II Corintios 7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 16 versitos |
1 Ya que tenemos estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda impureza de cuerpo y espíritu, haciendo realidad la obra de nuestra santificación y respetando a Dios.
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Reacción de los corintios y de Pablo

Háganme un lugar en su corazón: a nadie hemos perjudicado, a nadie arruinado, a nadie explotado.
3 No lo digo como reproche, ya les he dicho que los llevo en el corazón, unidos en la vida y en la muerte.
4 Puedo hablarles con plena franqueza y sentir plena satisfacción por ustedes. Estoy lleno de consuelo, y desbordo de gozo en medio de todas las pruebas.
5 Ni siquiera al llegar a Macedonia encontré alivio corporal, sino toda clase de adversidades: por fuera ataques, por dentro temores.
6 Pero Dios, que conforta a los abatidos, nos confortó con la llegada de Tito.
7 No sólo con su llegada, sino también con el consuelo que había recibido de ustedes: él me contó el afecto, el dolor, y la preocupación que ustedes tienen por nosotros; y eso me alegró aún más.
8 Si les causé tristeza con mi carta, no lo lamento; sí lo lamenté al comprobar que aquella carta de momento los había entristecido,
9 ahora me alegro: no de su tristeza, sino del arrepentimiento que provocó en ustedes. Su tristeza provenía de Dios, de manera que nosotros no les hemos hecho ningún daño.
10 La tristeza por voluntad de Dios produce un arrepentimiento saludable e irreversible; la tristeza por razones de este mundo produce la muerte.
11 Fíjense bien cuántas cosas ha suscitado en ustedes la tristeza que proviene de Dios: cuánta solicitud, cuántas excusas, cuánta indignación, cuántos respetos, cuánta añoranza, cuánto afán, cuánto escarmiento. Han demostrado plenamente que en este asunto no son culpables.
12 Así que, si les escribí, no fue por el ofensor ni por el ofendido, sino para que descubrieran por ustedes mismos y delante de Dios la preocupación que ustedes tienen por nosotros. Lo cual me llenó de consuelo.
13 A nuestro consuelo se añadió la alegría inmensa por el gozo de Tito, que había quedado satisfecho de ustedes.
14 Y si había presumido de ustedes ante él, no quedé mal; todo lo contrario, de la misma manera que siempre les he dicho la verdad, así nuestro orgullo por ustedes ante Tito resultó justificado.
15 Y su cariño por ustedes crece cuando recuerda la obediencia y la meticulosa atención con que lo recibieron.
16 ¡Cuánto me alegro de poder confiar plenamente en ustedes!

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Introducción a II Corintios

2ª CORINTIOS

Ocasión y fecha de composición de la carta. Sobre las circunstancias que provocaron esta «segunda» carta tenemos más dudas que certezas. El libro de los Hechos de los Apóstoles, la única fuente de información que existe acerca de las actividades de Pablo -aparte de la correspondencia del mismo Apóstol- no menciona ninguna crisis en Corinto que motivara otra respuesta por escrito. Hay, pues, que reconstruir los acontecimientos con los datos que nos ofrece la misma carta, datos no muy claros, ya que se dan por sabidas cosas que nosotros desconocemos.
He aquí una aproximación a lo que debió ocurrir. La primera carta a los corintios no obtuvo, por lo visto, el efecto deseado. La visita de seguimiento de Timoteo a la comunidad, anunciada en 1Co_16:10 s, se realizó sin resultados positivos y el colaborador y hombre de confianza de Pablo regresó con malas noticias. El Apóstol, que estaba en Éfeso, se ve en la necesidad de desplazarse brevemente a Corinto. Su presencia en la ciudad, lejos de solucionar el problema, lo empeoró. Es más, Pablo fue insultado grave y públicamente en una asamblea eucarística, como él mismo menciona en 2,5 y 7,12. Debió regresar a Éfeso abatido, y desde allí les escribe «con gran angustia y ansiedad, derramando lágrimas» (2,4). Esta vez es su discípulo Tito el portador de este dramático mensaje. La comunidad reacciona, se arrepiente y se dispone a castigar al ofensor. Tito sale en busca de Pablo con la buena noticia y lo encuentra, por fin, en Filipos a donde, mientras tanto, había tenido que huir desde Éfeso por un motín desencadenado contra él por el sindicato de los plateros, como nos cuenta Lucas en los Hechos (cfr. Hch_19:23-40 ). Ya tranquilo y en tono conciliador, el Apóstol se dirige de nuevo a la comunidad con la que hoy figura como la «Segunda Carta a los Corintios», escrita hacia finales del 57, año y medio después de la primera.
En cuanto a esa enigmática «carta de lágrimas», no ha llegado hasta nosotros en su integridad, sino sólo en los fragmentos que probablemente un recopilador posterior insertó, sin más, en la «Segunda» que conocemos, y que forman los capítulos 10-13 de la misma. El brusco cambio de tema y de tono y otra serie de detalles avalan esta hipótesis. Es también probable que la «Segunda a los Corintios» contenga además otros fragmentos de otras cartas enviadas en el decurso de la crisis. En resumidas cuentas, estaríamos ante un escrito que podría recopilar hasta cuatro posibles cartas del Apóstol.

Tema y contenido de la carta. A pesar de las complicadas circunstancias que la motivaron y de los avatares que sufrió el texto mismo de la carta hasta llegar a la forma en que lo conocemos, gracias al talento y talante de Pablo ha brotado un escrito muy personal e intenso. Casi tanto como el valor de la doctrina pesa la comunicación de la persona, o mejor dicho, su testimonio personal se convierte en doctrina, en tratado vital de la misión apostólica, pues ésta era, en definitiva, la razón de la crisis: el cuestionamiento de su apostolado por parte de algunos miembros influyentes de la comunidad de Corinto.
Si había algo que Pablo no toleraba en absoluto era que se pusiera en duda el mandato misionero recibido del mismo Jesús resucitado. Y no por vanidad o prestigio personal, sino porque estaba en juego la «memoria de Jesús», la verdad del Evangelio que predicaba. Siempre que se siente atacado en este punto, Pablo no rehúsa la polémica, sino que se defiende con acaloramiento, sin ahorrar contra sus adversarios epítetos e invectivas mordaces que delatan su carácter pasional. Era un hombre que no tenía pelos en la lengua.

Retrato de un misionero del Evangelio. Recogiendo todos los datos que nos ofrece esta especie de carta-confesión, surge el retrato fascinante de este servidor de la Palabra de Dios que era Pablo, modelo ya para siempre de todo cristiano comprometido con el Evangelio.
Pablo fue una persona controvertida, siempre en el punto de mira de la polémica y que no dejaba indiferente a nadie. Fue amado incondicionalmente al igual que encarnizadamente perseguido, porque el «anuncio» de la Buena Noticia de que era portador se convertía en denuncia implacable contra toda injusticia, discriminación, comportamiento ético o enseñanza falsa que pisoteara o domesticara la «memoria de Jesús». Fue su fe en Jesús muerto y resucitado la que le impulsaba a predicar: «creí y por eso hablé» (4,13).
Era un hombre, como él mismo dice, que no traficaba con la Palabra de Dios (2,17). Esto le acarreó quebrantos y sufrimientos de toda clase que él consideraba como parte integrante de su misión, como la prueba máxima de la veracidad del Evangelio que predicaba y que, como tal, no se recataba en recordárselos a sus oyentes, de palabra y por escrito, cuando era necesario. El relato que hace de ellos en esta carta (4,7-15) es una pequeña obra maestra de dramatismo y expresividad.
Fue la misma Palabra de Dios la que alejó a Pablo de todo fanatismo y arrogancia, haciéndole descubrir su propia fragilidad humana, como la «vasija de barro» que contenía el tesoro, hasta el punto de no dudar en exhibir sus limitaciones y defectos para que se viera que la fuerza superior de la que estaba poseído «procede de Dios y no de nosotros» (4,7).
Es este Pablo en toda su apasionante humanidad, frágil y a la vez fuerte, cargando humildemente con su tribulación por el Evangelio que predica, pero consciente de la carga incalculable de gloria perpetua que produce (4,17s) el que se nos presenta en este escrito/confesión a los Corintios. Él mismo es la enseñanza y el contenido de la carta.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

II Corintios 7,2-16Reacción de los corintios y de Pablo. Los versículos 2-4 retoman el hilo de 6,13 y parecen ser como el final de su defensa. Pablo, en una última exhortación llena de ternura y emoción, manifiesta a los corintios el lugar que ellos ocupan en su corazón y pide que le den cabida a él también en el de ellos. ¿Cómo pueden, pues, prestarse a las acusaciones que lo pintan perjudicando y arruinando a la comunidad? Por si acaso su defensa ha sido demasiado fuerte e incisiva, el Apóstol les asegura que su intención no es acusar o condenar. Tiene la confianza de que su defensa surtirá efecto y así lo expresa anticipando la alegría y el gozo de una reconciliación que desea y está seguro que se producirá.
Los versículos 5-16 parecen empalmar directamente con el hilo interrumpido en 2,13 en que iba contando familiarmente a los corintios sus tribulaciones; una de ellas es el sufrimiento por Tito, pues lo envió a Corinto para una misión difícil y tarda en regresar. De ahí que el versículo 5 comience por los «temores» que le producían tal situación. El ansiado encuentro tuvo lugar, por fin, en Macedonia, probablemente en Filipos. Fue un momento gozoso para el Apóstol no sólo por volver a ver a Tito sino, sobre todo, por las buenas noticias que éste le traía. Con su buena mano, ha hecho entrar en razón a los corintios y los ha recuperado para Pablo. El «afecto» por el Apóstol es la nueva actitud de la comunidad. El «dolor» es por las desavenencias pasadas. Pablo no se avergüenza de poner su corazón al descubierto y manifestar cuánto necesitaba en medio de sus tribulaciones del afecto recuperado de su comunidad. Sus palabras finales aluden a la alegría por la confianza mutua reestablecida.