicato de los plateros, como nos cuenta Lucas en los Hechos (cfr. Hch_19:23-40 ). Ya tranquilo y en tono conciliador, el Apóstol se dirige de nuevo a la comunidad con la que hoy figura como la «Segunda Carta a los Corintios», escrita hacia finales del 57, año y medio después de la primera.
En cuanto a esa enigmática «carta de lágrimas», no ha llegado hasta nosotros en su integridad, sino sólo en los fragmentos que probablemente un recopilador posterior insertó, sin más, en la «Segunda» que conocemos, y que forman los capítulos 10-13 de la misma. El brusco cambio de tema y de tono y otra serie de detalles avalan esta hipótesis. Es también probable que la «Segunda a los Corintios» contenga además otros fragmentos de otras cartas enviadas en el decurso de la crisis. En resumidas cuentas, estaríamos ante un escrito que podría recopilar hasta cuatro posibles cartas del Apóstol.

Tema y contenido de la carta. A pesar de las complicadas circunstancias que la motivaron y de los avatares que sufrió el texto mismo de la carta hasta llegar a la forma en que lo conocemos, gracias al talento y talante de Pablo ha brotado un escrito muy personal e intenso. Casi tanto como el valor de la doctrina pesa la comunicación de la persona, o mejor dicho, su testimonio personal se convierte en doctrina, en tratado vital de la misión apostólica, pues ésta era, en definitiva, la razón de la crisis: el cuestionamiento de su apostolado por parte de algunos miembros influyentes de la comunidad de Corinto.
Si había algo que Pablo no toleraba en absoluto era que se pusiera en duda el mandato misionero recibido del mismo Jesús resucitado. Y no por vanidad o prestigio personal, sino porque estaba en juego la «memoria de Jesús», la verdad del Evangelio que predicaba. Siempre que se siente atacado en este punto, Pablo no rehúsa la polémica, sino que se defiende con acaloramiento, sin ahorrar contra sus adversarios epítetos e invectivas mordaces que delatan su carácter pasional. Era un hombre que no tenía pelos en la lengua.

Retrato de un misionero del Evangelio. Recogiendo todos los datos que nos ofrece esta especie de carta-confesión, surge el retrato fascinante de este servidor de la Palabra de Dios que era Pablo, modelo ya para siempre de todo cristiano comprometido con el Evangelio.
Pablo fue una persona controvertida, siempre en el punto de mira de la polémica y que no dejaba indiferente a nadie. Fue amado incondicionalmente al igual que encarnizadamente perseguido, porque el «anuncio» de la Buena Noticia de que era portador se convertía en denuncia implacable contra toda injusticia, discriminación, comportamiento ético o enseñanza falsa que pisoteara o domesticara la «memoria de Jesús». Fue su fe en Jesús muerto y resucitado la que le impulsaba a predicar: «creí y por eso hablé» (4,13).
Era un hombre, como él mismo dice, que no traficaba con la Palabra de Dios (2,17). Esto le acarreó quebrantos y sufrimientos de toda clase que él consideraba como parte integrante de su misión, como la prueba máxima de la veracidad del Evangelio que predicaba y que, como tal, no se recataba en recordárselos a sus oyentes, de palabra y por escrito, cuando era necesario. El relato que hace de ellos en esta carta (4,7-15) es una pequeña obra maestra de dramatismo y expresividad.
Fue la misma Palabra de Dios la que alejó a Pablo de todo fanatismo y arrogancia, haciéndole descubrir su propia fragilidad humana, como la «vasija de barro» que contenía el tesoro, hasta el punto de no dudar en exhibir sus limitaciones y defectos para que se viera que la fuerza superior de la que estaba poseído «procede de Dios y no de nosotros» (4,7).
Es este Pablo en toda su apasionante humanidad, frágil y a la vez fuerte, cargando humildemente con su tribulación por el Evangelio que predica, pero consciente de la carga incalculable de gloria perpetua que produce (4,17s) el que se nos presenta en este escrito/confesión a los Corintios. Él mismo es la enseñanza y el contenido de la carta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

II Corintios 6,1-13El ministerio apostólico. Pablo vuelve a interpelar a su querida comunidad a que se convierta, y lo hace como colaborador de Dios en este ministerio de reconciliación. No habla en abstracto, el contexto de su nueva exhortación es siempre el mismo: si los corintios le rechazan como apóstol, están rechazando no sólo su persona sino también el Evangelio que él anuncia. De ahí la insistencia machacona del Apóstol en defender su conducta misionera.
Es impresionante la importancia que da Pablo a que el «mensajero» se identifique con el «mensaje». No hace sino imitar a su Señor, «el testigo fiel» (Apo_1:5), cuya persona misma era «el Evangelio». Así pues, más que autodefensa de su ministerio, Pablo nos va a dar en estos versículos el retrato de lo que debe ser un servidor del Evangelio, o mejor aún, nos va a mostrar el Evangelio en acción. Tan importante es esta llamada del Apóstol a la conversión y reconciliación de los corintios que no duda en aprovechar el texto bíblico de Isa_49:8 para decirles que el tiempo favorable de salvación anunciado por el profeta ha llegado para ellos justamente ahora, al tener esta carta en sus manos.
Si el evangelio de Pablo es Cristo y Cristo crucificado, el mensajero y ministro del Evangelio no puede ser sino un «crucificado» también. Así es como Dios capacita y acredita a su ministro. Esto es lo que los corintios no acababan de comprender, y esto es lo que quiere hacerles entender con la larga alusión a sus tribulaciones, tristezas, penurias, cárceles, pobreza, etc. Paradójicamente, este camino de cruz es la marcha triunfal de una persona que también está participando ya del poder de la resurrección. Por eso está viva y alegre, enriquece a todos con su pobreza, lo posee todo en su necesidad, tiene un corazón ancho y dilatado donde caben todos y todas.
Pablo termina dirigiéndose a sus queridos corintios con una conmovedora petición: que hagan un hueco en su corazón para él, Pablo, y para el Evangelio que les anuncia.


II Corintios 6,14-18Templo de Dios. Aquí Pablo interrumpe bruscamente el hilo de su discurso. Si esta segunda carta a los corintios es la recopilación posterior de varias cartas hoy perdidas, este pasaje parece corresponder a la llamada «carta previa» (cfr. 1Co_5:9), en la que Pablo, al poco tiempo de haber fundado la comunidad de Corinto, es bastante rigorista en sus consejos. Si los cristianos recién convertidos permanecen en estrecho contacto con los paganos corren el peligro de recaer ellos mismos en el paganismo.
Pablo, pues, les exhorta, breve pero vehementemente, a distanciarse, separarse y diferenciarse del mundo pagano en que viven, como los hebreos en Egipto o en Babilonia. La situación de los cristianos nuevos en Corinto explica esta preocupación y el tono categórico, extremado, de las recomendaciones. La incompatibilidad entre Cristo y los ídolos aparece con la misma energía que en 1Co_10:20s. De todo el flujo de preguntas retóricas surge la gran afirmación de la comunidad como templo de Dios (cfr. 1Co_3:16; 1Co_6:19).