Gálatas 6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
1

Ayuda mutua

Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, que están animados por el Espíritu, corríjanlo con modestia. Piensa que también tú puedes ser tentado.
2 Ayúdense mutuamente a llevar las cargas y así cumplirán la ley de Cristo.
3 Porque quien piensa ser algo, no siendo nada, él mismo se engaña.
4 Cada cual examine su conducta, y entonces encontrará en sí mismo motivo de satisfacción, sin depender de otros.
5 Porque cada cual debe llevar su propia carga.
6 El que recibe la enseñanza de la palabra debe compartir sus bienes con su catequista.
7 No se hagan ilusiones: de Dios nadie se burla. Lo que uno siembra eso cosechará.
8 Quien siembra para los bajos instintos, de ellos cosechará corrupción; quien siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
9 No nos cansemos de hacer el bien, que a su debido tiempo cosecharemos sin fatiga.
10 Por tanto, mientras tengamos ocasión, hagamos el bien a todos, especialmente a la familia de los creyentes.
11

Conclusión y despedida

Miren qué letras tan grandes, escritas con mi propia mano.
12 Los que quieren quedar bien en lo exterior son los que los obligan a circuncidarse; lo hacen sólo para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo.
13 Porque ni los mismos circuncidados observan la ley; pero quieren circuncidarlos a ustedes para gloriarse de haberlos sometido al rito corporal.
14 Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme, si no es de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
15 Estar o no estar circuncidado, no tiene ninguna importancia; lo que importa es ser una nueva criatura.
16 Paz y misericordia para todos los que siguen esta norma, y para el Israel de Dios.
17 En adelante no quiero que nadie me cause más dificultades, ya llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes. Amén.

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Introducción a Gálatas

GÁLATAS

Pablo en Galacia. Según los Hechos de los Apóstoles Pablo estuvo o atravesó «la región gálata» (más o menos lo que hoy abarca la moderna Turquía) en tres ocasiones: 13,13-14,27; 16,1-5; y 18,23. En la parte meridional parece que fundó algunas Iglesias en las que predominaban los paganos convertidos, pues los judíos de la zona rechazaron su predicación.

Ocasión de la carta. En las comunidades de Galacia se presentaron unos judaizantes predicando que los cristianos, para salvarse, tenían que circuncidarse y observar ciertas prescripciones de la Ley de Moisés. Correlativamente intentaban desacreditar a Pablo, cuestionaban su condición de apóstol y su doctrina. Semejantes enseñanzas provocaron una grave crisis en aquellas Iglesias jóvenes en las que no pocos se dejaban convencer por las razones de los advenedizos. Es posible que entre los convertidos hubiese algunos judíos y prosélitos del judaísmo. Las discordias en el seno de la comunidad no tardaron en llegar.
Al recibir las noticias en Éfeso, Pablo se alarma y se indigna, porque aquello va frontalmente contra la esencia de su mensaje y su misión. Los judaizantes no sólo pretendían que los judeo-cristianos siguieran observando la Ley, sino que también los paganos convertidos la adaptasen como requisito de salvación. En otras palabras, los cristianos tenían que pasar por el judaísmo para incorporarse al cristianismo. Sin tardanza, el Apóstol les escribe una carta enérgica (hacia el año 57), con la dureza y ternura de quien ama y sufre: «¡insensatos!» (3,1); «¡hijos míos!» (4,19); «¡hermanos!» (1,11; 3,15; 4,12.28.31; 5,11.13; 6,1.18).

Todos iguales ante Dios. La carta es un alegato vibrante en pro de la libertad cristiana. En las cartas a los Tesalonicenses, el problema era la «parusía» o la venida definitiva del Señor. En la Primera a los Corintios (¿anterior a Gálatas?), los problemas eran de conducta ética y de unidad. Ahora, Pablo se enfrenta por primera vez con el dilema: Ley o fe, Ley o Espíritu. A la Ley no se opone el libertinaje, sino el Espíritu; al instinto de la carne no lo vence la Ley, sino el Espíritu; la Ley esclaviza, la fe emancipa y hace libres. Para obtener al principio el don de la justicia -salvación- no valen las obras -cumplimiento de la Ley-, sólo vale la fe en Jesucristo. Pero una vez obtenida la justicia y con ella la condición de hijos e hijas de Dios, el cristiano debe ordenar su conducta para alcanzar la salvación plena. Las buenas obras no son requisitos para entrar en el camino de la salvación, sino efecto del dinamismo del Espíritu.
La carta es al mismo tiempo una defensa apasionada de la misión que Pablo recibió del mismo Jesucristo y no de hombre alguno. No estaba en juego su prestigio personal, sino la veracidad del Evangelio de libertad en Cristo que él anunciaba. El Apóstol se defiende y defiende a la vez su Evangelio, recurriendo a datos y anécdotas autobiográficos: formación, conversión-vocación, visita a los jefes de Jerusalén, enfrentamiento hasta con el mismo Pedro, ofreciendo una síntesis de su pensamiento sobre la salvación del hombre por la fe y no por las obras. Empeñarse en conseguir la salvación por méritos propios es hacer inútil e inválida la muerte de Cristo.

Actualidad de la carta. La sensibilidad y el rechazo generalizado contra toda discriminación, ya sea por motivos raciales, políticos, económicos o religiosos, quizás sea uno de los logros de la sociedad de nuestros días. En esta lucha por la igualdad, las palabras de Pablo, «ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos ustedes son uno con Cristo Jesús» (3,28), deben resonar en nuestros oídos con la misma apasionada urgencia con la que el Apóstol las dirigió a los cristianos de Galacia. Sus palabras y la convicción de fe de la que brotaron, la muerte y resurrección de Cristo, ha puesto a todos los hombres y mujeres en pie de igualdad. Iguales en el pecado que esclaviza, pero iguales también ante el ofrecimiento gratuito de la salvación que nos trae la libertad.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Gálatas 6,1-10Ayuda mutua. Un caso concreto de seguir al Espíritu: la corrección fraterna. Es un acto de amor si es humilde y va acompañada del propio examen de conciencia para evitar el orgullo por los dones recibidos (cfr. Stg_5:19s). La exhortación a la corrección fraterna aparece ya en 1Ts_5:14. La humildad es la gran ayuda para la fraternidad (cfr. Flp_2:3). Pablo es siempre práctico y sabe moverse de las alturas desde donde brota la nueva vida del cristiano a los casos concretos en que ésta debe manifestarse en el día a día de las comunidades. Así lo hace ahora en este final de carta con consejos y recomendaciones útiles donde va explicitando las exigencias de la ley de Cristo, ley del amor y de la libertad.
Con refranes del mundo agrícola (cfr. Pro_22:8; Ose_8:7) emplaza la vida diaria del cristiano para el «Día del Señor», el tiempo de la «siega y de la cosecha». Compara el caminar de acuerdo con el Espíritu con la tierra que se elige para sembrar la semilla. Es tierra del Espíritu, y éste hará fructificar la semilla en cosecha de vida eterna. La tierra del instinto, por el contrario, dará como fruto la corrupción.


Gálatas 6,11-18Conclusión y despedida. Concluye resumiendo las ideas principales y despidiéndose. Escribe las últimas líneas de su puño y letra que eran como la firma de autenticidad de las cartas antiguas. Añade curiosamente que lo hace con letras grandes, como para subrayar que en estas frases está el resumen de toda la carta. Pues bien, con «letras grandes» vuelve a la polémica con la que comenzó, como para desenmascarar definitivamente ante los gálatas a los intrusos que les engañan con un evangelio diferente al auténtico que él les predicó.
Primero, son unos cobardes que huyen de la persecución que sufrirían si anunciaran el Evangelio de la cruz de Cristo con todas sus consecuencias, sin componendas de circuncisión y leyes. Les caería encima la ira de los judíos. Segundo, son unos egoístas, pues lo único que pretenden es apuntarse triunfos en su proselitismo a costa de la libertad ajena (cfr. Mat_23:15), mostrando como trofeo la circuncisión impuesta a los gálatas.
En cambio, todo el orgullo de Pablo está en la cruz de Cristo, en su muerte y sacrificio por amor, en participar en ella y predicarla como único medio de salvación. A la circuncisión carnal, que ya no cuenta, el Apóstol antepone las marcas de sus sufrimientos por el apostolado (cfr. 1Co_1:31) que le dan toda la autoridad apostólica como para dar el problema por resuelto con un ¡basta ya!: «que nadie me cause más dificultades» (17).
Es la única vez que Pablo, en el saludo final, intercala el vocativo «hermanos», signo de la esperanza de lograr o haber logrado su reconciliación con los gálatas, con el gran deseo de que éstos renovarán su fidelidad al Evangelio que les predicó. La gracia que les desea es la fuerza salvífica de Dios en Jesucristo.